Ya basta de la cicatriz que besaste en mi mente y esa
voz que también era mía estaba con
tantos sueños para crear la figura imaginaria de tu cuerpo. El color de tu
mirada y soñar una vez más tus manos sobre mis manos para olvidarme de mí y
para creer de nuevo… al fin terminé con todo y tú me miraste con esos ojos
inmensos y oscuros para recordarme que aun tengo una esperanza.
Luego sonreíste
con esa sabiduría de la que una vez más me hacía enamorarme y recordarte tantas
veces, y mis pocas palabras estaban reservadas..., en esos momentos ya me
imaginaba escribir sobre lo que nos estaba ocurriendo. Y sin pensar, nos
volcamos en la cama para volver a nacer y beber por fin ese vino oscuro y tinto
como dos animales sedientos. Recuerdo cuando hice un cántaro entre mis palmas y
te invité a beberlo sentí tus labios
sobre mis manos y tu lengua rosaban el fondo como un erótico remolino dentro de
mis manos. Aun no te habías saciado y me invitaste del vino pero no lo pusiste
en tus manos sino que lo derramaste como un hilo fino sobre tu torso desnudo tan
claro como la luna.
Ese hilo de vino formó un delicado río que cruzaba por tus
senos y reposaba en tu vientre como un manantial en donde pude ver el reflejo
de mis ojos mientras que la noche recién comenzaba… Ahora puedo escribir y
decirte de nuevo: te extraño. Cariño mío, cuantas veces te llamé así, en el
medio de tantos suspiros silenciosos que deseábamos proclamar para acercarnos
al origen. Desde ahí habíamos hallado la semilla y de la nada posó un viento sobre nosotros. Las
ventanas estaban cerradas no sé si ella lo recuerde. Pero lo que si recordará
es que todos mis latidos se unían a ella junto a su sangre entre sus labios y
mis besos…