Intentos órficos para las letras y las bellas artes

Intentos órficos para las letras y las bellas artes

jueves, 30 de septiembre de 2021

Poeta Luis Mujica

 

CUCARACHAS CÓSMICAS -CUCARACHAS INTERESTELARES-
PRIMO MUJICA (Ganador del concurso de poesía)
Macilentas cucarachas desovan una lechoza costra al ras de un muro de lamentaciones ,
como si fuera un maldecido camino rumbo a la redención ,
como si la fe de los extraños se convirtiera en una plaga maldita detrás de las paredes,
marrón amarga cucaracha de tofee & machacado de membrillo ,
que regresas para el exilio de los falos ochenteros y setenteros
que copulan la eterna y ácida abertura del abismo de tu entrepierna.
¿dé dónde viene tu instinto de conservación paleolítica
Tu ciencia y tu morfología
prehistórica e interestelar cucaracha de todos los tiempos..
..Estamos clonados del mismo mutante a.d.n , provenimos del
mismo big bang inicial ---
vamos en caminos opuestos --
tu ruta a de explotar inexorablemente
sobre las suelas desgastadas de mis botas de obrero --
cucaracha siempre vas y eres diferente
albina cucarachita
rondando las almas de los infames taxidermistas
que te clasifican como un bicho de desagüe de cloaca ,
y de y para la putrefacción---
siempre vas ahí ---
por el tubo del drenaje alimentándote de caca orina y heces --
viajas en cohetes a propulsión al espacio exterior ---
a la luna a marte para reproducirte
a los largo y ancho de algún agujero negro
o en la no gravedad--
muta tu a.d.n
te vuelves mosntruosa asquerosamente bella
y metamoforseada--
y regresas a los desagües-
como una especie de calamar-langostino colosal --
de tres metros de largo--
y haces crujir como galleta --
los cráneos de mis bípedos primos hermanos --
esta es la lucha final --
camarones y retardados humanoides -- contra
acamaronadas langostas
cucarachas interestelares--
que hacen crujir como galletas --
los esqueletos de calcio & cartílago--
de esta retrógrada e involucionada raza
--mal llamada humana--

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Luis Hernández - documental y reportaje sobre el poeta peruano

martes, 28 de septiembre de 2021

TRIDENTE LUMINOSO /// Poema inédito de Enrico Diaz Bernuy

 

Nada es más negro que la mañana luminosa del recuerdo.
Celan

 

     


             Tridente Luminoso

                     (Las bondades del semáforo)

 Esplendentes sonrisas del semáforo y su sadismo, con esmalte, dan las libertades —para el recinto de una esquina— en los piececitos de esos niños o de esas niñitas. O en sus bocas y sus lágrimas recipientes sin fondo y harapos de un color (extravagante)… Manitos que se retuercen por una moneda a las intimidaciones del aire libre, con sus cielos abiertos,  grises y precipitados. Ideales para una mala persona.

En realidad, como si se tratara de una vorágine silenciosa, oída solo por ellos:  los que mendigan, y en ese espanto, las sonrisas de kali yuga. De tal forma, ensombrecen la mirada y el parpadeo de los niños que veo en la calle uniformada de temas insípidos. Pero ellos  con sus manos pequeñitas y tiesas, como si dependieran del semáforo y sirviera incluso como su sol del mediodía a fuerza inherente, del diseño…

Ese también es su sol para las noches. Pero el fin de todo, son fines  coercitivos. El espanto. 

Esas manitos algún día conducirán un vehículo, usarán algún día un lápiz o una púa. O un gatillo. Esas manitos serán como armas.  Esa manitos y esas sonrisitas muertas, dirán las palabras de este destino, y el verdadero espectáculo será tu mirada. El destino de  no decir, para no hacer nada,  o mirar a otro lado.  Aplaudiéndonos entre nosotros, ensimismados  en un refinado y sutil sadismo, —son fines del sadismo—. Fines sin fin,  lo pulcro sin historia.  

Como si las  sonrisas de kali yuga nos abrasaran. En algún momento los llamé los niños bala. De cavernas o  arenales de donde son, tierras que encobrizan todo, hasta sus fuerzas cogen otros rumbos. Silbidos pegajosos como un verso bien hecho, así es y así fueron hechos los helechos sin ramas, sin sangre o sin alma…DE FIGURAS ACERADAS, DE FIGURAS ACERADAS, DE FIGURAS GURU, ACERADAS,  sin alma.

Las insignificancias en nuestros gestos, nuestros disfuerzos noctámbulos…  Como quien damos una moneda para qué bolsillo irá a parar, o a palpar, o pagar… Pero nosotros montamos nuestras montañas de cemento salvaje.  Cemento montado con  ladrillos aulladores,  si los soplas te miras a ti mismo. Y te encolerizas de tus espejos, tus muestra de insignificancia,  tu apuesta por lo vacuo. Tu día a día, y tú: tu sonrisa corrupta  (insignificante ante la cámara de un teléfono). De sopor totalizante  que  encabrita cosechas de un ardor: De un candor. —Clamor y afecto al silencio—, siendo el caso que a  muchos siempre logra el mismo efecto: mirar a otro lado. Probablemente los demás, se quedaron sin palabras al caso de ese mismo clamor.

Oigo tu respirar como un recuerdo ¡se parece a una mala amada! Una palmera tendida, al incendio, de qué porvenir insano:  tu respirar como siempre, no dice nada. Como quien llamas a tu amiga o a tu amigo a las dos de la madrugada y jamás recibes una palabra.

Hablo de tu respirar que alguna vez fue mío y en ese desdén recordé a las viejas madres que dejaron de ser madres.  Albas alabanzas mustias de un ritmo electro-kaliyugico. A compás y marcha de gestos en las manitos de esos niños que tocan las paredes. En el muladar de cada poste y semáforo y el asco lo invade todo.   DE CANDOR A TODO VAPOR, A TODO VAPOR y fuego.

Nadie usa máscaras y tu maldita moneda deja a todo en un sinsentido, bramante  invisible: Sinsentido. Indivisible. ¡Y lo peor de todo, tangible!

¡Cacas! ¡y más cacas! son las ropas de ellos como si una rueda giratoria en contra de las agujas del reloj lo abrazaran todo.   Se han ensañado en albricias para triturarnos mejor, para que de nosotros sea un epigrama a la indiferencia.  Ese es el bocado emblema, (sostenible). La aguja de las abejas en donde las colmenas nos reflejan normalmente nuestra peor parte, nuestro lado más impuro, más superficial, más obsceno.

Para que esa misma rueda descanse en el piñón a donde los niños duermen, entre ellos y sus recuerdos, —costras y estertores—.   Suena una marcha fúnebre, cada día que veo un niño por el metro. Las guirnaldas por la marcha fúnebre esta puesta con bastante claridad sobre el asfalto.  

Y sobre tantas iluminaciones la sombra aqueja en burla contra todos, en especial contra sus pasos.   Ellos, esos pequeños, no conocen la palabra esperanza, son sabios, (ya no les puedes mentir). Lo que ellos tienen son vividas matanzas. Niños y niñitas que ya no les queda ni la mirada en la orbitas que alguna vez hubo luz y ciénagas a amargas ansias entre la cal, la caca.  La arenisca de los hechos. Pero aquí están más preocupados en uno. Insignificantemente independientes, autónomos aislados que en realidad más están refugiados en la distancia. Inusitadas alabanzas a herirse en esa masturbación.  ¡¡Insignificancia de insignificancias !! y sus cúmulos mientras que “ellos” esos niños y esas niñas serán nuestros jefes, serán nuestras autoridades.  Ellos nos asaltarán, nosotros dependeremos de ellos porque ellos serán el congreso, esa será su venganza. Su progreso. “El poder”. Y así es nuestra mal llamada humanidad, “consejo expiatorio” (el placer del momento). Lo efímero de una cañería así misma.

Nosotros se lo hemos demostrado a esos niños limpiadores de calles. Sonreirían en el palacio de gobierno o el congreso o como altos mandos de “capos” a navaja o machete.  Finalmente, con tardío hecho le devolveremos la mirada.  Ahora ellos nos miraran como si recordaran el tridente luminoso del que provienen.  Con sus tres colores, tres púas que accionaran el percutor de una palabra o el cobro de una herida.  Como en lo que todo comenzó: Aquel mástil estéril que desemboca; quien pasa, quien se detiene, y quien espera por su vida.

 

Enrico Diaz Bernuy

 

 

 

 

 


martes, 21 de septiembre de 2021

Carrusel Sapeee !!!

 "La auténtica locura es tan rara como la auténtica sabiduría. Quizá no sea sino la sabiduría misma que, cansada de descubrir las vergüenzas del mundo, ha tomado la inteligente resolución de volverse loca".

-Heinrich Heine-



sábado, 18 de septiembre de 2021

John Cage !!!

 ¿Dónde comemos? ¿Qué comemos?

John Cage


Traducción y estudio introductorio de Francisco Deco
Granada, Editorial Universidad de Granada, 2020


por Álvaro Muñoz Robledano

Cage



Es imposible acostumbrarse a John Cage, y ese es, quizás, su mayor atractivo. No recuerdo esfuerzos mayores alrededor de la imprevisibilidad que los suyos, desde los objetos que enturbian el sonido del piano a los famosos, incómodos e interminables cuatro minutos y treinta y tres segundos en los que se consigue (yo asistí a una interpretación) una reacción nerviosa que la racionalización no consigue mitigar. Recuerdo especialmente la música que logró frotando hojas secas con un delicado tallo. Y reconozco seguir obsesionado con Waterwalk, aquella incursión en el ruido temático que mostró en la adocenada televisión de los años cincuenta.

Imprevisibilidad a borbotones es lo que he encontrado en los dos textos que este libro reúne. El primero, que da título al volumen, es una suerte de diario deshilachado por el que desfilan, sin orden temporal ni causal, los episodios de comida que Cage vivió con la compañía de Merce Cunningham durante las diversas giras que efectuaron por Europa y Estados Unidos. No hay recetas, no hay verdaderas descripciones de platos, ni descubrimientos, ni argumentaciones. N siquiera hay muchas setas. Lo que percibo es la búsqueda de un ritmo secreto capaz de unir la cotidianeidad con el momento expresivo, bailarines atracándose de hamburguesas en una parada de carreteras o iniciando la coreografía con el sabor del guiso en el paladar; la ruptura del cristal que separa el suceso laboral del suceso artístico, no en aras de la continuidad, de la armonía, sino de la intromisión, del inicio de la dialéctica.

El texto que completa el libro, Diario: cómo mejorar el mundo (solo conseguirás empeorarlo) 1965, incide en la acumulación caótica de los materiales, aunque en esta ocasión se aprecia un elemento de interioridad, si bien es cierto que no exploratoria, y un esfuerzo por no establecer pautas de organización exteriores. Mezcolanza de lo leído y lo escuchado, lo presentido y lo casi olvidado, de tipografías y tonos, el fantasma del viejo Pound aún caracolea por estas páginas, aunque Cage no pretenda fijar las palabras de la tribu, sino disgregarlas en un experimento de sonido sin (no) sentido.

Quizás eso sea la música.

miércoles, 15 de septiembre de 2021

Un texto de Bukowski LA MOVIDA LUMPEN DE LOS ANGELES POR BUKOWSKI

 LA MOVIDA LUMPEN DE LOS ANGELES POR BUKOWSKI

<<Lo primero que pensé fue mantenerme lejos de los escritores, los artistas, los creadores, porque sentía que la dirección equivocada de sus ambiciones podían desviarme de mi camino. Después de todo, un buen escritor sólo tiene que hacer bien dos cosas: vivir y escribir, y el trabajo está hecho. En Los Angeles es posible vivir en aislamiento total hasta que te encuentran, y te van a encontrar. Y van a beber con vos días y noches, hablar con vos días y noches. Y cuando se vayan, van a llegar otros. A uno no le importa que sean mujeres, por supuesto, pero los otros son definitivamente consumidores del alma. sic. >>


En otras palabras, solo le faltó señalar que esos seres son lo más parecido a vampiros energéticos. Y a demás que sólo te buscan para ver qué sacan de ti. Y cuando estas arriba son los primeros en atacar, jajajaja.

El otro grupo o el otro nivel, están los indolentes al que tarde o temprano tienes que desenvolverte, y la indiferencia es la moneda de pago con un distanciamiento inocultable.

Lumpen.

<<Una radiografía emotiva y lúcida de ese mundo de gente extraña, quebrada y sin embargo luminosa>>.

Pero son transparentes. (Suena muy subte, no crees).



También conozco a muchos que están quebrados, (del alma) y además son extraños y no son luminosos, y no son subtes, te lo aseguro. (y esos sí que son recontra peligrosos).

Lumpen.


LA MOVIDA LUMPEN DE LOS ANGELES POR BUKOWSKI
Feos, sucios y raros
En mayo de 1972, Charles Bukowski escribió para el glorioso LA Free Press un ensayo en el que retrata la escena de marginales, putas, borrachos y poetas de Los Angeles que tanto conoció y tan bien pintó. Inédito en castellano y reeditado este mes por primera vez en Portions From a Wine-Stained Notebook: Uncollected Stories and Essays, 1944-1990 por la mítica City Lights Books, es una radiografía emotiva y lúcida de ese mundo de gente extraña, quebrada y sin embargo luminosa.
› Por Charles Bukowski
Nací en Andernach, Alemania, el 16 de agosto de 1920, hijo bastardo de un soldado norteamericano del Ejército de Ocupación. A los dos años fui traído a los Estados Unidos, y después de dos meses en Baltimore me llevaron a Los Angeles, y después de la madurez (?) vagabundeé por el país al azar, ida y vuelta, arriba y abajo, adentro y afuera, pero siempre volví a Los Angeles y aquí estoy hoy, viviendo en un departamento que se derrumba a la vuelta del Sunset Strip pobretón. Si alguien es una autoridad sobre la escena, yo debo serlo, aunque, claro, la escena se ha filtrado en días y noches de vino y cerveza y whisky, y quizás una desesperación que ha torcido mi perspectiva un poco, pero estuve aquí, estoy aquí, y hablo de ella...
La escena de la calle de Alvarado merece ser contada por sí sola, aun cuando mi material date de quince años atrás. Imagino que debe haber habido cambios, pero esos cambios no han sido rápidos. ¿O sí? Hace sólo una semana estuve sentado por la noche en un bar de strippers de Sunset, con las chicas frotando sus cajetas para mí. Pero esa área entre la 3ª y la 8ª de Alvarado y los bares que las recorren difícilmente hayan cambiado tanto. Es un área de hombres pobres, ahí del otro lado del parque, donde se sientan a esperar la suerte, a esperar la muerte. Es el segundo callejón sin salida de Los Angeles.
Yo abrí esos bares y los cerré, ahí adentro me peleé, conocí a mujeres, terminé en la vieja cárcel de Lincoln Heights una docena de veces. Hay una sección completa de gente ahí que vive del aire y la esperanza y las botellas retornables y la gracia de sus hermanos y hermanas. Viven en cuartos pequeños, siempre están retrasados con el alquiler, soñando con la próxima botella de vino, el próximo trago gratis en el bar. Pasan hambre, enloquecen, son asesinados y mutilados. Hasta que uno no vive y bebe entre ellos, no conoce a los abandonados de Estados Unidos. Son abandonados y se han abandonado a sí mismos. Y entre ellos hay mujeres, la mayoría arpías, pero aquí y allá hay mujeres de cuerpo y mente, alcohólicas, locas. Viví con una de ellas, con idas y vueltas, durante siete años. Con otras viví períodos más cortos. El sexo era bueno; no eran prostitutas, pero algo se les había caído, algo en la vida las había hecho incapaces de amar o cuidar. Que la policía irrumpiera en nuestros cuartos era común. Me volví tan violento y podía insultar tan bien como cualquiera de esas mujeres. A algunas las enterré, a algunas las odié, a algunas las amé, pero todas me dieron acción para llenar la vida de veinte hombres, aunque la mayor parte fuera de la mala. Esas damas del infierno finalmente me llevaron al Hospital General de Los Angeles y hasta en estado crítico, y cuando salí me retiré de la calle Alvarado, pero si la quieren probar, me imagino que la misma especie sigue alimentando los deseos de muerte ahí abajo.
Después de un mal matrimonio decidí “bueno, maldición, puedo probar ser escritor, parece más fácil, decís cualquier cosa que querés y ellos dicen ‘ey, eso es bueno, sos un genio’”. ¿Por qué no ser un genio? Hay tantos genios mediocres. Así que me convertí en un genio.
Lo primero que pensé fue mantenerme lejos de los escritores, los artistas, los creadores, porque sentía que la dirección equivocada de sus ambiciones podían desviarme de mi camino. Después de todo, un buen escritor sólo tiene que hacer bien dos cosas: vivir y escribir, y el trabajo está hecho. En Los Angeles es posible vivir en aislamiento total hasta que te encuentran, y te van a encontrar. Y van a beber con vos días y noches, hablar con vos días y noches. Y cuando se vayan, van a llegar otros. A uno no le importa que sean mujeres, por supuesto, pero los otros son definitivamente consumidores del alma.
Uno de los primeros en encontrarme fue MJ, el muy conocido poeta beat de los años ’50, sobre en todo en Nueva York o, mejor dicho, en Brooklyn. M vino a golpearme la puerta. Ya no era un joven y hacía mucho que escribía. Yo era aún más viejo y recién había empezado a escribir. Yo tenía resaca.
–Bukowski, ¿tenés auto?
–Sí, pero dejame tomar una cerveza primero. ¿Querés una?
–No, me estoy limpiando.
–¿Qué pasa?
–Escuchá, me golpearon dos noches seguidas. Me pegaron en Frisco y la noche siguiente estoy en Barney’s Beanery y me meto en otra pelea. Este tipo es un profesional. Me pegó tan fuerte que me cagué. Me tuve que limpiar con papel de diario. Sin lugar dónde dormir... Quiero que me lleves hasta Venice...
–Seguro.
En el camino hacia allá, M me dijo que ellos “nos lo debían”. Pagaríamos nuestras deudas, dijo. Henry Miller solía pedir propina a estos tipos ricos cuando empezó. Todos los artistas tienen un derecho.
Yo pensé que sería bueno si todos los artistas tuvieran derecho a la supervivencia, pero en el fondo creía que todos lo tenían, y si el artista no la podía pegar, estaba en la misma posición que cualquier otro que tampoco lo había logrado. Pero no discutí con M. Ya no era joven, aunque todavía era un poeta poderoso. Pero de alguna manera había quedado fuera de los círculos poéticos. Hay política en el arte, como en todos lados. Era triste. Pero M había ido a demasiadas fiestas literarias, se había rendido a demasiados juegos de chupadas, se había arrastrado alrededor de muchos Nombres simplemente porque eran Nombres; había hecho muchos pedidos, demasiadas veces, de la manera equivocada y en el momento equivocado. Mientras íbamos en el coche, sacó su pequeño anotador rojo de propinas. Todos los nombres que había ahí eran buenos para propinas.
Llegamos a Venice y yo me bajé con M y nos acercamos a una casa de dos pisos. M tocó la puerta. Atendió un chico.
“Jimmy, necesito 20.” Jimmy se fue, volvió con los 20, cerró la puerta. Volvimos al auto, manejamos de vuelta a casa, bebimos toda la tarde y toda la noche mientras M hablaba de la escena de la poesía. Se había olvidado de que se estaba limpiando. La mañana siguiente fue cerveza para el desayuno y directo a las colinas de Hollywood. Otra casa de dos pisos. M tuvo que golpear las ventanas. Una casa llena de gatos y gatitos, dominada por el olor a mierda de gato. M consiguió otros 20 y volvimos con el auto. Y tomamos un poco más.
Veía a M de vez en cuando. A veces daba una lectura de poesía en la ciudad. Pero iba poca gente. Leía bien y la poesía era buena, pero estaba maldito. M estaba marcado. Las propinas se agotaban. Después encontró una chica que se lo llevó a casa. Me alegré por M. Pero M era como cualquier otro poeta: se enamoraba de sus mujeres, quizá demasiado. Pronto estaba en la calle otra vez, a veces se quedaba a dormir en mi sofá, puteando contra el destino. Como ya nadie quería publicar sus libros, empezó a mimeografiar sus propias copias. Tengo una aquí ahora: Todos los poetas americanos están en prisión. Me la dedicó así:
“L.A.
Feb. 1970
Para Charlie
Por la gracia de los Dioses
a veces todavía podemos conseguirla.
Mostrámela, me gritó. Mostrámela.
Hombre, estoy tratando de encontrarla.
Tomalo con calma, aquí hombre, aquí
está. En la palma de su mano había
una gota de semilla blanca. No
vienen con tanta frecuencia como las tuyas
me dijo. Aquí hombre querés ver
mi pija, aquí está parada como
un árbol desnudo en el espárrago
Sol.
Con amor
M.”
Después M empezó a escribir canciones. Tengo un libro de sus canciones por alguna parte.
“Voy a ver a Janis Joplin para mostrarle mis canciones”, me dijo.
Sentí que no iba a funcionar, pero no se lo podía decir a M. Era un romántico, tenía tantas esperanzas. Volvió.
“No me quiere ver”, dijo.
Ahora Janis está muerta y M, la última vez que supe de él, estaba dándole a la escoba en Brooklyn, trabajando –al fin– para su hermano. Espero que M vuelva al principio. A pesar de todos sus cuelgues con los Nombres y su mendigar, era mejor que muchos poetas que están en la cima hoy. A lo mejor todos los poetas americanos están en prisión. O la mayoría de ellos.
Después estaba NH de la escena de los beats parisinos, la escena de Tánger, Grecia y Suiza, la pandilla de Burroughs. N apareció conmigo y con otro poeta en una reciente serie de Penguin Modern Poets. De pronto estaba en Venice Beach, pudriéndose en la orilla, ya no escribía; se quejaba de su hígado deteriorado y de ser vigilado por una madre anciana que mantenía bien escondida. Muchas veces, cuando iba a ver a N, hombres jóvenes venían a golpear a su puerta. Aunque su hígado estaba en decadencia, era evidente que su pajarito estaba en buena forma. Supuestamente N era bi, pero nunca vi mujeres cerca de él.
“Bukowski, ya no puedo escribir. Burroughs ya no me habla, nadie me quiere ver. Me dejaron de lado. Estoy acabado. Ya tengo seis libros terminados, y nadie los quiere tocar.”
N dijo más tarde que yo le había cortado las piernas con los de Black Sparrow Press. No era cierto, pero así era el estado mental de N. Visitarlo era escucharlo rezongar sobre cómo lo habían sacado de la escena. La verdad era que yo le había pedido a Black Sparrow que lo publicara, porque se lo merecía.
“Nunca hiciste nada por mí, Bukowski.”
NH todavía era un muy buen poeta. Pero era triste la forma en que parloteaba. Supongo que nos va a pasar a todos, parlotear. La poesía, la prosa trepando las paredes como serpientes; nuestros espejos suicidas mostrando cabellos grises y costumbres grises y talentos grises. N había perdido su respaldo europeo. Las cosas no iban demasiado bien. Los poetas lo visitaban una vez y después no volvían. The Free Press le ofreció un trabajo escribiendo reseñas, pero N no podía seguirlo. Educado, talentoso, conocedor, se estaba pudriendo. Lo admitía. Yo le dije que podía encontrarse otra vez.
Una vez, otro poeta y yo lo visitamos y sugerimos una ronda de bebida, pero N dijo que había sido invitado a una fiesta, una invitación especial. ¿Nos gustaría ir? ¿Por qué no? Tenía una dirección. Cuando llegamos, era una gala a beneficio de alguien, precio de entrada un dólar. Entramos por la puerta de atrás y nos quedamos parados escuchando a la banda. Encontré un galón de vino y me puse a tomarlo. Le hablé a un par de mujeres, besé a una, caminé por ahí.
Después, el poeta que estaba conmigo me preguntó: “¿Creés que alguien por aquí sabe que sos Charles Bukowski?”. Era un pensamiento interesante. Me acerqué a una chica: “Escuchá, soy Charles Bukowski”. “¿Charles qué?”, me preguntó. El poeta que estaba conmigo se rió. Le pregunté a mucha gente si sabían que yo era Charles Bukowski. “Nunca escuché acerca de él. ¿Quién es?”
Me tomé el resto del vino y, cuando la gala de beneficencia se terminó, corrí al final de las escaleras y bloqueé la salida. “Ahora, gente, esto es para hacerles saber que soy Charles Bukowski. Antes de dejarlos salir, quiero que digan: ‘Lo conocemos. Usted es Charles Bukowski. ¡Ahora díganlo!”
“¡Dale, dejanos salir!”
“Mierda, hombre, dejanos salir!
“Vamos, Charles, no seas pelotudo”, me dijo N.
“Vamos, díganlo”, grité. “Digan que soy Charles Bukowski y que me conocen. ¡Díganlo ahora!”
Tenía a 150 personas bloqueadas en la escalera y dentro del lugar. Entonces, el poeta que estaba a mi lado me dijo: “¡Bukowski, viene la policía!”.
Salí rápido, corriendo por las calles de Venice West, con N y el poeta corriendo detrás de mí. Sí, N y yo estábamos teniendo malos días y malas noches. Pero la última vez que escuché de él estaba haciendo un buen regreso, yendo a San Francisco y editando una revista, y perdí el flyer, pero creo que está editando a Ginsberg, Ferlinghetti, McClure, Burroughs, todos ellos. Finalmente se alejó de Rose Ave, allí abajo, cerca del estacionamiento, los hippies sin alma sentados en los bancos de cemento, muriéndose de hambre, tratando de robar del almacén judío y esperando que Tim Leary les dijera: “Abandonar, ¿hacia dónde?”. Pero Leary no está ahí. Sólo las gaviotas y el esperar y la esterilidad.
Los raros seguían viniendo. Todos querían beber conmigo. No puedo vivir con todos ellos, ni ser amable con todos ellos, ni siquiera encontrar a todos ellos interesantes. Pero los tipos son todos iguales en un aspecto: están disgustados con nuestro estilo de vida actual, y hablan de eso, a veces violentamente, pero es refrescante que no todo Estados Unidos se haya tragado la carnada.
No todos los que vienen son artistas, gracias a Dios, pero algunos son sencillamente raros. LW hace cinco o seis años que es un linyera, vivió en hoteles baratos, misiones, hizo dedo y tenía algunas historias interesantes de la ruta.
Apareció. Y era un buen actor. Actuaba sus experiencias pasadas, haciendo diferentes personajes. Era intenso y serio, pero bastante gracioso, porque la verdad suele ser más cómica que seria. LW venía a las 4 de la tarde y se quedaba hasta la medianoche. Una vez hablamos 13 horas y desayunamos en Norms a las cinco de la mañana.
LW era un artista que no tenía forma de expresar su arte más que por la expulsión vocal. Tomé algunas historias de LW que usé para mi propio beneficio. No demasiadas. Una o dos. Pero empezó a repetirse, especialmente cuando había otra gente alrededor. Yo tenía que escuchar las mismas historias por segunda vez, por tercera vez. Los otros se reían, como lo hice yo la primera vez. Creían que LW era grandioso.
Lo que me atrapó fue que LW contaba las mismas historias palabra por palabra, nunca las alteraba. Todos lo hacemos, ¿o no? Me empecé a cansar de LW y lo sentí. Hace mucho que no lo veo. Dudo que lo haga. Ya nos fuimos útiles mutuamente.
Hay otros. Siguen viniendo. Todos con su forma especial de hablar o vivir. Retraté a algunos bien, y supongo que van a seguir viniendo. No sé por qué atraigo a la gente. Yo nunca voy a ningún lado. Los que llegan que no son interesantes, de esos dispongo rápidamente. Si no lo hiciera, sería poco amable conmigo mismo. Mi teoría es que si uno es amable con uno mismo, será verdadero y amable con los demás, de alguna manera.
Los Angeles está llena de gente muy extraña, créanme. Hay muchos ahí afuera que nunca estuvieron en una autopista a las 7.30 de la mañana, ni le dieron un puñetazo a un despertador, o siquiera tuvieron un trabajo, y no intentan tenerlo, o no pueden, o no quieren, o se morirían antes de vivir de una manera común. En algún sentido, todos son genios a su manera, peleando contra lo obvio, nadando contra la corriente, volviéndose locos, fumando porro, tomando whisky, arte, suicidio, cualquier cosa menos la ecuación común. Va a pasar mucho tiempo antes de que nos borren o de que acaben con nosotros.
Cuando vean el City Hall en el centro, y a toda esa gente preciosa y adecuada, no sientan melancolía. Hay toda una marejada, una raza de gente loca, muerta de hambre, borracha, graciosa y milagrosa. He visto a muchos. Yo soy uno de ellos. Habrá más. Esta ciudad todavía no ha sido tomada. La muerte antes de la muerte es nauseabunda.
Los raros van a aguantar, la guerra continuará. Gracias.
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