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lunes, 13 de mayo de 2024
martes, 26 de septiembre de 2023
Revelaciones, simbología y pasando a otro nivel... (aqui dando nuevamente la bienvenida al sr David Bowie, más conocido como el genio)
viernes, 8 de septiembre de 2023
dardos a un sueño | Enrico Diaz Bernuy | POEMA --- Lima, Perú / @enricodiazbernuy
lunes, 4 de septiembre de 2023
sábado, 26 de agosto de 2023
Relatos inéditos: LA NEGRA y su nuevo reino. Autor: Enrico Diaz Bernuy
La negra
y su nuevo reino !!
En el vestido y en los beneficios de sus hondas sobre el carmesí leonado y en cada movimiento de los pasos de la negra sobre las escaleras. Julian se encontraba a su lado contemplándola con una prudencia como para que ella no se dé cuenta de sus verdaderas intenciones, pero ella siempre lo sabía todo.
Julian en sus adentros hacía mediciones sobre los límites de su fuerza y prueba de ello es que él mismo unía la uña de su dedo índice, raspando la uña de su dedo pulgar de su misma mano. Sintiendo así las sutiles texturas, puesto que si se tratara de una sábana y en esas ondulaciones servirían como punto de partida para los dibujos imaginarios y las fuerzas que ocurrirían en la cama. De alguna forma para hacer mediciones acerca de las cosas que le iría hacer a la negra.
No solo se trataba de arrancarle el vestido, se trata de una nueva maña artísticas que era quitarle la ropa de la manera más brusca, pero sin romperle ni un hilo o botón. Se había vuelto un artista en esa técnica.
Ellos se encontraban subiendo al tercer piso puesto que en cada escalón vetusto venía a su mente alguna vocal inspirada en cierto éxtasis que iría a experimentar. A favor de ello, facturaba las imágenes futuras que imaginaba sobre la negra: tendida en la cama que los esperaba.
También recordaba sobre los suspiros que perdía pensando en ella, en las maravillosas cosas que jamás se las diría, las horas que la esperaba para aquellos encuentros que ya se había hecho costumbre y tales misiones sexuales, en el fondo a la leonada negra la veía como una codorniz, indefensa, suave y atenta en hacer de esos encuentros un acto total de entrega.
Aunque la negra no era diminuta y mucho menos tímida, en esas cuatro paredes ambos se transformaban en dos seres distintos a lo que por apariencias se suele mostrar a los demás.
La locura de Julián comenzaba cuando llegaba al ombligo de la negra, o sus senos. La locura se representaba en la precisión de los besos y las lamidas, subsionando y tratando de reconocer algo en lo que se sentía unido a ella. No solamente por esta vida, sino de un tiempo que no lograba precisar.
Julián cuando la desnudaba con esa brusquedad acostumbrada, sin duda era algo que había dominado con tal destreza, que luego provocó en la negra un disfrute que no solo se trata de placeres inmediatos. Con el pasar del tiempo en aquel clima se formó un tono ritualístico; una esencia de la solemnidad era la sumisión de ella, y a Julian eso le encantaba, lo volvía loco, ella lo amaba.
La negra en aquellas primeras ocasiones se sentía cohibida, dubitativa en no saber cuál iría a ser el siguiente paso de Julián o temer por su brusquedad, pero al pasar el tiempo se dio cuenta que en esos momentos ella estaba en buenas manos. Que Julián era un maestro esos que andan ocultos, que prefieren mimetizarse de cualquiera, era un mago. La negra descubrió ese rostro de Julián y así se entregó cada vez más en cada encuentro.
Entonces la primera escena era desnudarla, luego tenderla sobre la cama. La negra parecía un animal herido que se acurrucaba como si deseara ocultar su desnudes con algún manto invisible. Julian era tierno, le daba besos en sus ojitos y ahí ella empezaba a contarle cosas sobre las plantas, y él le hablaba de deidades desnudas que radicaban en un tipo de limbo.
La conversación entre ambos era como un pin pon pero con gran semejanza a versos. Era como si ambos se convirtieran en una sola voz, pero que cada vez se apagaba porque las caricias que ambos se daban dejaba muy poco espacio a la entrega de palabras. Hasta que el silencio tomó entre ellos el reino de unos laberintos inconclusos de su piel teñida por ese enigmático morenaje que Julian aprendió a idolatrar. Especialmente desde los pies de ella que era el lugar donde le gustaba iniciar esos recorridos, (como si mimara a una princesa).
Y eso precisamente le decía: —mi pequeña princesa—, mientras que ella le respondía: —qué me dice usted mi señor, señor pintor. Con una sonrisita llena de picardía.
—Sí, y tú me ayudas a pintar mejor, tus movimientos. Ella sonreía porque sabía que esa clase de cosas eran reales. Eran sonrisas de felicidad.
La negra se emocionaba, le creía todo. Pero un día le dijo; creo que me usas para inspirarte.
—¡Por Dios, no digas eso!, acaso no sabes que la inspiración no tiene nada que ver aquí, yo te busco y espero estos instantes contigo no por algún tipo de búsqueda de inspiración. ¿Tan poco pintor me crees? no pienses eso de mí.
No sé por qué te gusto tanto. —Dijo la negra. Sé que eres un artista completo, ahora que te escucho decir estas cosas veo que no dependes de la inspiración. Lo que pasa es que es una idea que se me vino a la cabeza.
—Y tú no te devalúes, que quede claro que yo no te uso y mucho menos para inspirarme, eres tan valiosa. No sé cómo lo puedes olvidar, cariño mío…
Entonces la primera temporada fue su princesa. Julian se volvió en el mejor tejedor de los pequeños ramilletes con las espirales de sus cabellos. Ella ponía su mirada juguetona como si disfrutara esos momentos previos.
De esos pequeños ramilletes (sus cabellos), pasaba a sus orejitas para perderse en esos besitos donde soltaba una frase como: ¡oh mi consentida! y ella inmediatamente lo abrazaba como si buscara una clase de refugio que jamás había experimentado, o al menos así lo demostraba.
De esa forma su cuerpos estaba más unidos, uno al costado del otro de modo que ambos cuerpos estaban ornados de ilusiones que involucraban al tiempo en algo finito pero mágico. En ese destino estaban ellos, no se trataba únicamente de un deseo sexual, había cierta esperanza en el medio de sus lamidas.
Aunque parezca mentira en la primera temporada él no conoció sus lunares que llevaba por su espala u hombros. Julian navegaba por otro tipo de mares: ¡sus senos!, ¡su ombligo de tenues dulzuras, temperatura que él idolatraba! Saboreaba la acides y la vinculaba con una mixtura de frutas y verduras.
La negra disfrutaba hasta el mínimo detalle de esos actos alrededor de una hora, por lo cual él ya no contenía sus ganas de penetrarla. Así era siempre, parecía un ritual a veces con pequeñas modificaciones como los masajes que le hacía.
Ella se ponía boca abajo y al pasar el tiempo y tras el recorrido de los masajes ella poco a poco abría las piernas y él ya comenzaba hacer los masajes con su lengua. Como si estuviera hechizado y ella ahí gimiendo con engreimiento un poco infantil.
Julian se excitaba cada vez más, la succionaba desde los pies hasta la cabeza. Se quedaba buen rato en su nuca, ahí volcado sobre ella, rosándola mientras que la negra poco a poco abría las piernas, moviéndose lentamente como si quisiera huir.
Lo cierto es que esos mismo movimientos lo hacían entrar a Julian; era la bienvenida anidada de estremecimientos como si el centro de una flor se dilataba con lentitud una tierra húmeda, en suma: un revelador acto de entrega.
En tal acto de penetración al poco rato ella se volteaba porque deseaba mirarlo siempre a los ojos, y aunque él siempre temía esa clase de lenguajes (de las miradas), él también se entregaba a ella.
Luego él abandonó su ternura y comenzó a revelar un bruxismo voluntario (apretar los dientes entre sí) endurecía sus hombros como si fuera un molusco gigante y precionaba sobre ella con un torrente motivado por penetrarla cada vez más.
Julian se perdía en su mirada, ella con sus gemidos revelaba que se quejaba pero al mismo tiempo aceptaba esos movimientos. Favorecido por la circunstancia la forzó para que levante sus piernas y apoyadas sobre los hombros de Julian, mientras que él volteaba el rostro por momentos para besar sus pies, absorber de ellos en esos instantes donde la negra gemía a punto de llegar a su orgasmo.
Julian se reservaba, luego comenzaba nuevamente el mismo juego del lenguaje de las miradas. Después la negra le dijo: —cuando lo vayas hacer mírame a los ojos, —mírame por favor—.
Julian tenía la sensación de que mirarla tanto a los ojos era como ver otro mundo, una parte de él temía y otra sentía tanta familiaridad, tanta cercanía como algo que ya había vivido. Un mundo cercano pero a la vez que no había experimentado.
Al final apagó la luz, la sujetó con rudeza entre esos mismos ramilletes que había tejido entre sus cabellos. Los risos de la negra los había convertido en pequeños ramilletes como si hubieran surgido de una cascada costeña. Pues ahora las manos de Julian estaban adheridas como garras de un ave gigante.
—Ahora ya no eres mi princesa, ahora eres mi reina —dijo Julian con una seguridad que pocas veces había tenido.
Con ambas manos sobre sus cabellos mientras que él estaba sobre ella a punto de llegar a otro orgasmo, empezó a imaginar a la corona que merecía esas enredaderas… Fue la emanación de estas fiebres: que no pudo controlar la rudeza de sus manos y ella tampoco, en tal descontrol se asfixiaron entrando así a una escena cuyo limbo logró ser su nuevo reino.
Enrico Diaz Bernuy
martes, 11 de julio de 2023
domingo, 11 de junio de 2023
miércoles, 7 de junio de 2023
Un poema al ave que me visita
Ronco el universo rosa las inexhaustas nubes, llena de esa embriaguez. Que de castillos acuda a un todo construido como palabras exactas, verbo encendido para decir que todo silencio es rectitud y fuerza en sus adentros en algunos los meandros de los crecimientos.
Donde no tienes que burlarte de nadie que bastante comedia, hay ya, en tus adentros; flujo, vientos… teoría de grafos, aristas —cíclicas—, estupendo sendero de los caminos cruzados, en sí, solitarios e imponentes (aluviones) Cosas que no ocurren con un abandono.
Tu que eres ave de los edificios —escucha estas búsquedas en las que te encuentras—.
Tus lentes oscuros se parecen a los míos, nuestra oposición nos une, antes fui como tú, Para reconstruirse: los temas silenciosos siempre son de alguna gran verdad, los temas silenciosos siempre son fundamentales.
Vaya el trino delirante ensendidas esencias, hechos con montañas de silencios, cruento de lumbres. Algo así fueron los pasos en los que extrañé lo que mucho has vivido con tus grandes vuelos certidumbre solo hacia las perspectivas, las alturas, su símbolo sobre el bramante.
Así nació el conjuro, nuestra nueva familiaridad donde la razón no posee fuego, la razón solo infundía insanas acciones navegantes en yugos. Eso quise decirte, pero no encontré la forma; y desde ahí empezaste a visitarme con tu plumaje imperecedero. Elegante hasta en tus abismos como tu pico sincero, como tus apetitos. O quizás tú de mi ya lo has entendido todo con tus trinos, y tus fuerzas.
Enrico Diaz Bernuy
domingo, 29 de enero de 2023
LIBRO DE POESÍA: ESGRIMA LUMINOSA Edición electrónica (libro completo) Autor: Enrico Diaz Bernuy
Mientras que mis colegas se jactan de escribir varias veitenas de libros. O hacer libros de poesía de mas 500 páginas... (mejor no comento). Yo con mucha satisfacción y poca humildad quiero presentarles uno de los libros más importantes que he escrito en mi vida y que fue, prácticamemente mi lanzamiento al mundillo cultual y los grupúsculos correspondientes. Y por su puesto, mi infinita gratitud por los momentos.
© Enrico Diaz Bernuy
ESGRIMA LUMINOSA
Poesía
Era un lobo con sed
y esa exploración
me convirtió en un Minotauro.
Loco con ese amor dorado, el fuego hacía
su danza que convulsionaba y en el medio
de ese lenguaje febril, me cubrí justamente
cuando mi cuerpo estaba con ella y en ese
vórtice, mis sentidos, como consecuencia
de aquellas caricias y lamidas por las
mismas lenguas doradas que nos iluminaban
flameantes del fuego.
Cuya metodología cuántica, sutil y pura, me
permitió entender que en realidad el todo
en sí, lo que me rodeaba no era más que
abusiones y este paisaje sexual me dejó el
sabor a mar de ella.
Recuerdo su fragilidad, su delicadeza
pindárica, aguerrida, libre, con la filarmonía
de sus labios y mis besos.
En este trámite, esta experiencia de cuanto
era capaz… y esas gotitas tremendas que
recorrían de sudor por mi cuello eran
doblemente humectadas con su lengua.
Sus pechos brillaban con un broncíneo
tono, como una parte del infierno se hubiera
desplegado sobre ella, era como una
montaña de deseos y además era sumisa
y suculenta, y blanda, y suave, y acuosa, todo
ello con esa cabellera enramada, enrulada
de esencias místicas que brotaban desde
lomas intimo de ella.
De todas las formas delataban el alma
que la gobernaba y que sería capaz de
volver loco a cualquier hombre.
La contorción que hacía con sus
caderas, cada vez que la penetraba me
removía como si ella intentara estrujarme
con una sed infinita, la sed que tenía una
hembra excitada, madura, matemáticamente
experimentada, lumbrera de mi destino
y con toda la fuerza de esta historia su amor
me había iluminado.
.
La
morada
Tus ojos son en mis ojos.
Mundo de un raudo deseo.
Arcilla
fina de mi juicio mordiente.
Arcilla trigueña.
Me dejaste sorber.
Un
soplo de nieve derretida.
Que atolondra mi carne.
La fuga siempre desflora
la primavera.
El encuentro arde el incendio.
De nuestros frutos
atados.
Nuestra sombra una morada.
Evidente de encausar
cosechas.
Entonces esto es insigne.
La morada de una
noche eterna.
QUERIDA DE MI
VIDA
El latido que
nace del todo, me enseñó a amarte.
LABIOS
Y te beso…
El yo…, cede al deseo.
Quieta y ambigua.
Donde abrevan tus labios
oscuros
en mis
besos… Demasiada devoción.
nos desarraiga
Boca MIEL
Linda, oscura…
Encadenada a mi delito.
Contra cualquier voluntad.
Tus manos besadas.
Sólo delatan
las pirámides de tus destinos.
Juntó el
hálito de las noches.
Qué glacial hará
Encarnar mis noches…
Estás jadeante y extenuada…
La noche propaga la miel que
cursa.
La
espiral de juncales dulces que me diste para hacernos sal.
En donde el alma se convierte
en agua.
Tus labios con los míos ya no
buscan nada.
RESPIRAS
Caemos a la tierra
semejante al otoño.
Tostados encajes me enseñan
los bienes.
La respiración.
Luciérnaga cautiva un dulce
acorde.
Para tenerte a mi lado.
Yo te canto.
Tus estoques habían
vientos.
Y eres inocente.
Ahora espejo donde el arco
iris.
Nos enseña el umbral, — tu
fértil lecho.
Eres toda, y sin sombra.
Osita
Del más vivo
recuerdo de tus manos.
Solamente recuerdo
el Temblor de tus besos.
Ideario de una
amistad
Su sola luz
vaciada pintora con el pincel sobre tu rostro.
Para tamborilear
tus latidos el roce inflexible de mis labios, —te beso.
Por las lindes
perdurables… A ti, e inmensa.
Sumado a la
lírica de los aires que dejaste en mis recuerdos.
RUTAS
( )
Una estrella ancla una
hábil mano.
Que me conduce a ti y a las
rutas,
de tu cuerpo
principalmente .
Cuando te sueño.
TU
El atributo recompensa lo
mejor de mí.
El verbo de un alma hallada.
Para la
semántica de mi vida.
El atributo halla
y desplaza.
La flor
perdida de tener una esperanza propicia.
Un jardín en mi alma.
Mujer
mía
En las formas inventadas.
Contenidas del soneto
oculto.
Ensueño en la ola de tenerte
mía.
Con mi arte cantor .
Italianizante celeste y hueco
donde habitas.
En mí, — Mía.
Con qué ola te veré
cautiva desasida
con este corazón.
TIBIA
Huida.
Entera.
Mía.
Perpetua.
Como el halo que
sale de tu alma.
Voladora del retorno a mi
vida.
Huida y perdida.
Para posar en mis
fantasías.
Cambios
Citaré tu
figura de alas abnegadas
La fiebre más baja es batir
semejanza
Una flor
amena de cortesías, de tesoros.
Empero, en qué cima
estival te convertiste
Abrigada de estremecimientos
para perdernos en la nada.
Citarè tu
figura de alas doradas…
El nido
Famélica me lames.
Y se desmelena la
quietud...
El enjambre de todos
nuestros cuerpos,
ponen el vicio de esa
vía
del reino donde anida
el deseo
de tenernos infinitamente
tantas veces.
La sangre del
SILENCIO
NAUFRAGIO
El naufragio ha calzado
la estancia.
La superficie.
La acérrima embriaguez
Como alfanjes brillan
De la estación del
exilio
En esta lúcida soledad
las venas me enredan en
el delirio.
Y las
lágrimas de esta grandeza me permiten vivir
En este naufragio.
El olvido
La lunación estaba
instalada…
Las lluvias con sus atuendos
Azotaban a desnudarlo
todo.
Sobre la estancia
Que estaba sin márgenes
Derramándose lentamente como
las manecillas del tiempo
Con ese petróleo copando el
lago
Con cierta embriaguez y
con delirio de una decisión.
Cargando una marea oscura pero
pura
La misma como el
ferviente deseo que
El olvido.
ESTANCIAS
Ahora llora mi alma
Ahora sale la cenicilla
Disfrazado de entusiasmo
Envolvedor Dinosaurio
Déjame existir
LA SEÑAL
CONCRETA DE UNA SOMBRA
A su luz para el cielo
Y terminamos en este
firmamento
Mansamente
Para posar la señal
Concreta de una
sombra
Cara a cara cada día
Con la muerte.
NUMEN
(para mi padre)
Solo
Sobre el pasto fatigado
El corazón de los
frutos
Solas las
piedras desnudas
El campo esta colmado
Por
pliegues de dulzura
Cabelleras de un
cielo transparente
Vientos rodantes que
abre la ventana alborada
Al cielo
robador de canciones
Y nieve
Y arrollo
De fiebres confusas en
las risas del alba
Siendo difícil como la noche
Acá cercano al
cambio de piel
El amor como el amor hace reir
con las lagrimas
El amor como el amor
Hace nacer
Los muros sus imágenes en
aullidos cuelgan
La respuesta en abrir la
puerta
Cuan sembrada a sus frentes a
nuestras frentes
Como un diluvio detenido
al alza de los capullos
Jugueteando sonidos
Soy un bajel espacial
De luces hacia
a dentro
En el que en la proa empuña un
puñal
Soy el bate
EL que en la popa
Se inflaman los márgenes
contradictoriamente
La dulzura del corazón Deja
abrazarse
Negro por unas manos
donde un infierno sonríe
El llanto del
rio de mi corazón
Sinfonías de silencios
que sólo creen en la soledad
Y recuperando en mi memoria
Hogueras de enjambre
El sudor alado de la
noche
Estoy fuera de masa
Letanía gritada
Al
duro deseo de durar
De pensada rada
Lucífera sin lugar
El exilio me hacia
navegar a profundidades
Alga móvil a un remolino
Constelado
El exilio ha calzado la
estancia
Piedra de furor
gramatical
En la vértice de mi
ser
A desmesurada
esgrima de palmeras
Venteada de vientos
sempiternos
Las formas de Mayo
Que llevo inconsciente
De confluencias
Pero cuando llorando caigo
De horror la
escarcha del horizonte
Una sombra pletórica
De alaridos
Horizontes cuyos capullos un
perfume corona
Como escudo de armas
En la
oscuridad de nuestras frentes
Marcando cantos
Las lluvias en sus técnicas
arcaicas
En su nacimiento
Epifanio de un
encuentro perpetuo
Y el crepúsculo sonríe en una fogata
brillante
Y me han instruido las
tinieblas
Que cuidan la oscuridad con
argucia lustre
Y luz y Luz máxima
Y luz descendida
En piélagos rebeldes
Estancia que desgasta su
misma musculatura
Mismas tinieblas que alimentan
crestas
Brillantes heridas atadas a la
gloria
¡Oh Dios mío!
Ahondar el barro, rodado por
el tiempo
Por tregua
Por luz
¡Oh Dios mío!
Oh unidad de los
universos…
Ayúdame porque el viento
llueve
Llueve el mirar
La razón ahondar el barro
Rodado por el tiempo por
tregua
Por luz
una soledad segura
pone el trance seguro
De confluencias desconocidas
al amor.