En aquel tiempo logré algunos poemas, pero para ella, yo era inexperto. Yo
sabía que iba por buen camino, pero todo lo hacía mal. Me refiero a los versos.
La
extensa lista de poemas que le compuse, eran versos faltos de experiencia y
poca profundidad, pero en el fondo sabía que debía continuar. No creo que esa
haya sido la única loca razón para seguir en esto. Había algo más. El alma de
poeta latía en mí ya desde esos momentos de ornamentos.
Ese poco
tiempo con ella pasó rápido. Cuando quise buscarla, ya
no la hallé.
Que si me arrepentí, —claro que lo hice—. Y
solo me quedé con mis poemas mal hechos, como grandes errores en el desván que
se juntaban, con la imagen imaginaria, en la que ella solía aparecer. Quizás
para hacerme recordar que jamás la volvería a ver en persona. —No sabía su segundo
apellido—.
Creo que nos
conocimos poco, y nos amamos, o la amé. Sea como fuera; los lápices
que caen por los escondites de mi mente ya desde esa época, tenían
el mismo significado o geografía en el pulso de mi mano derecha. Mi mano
escribidora de enramadas a efectos verticales. A
veces mi mano izquierda no se enteraba de nada. Al fin y al cabo ella no
estaba, los versos mal hechos se quedaron aquí y al final me quedé con nada. De
todo me deshice, como para resarcir al destino.
Ambas
manos con una intuición descomunal se solidarizaron conmigo y, como
sabían que por fin estaba solo, decidieron construir nuevos hechos indubitados.
En esa época
muchas cosas las arrojaba. Mi vida recién comenzaba. Así que de la misma forma
en que los inicios el ímpetu, no se ocultaba. Hoy a los escritos los restauro,
los corrijo, los someto a trasformaciones o experimentos del
instante. Resultado de
ello es que no le complace a los literatos, —pero yo soy feliz
así. ‹‹Una
felicidad parecida cuando ella venía a mi imaginación…››.
A pesar que
ella no estaba. Su mirada y su sonrisa varias veces impele a mi
mente. La suavísima textura de su piel dulcemente morena, aparecía y
desparecía como un lejano eco de alguna caverna que se encontraba en mi
corazón. Un mal amigo me dijo que él había oído decir “a
alguien”, que ella había fallecido hace tiempo.
No le creí,
pero sentía que jamás la volvería a ver, (ni siquiera por foto).
El tiempo
pasó y empecé a creer en la reencarnación, que el azar no existe y que todo lo
acertado o desacertado es resultado de una ecuación diferencial en
la que uno interviene. Así que la posibilidad en verla, jamás la descarté, sea
en esta vida “o la próxima”. Y como dije anteriormente: el tiempo
pasó, hoy recién tengo noticias de ella. La primera foto que vi de
ella es su espléndida sonrisa, con el mismo brillo de sus ojos al
lado de una hermosa familia. Y aún conservo la idea
de conversar con ella algún día, desconozco que pueda ocurrir si estuviéramos
frente a frente. Solo sé que cuando vi su fotografía actual, mi pecho tembló en
latidos. Puse mi mano izquierda sobre mi pecho, temí sentir dolor. Sólo sentí
muchos de mis latidos sobre mi mano lleno de dudas, y diversos sentimientos que
son difíciles de examinar. Sin embargo, apelo a la reciprocidad,
que si fluyen las cosas o simplemente todo es parte de un pasado
cuyo lugar ya ocupa mi corazón.