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lunes, 13 de mayo de 2024
domingo, 12 de mayo de 2024
Cuento: EL CANTO DE LAS TORTUGAS. Autor: Enrico Diaz Bernuy
Frases clave: perder el gusto al show/ el paso desapercibido te abre caminos.crítica social, crítica cultural A más bohemia más apoyo por los colegas/ alguien puede vivir de las opiniones. En el mundo de la exhibición / ya no importa si escribes un libro ya no importa si piensas algo importante ahora te llaman poeta sin haber publicado nada. Hablar de espiritualidad es insano para los materialistas, los superficiales. Añadir a la idea anterior que ocurre lo siguiente: la gente se aburre de todo, todo. El espíritu mercantil moldea la edición literaria y la esencia del espíritu de estos tiempos es el show. (lo que vende es la pose, el alter ego, caretas) que son vivo reflejo de una sociedad enferma, herida o sin escrúpulos, así es el Perú
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El canto de las
tortugas
El dolor se dice por
un grito o por el silencio
Pizarnick
En un tranquilo
bosque rodeado de turbias praderas con colores verdes opacos, vivían
dos tortugas llamadas Rodo y Bolo. Eran amigos desde que tenían memoria, pero
el tiempo y las distancias los habían separado. Distancias que fueron formadas
por una suerte de creencias familiares, complejos y distintas escalas de
valores o de moral. Actos inmateriales pero que obran en gran medida
en las relaciones sociales. Lo crucial entre ellos es que se conocieron al
borde del río Marañón , por la primera quebrada donde crecían unas
flores diminutas de color gris con blanco.
Entonces luego de los
años y de la distancia entre ellos en una tarde soleada, mientras Rodo
exploraba el bosque, se topó con una tortuga familiar: ¡era Bolo! La emoción de
su reencuentro fue inmensa, y entre abrazos y risas decidieron emprender una
aventura juntos como si en un acto de revelación sentían ambos con mucha
determinación que el azar había jugado en buena forma para su encuentro
pero con un fin determinado, y de eso no tenían dudas.
Ambos compartieron
historias de sus vidas durante su caminata. Rodo le contó sobre su trabajo como
jardinero, y su afán por la literatura mientras que Bolo habló sobre su
experiencia como cuidador de un estanque de nenúfares y sus sueños de ser un
gimnasta olímpico.
Pero lo más
sorprendente fue cuando Bolo mencionó una de sus fantasías que es la de
subir a un árbol.
—¿Subir a un árbol? —exclamó Rodo sorprendido—. ¡Eso suena inaudito para una tortuga como nosotros!
Sin embargo, la idea
capturó la imaginación de Rodo, y ambos se dirigieron hacia el árbol más alto
que pudieron encontrar. Con esfuerzo y determinación, escalaban cada rama,
apoyándose mutuamente en cada paso del camino. Rodo al aceptar de inmediato
aquella idea era porque tamaña aventura de alguna u otra forma le daría motivos
para escribir algo, y los temas profundos para la escritura no abundan. Rodo
tuvo el presentimiento que seguir los sueños de su amigo, que en cierta
medida a su óptica interpretaba cierta implicancia de alguna autonomía
individual.
Entonces mientras
ascendían, compartieron sus pensamientos más profundos sobre el amor y el
trabajo. Tácticas a ciertos intentos a conocer algo sobre la vida o sobre
ellos mismos. Pero las anécdotas de Rodo siempre terminaban pintándolo de
cuerpo entero como muy listo, muy criollo, esos que los amigos son lo que
siempre le sobra.
Fue ahí cuando Bolo
sin guardarse nada y apelando a su ingenua sinceridad le dijo:
“Si vas a
contar la historia será mejor que cuentes la verdad, de lo contrario quedará en
tus versiones como temas inacabados, y eso revela de alguna manera como
una especie de respaldo la existencia de una necesidad imperiosa de
“crear” una verdad inventada que propicie en alguna forma tu
subsistencia.
Probablemente la
verdad como tal, no favorezca tu ego. La verdad inventada que en tu caso
“es prácticamente un hecho” también refleja un recurso para sustentar tu
actividad. Por otro lado, eso refleja y ya está bastante demostrado que
las “verdades inventadas” son meros mecanismo para la propia subsistencia, sea
social, subsistencia económica, subsistencia laboral etc. Incluso todos
sabemos que se puede sobrevivir a grandes catástrofes bastante
traumáticas únicamente inventando verdades. Pero al final del día
te miras al espejo y ves en lo que te has convertido, te aceptas
sonríes ( pero sin mirarte al espejo) y ya no quieres recordar tu niñez.”
Rodo le respondió:
no entiendo porque tienes tanta dureza en tus palabras, no sé en qué
momento te has vuelto en alguien tan estricto.
Yo no te recordaba
así. —Exclamó. Tú y yo éramos amigos y ahora te escucho con enorme
atención para entender que ya no sé en qué quedó aquella vieja amistad. En
donde tu calidez te diferenciaba de todas las demás tortugas. Ahora reflejas
cierta perspicacia y severidad, nada más.
En esos
momentos ellos ya estaban cerca al árbol que Bolo había elegido trepar. Y
sin que eso interrumpa la conversación Bolo le dijo: Te voy a contar una
historia en donde podrás ver que yo no poseo 500 amigos como tú crees. Espero
que con esta historia veas y vayas mas allá por qué soy así.
Todo comenzó con un
sentimiento de lástima que experimenté, en cómo una historia más de talento
perdido, “talento desperdiciado” se iba poco a poco por las quebradas de
un río.
Por donde se empolvan
la nariz con esos polvos blancos que lo único que hacen es
ennegrecerte. Del joven que te hablo ya no era tan
joven como él creía sentirse, probablemente cargaba sobre su ego los mismos
fracasos que cualquiera de nosotros podemos poseer: fracaso con su madre,
fracaso con su mujer, fracaso con su barrio, fracaso con su trabajo y la lista
puede continuar. Pero no todos enfrentamos el fracaso de la misma forma. Además
quiero dejar claro que no deseo satanizar ni encumbrar al fracaso como algunos
quisieran. Todos sabemos que hasta del fracaso se pueden hacer un culto,(la
pose) y un negocio incluso, por lo tanto sería menester el
cuestionamiento. Ahorita lo único que hago es hablar sobre mi dolor, en
que una parte de mi corazón se rompía porque estaba completamente seguro que yo
no podría rescatar a ese joven músico que incluso alma de poeta tenía. En suma,
era un artista pero ni él mismo lo valoraba, ni se daba su lugar.
—Rodo le dijo: ¿y que
más pasó con esa joven tortuga?
—Bolo respondió:
Luego de presenciar
ese escenario a mí me entraba una depresión mortal, una tristeza que por lo
menos me duraba cuatro días en los que no quería leer, mucho menos escribir. A
veces me salvaba un poco pintar para salir de ese naufragio silente. Recurrir a los programas cómicos se vislumbraba como
una opción cada vez más próxima, encontraba en esos espacios un lado que no
había en mí. Pero luego que experimentaba este tipo de sentimientos
llegaba a la misma pregunta:
—¿Cómo es que sus
amigos más cercanos, no hacen nada por él?
O también
me decía que si estaban todos ahí es porque todos llevaban a cabo el mismo o
similares consumos, aunque ellos
carecían de la descarada imprudencia de drogarse frente a mí." No
creo que sea por respeto, simplemente temen que algún día vaya a decir algunas
palabras sobre ellos, creo que en ese sentido era algo amenazante mi presencia.
Saben que a mí nadie
me amedrenta. Entonces la complicidad era algo que delataba la realidad del
grupo porque al fin y al cabo ellos eran una cofradía. Un club de
toxicómanos en búsqueda de la liberación en que buscaban en el arte una vía
para purificarse, (probablemente) algo que los hacía “sentir grandes”,
(probablemente).
Grandes en el sentido
de alcanzar algún tipo de grandeza social, porque en el fondo todos buscaban
alguna nota en el periódico o tv. Por otro lado, delataba en cierto aspecto un
rasgo completamente antiartístico. O de pronto yo no estaba tan adecuado
a estos tiempos y cómo funcionan las cosas.
Pero los años pasan y
por más infantil que se crean empiezan a procrear, empiezan en abandonar
mujeres, o abandonar hombres etc. La palabra abandono empieza a tomar un papel
a nivel de nudo gordiano.
Yo quería visitarlos
pero ya en forma repetida había experimentado esas secuelas de mi sutil
depresión, esa tristeza como una tormenta oculta que nadie sabía, ni a mi
pareja se lo contaba. La peor de las depresiones es aquella que pasa
desapercibida por todos. Y yo me había vuelto un experto ocultando esta
clase de desolaciones y me había adecuado como quien te acostumbras a
algo que en el fondo sientes que no te hace nada, —pero si te hiere—.
Yo no podría contarle
este tipo de cosas a mi pareja. Ella parecía vidente, casi siempre sabía
todo lo que vaya a ocurrir por lo tanto, en ese aspecto era enojona
conmigo. Además yo no podría contarle nada porque era muy difícil encontrar las
palabras para describirle cuanto dolor me causaba.
También sentí que
ella lo sabía todo, solo que jamás me prohibía algo, tenía mucha madurez en ese
sentido. Quizás debido a que me de tanta libertad (o confianza)
lograba con eso es que yo jamás la abandone.
Entonces mientras
que contemplaba cómo se drogan mis amigos o a los que yo estimaba como amigos.
Era un dolor de mierda, que ni con todo lo que he leído podría convencerlos, es
que yo no soy terapeuta ni mucho menos predicador.
Y lo primero que se
me viene a la mente es haber experimentado una inhabilidad para resolver sus
conflictos existenciales que los llevaban a tales decisiones o mejor dicho,
tales adicciones. Después entendí que el destino undergraund en la
mayoría de los casos por no decir en todos, es morir en su ley como el gran
Marcos L. Lo diré de nuevo, no pude hacer nada por ellos. Recuerdo que
una vez a uno de ellos les hablé un poco sobre los upanishad, él miraba al
vacío y no paraba de hacer sus cosas… Inmediatamente tragué mi saliva como si
fuera una medicina y sentí que mi propia saliva era más amarga que un veneno.
Era como si estuviera absorbiendo lo que él vivía de alguna u otra forma a nivel psíquico y me sentí manufacturado para el suicidio, gracias a Dios todas estas horrendas sensaciones luego se me pasaban. Solo deseaba tomar una copa más, era en esos momentos donde necesité alcohol para bajar ese amargor de mi saliva, y que la bebida espirituosa propague un poco de frescor a mi boca, la purifique.
Así ocurrió aquella escena que apenas puedo relatar y ahora que lo digo todo, con gran dolor y nostalgia y sobre todo; culpas. Siempre los quise y quizás ellos siempre lo supieron, no lo sé.
Rodo respondió:
—Sin lugar a dudas me has dejado con una sensible historia digna para desarrollarla en algún texto literario pero también me traes a la memoria cierta experiencia similar que tuve. Claro que en tu caso, tú no soportaste tales escenarios. En mi caso prefiero no entrar en tantos detalles, pero si me gustaría ir de frente a mi conclusión: Si alguien me recuerde que sea por las obras que escribí, o los cuadros que pinté y no por haber pertenecido a algún colectivo literario que de ninguno puedo sentir alguna satisfacción. Porque encontré la hipocresía y competencia, pero no cualquier competencia, sino competencia desleal y ese sentimiento derogó cualquier esperanza en que la amistad se renueve o madure. Simplemente la ruta definía en una situación donde habían diferencias irreconciliables. Así que distancias a parte los hechos eran los hechos, y yo ya no era el mismo de antes.
Recuerdo cuando idealizaba aquellas
viejas fotografías donde salían los grandes autores juntos como si fueran partidarios
de algún tipo de asociación, como si toda esa escena fuera hermandad. Dali,
Bretón, Eluard etc. Crecí con esa imagen mejor dicho, con esa creencia en la
que creía “que quizás era la vida” que verdaderamente anhelaba, pero ya veo que
con el tiempo y sus premisas me dejaron el sabor de cuestionarme que en verdad
la vida sea liberarme de la vida misma. De la vida tal como la conocemos,
—la tragedia como fin—. Será que estamos aquí no solo para alcanzar este árbol
del que anhelas, ¿como si fuera un diploma? ¿es eso la vida? ¿es eso de lo que
queremos alcanzar o es eso de lo que queremos liberarnos? Pues llegar a estas
preguntas sobre los hipócritas, sobre los competidores, los envidiosos. Siento
que me volví peor que todos por eso mantenerse al margen. A la distancia es
quizás la alternativa más sana ante uno mismo en enfrentar esta clase de voces,
no sé cuanto tiempo me tomará volverme como era antes, a como jamás debí cambiar,
quizás sea esto parte de mi evolución y quizás ellos vivan lo que necesitaban
experimentar, al fin y al cabo en esta vida nada es permanente y los bits
(unidades binarias ) navegan en maya siempre para las constantes trasformación
de nuestro Ser de acuerdo a lo que hagamos… Así que por el momento tengo
bastante trabajo en rescatarme a mí mismo retornando a cómo antes fui.
‹‹Parece que Rodo y
Bolo se habían olvidado por completo que habían llegado al árbol y que al
tenerlo frente a ellos no paraban de hablar sus conquistas o sutilmente el
orden fenoménico de sus incapacidades o sus decepciones o anhelos… En mi
caso siempre lo consideré como una eficiente práctica para perder el tiempo,
“entrar en debates” que no tienen ninguna trascendencia para mi presente o
futuro. Y quizás ellos pensaban lo mismo, porque jamás percibí en Rodo o
Bolo algún intento de cuestionar al otro. Simplemente era una exposición de
ideas no era imposición de ideas. Sin duda imponer ideas tiene que ver con el
mal gusto e influencias familiares. También luego de recordar a Rodo y
Bolo entendí que hay cosas que son partes de ciertos capítulos en tu vida así
como en un libro, así tal cual. Y pues uno debe escribir mirando hacia
adelante, hacia las circunstancias presentes o escenarios futuros y no en
“dimes y diretes” sobre un momento que existieron ciertos valores. Entonces para
cerrar el tema de las formas eficientes para perder el tiempo o perder energía
en temas sin trascendencia. Quizás me había hecho acreedor de cierta tecnología
para sobrevivir a tales escenarios o tales personajes, pero pensándolo
bien toda tecnología jamás es neutral ni tampoco posee ética››.
Tortugas Trepadoras !! |
Rodo y Bolo concluyeron su conversación, quedando frente al imponente tronco del majestuoso árbol. Luego con unos sonidos guturales que Rodo inició surgió una bella melodía, llena de arpegios suaves y fluidos en unas notas que creaban y generaban una sensación de ligereza y delicadeza. Y así uno escaló tras el otro y cuando llegaron a la rama más alta, ambos miraron el horizonte y ambos ya entonaban la misma canción. Pero luego quedaron callados al ver que se incendiaba la pradera donde estaba toda la comunidad de tortugas y otros animales. Ellos al ver que ya no podían bajar de esa altura quedaron inmóviles en absoluto silencio.
Enrico Diaz Bernuy