Una de las características del cuento “moderno”, desde Poe hasta nuestros días, es aquella que le imprime a este tipo de texto literario una gran capacidad alegórica. El cuento, de este modo, nos narra, inevitablemente, dos historias, una bastante explícita en un primer plano narrativo, que escritores como Piglia llaman la superficie del texto y otra, por debajo, oculta, poderosa, significativa, de insospechadas resonancias a la que solo accedemos al final del cuento de distintas maneras, reorganizando la maquinaria propuesta por el narrador y resignificando aquellos elementos que, dispersos con sabiduría, nos permiten alcanzar el significado oculto, el verdadero sentido de la narración.
Esta característica, que aleja al cuento “moderno” del cuento clásico, es una conquista lograda a base de una serie de mecanismos técnico formales (regímenes de focalización, voz, manejo del tiempo, entre otros) que, sumados a una forma de ver el mundo (relativa, contradictoria, compleja, absurda, irónica), han hecho del cuento un medio de expresión privilegiado para alcanzar eso que Joyce llamaba epifanía o revelación al momento de confrontarnos con un destino humano.
Con respecto a los cuentos del libro, por razones de espacio, solo me referiré a los ganadores de esta versión del Premio Copé 2014. Para comenzar diré que los tres textos han honrado a este premio ofreciéndonos un vistoso desfile en el que es visible comprobar un principio sin el cual nada es posible en el arte de escribir: literatura es forma.
El cuento ganador “Patrimonio”, aunque tributario desde el título del texto autobiográficoPatrimony: A True Story (1991) de Philip Roth, nos cuenta la historia de un padre (en fase terminal) y un hijo (asmático) que, en el contexto del regreso de la visita de la tumba del abuelo paterno, buscan alcanzar la reconciliación y la paz interna afectada por el carácter autoritario del padre. Johan Page ha tenido la virtud de elegir bien el momento. El padre acaba de ser diagnosticado con una enfermedad irreversible y esa circunstancia marca el violento, pero a la vez cerrado, discurso de ambos en medio de un lugar inhóspito (una carretera) visto como la vida misma, espacio que sirve para acrecentar los niveles de soledad en los que transcurre la historia. Formalmente, el cuento despliega un manejo del tiempo a través de raccontos  y flashbacks que sirven para que el lector pueda ir, sutilmente, recuperando la información necesaria para comprender cabalmente la afectada personalidad de ambos personajes.
El segundo premio otorgado a “Fifteen” de Carlos Arámbulo, de evidentes resonancias hemigwayanas, es la historia de tres cazadores, alguno más experto que los otros, que se internan en el África en el afán de obtener presas de caza, pero también con un pasado del que intentan huir, pero que a cada momento se manifiesta como una herida sangrante que se busca cerrar a través de la violenta cacería. El cuento se centra en el personaje de Billy cuya historia personal (está enfrentando un doloroso divorcio que lo aleja de su hijo) corre paralela a las acciones de delicada y sutil matanza a las que son sometidos los animales silvestres. El recurso de los paréntesis narrativos (verdaderos depositarios de la información dramática en el cuento) está excelentemente empleado para contar esa otra historia, aquella que al final se nos revela en los ojos humanos de ese mandril matado por Billy a través del cual este experimenta lo que es matar a un ser humano emulando a Harold, su compañero de caza, en ese horrible aprendizaje, sobre quien pesaban fifteen, es decir, quince hombres muertos.
El tercer premio, “Unas fotografías, apenas” de Pedro Llosa, es un cuento a todas luces onettiano, generado a partir del prosaico descubrimiento de unas fotos con escenas sexuales en un sobre de billetes antiguos. Esta circunstancia, que compromete a la novia del narrador con un antiguo amante, desencadena el conflicto psicológico del protagonista quien se introduce en una espiral obsesiva que llega a alcanzar los bordes vedados de la sexualidad humana. El recurso de la intercalación del dictado de clases opera en el cuento como ese otro plano del relato, que va echando luces sobre el destino de los involucrados en la trama elevando el conflicto a una dimensión mayor (digamos la que vincula el cuerpo con la política) rebasando la puramente sentimental. En ese sentido, el cuento resulta atractivo por la complejidad en la presentación de los personajes, sobre todo de Pablo, quien hacia el final del relato va descubriendo elementos de su propia sexualidad, hecho que le permite abrirse a experiencias inusitadas en medio del debate celotípico producido por las imágenes impresas. Un cuento de autodescubrimiento en medio de una etapa de crisis.
Temáticamente tributarios de maestros como Roth, Hemingway y Onetti, pero formalmente impecables, los tres textos ganadores cumplen, largamente, los requisitos de ser premiados y reconocidos por todos.