Los
gamusinos del erial
microrrelato por Enrico Diaz Bernuy
A pesar que ostentaba
grandes movimientos de ondulación lateral, nadie la pudo calificar como
una simple serpiente. De la cintura hacia abajo un exoesqueleto de
escamas, de la cintura hacia arriba una tupida maya de plumas semejantes al de
su leal amigo el ortocanabis (plumífero hablador).
La asociación entre estos
dos animales surgió por motivos en común, además cualidades entre lo aberrante
de su dieta o los fines de su visión; hicieron de alguna forma
que uno de ellos vea en el otro una sutil extensión o proyección de lo que
contemplaban por la vida. Uno tenía garras. El
otro, dos tenazas por colmillos y fue de una manera gradual en que
el alado vio en su “amigo” una tenue proyección. Lo resaltante de ellos es
que uno era “un vividor” y el otro la resuelta vida de contar “con unas rentas”. Sin embargo, lo aberrante
no era el modus vivendi del cual
acabo de mencionar. Sino el verdadero crimen era con lo que ellos dormían cada
noche. Por lo que no escapaba de condiciones mayúsculas
hacia lo mezquino. Y en el medio de esta energía existía un
esmero, pero foráneo. Ese esmero al principio fue cautivador que luego evidenció
rastros que invitaban a visitar una montaña oblonga.
De pronto, una de esas
noches que ellos solían reunirse aparecieron los brazos delgados de cada rayo
lunar empezaron a señalar un paraje en
la que ellos se veían traicionados. Desconozco cuál de los dos entendió que su
fin se acercaba.
Ya en varios momentos tenían el presentimiento que por razones obvias todo lo que se basa en el ultra materialismo de lo aberrante solo conduce al ineludible fin de traicionar al otro. “El picudo animal” sintió que la traición era cuestión de horas. Mientras que el otro, su leal compañero ya susurraba melodías de sus conflagrantes intenciones.
Si entre lo aberrante atrae
a lo aberrante, entonces señalar, que lo aberrante solo puede
aflorar tarde o temprano densos fluidos de excreciones. Similar al
serpenteante camino que ambos miraban por las montañas al cual la
tentación de recorrer o que ya estaban recorriendo eran simplemente sendas tristes
de su materialismo odiador y de su indefectible condición.
Enrico Diaz Bernuy