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Estimados lectores con placer y profundo aprecio a la literatura los invito a descubrir mi blog Café y escrituras con humo, un espacio donde la literatura respira con una libertad genuina, y donde cada cuento, relato o poema está tejido con esmero, ofreciendo mundos y personajes que buscan resonar en el alma. Es un rincón de lucidez y libertad de expresión, donde no existe censura ni rechazo, (ni de editoriales ni de fanzines) sino un llamado sincero a explorar juntos las profundidades de la imaginación y del pensamiento. Los textos son gratuitos y siempre bienvenidos a nuevos ojos, con la esperanza de que encuentren en ellos una chispa de inspiración o reflexión. ¡Los invito a tomar una pausa, servirse una buena taza de café, y sumergirse en la esencia de cada relato! , poema o artículos de mi autoría o de los escritores invitados. A continuación, dejo el índice del contenido:
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jueves, 15 de mayo de 2025

Artículo de Enrico Diaz Bernuy | "Los Sin Voz !!!! | CONMUÉVETE BASURA |

 

ARTICULO SOBR EL MALTRATO ANIMAL  |  de Enrico Diaz Bernuy

 

 

 

 

No creo en el concepto de infierno,

pero si lo hiciese, pensaría en él como

lleno de gente que fue cruel

 con los animales

 

Gary Larson

 

 

 

La grandeza de una nación y

 su progreso moral

puede ser juzgado por la forma

en que sus animales son tratados

 

Mahatma Gandhi

 

 

Durante siglos, la humanidad ha intentado definirse a sí misma como una especie superior. En nombre de la civilización, ha levantado templos, rascacielos y sistemas jurídicos bastante ambiciosos y a veces poco fiables; ha trazado mapas del conocimiento y ha conquistado el espacio (teóricamente ha conquistado el espacio) mediante discursos bastante discutibles y filmaciones suficientemente  cuestionadas  como para dudar.  

Sin embargo, entre tanto alarde de grandeza, algo esencial se ha perdido: la capacidad de respetar la vida que no habla nuestro lenguaje, que no camina sobre dos patas, que no construye máquinas ni ciudades, ni mucho menos posee nuestro ego, pero que sí  siente, respira, sabe ofrecer amor, y sobre todo, sufre. 


El maltrato animal, generalizado y normalizado, es quizá uno de los signos más alarmantes de que hemos dejado de ser una civilización para convertirnos en una maquinaria que encaja en los cánones de cali yuga.

El maltrato animal no es solo una manifestación de crueldad individual. Es un fenómeno estructural que atraviesa industrias, políticas públicas, discursos culturales y hasta religiones. En sus diversas formas —desde la industria cárnica hasta los espectáculos con animales, desde la experimentación en laboratorios hasta el abandono doméstico— revela una ética fracturada, una sociedad desconectada de la compasión y del equilibrio ecológico. ¿Cómo podemos proclamarnos civilizados si sostenemos nuestro modo de vida sobre la tortura sistemática de millones de seres sintientes?

 Según el Diccionario de la Real Academia Española

Civilización es definido de la siguiente manera:

f. Conjunto de costumbres, saberes y artes propio de una sociedad humana. La civilización china, occidental.

Sin.:

cultura, mundo.

f. Estadio de progreso material, social, cultural y político propio de las sociedades más avanzadas. Los beneficios de la civilización.

Sin.:

progreso, adelanto, perfección.

 

Entonces si nos ajustamos estrictamente a lo que dice el Diccionario podríamos determinar que la idea de civilización  esta ausente en estos tiempos.

Por otro lado, me permite dilucidar que todo empezó a desfigurarse bajo el peso de la industrialización, el colonialismo, el capitalismo salvaje y la técnica erigida como fin en sí misma. El declive comenzó desde el siglo XIX, y algunas claves que sustentan esta idea son evidentes:

―La Revolución Industrial: con ella, el hombre dejó de ser el centro para convertirse en un engranaje más de la máquina. El trabajo se deshumanizó. Se empezó a devastar la naturaleza a una escala sin precedentes. El tiempo dejó de ser cíclico o espiritual para volverse un horario productivo.

―El colonialismo "civilizador": Europa justificó el saqueo de pueblos enteros bajo la máscara de llevarles "la civilización", cuando en realidad impuso modelos económicos y culturales que aniquilaron cosmovisiones milenarias.

―El positivismo como religión moderna: la razón técnica suplantó a la ética. Se creyó que todo lo que podía medirse era verdadero. Las emociones, la espiritualidad y los vínculos fueron relegados. Se instauró la dictadura del dato, anticipando lo que hoy vivimos con los algoritmos.

―El nacimiento del capitalismo globalizado: el siglo XIX marca la consolidación de un sistema donde el valor de las cosas ya no se basa en su utilidad ni en su belleza, sino en su capacidad de generar dinero. La bolsa reemplazó al ágora. El mercado, al templo.

Y todo este proceso histórico de insensibilización estructural tiene hoy sus expresiones más crudas y cotidianas. Recientemente, en la ciudad de Trujillo, Perú, un individuo, tras una acalorada discusión con su enamorada, se cruzó con un pequeño perro que caminaba amigablemente moviendo la cola. Metros más allá, vio a otro perro más grande suelto en la calle. Entonces, este sujeto tomó al perrito pequeño y, en un acto de crueldad y cobardía inaudita, lo arrojó repetidas veces al suelo hasta quitarle la vida. Una vez logrado su objetivo, se marchó caminando con total tranquilidad.


Toda esta escena fue documentada por medio de un video y los testimonios de testigos que no hicieron nada. Lo único que se logró fue viralizar la noticia, pero sin que ello tuviera efecto alguno en la captura del agresor.

Esa es la sociedad que hemos construido: una que observa, graba y comparte, pero que ha perdido la capacidad de reaccionar éticamente. La maquinaria del progreso técnico y económico continúa girando, pero su corazón —si alguna vez lo tuvo— no solo está oxidado por la indiferencia, esta en estado de putrefacción.

Esta clase de impunidad se debe a un vacío jurídico eficaz. En otras palabras, la cabeza del organismo —nuestra sociedad— está enferma y putrefacta. Estamos atravesando un proceso de descomposición. Basta ver cómo, en los noticieros, tiene más trascendencia un carterista o un fulano infiel que arma un show tragicómico, mientras que las noticias sobre el abandono animal o los asesinatos de nuestros hermanos menores no tienen ninguna resonancia. Ni siquiera entre quienes se jactan de tener agudeza mental y sensibilidad, o se autoproclaman directores, jefes o jefaturas vivientes —como si se tratara de títulos nobiliarios— y se adjudican el derecho de enarbolar una supuesta sensibilidad superior.

Esa sensibilidad, en la práctica, está más dedicada a rendirse culto a sí misma mediante el alarde, dejando mucho que desear frente a la creciente insensibilización que nos corroe. Probablemente, desde el siglo XIX hemos dejado de ser una civilización para convertirnos en una maquinaria tecnocrática y mercantil que destruye solapadamente todo aquello que no puede convertir en espectáculo ni monetizar.

Si el 15 de mayo se celebra el Día de la Familia, entonces también debería incluirse a los animales que conviven con nosotros como parte del entorno familiar, como integrantes con quienes compartimos afectos, rutinas y silencios. Negarles ese lugar es seguir replicando una mirada que excluye y jerarquiza según el beneficio que puede obtenerse.

Y si hacemos un poco más de historia en este recuento occidental, podemos apreciar que, desde la antigüedad, el pensamiento dominante ha colocado al ser humano en la cima de una jerarquía que desprecia todo lo que no se le parece. Aristóteles consideraba a los animales carentes de logos, y por ende, inferiores. Descartes, siglos después, los llamó “máquinas sin alma”, negándoles cualquier capacidad de sufrimiento verdadero. Esta visión mecanicista, aunque ampliamente superada por la ciencia contemporánea, sigue impregnando la mentalidad moderna: los animales no son sujetos, sino objetos útiles o desechables.

Sin embargo, no todas las culturas compartieron esta visión. En muchas tradiciones orientales —como el jainismo o el budismo— los animales son considerados seres con conciencia, merecedores de atención, comunicación y, sobre todo, compasión. Y en algunos casos, veneración.

En pueblos originarios de América, África y Oceanía, la vida animal es sagrada, parte del equilibrio cósmico. La "civilización" moderna, en cambio, al imponer su paradigma utilitarista y productivista, ha globalizado una lógica de dominación y explotación que arrasa con toda forma de vida que no puede ser convertida en mercancía.

Frente a este panorama sombrío, ha surgido una resistencia global que plantea una nueva relación entre humanos y animales. El movimiento vegano, el activismo por los derechos animales, las campañas de concientización, el periodismo de investigación que expone las atrocidades de la industria, todos ellos representan una luz en medio de la barbarie.

Estas iniciativas no solo denuncian el sufrimiento animal, sino que proponen una ética del cuidado, una economía compasiva, una ciencia no violenta. También fomentan un nuevo lenguaje para nombrar a los animales: no como "recursos", sino como individuos. Este cambio de paradigma es, quizás, una de las revoluciones morales más importantes del siglo XXI.


La educación, en este contexto, juega un rol clave. Enseñar desde temprana edad el respeto a todos los seres vivos, promover una dieta consciente, visibilizar la vida emocional de los animales, son gestos que pueden transformar sociedades enteras. Porque lo que está en juego no es solo el bienestar animal, sino la posibilidad de una civilización futura que merezca ese nombre. En lineamientos  lingüísticos no merecemos el titulo de civilización si la población humana incurre en el deterioro o menosprecio a los animales que nos rodean.

-Mascota

En términos lingüísticos vemos que estamos frente a un problema de raíz cuando la Definición por la Real Academia Española  de mascota  es

Del fr. mascotte.

f. Persona, animal o cosa que sirve de talismán, que trae buena suerte.

Sin.:

amuleto, fetiche, talismán.

f. Animal de compañía. Tienda de mascotas.

Sin:

animal1.

f. And. Sombrero flexible.

Normalmente los animales que acompañan a un ser humano se  convierten en sus amigos, hermanos menores e  incluso hasta en un hijo mas en la familia, ese es el estatus en una persona sana.


Pero cuando al significado de la palabra mascota es vinculado según el diccionario con la palabra “cosa o con algo que trae buena suerte”, nos encontramos que el problema sigue siendo de raíz.

Entonces cuando una sociedad maltrata, explota o ignora el sufrimiento animal, lo que hace, en realidad, es romper el espejo donde podría ver su propia humanidad. Cada jaula, cada matadero, cada experimento doloroso, cada abandono en la calle, es una grieta en el edificio moral que decimos habitar. No somos civilización si nuestro bienestar se construye sobre la sangre de quienes no pueden defenderse.

Recuperar la compasión, resignificar la palabra civilización, asumir la responsabilidad de ser una especie con poder, pero también con deberes, es una tarea urgente. La historia futura nos juzgará, no por nuestras obras arquitectónicas o los libros de nuestras egoicas elucubraciones y "egoicas elucubraciones"...,  ni por nuestros logros tecnológicos, sino por cómo tratamos a los más vulnerables, a los sin voz, a los que simplemente querían vivir y darnos amor.  Amor...

Enrico Diaz Bernuy

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