Intentos órficos para las letras y las bellas artes

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martes, 2 de julio de 2019

Microrrelato







Los gamusinos del erial  

microrrelato por Enrico Diaz Bernuy

A pesar que ostentaba grandes movimientos de ondulación lateral,  nadie la pudo calificar como una simple  serpiente. De la cintura hacia abajo un exoesqueleto de escamas, de la cintura hacia arriba una tupida maya de plumas semejantes al de su leal amigo el ortocanabis (plumífero hablador).
El vinculo  surgió en el periodo de siembra del cuarto menguante  año trece entre, las coordenadas 52°21'53.343" N 5°4'8.224" E. 

La asociación entre estos dos animales surgió por motivos en común, además cualidades entre lo aberrante de su dieta o los fines de su visión;  hicieron de alguna forma  que uno de ellos vea en el otro una sutil extensión o proyección de lo que contemplaban por la vida.  Uno  tenía garras. El otro,  dos tenazas por colmillos y fue de una manera gradual en que el alado vio en su “amigo” una tenue proyección.  Lo resaltante de ellos es que uno era “un vividor” y el otro la resuelta vida  de contar  “con unas rentas”. Sin embargo, lo aberrante no era el modus vivendi del cual acabo de mencionar. Sino el verdadero crimen era  con lo que ellos dormían cada noche. Por lo que no escapaba de  condiciones  mayúsculas hacia lo mezquino.   Y en el medio de esta  energía existía un esmero, pero foráneo.   Ese esmero al principio fue cautivador que luego evidenció  rastros que invitaban a visitar una montaña oblonga. 
De pronto, una de esas noches que ellos solían reunirse aparecieron los brazos delgados de cada rayo lunar  empezaron a señalar un paraje en la que ellos se veían traicionados. Desconozco cuál de los dos entendió que su fin se acercaba.


Ya en varios momentos tenían el presentimiento que por razones obvias todo lo que se basa en el ultra materialismo de lo aberrante solo conduce al ineludible fin de traicionar al otro.   “El picudo animal” sintió que la traición era cuestión de horas. Mientras que el otro, su leal compañero  ya  susurraba melodías de sus conflagrantes  intenciones. 

Si entre lo aberrante atrae a lo aberrante, entonces señalar,  que lo aberrante solo puede aflorar tarde o temprano densos fluidos de excreciones.  Similar al serpenteante camino que ambos miraban por las montañas al cual  la tentación de recorrer o que ya estaban recorriendo eran simplemente sendas tristes de su materialismo odiador y de su indefectible condición.    


Enrico Diaz Bernuy