Noticias Internacionales

Powered By Blogger

jueves, 13 de octubre de 2016

Literatura y el premio novel literario de 2016

EXTRAÍDO DEL FACEBOOK de nuestro escritor peruano

Jorge Antonio Valenzuela Garcés

La canción, como una de las más altas manifestaciones de la poesía, ha llevado a Bob Dylan (Minnesota, 1941) a ganar, con justicia, el Premio Nobel de Literatura 2016. Las letras de sus canciones de protesta durante los años sesenta calaron en las conciencias de los jóvenes que luchaban contra el horror de la guerra y la discriminación.Solo escuchemos la memorable Blowing in the wind para apreciar su alta calidad humana y poética. La academia sueca se honra y nos honra a todos con este premio.

martes, 11 de octubre de 2016

¿Es Arte todo lo que se muestra como Arte?


 Por Enrico Diaz

La falta por recursos nuevos en la pintura contemporánea en lima ha hecho un discurso decadente, repetitivo y tan pobre en estilo pictórico que más sirve de elementos enteramente “decorativos”. En consecuencia, su utilidad sea para hacer juego con el color de confortables que posee la sala. De esta forma, se asume al cuadro como un elemento totalmente intrascendental y reemplazable.  La vacuidad del trabajo pictórico es notoria: sin algo en verdad qué decir. Referente a esa frase: Se remite a que todo está hecho o todo está dicho y ya no hay algo nuevo que se pueda decir, en especial cuando hablamos de pintura o escultura. Idea que discrepo totalmente por la simple razón que no todas las personas podemos sentir de la misma forma las cosas y las situaciones que envuelvan las motivaciones al ser humano.
Yo poseo una profunda fe en que un verdadero artista sea pintor o poeta (arquitecto del verbo) si puede hacer cosas diferentes y que no necesariamente tenga que unirse a rebaños cuya corriente estilística se sientan identificados. Por otra parte, estaría hablando de una desidentificación del individuo para poder dar una propuesta.  Una visión que en verdad dé un aporte a los demás. Referente al caso del parque de Miraflores en donde están situados diversos pintores, no artistas (en su mayoría) desde 1972 ante la autoridad edil del distrito de Miraflores Dr. Ernesto Aramburú Menchaca cuyo motivo principal en aquel momento fue debido al terremoto que hubo en ese mismo año en la provincia de Ancash. Como acto de solidaridad y buena fe. 

Luego pasó el tiempo y esta escena fue aprobada por el vecindario Miraflorino porque definitivamente le daba algo vistoso, como un valor agregado al parque.
El único acto de tener a unos sujetos al costado de un caballete con sus cuadros le daba una distinción. En efecto, representaba  una apuesta por la cultura y favorecía el buen ornato. Por consiguiente, al pasar los años no solo hemos visto que estos señores continuaron sino se formalizaron mediante una asociación de pintores que se han “enquistado” en dicho lugar, en donde comenzaron con 18, hoy son 5O   aproximadamente.
Su propuesta es  mantener el impacto por lo repetitivo.  La falta de originalidad, pintores que ya "no buscan arriesgarse” y que sus estilos obedecen a tendencias establecidas o aceptadas por la crítica o por críticos “del momento”. Estar frente a una obra de arte es como estar frente a otro ser humano que posea una personalidad definida,  eso también inspira sentimientos, inspiran ideas, motiva al espectador. Entonces, la ausencia de estos dones solo deja claro que las autoridades ediles miran “el buen ornato” y no la falta de excelencia o la calidad artística en sus participantes.    Invito a que reflexionen y visiten exposiciones de «artistas jóvenes» que mes a mes vienen exhibiendo sus obras en diversos centros culturales, galerías. Algunos con auspicio otros por cuenta del autor. Es  necesario ir en familia a estos lugares para poder compartir ese sentir de lo que es estar frente a una obra de arte. Estas visitas incluso deberían ser con los más pequeños de la casa. Porque ellos son los que más saben de la sensibilidad,  y entenderán perfectamente la perseverancia que tuvo ese hombre al pintar una obra, este valor se percibe de inmediato y sirve de ejemplo. 




miércoles, 28 de septiembre de 2016

Emile Cioran: Saint-John Perse o el vértigo de la plenitud (1960)








«Pero ¿qué es, oh, qué es eso que en todo, de repente, falta?» Nada más plantearse la pregunta, el poeta, aterrado tanto por la evidencia de la que surge como por el abismo al que conduce, se vuelve contra ella y entabla, para comprometerla, para destruir su insidiosa autoridad, un combate del que ignoramos los detalles y las vicisitudes, como ignoramos los secretos que esconde esta confidencia abstracta: «No existe más historia que la del alma». Negándose con repulsión a divulgar su propia historia, el poeta nos condena a adivinarla o a construirla, se oculta detrás de las declaraciones que consiente hacernos, y no desea que toquemos las «claves puras» de su exilio. Impenetrable por pudor, en absoluto propenso a las abdicaciones de la claridad, a los compromisos de la transparencia, ha multiplicado sus máscaras, y, si se ha extendido más allá de lo inmediato y de lo finito, fuera de esa inteligibilidad que es límite y consentimiento al límite, no ha sido para escoger la vaguedad, preludio poético de la vacuidad, sino para «perseguir al Ser», único medio que posee de escapar al terror de la carencia, a la percepción fulgurante de lo que «falta» en todo. Raramente dado, casi siempre conquistado, el Ser bien merece el honor de la mayúscula; en este caso, la conquista es tan patente que se diría que emana de una revelación más que de un proceso o de una lucha. De ahí la frecuencia de la sorpresa, la sensación de lo instantáneo. «Y de repente todo es para mí fuerza y presencia, donde humea todavía el tema de la nada.» «El mar mismo, como una ovación repentina...» Aparte de la interrogación abisal antes citada, se pondrá el acento en lo súbito para señalar la emergencia y la soberanía de lo positivo, la transfiguración de lo inanimado, la victoria sobre el vacío. Haber exaltado el exilio, haber sustituido en la medida de lo posible el Yo por el Extranjero y reconciliarse no obstante con el mundo, aferrarse a él, hacerse su portavoz: ésa es la paradoja de un lirismo continuamente triunfal en el que cada palabra se interesa por la cosa que traduce para revelarla, para elevarla a un orden al que no parecía destinada, al milagro de un sí jamás vencido, y englobarla en un himno a la diversidad, a la imagen tornasolada de lo Uno. Lirismo erudito y virgen, concertado y original, nacido de una ciencia de las savias, de una ebriedad sabia de los elementos, presocrática y antibíblica, que asimila a lo sagrado todo lo que es susceptible de poseer un nombre, todo aquello sobre lo que el lenguaje ‑ese verdadero salvador‑ puede tener efecto. Justificar las cosas es bautizarlas, es intentar arrancarlas de su oscuridad, de su anonimato; en la medida en que lo logra, el lirismo amará todas las cosas, hasta ese «gólgota de basura y chatarra» que es la ciudad moderna. (El recurso a la terminología cristiana, aunque sea irónico, produce un extraño efecto en una obra profundamente pagana.)

 Emanación y exégesis a la vez de un demiurgo, el Poema ‑que en la visión de Perse pertenece tanto a la cosmogonía como a la literatura‑ se elabora como un universo: engendra, enumera, compulsa los elementos y los incorpora a su naturaleza. Poema cerrado, subsistente por sí mismo y sin embargo abierto («todo un pueblo mudo se eleva en mis frases»), reacio y dominado, autónomo y dependiente, tan apegado a la expresión como a lo expresado, al tema obsesionado consigo mismo y al tema que constata, poema que es éxtasis y enumeración, absoluto e inventario. A veces, sensibles solamente a sus lados formales y olvidando que antes se sumerge en la realidad, nos tienta la idea de leerlo como si se agotara en sus prestigios sonoros y no correspondiese a nada objetivo, a nada perceptible. «Bello como el sánscrito», exclama entonces nuestro yo pasivo y hechizado que se abandona a la voluptuosidad del lenguaje como tal. Pero ese lenguaje, repitámoslo, se adhiere al objeto y refleja sus apariencias. El espacio que prefiere es ese Raum der Rühmung caro a Rilke, ese espacio de la celebración en el que lo real, nunca deficitario, tiende a un exceso de ser, en el que todo participa de lo supremo, pues nada es víctima de la maldición de lo intercambiable, origen de la negación y del cinismo.

 La existencia sólo posee legitimidad o valor si se es capaz de discernir, en el nivel mismo de lo ínfimo, la presencia de lo irremplazable. Quien no lo logra en absoluto reducirá el espectáculo del devenir a una serie de equivalencias y de simulacros, a un juego de apariencias sobre un fondo de identidad. Se creerá clarividente y lo será sin duda, pero la clarividencia que alcanzará, a fuerza de hacerle oscilar entre lo fútil y lo fúnebre, acabará hundiéndole en obsesiones infructuosas, en el abismo del sarcasmo y la complacencia en la retractación. Desesperando de no poder conferir jamás a sus amarguras confusas la densidad del veneno, y cansado además de dedicarse a la invalidación del Ser, se dirigirá hacia aquellos que, participando en la aventura del elogio, superiores a las tinieblas, exentos de la idolatría del no, se atreven a consentir en todo, dado que para ellos todo cuenta, todo es irreparablemente único. El Poema de Perse celebrará justamente la unicidad: no la del momento que pasa, surgimiento sin futuro, sino aquella en la que se pone de manifiesto la excepción eterna de cada cosa. En ese tiempo de la celebración sólo existe una dimensión: el presente ‑duración ilimitada que contiene todas las edades, instante a la vez inmemorial y actual. ¿Nos hallamos en este siglo o en los comienzos de Grecia o de China? Nada más ilegítimo que abordar con escrúpulos cronológicos una obra y un autor que afortunadamente son indemnes a ellos. Como el Poema, Perse es un contemporáneo... intemporal.

 «Estaré allí entre los primeros para la irrupción del dios nuevo.» Nosotros, sin embargo, sentimos que ha asistido ya al advenimiento y a la desaparición de los antiguos dioses y que, si espera otros, no es como un profeta, sino como un espíritu que recuerda y en el que reminiscencia y presentimiento, lejos de seguir direcciones opuestas, se encuentran y confunden. Más cerca del oráculo que del dogma (es un iniciado por la inspiración y la apariencia, por lo que podría llamarse su lado Delfos), no condesciende sin embargo a ningún culto: ¿cómo se rebajaría al dios de los demás y lo compartiría con ellos? En la medida en que idolatra las palabras, en que convierte su ficción en esencia, el poeta se forja una mitología privada, un Olimpo personal, que puebla y despuebla a voluntad, privilegio que obtiene del lenguaje, cuyo papel propio y función última es engendrar y destruir dioses.

 De la misma manera que no se inscribe en una época, el Extranjero del Poema no arraiga en ningún país. Parece recorrer no se sabe qué imperio librado a una fiesta inacabable. Los seres humanos que en él encuentra y sus costumbres le retienen sin duda, pero menos que los elementos. Hasta en los libros buscará el viento y el «pensamiento del viento», y más que el viento el mar, investido de los atributos y las prerrogativas de que ordinariamente goza la divinidad: «unidad halagada de nuevo», «claridad hecha sustancia para nosotros», «el Ser sorprendido en su esencia», «instancia luminosa». En su productividad infinita (en muchos aspectos evoca la Noche romántica), el mar será absoluto desplegado, maravilla insondable y sin embargo visible, revelación de una apariencia sin fondo. La misión del Poema consistirá en imitar su ondulación y su resplandor, sugerir como él la perfección en lo inacabado, ser o parecer también él eternidad turbulenta, coexistencia de lo pasado y de lo posible en el interior de su devenir sin sucesión, de una duración que recae interminablemente sobre sí misma.

 Ni histórica ni trágica, la visión de Perse, emancipada tanto del terror como de la nostalgia, participa del escalofrío, del estremecimiento tónico de un espíritu que ha «fundado sobre el abismo» en lugar de abandonarse a él y de cultivar allí sus angustias. Ningún gusto por el pánico en Perse, sino el éxtasis triunfando sobre la vacuidad, la sensualidad sobre el espanto. De su universo (en el que la carne recibe un estatuto metafísico) el mal está proscrito, como por otra parte el bien, pues en él la existencia encuentra su justificación en sí misma. ¿La encuentra verdaderamente? Cuando el poeta lo duda y cuando sabe que no podrá alcanzar el fondo del Ser, como tampoco del mar, se vuelve hacia el lenguaje con el propósito de estudiar sus «grandes erosiones», de explorar sus profundidades, sus «viejas capas». Acabada la inmersión, surge de nuevo para proferir, siguiendo el ejemplo de las olas, «una sola y larga frase sin cesura, para siempre ininteligible».

 Si un sentido unívoco se identifica con una obra, ésta se halla condenada sin remedio; desprovista de ese halo de indeterminación y de ambigüedad que halaga a los glosadores y los multiplica, sucumbe a las miserias de la claridad y, al dejar de desconcertar, se expone al deshonor reservado a las evidencias. Si quiere ahorrarse la humillación de ser comprendida, deberá, dosificando lo irrecusable y lo oscuro, esmerándose en el equívoco, suscitar interpretaciones divergentes y fervores perplejos ‑índices de vitalidad, garantías de duración. La obra estará perdida por poco que permita a los comentadores saber en qué nivel de la realidad se sitúa y qué mundo refleja. El autor, no menos que ella, debe disimular su identidad, revelar de sí mismo todo salvo lo esencial, perseverar en su magia y en su soledad, soberano esclavo de sus palabras, deslumbrado por ellas. Hasta un Perse, tan visiblemente dueño de las suyas, nos da la impresión de que soporta su despotismo, de que, fascinado por ellas, las equipara a los elementos e incluso al elemento mismo, cuyas órdenes y caprichos no podrá eludir.

 Pero a esta impresión la corrige otra opuesta e igualmente legítima: cuanto más lo leemos, más discernimos en él la dimensión de un legislador, impaciente por codificar lo vago y lo impalpable, por llamar al orden a las palabras..., por sacarlas de su anarquía o elevarlas de su torpor para enviarlas en nuestro auxilio, cargadas de verdades saludables y vivificantes. Al contrario que un Valéry o un Eliot (Miércoles de ceniza es el antípoda exacto del mundo de Perse), evitará insistir en la «pureza del No‑ser» o en «la gloria débil de la hora positiva» y cuando evoque la muerte será para denunciar su «énfasis inmenso» y no para explotar su fascinación. Poeta por connivencia, por afinidad con los seres y las cosas, no deplora ni condena esa ruptura original que los arrastró fuera de la unidad en una procesión, en absoluto nefasta según él, sino por el contrario afortunada, puesto que provocó ese desfile de lo múltiple, de lo patente y de lo extraño cuya relación exhaustiva emprenderá. Todo lo que se ve merece la pena ser visto, todo lo que existe existe irremediablemente, parece decirnos mientras que en trance, en el vértigo de la plenitud, con un apetito orgiástico de realidad, se dedica a colmar y dar consistencia al vacío, sin infligirle esa plaga de la opacidad y de la gravitación que desacredita a la materia.

 Hay poetas a quienes pedimos que nos ayuden a decaer, que fomenten nuestros sarcasmos, que agraven nuestros vicios o nuestros estupores. Son irresistibles, maravillosamente debilitadores... Hay otros más difíciles de abordar porque contradicen nuestras amarguras y nuestras obsesiones. Mediadores en el conflicto que nos opone al mundo, nos invitan a la aceptación, al esfuerzo sobre uno mismo. Cuando estamos hartos de nosotros mismos y aún más de nuestros gritos, cuando esa manía de protestar y reivindicar eminentemente moderna, llega a adquirir en nosotros la gravedad del pecado, ¡qué consuelo encontrar un espíritu que jamás sucumbe a ella, que retrocede ante la vulgaridad de la rebeldía como un hombre de la antigüedad, de la antigüedad heroica y de la antigüedad crepuscular, semejante a un Píndaro y también al Marco Aurelio que exclama: «Todo lo que me traen las horas es para mí un fruto sabroso, oh Naturaleza». Hay en Perse una nota de sabiduría lírica, una magnífica letanía del consentimiento, una apoteosis de la necesidad y de la expresión, del destino y del verbo, al igual que, sin el menor acento cristiano, un aspecto visionario. «Y la estrella apátrida avanza en las alturas del siglo verde»: ¿no se creería estar leyendo un versículo de una variante serena del Apocalipsis? Si el universo desapareciese, nada se perdería, puesto que, en suma, el lenguaje lo reemplazaría. Si una palabra, una simple palabra sobreviviese a un cataclismo general, ella sola desafiaría a la nada. Esa nos parece ser la conclusión que el Poema implica y exige.



En Ejercicios de admiración y otros textos 
Trad.: Rafael Panizo 
Barcelona, Tusquets editores, 1992.
Foto ©Editionsdelherneok


sábado, 24 de septiembre de 2016

La función del poeta y la poesía en la sociedad



Por: Antonio Acevedo Linares


El poeta es un trabajador de la cultura, un hombre o una mujer que ha hecho del ejercicio de escribir poesía, su proyecto de vida, su pasión, su vocación, su enamoramiento, su vicio, su estigma o su arma de lucha y de comunicación. La poesía es la continuación de la guerra por otros medios porque la poesía es también un arma por la liberación total del hombre y de los pueblos. El poeta es un ser con sensibilidad social que hace de la poesía su instrumento de convocatoria, de canto y de exaltación de las cosas más puras y bellas del ser humano, comprometido con la palabra y con su visión poética de la vida, porque el poeta vive la vida poéticamente y es un enamorado del lenguaje y sus metáforas. 

El poeta no es el loco de la sociedad, ni el bohemio ni el truhán ni el maldito, en esa visión caduca del poeta, sino el trabajador de la cultura, el intelectual que escribe y piensa y vive la poesía y reflexiona sobre la sociedad de su tiempo, aunque locos y suicidas y bohemios haya tenido la poesía. El poeta no es un romántico sino un antiromántico, porque esa visión idílica del poeta no existe en estos tiempos de la modernidad, es un ser desarraigado que muchas veces ha hecho de la marginalidad su ética de vida, porque no es un bufón de la corte, ni un adicto del poder, a lo sumo el único poder que le interesa a los poetas, es el ejercicio del poder de la palabra.

La poesía le nace de las entrañas de su espíritu y de su intelecto o de la tierra o la sociedad en la que vive y sueña, pero el poeta no es un soñador a la manera del que sueña sin los pies en la tierra, el poeta es un soñador a la manera del que sueña imposibles y cree en las utopías. Cuando el ejercicio de escribir o leer poesía sea reconocido y respetado en la sociedad, todos los hombres y mujeres serán poetas, o al menos todos los hombres y mujeres se acercarán a la poesía como a un canto litúrgico en una iglesia. La función de los poetas y de la poesía en la sociedad es la de sensibilizar y hacer de los seres humanos, seres más humanos y sensibles frente al mundo injusto y cruel que nos ha tocado vivir. Tal vez el poder de la poesía contribuya algún día a ese propósito y la poesía ya no sea expulsada de la República como en la época de Platón, sino que haga parte del ejercicio del poder de sus gobernantes.

En el canto de los poetas se reconoce el espíritu de un pueblo o de una sociedad y aunque nos hemos acostumbrado a ver la poesía solo consignada en los libros, seria divino y maravilloso ver la poesía escrita en los muros de la ciudad, en los árboles, como los enamorados dibujan corazones atravesados por una flecha, en los periódicos, en las vallas publicitarias, en el cielo con o sin estrellas, en las señales de tránsito, en los semáforos, en las ventanas de los edificios, en todo lugar público donde la poesía se haga visible para recordarnos que la poesía y los poetas existen. Una ciudad sin poesía es la anticiudad escribió Rogelio Salmona. El día que el hombre recupere su sensibilidad perdida podrá ver la poesía en las cosas más insólitas o naturales como intenta la poesía hacerlas ver, visibilizarlas.


Poesía


Poesía

perdóname por

haberte ayudado

a comprender

que no estás hecha

sólo de palabras 1

y perdóname por haberte

ayudado a comprender

que también estás en la calle

al pie de las bronceadas

estatuas por la lluvia y el sol

en la luna llena que posee

como un demonio a los gatos

y los poetas, en un río dulcemente

inerme como el follaje en los

patios en verano, en la lluvia

que acodado en la ventana miras

mientras desnuda una mujer fuma

en el lecho, en una calle olorosa

del mercado de frutas, hierbas

y pescado, en los árboles que bajo

su sombra se besan eternos y amorosos 

los amantes y arrecia el viento

como la tarde sobre los tejados

de la ciudad tórrida, en la noche

bohemia de vino, dulzura y música

en la página blanca abierta

como muslos y, a veces

también en el poema. 

1. Roque Daltón.



El poeta es un ser de lavar y planchar y no un arribista del lenguaje o la imagen, aunque muchos se confundan a veces y proyecten esa imagen, los egos individuales a veces distorsionan la obra del poeta y se pierden en la verdadera función social que deben realizar o su propia poesía se vuelve tan oscura o hermética que no los entiende nadie o su lenguaje es tan vacío y sin estética que no cumplen con comunicar el mundo que intentan poetizar o elaboran una manera muy burda de comunicarlo. Al poeta por su obra lo reconoceréis, y lo reconocerá la sociedad, si no la de su tiempo, porque no la ha comprendido o por mezquindad, si la de otros tiempos y sociedad porque como ya es un aforismo, nadie es poeta en su tierra.


Gajes del oficio




A veces, poeta

mientras vivas serás

un oscuro bardo solitario

acaso debes morir

para que se ilumine tu obra

o huir de tu ciudad o país

como un emigrante clandestino

nadie es poeta en su tierra

y como Prometeo robarás

el fuego que arde en la palabra

y te creerán un hombre llegado

con la lluvia o un romántico

que escribe poesía como las guitarras

nocturnas junto a la ventana

y que los poetas son una plaga inofensiva

que se dan en los cafés a beber

el corazón de la noche

que la poesía, te dirán, es un

oficio de lunáticos, acaso te robas

el corazón de las mujeres

y te quieren más los amigos.

A veces, poeta

la poesía es

un riesgo de la vida.



El poeta debe intentar escribir poesía, y no hacer política, la política es para los políticos, (aunque a veces se hace necesario que los poetas incursionen en la política para hacer efectiva la gestión y la administración de la cultura y no se quede en manos solo de los políticos) como la poesía es para los poetas, (aunque a veces la poesía está en donde menos se imaginan o la escriben las cosas más inverosímiles). Los que desean hacer política con la poesía corren el riesgo de escribir rojos panfletos sin poesía y es mejor que funden un partido y transformen la sociedad con las masas alzados en victoria. Los que desean hacer poesía que hagan de la palabra su arma pero para la reivindicación de la ternura y la belleza estética de las cosas más cotidianas del hombre como el amor o el deseo, la vida, la muerte o el tiempo. La poesía no cambia el mundo pero puede transformar a los hombres como la política puede transformar la sociedad para que cambie el hombre y la poesía sea su alimento como su pan diario sobre la mesa.

El Partido del Diablo, es el partido de los auténticos poetas, según el visionario Willian Blake, esto es, el partido de aquellos que asumen el ejercicio de la poesía como un acto de provocación e insurrección, de insolencia y desacato al imperio de la tontería humana, presente en todas las épocas y países, escribió el poeta Raúl Henao (El Partido del Diablo, Editorial Lealon, Medellín, 1989) “Porque pertenecer al partido del diablo, dice el poeta, significa para un poeta latinoamericano, en la noche oscura de nuestra cultura, verse confinado al exilio, a la marginalidad, a la locura, al ostracismo, en el propio país. Defender contra viento y marea el resto de libertad personal que le queda, el poco de originalidad y creatividad. Marchar a descubierto en medio del vendaval del oportunismo, arribismo, servilismo que caracteriza a la generalidad de los intelectuales al momento presente

El poeta no puede dormirse en los laureles, debe amanecer a trabajar la palabra como una herramienta con la que cincela, con el fuego la aleación de la palabra y que como una mariposa revolotea sobre su cabeza atribulada. Los que se duermen en sus laureles no alcanzarán el reino de la poesía en donde vivirán eternamente bajo el cielo que cubre sus palabras, en la tierra donde vivirán en la paz de la poesía que los consagra a la vida eterna como el mensajero de los dioses y de la tribu.



En la sociedad contemporánea

El poeta es un solitario

definitivamente

un lobo estepario

la poesía es su dulce condena

padece la ternura como

una enfermedad incurable

y ama la palabra como

a una hembra que desnuda entre la hierba

pero no es un romántico

degollado bajo la luna 

ni un bohemio ebrio por los lupanares

ni un inspirado con los crepúsculos

a lo sumo un discreto empleado

de un banco o universidad pública

la poesía no es un oficio

para enamorar muchachas

con rojos corazones atravesados

por una flecha

ni el poeta un soñador

la lucidez es su paranoia

no es eso que tú piensas

ni distinto ni superior

ni un pequeño dios como diría Huidobro

acaso un pequeño desadaptado

que no hace parte del rebaño

y por la poesía pone

el corazón en el fuego

el poeta es una metáfora

de sí mismo.

La poesía es la ternura

de todas las cosas.


El poeta atesora las palabras más puras para escribir su poesía, porque quiere revelar el mundo y las cosas que pasan inadvertidas a los ojos del común de las gentes, y en la revelación de la belleza de las cosas encontrarse a sí mismo en su propia voz mágica que lo identifica y le hace justificar su existencia. El poeta se hace mediante el lenguaje que lo realiza como artista. Las palabras son su instrumento más sagrado para la creación de su poética que muchas veces las hace transgredir en su sintaxis, metáforas e imágenes para darnos el sentido más exacto y justo de lo que nos quiere revelar. Los más lucidos poetas en la historia de la literatura transgredieron el lenguaje o hicieron poesía con las palabras más simples y cotidianas y sentaron la belleza sobre sus rodillas como dijera Rimbaud.

No se justifica un mundo o una sociedad sin poetas y sin poesía porque la poesía es la revelación de lo que es un hombre o una sociedad, que nos desnuda su corazón de la manera más apasionada, transparente y total. La poesía es una entrega total como debe ser el amor verdadero y por el que a veces le apostamos sin restricciones cuando se ama irreductiblemente y por el que aún cantan y escriben los poetas.

jueves, 22 de septiembre de 2016

Pintor Enrico Diaz Bernuy

Un amigo en facebook me hizo una entrevista el mes pasado, pero por motivos ajenos a su voluntad no pudo publicarse en un medio. Aquí comparto en este espacio que administro.



Pregunta 1.

 ¿Cuándo empezaste a realizar tus primeros trabajos como Artista Plástico?

En esa época tenía 17 años y podría decir que todo comenzó desde clandestinidad de hacer una actividad que no era bien vista por mi familia, por lo que ello significó una  adversidad que estuve decidido en asumir desde el principio. Aun así ya contaba con un cuartito en la azotea de la casa de mis padres.  En esa habitación no había una instalación de luz eléctrica, pero podía  usar una lámpara de parafina, conocidas como lámparas de queroseno. Ahora que recuerdo esa escena veo que muchas actividades se realizan en la noche, probablemente por el silencio o esa extraña paz de haber sentido que el día acabó y uno puede iniciar “otro paralelo”.



Pregunta 2.

 ¿Qué pintores o corrientes artístico-pictóricas han influenciado en tu oficio como Pintor? 

Al principio me sentí muy influenciado  por Picasso, luego cuando estudié historia del arte en el museo de arte de lima,   me dejé impresionar  por los clásicos como: Botichelli, Goya, Rembrant.   Conocer su obra ayuda bastante a cualquier artista.  Finalmente me quedo con Leonardo Da vinci a quien  considero  como un artista  “completo”.  Lo que también  significa  una figura icónica en mi vida.  No en vano usé  ese nombre para la  empresa que tengo cuya actividad fundamental es  la restauración de antiguedades.  Jackson Pollock  es un artista que  me siento  identificado a  “línea de pensamiento” y me sirve para seguir mi propio camino…

3. ¿Son necesarios los Premios para sentirte realizado como Artista Plástico? ¿Los has buscado o los sigues pretendiendo?  

“Para sentirme realizado como artista plástico es cuando recibo un abrazo de mi hijo felicitándome”.   Un premio no define  si eres artista o escritor. Los premios sirven como artilugios  para  los  planes de marqueting,  nada más.  Te permite ser comentado o reseñado  por  los críticos  o intelectuales “del momento”.  Hay algo muy importante en el arte como en mi vida diaria: es tratar de ser honesto al pintar o al escribir y frente al tema de los premios  siempre he visto en diversos artistas o escritores que genera  un foco de doble moral. Muchos menosprecian los premios  y a la vez  los anhelan.  

4. ¿Cuáles han sido tus exposiciones más importantes en Galerías de Arte de Lima y Provincias? ¿Te quita el sueño mostrar tu arte en el extranjero?

Las exposiciones más importantes  fue una muestra privada en mi estadía en Barcelona.  Hace algunos años tuve un contrato de trabajo en una empresa catalana y paralelo pintaba mis cuadros.  Luego de cuatro meses logré terminar 6 cuadros  y unos amigos me hicieron una breve muestra cuyo valor sentimental siempre  está en mis recuerdos.   Referente a tu segunda pregunta: Lo único que me quita el sueño es que deseo compartir más tiempo con mi hijo. 

5. ¿Qué te motiva para poder pintar?

Foto de Enrico Diaz Bernuy. Tomada el 2O
de Septiembre 2O16
Para la pintura como la poesía no requiero motivación alguna.  La verdad es que para mí es algo inherente en mi alma, así soy frente a un lapicero en el suelo o cualquier objeto o situación,   y ahí encuentro un universo paralelo que también se puede dar cuando converso con alguien agradable porque  en mi mente estoy contemplando la luz que bordea  su ropa o su rostro.  Incluso a veces con mi dedo índice sobre mi pierna dibujo sin que  nadie se dé cuenta, algunos creen que es un tic nervioso,  similar a  un acto involuntario. Pero en realidad siempre hago trazos. 

6. Es la Pintura tu vocación, una forma de catarsis para volcar tus demonios sobre una tela y pintar lo que te obsesiona, o sencillamente un hobby que te distrae?

No es una catarsis, simplemente  es parte intrínseca de mi vida al  mismo nivel que la poesía.

7. ¿Cuáles son tus metas más próximas en tu carrera como Artista Plástico?

Exponer en más galerías que es tan difícil porque  no aceptan, pero  cuando lo hacen te programan  de uno a dos años.  La verdad que a veces tengo que dividirme entre escritor, pintor…,   a ello suma que debes invertir tiempo en difundir tu trabajo.  A veces siento que mas he difundido mi trabajo como escritor a pesar que amabas producciones van en igual cantidades.   Sin embargo, para el mes de Abril de 2017 tendré una muestra como individual en una galería de arte en el distrito de Jesús María.  Será una muestra muy importante para mí porque abarracará una muestra de pintura y escultura.  Estamos hablando de 7 esculturas y 77 cuadros.

8. Cuéntanos un poco sobre tu faceta como poeta, novelista, y Restaurador de cosas y/o instrumentos antiguos?

La verdad que tengo varios libros publicados en físico y versión digital.  La restauración de antiguedades es un tema que abarca bastantes áreas como es la porcelana, escultura, cuadros, juguetes antiguos,  máquinas de escribir antiguas y más. Es una actividad que me permite mantenerme  en el aspecto económico y me da el lujo de poder tener tiempo en hacer las actividades  ya mencionadas.


9.  Para finalizar algún comentario o alguna frase con la que quisieras finalizar o citar.



“Cada uno de nosotros es, sucesivamente, no uno, sino muchos. Y estas personalidades sucesivas, que emergen las unas de las otras, suelen ofrecer entre sí los más raros y asombrosos contrastes.” 

José Enrique Rodó