Ronco el universo rosa las inexhaustas nubes, llena de esa embriaguez. Que de castillos acuda a un todo construido como palabras exactas, verbo encendido para decir que todo silencio es rectitud y fuerza en sus adentros en algunos los meandros de los crecimientos.
Donde no tienes que burlarte de nadie que bastante comedia, hay ya, en tus adentros; flujo, vientos… teoría de grafos, aristas —cíclicas—, estupendo sendero de los caminos cruzados, en sí, solitarios e imponentes (aluviones) Cosas que no ocurren con un abandono.
Tu que eres ave de los edificios —escucha estas búsquedas en las que te encuentras—.
Tus lentes oscuros se parecen a los míos, nuestra oposición nos une, antes fui como tú, Para reconstruirse: los temas silenciosos siempre son de alguna gran verdad, los temas silenciosos siempre son fundamentales.
Vaya el trino delirante ensendidas esencias, hechos con montañas de silencios, cruento de lumbres. Algo así fueron los pasos en los que extrañé lo que mucho has vivido con tus grandes vuelos certidumbre solo hacia las perspectivas, las alturas, su símbolo sobre el bramante.
Así nació el conjuro, nuestra nueva familiaridad donde la razón no posee fuego, la razón solo infundía insanas acciones navegantes en yugos. Eso quise decirte, pero no encontré la forma; y desde ahí empezaste a visitarme con tu plumaje imperecedero. Elegante hasta en tus abismos como tu pico sincero, como tus apetitos. O quizás tú de mi ya lo has entendido todo con tus trinos, y tus fuerzas.
Enrico Diaz Bernuy