Brazas de olvidos
Tuve el don al tenerte a ti:
árbol del fuego que suma a la
roca, un dolo..., y la tenencia: un eco
para la idea de vislumbrar
los hechos por una canción.
En los orificios surge un
otoño de siroco.
Y mi elíseo, olvidado son
sangres, del mismo paisaje.
Con un palustre cuyo fondo
radican brillantes gemas.
Que suma muchos
ardores para,
juegos o
fuegos de fidelidades y
traición.
Todos venimos del mismo árbol,
pero cada aliento es
distinto. Tan distinto como
nuestros latidos y la muestra
es que no todos
tenemos la
misma voz. Yace ahí también
nuestros
rostros infantiles
en los azahares de nuestros sueños.
En mis colegas, he sentido
el
fúnebre latido de la decepción.
En mis hermanos, las ásperas
palabras para equilibrar un sueño.
En mis amigos, el crujido de
sus
corazones estrellarse contra el mío.
Enrico Diaz Bernuy