Cada uno de nosotros es esquizofrénico en
mayor o menor grado y trágicamente esta división interna nos convierte en
nuestros peores enemigos.
Martin Luther King
Son
unos soplones nomas con delirios de grandeza i el otro grupo son una manada que
se alucinan intelectuales. Intelectuales
con un mar de conocimiento, pero con un dedo de profundidad. Por lo cual, surge un tiempo suspendido en el medio de la indolencia y la animadversión
entre los individuos que conduce solo a
lo más patético, decadente y tangible trasfondo de una sociedad profundamente
enferma como tanta gente ya lo ha mencionado y demostrado.
A
veces..., esos intelectuales facebuqueros me definen la escultura que es un “Odiador a disfrute” basado en ideales engañosos sobre
sentimientos de superioridad e inferioridad en una sociedad profundamente
clasista con entusiastas prepotentes. En donde los súbditos aparecen por
doquier. Por si caso, no me refiero únicamente a las esferas
altas…, entre ellos se atacan como claro ejemplo como fueron formados. “Un
universo embudo” lleno de seres monstruosos que nadie quiere reconocer y que al
menor rasgo que uno detecte algo negativo en el semejante que atañe a nuestras
carencias o nuestros apetitos tendemos a atacarlo, sin haber visto o haber
enfrentado a nuestros propios demonios primero. Porque eso nadie quiere hacer, es más fácil envidiar
y chismosear o hacer una acuarela del caído, reírse, burlarse, hacer alharaca
con tus compadres. Antes que verse al
espejo cuando estés a solas, ahí, en ese momento antes de irte a dormir y
ponerte a contemplarte. Experimentarías saber qué se siente cuando tú mismo te miras
penetrantemente con esa mirada recontra fría e indolente y a ver si te atreves
a decir en el medio del silencio y la soledad: “yo soy el sabio”
Mira
la forma de tus cabellos y siente como acarician tu frente, siente esa nobleza y
siente los latidos de tu corazón en el medio del silencio. Quizás te atrevas a
domar a esos demonios que guardas con tanto cariño dentro de ti como aquel día
cuando fuiste niño o niña y hasta jugabas con ellos.
Enrico
Diaz Bernuy