Intentos órficos para las letras y las bellas artes

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sábado, 31 de enero de 2015

Un cuento... Autor Enrico Dìaz.




LA EX NOVIA



El tornillo no tenía razón ni voz y estaba ahí… no podía haber caído de la lámpara y mucho menos de algún mueble que se encontraba cerca. El cubrecama oscuro permitía realzar más la aparición del pequeño objeto y en ese momento ella recordó que este tipo de situaciones ya había ocurrido. El tornillo era dorado pero no como el oro, el oro es algo puro. El dorado que poseía el tornillo era parecido a una escarcha arenosa y húmeda. El tornillo tenía una forma elíptica y esto generaba mayor desconcierto. Mejor no quiero mencionar más al tornillo, él no es el motivo de todo, más bien creo que es un símbolo o una enmienda de algo o ambas cosas a la vez. Además encontrarse constantemente con objetos cuya procedencia era desconocida obedecía a un tema que ya se había acostumbrado. 


Cuando vio el tornillo se dio cuenta que hay algo diferente, parecía que venía del futuro dado al desconocimiento total sobre la existencia de tornillos cuya forma tan extraña no podían pertenecer al presente o al pasado.


Patricia por los hechos muchas cosas pensaba, y al final no llegaba a ninguna conclusión porque el túnel de su pensamiento jamás le daba un destino definido. La luz estaba a los lejos y nunca podía tocarla, muy parecido a toda su vida. Los hechos eran varios objetos que habían llegado a ella sin saber su procedencia.

En aquella época de las primeras apariciones Patricia no fue una mujer religiosa, era lo opuesto en todo aspecto. Ahora, tampoco que se entienda que tenía aficiones ocultistas. Era una mujer que dentro de todas sus fantasías la más loca era publicar un libro de poesía, sí poesía…, para un mundo que no busca leer un texto atomizado… para un mundo saturado por los enlaces audiovisuales. El plectro literario era una locura o un medio para hallarse a ella misma y en cierto modo era su vida… Mientras que los hallazgos y la creación literaria ocurrían inusitadamente parecía que algo la atacaba, como para alternar en un "sube y baja" de emociones. Nadie se enteraba salvo sus hermanas que solo creían que aquellos comentarios que en cierto modo no pasaba de ser simples bromas o productos de su imaginación, eso era una manera de entenderlo.

Mucho antes del acontecimiento sobre la aparición del tornillo. Patricia cuando buscaba a sus amigas después de haber experimentado tales experiencias jamás comentaba aquellos sucesos por el simple temor de pensar en la burla de los demás y eso ayudaba a su afán por la introspección y cuyo resultado era la escritura. Comentaba y comentaba a sí misma en todo caso como un arranque de ira taciturna en contraposición de la postura suave y pasiva que reflejaba ante sus amigas…

¿Qué mano pueda haber dejado esos objetos en los lugares tan cerca de ella? Y con el único destino que termine encontrándolos.

Por ejemplo: hace más de un año encontró un monedero en el preciso lugar donde acomodaba sus sandalias. El monedero estaba vacío, era de hombre y en casa donde ella vivía solo eran mujeres. Dentro del monedero un compartimento y estaba enrolladlo un hilo más delgado que el hilo convencional, pero que tenía una resistencia similar al acero. El compartimento del monedero era muy extraño parecía una verruga de plástico. Y el monedero era la suma de algo vivo…

Asumir que sus amigas se iban a burlar de ella era un juicio que lo había deducido de acuerdo a la experiencia con sus hermanas. La rivalidad, el desprecio, la pedantería que entre ellas se había dado dio a marcar una pauta para la inseguridad en su vida. Luego preguntó muchas veces a sus injustas hermanas. Se sintió obligada a ser insistente. Al instante pensó que alguna de ellas le estaba jugando una broma. Y ellas entendían su pregunta como si la bromista fuera Patricia. La verdad o una manera de decirlo, era que ella nunca hacía bromas. Hoy es diferente ya había ocurrido muchas veces, eso sirvió para que definitivamente vaya al médico porque hasta esos momentos no halló otra salida.

Al estar frente al doctor se sintió insegura. No supo cómo plantear su historia y si en verdad es creíble o no. Dado a que estaba convencida que nadie la podía entender o darle una explicación de lo que estaba ocurriendo en su vida. Sin embargo, debía de tratarlo con un profesional. Ya todo era demasiado obvio… Desde el primer momento que le contó con tanto detalle al doctor no podía disimular su falta de interés y su mirada pensativa reflejaba que en verdad él se encontraba pensando probablemente en otra cosa o estar en otro lugar. Pero fue en ese preciso momento que pudo darse cuenta que debajo de la silla en donde estaba sentado el doctor, un cenicero esta puesto frente a su vista… descansaba, al menos esa apariencia tenía.

Patricia se quedó callada, pensativa y en no saber entender por qué un doctor puede fumar dentro de su consultorio. Entonces gobernó el silencio por unos minutos y el doctor le dijo: ¿ya terminaste?

Ella quedó muda y mirando al cenicero. El gobierno del silencio fue duro para ella y su mirada delatora parpadeaba como si la ansiedad invadiera en sus latidos.

— ¿Cuantos cigarros fuma al día?

— Ninguno, recuerda soy médico.

— ¿Entonces, por qué tiene un cenicero en el consultorio y por qué esta justo debajo de su silla?

El médico inmediatamente se inclinó para buscar lo que ella había señalado. Logró ver al cenicero y con una respuesta poco contundente le dijo: —esto no es mío.

—Qué extraño alguien debe de haberlo dejado.

Pensativo y con esa mirada dudosa comentó: seguramente algún colega debe estar jugándome una broma.

Conmocionada o sobrecogida con lo que estaba ocurriendo interpretó la escena como algo que ella estaba transportando su mal, parece que lo llevaba a otras partes y el factor determinante era que al narrarlo las apariciones de los objetos ocurrían a las otras personas. Su mal era ignorar el origen de los objetos…

Esa experiencia con el doctor sirvió para que renuncie de una vez por todas a seguir investigando, después de eso cada objeto que llegaba a su vida le echaba un vistazo como a cualquier cosa. Sabía que eran objetos raros pero ya no entraba en ansiedad para saber el origen o razón de que aparezca frente a ella. Así pasaron los años y encontró de nuevo otro objeto pero este era un libro artesanal. Poseía todas las características de ser una reliquia. Eso la confortó, por fin, ya no era un objetos del futuro.

El autor del libro había sido su abuelo, lo descubrió desde la primera página porque ahí estaba la rúbrica y nombres completos. Después dio cuenta que no trataba de un libro propiamente dicho sino de una bitácora en donde se había anexado unos folletos cuyo contenido albergaba recetas en donde señalaba también un reducido número de transformaciones químicas naturales como las fermentaciones del vino, la cerveza o la leche. También la transformación del alcohol en vinagre, que usaban como conservante y condimento. Unos dibujos que ilustraban información sobre las pieles en donde se curtían y blanqueaban sumergiéndolas en orina añeja, gracias a que contiene urea que se transforma en amoniaco cuando se almacena largo tiempo, y también se usaba su capacidad blanqueante con las manchas persistentes de los tejidos. Además señalaba puntualmente sobre el conocimiento del proceso de saponificación.

Hasta esos momentos no entendía la ilación de esa información y que relación pueda significar con la bitácora del abuelo. Luego en las páginas siguientes explicaba detalladamente el modo en que su esposa (la abuela) se convirtió en un imán humano. Un imán que atraía objetos de otras dimensiones y que nunca logró entender qué función o provecho pueda traer consigo. Cuando Patricia leyó esa reseña o ese rasgo sobrenatural en su abuela, casi se cae de la impresión. Su rostro lozano empalideció como un papel, sus manos se helaron y sintió unas hormigas microscópicas que recorrían incansables rutas dentro de sus palmas en el medio de esos minutos eternos. En cierto modo, aleccionada vio detenidamente que los objetos no eran de esa época, los gráficos que había en esas páginas eran muy aleccionadores. De pronto, se puso a investigar con más detalle sobre su procedencia se dio cuenta que tampoco eran de su país ni de su época. Los gráficos que había encontrado en aquel libro revelaba la misma historia de su vida frente a los objetos y sobre la contundencia del futuro, ya no podía haber más duda. Y al mirar fuera de esas páginas las imágenes se le venían a la mente, cada uno de esos objetos que había encontrado… al final los iba arrojando a la basura salvo alguno que si le eran de su agrado aunque nunca supo para que sirvieran.

Cabe resaltar que los objetos no poseían código de barras ni inscripciones tipográficas que remitan a la fecha, por lo contrario todos los objetos carecían de ello. Fue por eso que pudo deducir que eran del futuro simplemente porque el material usado era de una calidad totalmente distinta y evolucionada a los componentes textiles y plásticos de la época. El caso del tornillo fue lo que dio el toque final. Porque al examinarlo con más detenimiento pudo notar que había una inscripción en alto relieve como la tipografía braille. Era evidente saber que los objetos no procedían del presente o del pasado entonces solo tenían un lugar de procedencia y ese lugar era el futuro, un futuro que acechaba desmesurado.

Patricia también tenía ojos de loba esto ocurrió después de leer el libro escrito por el abuelo, sus labios fuertes nunca supieron pronunciar las palabras más importantes del libro como: LA MUJER IMAN… o la palabra silencio del más allá…

Sin darse cuenta el tiempo se había vuelto en su peor enemigo, tal parece que si en un principio ella creía que tenía una vida ordinaria, jamás se imaginó experimentar tales sensaciones en donde acarreaba un cuadro mental con serias confusiones sobre los objetos del presente y los objetos del futuro o sobre su papel de estar convirtiéndose como un imán humano. A pesar de todo quería vivir de otra manera y algún día sentirse amada hasta ese punto no podía mentirse ella misma o como yo tampoco podía mentirme al imaginarla y soñarla tantas veces sobre mi cubrecama que no era el cielo nocturno y aunque parecía un sepulcro, era los más cercano a un cielo.

Aquel brillo más lejano era la silueta del tornillo que parecía la forma de una letra, por lo tanto era el color más puro de su alma que se había materializado en esa forma similar al tornillo pero que no lo era. Desde ese momento sentí que ella estaba sonriendo en la distancia del fondo del cielo o mejor dicho en la distancia sobre el cubrecama que abrigaba mi cuerpo desnudo.


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