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domingo, 12 de mayo de 2024

Cuento: EL CANTO DE LAS TORTUGAS. Autor: Enrico Diaz Bernuy


Frases clave: perder el gusto al show/ el paso desapercibido te abre caminos.crítica social, crítica cultural A más bohemia más apoyo por los colegas/ alguien puede vivir de las opiniones. En el mundo de la exhibición / ya no importa si escribes un libro ya no importa si piensas algo importante ahora te llaman poeta sin haber publicado nada. Hablar de espiritualidad es insano para los materialistas, los superficiales. Añadir a la idea anterior que ocurre lo siguiente: la gente se aburre de todo, todo. El espíritu mercantil moldea la edición literaria y la esencia del espíritu de estos tiempos es el show. (lo que vende es la pose, el alter ego, caretas) que son vivo reflejo de una sociedad enferma, herida  o sin escrúpulos,  así es el Perú


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El canto de las tortugas

 

 El dolor se dice por un grito o por el silencio

Pizarnick

En un tranquilo bosque rodeado de  turbias praderas con colores verdes opacos, vivían dos tortugas llamadas Rodo y Bolo. Eran amigos desde que tenían memoria, pero el tiempo y las distancias los habían separado. Distancias que fueron formadas por una suerte de creencias familiares, complejos y distintas escalas de valores o de moral.  Actos inmateriales pero que obran en gran medida en las relaciones sociales. Lo crucial entre ellos es que se conocieron al borde del río Marañón , por   la primera quebrada donde crecían unas flores diminutas de color gris con blanco.

Entonces luego de los años y de la distancia entre ellos en una tarde soleada, mientras Rodo exploraba el bosque, se topó con una tortuga familiar: ¡era Bolo! La emoción de su reencuentro fue inmensa, y entre abrazos y risas decidieron emprender una aventura juntos como si en un acto de revelación sentían ambos con mucha determinación que el azar había jugado en buena forma para  su encuentro pero con un  fin determinado, y de eso no tenían dudas.

Ambos compartieron historias de sus vidas durante su caminata. Rodo le contó sobre su trabajo como jardinero, y su afán por la literatura mientras que Bolo habló sobre su experiencia como cuidador de un estanque de nenúfares y sus sueños de ser un gimnasta olímpico.

Pero lo más sorprendente fue cuando Bolo  mencionó una de sus fantasías que es la de subir a un árbol.


—¿Subir a un árbol? —exclamó Rodo sorprendido—. ¡Eso suena inaudito para una tortuga como nosotros!

Sin embargo, la idea capturó la imaginación de Rodo, y ambos se dirigieron hacia el árbol más alto que pudieron encontrar. Con esfuerzo y determinación, escalaban cada rama, apoyándose mutuamente en cada paso del camino. Rodo al aceptar de inmediato aquella idea era porque tamaña aventura de alguna u otra forma le daría motivos para escribir algo, y los temas profundos para la escritura no abundan. Rodo tuvo el presentimiento que seguir los sueños de su amigo,  que en cierta medida a su óptica interpretaba  cierta implicancia de alguna autonomía individual. 

Entonces mientras ascendían, compartieron sus pensamientos más profundos sobre el amor y el trabajo. Tácticas  a ciertos intentos a conocer algo sobre la vida o sobre  ellos mismos. Pero las anécdotas de Rodo siempre terminaban pintándolo de cuerpo entero como muy listo, muy criollo, esos que los amigos son lo que siempre le sobra.

Fue ahí cuando Bolo sin guardarse nada y apelando a su ingenua sinceridad le dijo:

“Si vas a  contar la historia será mejor que cuentes la verdad, de lo contrario quedará en tus versiones como temas  inacabados, y eso revela de alguna manera como una especie de   respaldo la existencia de una necesidad imperiosa de “crear”  una verdad inventada que propicie en alguna forma tu  subsistencia.

Probablemente la verdad como tal, no favorezca tu ego.  La verdad inventada que en tu caso “es prácticamente un hecho” también refleja un recurso para sustentar tu actividad. Por otro lado,  eso refleja y ya está bastante demostrado que las “verdades inventadas” son meros mecanismo para la propia subsistencia, sea  social, subsistencia económica, subsistencia laboral etc. Incluso todos sabemos que se puede sobrevivir a grandes catástrofes bastante traumáticas  únicamente  inventando verdades. Pero al final del día te miras al espejo   y ves en lo que te has convertido, te aceptas sonríes ( pero sin mirarte al espejo) y ya no quieres recordar tu niñez.” 

Rodo le respondió:  no entiendo porque tienes tanta dureza en tus palabras, no sé en qué momento te has vuelto en alguien tan estricto.

Yo no te recordaba así. —Exclamó.  Tú y yo éramos amigos y ahora te escucho con enorme atención para entender que ya no sé en qué quedó aquella vieja amistad. En donde tu calidez te diferenciaba de todas las demás tortugas. Ahora reflejas cierta perspicacia y severidad, nada más.

 En esos momentos ellos ya estaban cerca al árbol que Bolo había elegido  trepar. Y sin que eso interrumpa la conversación Bolo le dijo: Te voy a contar una historia en donde podrás ver que yo no poseo 500 amigos como tú crees. Espero que con esta historia veas y vayas mas allá por qué soy así.

Todo comenzó con un sentimiento de lástima que experimenté, en cómo una historia más de talento perdido, “talento desperdiciado” se iba poco a poco por las quebradas de un  río.

Por donde se empolvan la nariz con esos polvos blancos que lo único que hacen es  ennegrecerte.   Del joven que te hablo  ya no era tan joven como él creía sentirse, probablemente cargaba sobre su ego los mismos fracasos que cualquiera de nosotros podemos poseer: fracaso con su madre, fracaso con su mujer, fracaso con su barrio, fracaso con su trabajo y la lista puede continuar. Pero no todos enfrentamos el fracaso de la misma forma. Además quiero dejar claro que no deseo satanizar ni encumbrar al fracaso como algunos quisieran. Todos sabemos que hasta del fracaso se pueden hacer un culto,(la pose) y un negocio incluso, por lo tanto sería menester el cuestionamiento.  Ahorita lo único que hago es hablar sobre mi dolor, en que una parte de mi corazón se rompía porque estaba completamente seguro que yo no podría rescatar a ese joven músico que incluso alma de poeta tenía. En suma, era un artista pero ni él mismo lo valoraba, ni se daba su lugar. 

—Rodo le dijo: ¿y que más pasó con esa joven tortuga?

—Bolo respondió:

Luego de presenciar ese escenario a mí me entraba una depresión mortal, una tristeza que por lo menos me duraba cuatro días en los que no quería leer, mucho menos escribir. A veces me salvaba un poco pintar para salir de ese naufragio silente.  Recurrir a los programas cómicos se vislumbraba como una opción cada vez más próxima, encontraba en esos espacios un lado que no había en mí. Pero luego que experimentaba este tipo de sentimientos  llegaba a la misma pregunta:

—¿Cómo es que sus amigos más cercanos,  no hacen nada por él?

O también   me decía que si estaban todos ahí es porque todos llevaban a cabo el mismo o similares consumos, aunque ellos carecían de la descarada imprudencia de drogarse frente a mí." No creo que sea por respeto, simplemente temen que algún día vaya a decir algunas palabras sobre ellos, creo que en ese sentido era algo amenazante mi presencia.

Saben que a mí nadie me amedrenta. Entonces la complicidad era algo que delataba la realidad del grupo porque al fin y al cabo ellos eran una cofradía.  Un club de toxicómanos en búsqueda de la liberación en que buscaban en el arte una vía para purificarse, (probablemente) algo que los hacía “sentir grandes”, (probablemente).

Grandes en el sentido de alcanzar algún tipo de grandeza social, porque en el fondo todos buscaban alguna nota en el periódico o tv. Por otro lado, delataba en cierto aspecto un rasgo completamente antiartístico.  O de pronto yo no estaba tan adecuado a estos tiempos y cómo funcionan las cosas.

Pero los años pasan y por más infantil que se crean empiezan a procrear, empiezan en abandonar mujeres, o abandonar hombres etc. La palabra abandono empieza a tomar un papel a nivel de nudo gordiano.

Yo quería visitarlos pero ya en forma repetida había experimentado esas secuelas de mi sutil depresión, esa tristeza como una tormenta oculta que nadie sabía, ni a mi pareja se lo contaba.  La peor de las depresiones es aquella que pasa desapercibida por todos. Y yo me había vuelto un experto  ocultando esta clase de  desolaciones y me había adecuado como quien te acostumbras a algo que en el fondo sientes que no te hace nada, —pero si te hiere—.

Yo no podría contarle este tipo de cosas a mi pareja. Ella parecía  vidente, casi siempre sabía todo lo que vaya a ocurrir por lo tanto, en ese aspecto era enojona  conmigo. Además yo no podría contarle nada porque era muy difícil encontrar las palabras para describirle cuanto dolor me causaba.

También sentí que ella lo sabía todo, solo que jamás me prohibía algo, tenía mucha madurez en ese sentido.  Quizás debido a que  me de tanta libertad (o confianza) lograba con eso es que yo jamás la abandone.

Entonces mientras que contemplaba cómo se drogan mis amigos o a los que yo estimaba como amigos. Era un dolor de mierda, que ni con todo lo que he leído podría convencerlos, es que yo no soy terapeuta ni mucho menos predicador.

Y lo primero que se me viene a la mente es haber experimentado una inhabilidad para resolver sus conflictos existenciales que los llevaban a tales decisiones o mejor dicho,  tales adicciones. Después entendí que el destino undergraund en la mayoría de los casos por no decir en todos, es morir en su ley como el gran Marcos L. Lo diré de  nuevo, no pude hacer nada por ellos. Recuerdo que una vez a uno de ellos les hablé un poco sobre los upanishad, él miraba al vacío y no paraba de hacer sus cosas… Inmediatamente tragué mi saliva como si fuera una medicina y sentí que mi propia saliva era más amarga que un veneno.

Era como si estuviera absorbiendo lo que él vivía de alguna u otra forma a nivel psíquico y me sentí manufacturado para el suicidio, gracias a Dios todas estas horrendas sensaciones luego se me pasaban. Solo deseaba tomar una copa más, era en esos momentos donde necesité alcohol para bajar ese amargor de mi saliva,  y que la bebida espirituosa propague un poco de frescor a mi boca, la purifique.


Así ocurrió aquella escena que apenas puedo relatar 
y ahora que lo digo todo, con gran dolor y nostalgia y sobre todo; culpas. Siempre los quise y quizás ellos siempre lo supieron, no lo sé. 

Rodo respondió:

—Sin lugar a dudas me has dejado con una sensible historia digna para desarrollarla en algún texto literario pero también me traes a la memoria cierta experiencia similar  que tuve. Claro que en tu caso, tú no soportaste tales escenarios. En mi caso prefiero no entrar en tantos detalles, pero si me gustaría ir de frente  a mi conclusión: Si alguien me recuerde que sea por las obras que escribí, o los cuadros que pinté y no por haber pertenecido a  algún colectivo literario que de ninguno puedo sentir alguna satisfacción. Porque encontré la hipocresía y competencia, pero no cualquier competencia, sino competencia desleal y ese sentimiento derogó cualquier esperanza en que la amistad se renueve o madure. Simplemente la ruta definía en una situación donde habían diferencias irreconciliables. Así que distancias a parte los hechos eran los hechos, y yo ya no era el mismo de antes.  

Recuerdo cuando idealizaba aquellas viejas fotografías donde salían los grandes autores juntos como si fueran partidarios de algún tipo de asociación, como si toda esa escena fuera hermandad. Dali, Bretón, Eluard etc. Crecí con esa imagen mejor dicho, con esa creencia en la que creía “que quizás era la vida” que verdaderamente anhelaba, pero ya veo que con el tiempo y sus premisas me dejaron el sabor de cuestionarme que en verdad la vida sea liberarme de la vida misma.  De la vida tal como la conocemos, —la tragedia como fin—. Será que estamos aquí no solo para alcanzar este árbol del que anhelas, ¿como si fuera un diploma? ¿es eso la vida? ¿es eso de lo que queremos alcanzar o es eso de lo que queremos liberarnos? Pues llegar a estas preguntas sobre los hipócritas, sobre los competidores, los envidiosos. Siento que me volví peor que todos por eso mantenerse al margen. A la distancia es quizás la alternativa más sana ante uno mismo en enfrentar esta clase de voces, no sé cuanto tiempo me tomará volverme como era antes, a como jamás debí cambiar, quizás sea esto parte de mi evolución y quizás ellos vivan lo que necesitaban experimentar, al fin y al cabo en esta vida nada es permanente y los bits (unidades binarias ) navegan en maya siempre para las constantes trasformación de nuestro Ser de acuerdo a lo que hagamos… Así que por el momento tengo bastante trabajo en rescatarme a mí mismo retornando a cómo antes fui.

‹‹Parece que Rodo y Bolo  se habían olvidado por completo que habían llegado al árbol y que al tenerlo frente a ellos no paraban de hablar sus conquistas o sutilmente el orden fenoménico de sus incapacidades o sus decepciones o anhelos… En mi caso siempre lo consideré como una eficiente práctica para perder el tiempo, “entrar en debates” que no tienen ninguna trascendencia para mi presente o futuro. Y quizás ellos pensaban lo mismo, porque jamás  percibí en Rodo o Bolo algún intento de cuestionar al otro. Simplemente era una exposición de ideas no era imposición de ideas. Sin duda imponer ideas tiene que ver con el mal gusto e influencias familiares. También luego de recordar a Rodo y Bolo entendí que hay cosas que son partes de ciertos capítulos en tu vida así como en un libro, así tal cual. Y pues uno debe escribir mirando hacia adelante, hacia las circunstancias presentes o escenarios futuros y no en “dimes y diretes” sobre un momento que existieron ciertos valores. Entonces para cerrar el tema de las formas eficientes para perder el tiempo o perder energía en temas sin trascendencia. Quizás me había hecho acreedor de cierta tecnología para sobrevivir a tales escenarios o tales personajes, pero pensándolo bien toda tecnología jamás es neutral ni tampoco posee ética››.

Tortugas Trepadoras !!


Rodo y Bolo concluyeron su conversación, quedando frente al imponente tronco del majestuoso árbol. Luego con unos sonidos guturales que Rodo inició surgió una bella melodía, llena de arpegios suaves y fluidos en unas notas que creaban y generaban una sensación de ligereza y delicadeza. Y así uno escaló tras el otro y cuando llegaron a la rama más alta, ambos miraron el horizonte y ambos ya entonaban la misma canción. Pero luego quedaron callados al ver que se incendiaba la pradera donde estaba toda la comunidad de tortugas y otros animales. Ellos al ver que ya no podían bajar de esa altura quedaron inmóviles en absoluto silencio.

 

 

Enrico Diaz Bernuy