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Orígenes

Estimados lectores con placer y profundo aprecio a la literatura los invito a descubrir mi blog Café y escrituras con humo, un espacio donde la literatura respira con una libertad genuina, y donde cada cuento, relato o poema está tejido con esmero, ofreciendo mundos y personajes que buscan resonar en el alma. Es un rincón de lucidez y libertad de expresión, donde no existe censura ni rechazo, (ni de editoriales ni de fanzines) sino un llamado sincero a explorar juntos las profundidades de la imaginación y del pensamiento. Los textos son gratuitos y siempre bienvenidos a nuevos ojos, con la esperanza de que encuentren en ellos una chispa de inspiración o reflexión. ¡Los invito a tomar una pausa, servirse una buena taza de café, y sumergirse en la esencia de cada relato! , poema o artículos de mi autoría o de los escritores invitados. A continuación, dejo el índice del contenido:
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miércoles, 25 de junio de 2025

Respecto a Cipolla | Escribe: Jennifer Delgado Suárez | LA ESTUPIDEZ HUMANA |

 

Las 5 leyes fundamentales de la estupidez humana, según Cipolla.Leyes fundamentales de la estupidez humana

Los estúpidos son más temibles que la mafia, que el complejo industrial-militar o que la Internacional Comunista. Son un grupo no organizado, sin jefe ni norma alguna, pero que pese a ello actúa en perfecta sintonía, como guiado por una mano invisible. 

“Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá al improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida y el trabajo, hacerte perder dinero, tiempo, buen humor, productividad, y todo esto sin malicia, sin remordimientos y sin razón. Estúpidamente”.

Son las palabras del famoso profesor de historia económica Carlo Cipolla, quien impartió clases en la Universidad de Pavía y la Universidad de Berkeley y publicó trabajos académicos en los que analizaba la superpoblación a lo largo de la historia pero que ha pasado a la posteridad gracias a su “Teoría de la Estupidez”, condensada en su libro “Allegro, ma non troppo”, un tratado sobre la estupidez humana con tintes satíricos.

Las 5 leyes fundamentales de la estupidez humana

  1. Siempre e inevitablemente, cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo.

Que existen personas estúpidas no es una novedad. Pero Cipolla estaba convencido de que subestimamos su número e influencia en nuestras vidas y en la sociedad. Afirmaba que “cualquier estimación numérica resultaría ser una subestimación”.

Basta pensar, por ejemplo, en esas personas que habíamos catalogado como inteligentes pero que de repente comienzan a comportarse de manera insensata y obtusa. O basta salir a la calle para constatar cómo muchas personas se empeñan en obstaculizarnos, sin ninguna razón aparente más que la estupidez.

  1. La probabilidad de que una persona determinada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona. 

Cipolla estaba convencido de que la estupidez era una característica más, como tener el cabello rubio o los ojos negros. Por tanto, se encuentra distribuida en todos los círculos de la sociedad en una proporción más o menos similar. Cita un estudio sobre el nivel de estupidez en los cuatro grandes estratos que componen las universidades: bedeles, empleados, estudiantes y docentes. En ese análisis se comprobó que la distribución de la estupidez era uniforme, sin importar cuánto ascendiéramos en el nivel educativo.

Tanto si uno se dedica a frecuentar los círculos elegantes como si se refugia entre los cortadores de cabezas de la Polinesia, si se encierra en un monasterio o decide pasar el resto de su vida en compañía de mujeres hermosas, persiste el hecho de que deberá siempre enfrentarse al mismo porcentaje de gente estúpida”, concluyó.

  1. Una persona estúpida es aquella que causa daño a otra persona o grupo sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí o incluso causándose un prejuicio. 

Cipolla no consideraba la estupidez como una cuestión de cociente intelectual, sino más bien de falta de inteligencia relacional. Parte de la idea de que al relacionarnos podemos obtener beneficios y proporcionar beneficios a los demás o, al contrario, podemos causarnos perjuicios o causar daños a los demás. Una persona estúpida es aquella que daña a los demás y a menudo también a sí misma.

Su comportamiento es irracional y difícil de entender, pero es probable que recuerdes a más de una persona que te obstaculizó el camino generando dificultades, frustraciones y perjuicios, aunque no ganase absolutamente nada con ello. Según su teoría de la estupidez humana, “existen personas que, con sus inversosímiles acciones, no solo causan daños a otras personas, sino también a sí mismas. Estas personas pertenecen al género de los superestúpidos”.

  1. Las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas. 

Según Cipolla, olvidamos continuamente el peligro que representan las personas estúpidas. Afirma que “los estúpidos son peligrosos y funestos porque a las personas razonables les resulta difícil imaginar y entender un comportamiento estúpido”.

Generalmente su ataque nos toma por sorpresa e incluso cuando lo sufrimos, nos resulta difícil organizar una defensa racional porque el ataque en sí mismo carece de racionalidad. Al subestimar su poder, nos quedamos vulnerables y, por ende, a merced de su imprevisibilidad.

También podemos caer en el error de pensar que una persona estúpida solo puede hacerse daño a sí misma, que somos inmunes a sus acciones, pero con este pensamiento confundimos la candidez con la estupidez y, al creernos invulnerables, bajamos nuestras defensas.

  1. La persona estúpida es la más peligrosa que existe. 

Todos los seres humanos están incluidos en cuatro categorías fundamentales: los incautos, los inteligentes, los malvados y los estúpidos […] La persona inteligente sabe que es inteligente. El malvado es consciente de que es un malvado. El incauto está penosamente imbuido del sentido de su propia candidez. Al contrario que todos estos personajes, el estúpido no sabe que es estúpido. Esto contribuye a dar mayor fuerza, incidencia y eficacia a su acción devastadora. El estúpido no está inhibido por la autoconciencia”, escribió Cipolla para perfilar la última ley fundamental de la estupidez humana.

Cipolla representa en este gráfico los 4 tipos de personas teniendo en cuenta a quién benefician o perjudican sus comportamientos:

Y nos alerta además de que “algunos estúpidos causan normalmente solo perjuicios limitados, pero hay otros que llegan a ocasionar daños terribles, no ya a uno o dos individuos, sino a comunidades o sociedades enteras. La capacidad de hacer daño que tiene una persona estúpida depende de […] la posición de poder o de autoridad que ocupa en la sociedad”.

¿Cómo protegerse de la estupidez humana?

La inteligencia y la estupidez no son lo contrario una de la otra, ni la estupidez es la falta de inteligencia, sino que la inteligencia es el producto, mas o menos fracasado, de una serie continuada de intentos para dominar, o escapar, a la estupidez constitutiva de todo lo humano”, escribió Matthijs Van Boxsel.

Más allá de etiquetar a las personas, es importante comprender los riesgos que representa la estupidez. En realidad, todos podemos comportarnos de manera estúpida, si no medimos el alcance de nuestras acciones o palabras. Si no desarrollamos un pensamiento crítico y nos olvidamos de la necesaria introspección, podemos convertirnos en víctimas de la estupidez, sufriéndola o ejerciéndola.

Un estudio muy interesante realizado en la Universidad Eötvös Loránd nos da otras pistas para ganar en autoconciencia al determinar las 3 causas de la estupidez humana:

  1. Ignorancia o exceso de confianza. Sería el grado de estupidez más elevado y aparece en las personas que asumen riesgos de cualquier tipo, aunque carecen de las habilidades o conocimientos necesarios para afrontarlos.
  2. Falta de control. Es un grado medio de estupidez que corresponde con las personas impulsivas, que carecen de autocontrol y actúan dejándose llevar por el primer impulso.
  3. Distracción. Sería el grado más leve de estupidez, que se manifiesta en quienes no logran realizar algo debido a que no ponen atención o no destinan los recursos suficientes, esforzándose inútilmente.


Fuentes:

Acze, B. et. Al. (2015) What is stupid? People’s conception of unintelligent behavior. Intelligence; 53: 51-58.

Cipolla, C. M. (1988) Allegro ma non troppo. Barcelona: Crítica

jueves, 12 de junio de 2025

Cuento de Enrico Diaz Bernuy: ECDISIS Y EL CÓDIGO DEL OLVIDO


RESEÑA – Ecdisis y el código del olvido

(una pasarela, entre el símbolo y el silencio)

Ecdisis y el código del olvido es una propuesta literaria y performativa de gran ambición estética y filosófica. Lo que a primera vista parece un desfile se revela, en realidad, como un viaje interior a través de cinco actos, donde cada segmento representa una etapa del autoconocimiento y la transformación del yo. El vestuario no es adorno, sino lenguaje existencial: una piel que se muda, una máscara que interroga, una forma que revela lo informe.

Uno de los mayores logros del texto es su estructura escénica, inspirada en la lógica del arte total: recuerda a Wagner, a los manifiestos de Artaud o incluso al happening contemporáneo. Cada acto tiene su propia atmósfera, referencias visuales y carga simbólica, conformando una experiencia más cercana al rito que a la simple narrativa.

Destaca, además, la riqueza intertextual. El autor entrelaza influencias tan disímiles como los diseñadores Margiela, Iris van Herpen o Haider Ackermann, con pensamientos filosóficos de Camus, conceptos científicos como la serotonina y guiños culturales que van desde Iggy Pop hasta la tradición vaishnava. Esta pluralidad convierte al texto en un verdadero palimpsesto, donde el lector puede encontrar ecos culturales diversos y profundos.

El estilo es deliberadamente fragmentario, poético y ensayístico. Los personajes (Rubí y Rafael) no están ahí para desarrollar una trama clásica, sino para encarnar ideas: la negación del origen, la construcción del doble, la explosión del símbolo… Cada escena es una metáfora viviente. La prosa está cargada de imágenes, frases reflexivas, y un tono lírico que exige del lector atención y apertura simbólica.

Ahora bien, es importante advertir que este no es un texto de lectura convencional. Su naturaleza híbrida —entre cuento, manifiesto y ensayo— y su enfoque altamente simbólico pueden resultar herméticos para quien busque una historia lineal o un mensaje directo. Hay cierta dispersión en el estilo y momentos en que la carga conceptual sobrepasa la claridad expresiva.

Aun así, lo que propone Ecdisis y el código del olvido es raro en el panorama actual: una experiencia estética que obliga a pensar con el cuerpo, a sentir con el pensamiento. Es, en suma, una narrativa del alma vestida con trajes metafísicos.

Una lectura desafiante, pero necesaria, para quienes aún creen que el arte puede transformar, no solo representar.




                                          Ecdisis y el código del olvido


«El absurdo nace cuando el ser humano busca

sentido en un universo indiferente.

Pero de ese absurdo surgen tres fuerzas: la rebeldía,

la libertad y la pasión. Aceptar que la vida carece de sentido

inherente no es resignación, es un llamado a vivir

plenamente, a crear significado en cada acto, porque

incluso en el silencio del mundo,

la existencia merece ser abrazada».

Albert Camus

 

Acto I – La negación del origen

Inspiración: Maison Margiela (etapa Martin Margiela), Yohji Yamamoto.
Estética: Ropa despersonalizada, sin logos. Colores apagados (beige, gris, crudo). Prendas oversized, sin género definido.
Concepto visual: Modelos con rostros parcialmente cubiertos (como en Margiela), caminan como si fuesen piezas anónimas.
Mensaje: El rechazo del yo social, la renuncia al pasado y a las etiquetas.

Un personaje rompe con su pasado, rechaza su nombre (se lo cambia), familia o lugar de nacimiento. Quiere ser otro. Pero ahí no acaba el problema: aún no sabe quién es.

Tema: El desapego como primer paso hacia la transformación.

De su mirada surgía el eco de aquellas palabras cuando mirábamos el río.

Así nos gustaba hablar, contemplando la naturaleza, mientras discutíamos de negocios o lealtades, o de cómo la tecnología nos ha desconectado de nosotros mismos, incluso de nuestro entorno.

Hablábamos del velo del olvido, cómo nos ciega, y cómo la saturación nos impide profundizar en algo. Es posible rasgar ese velo y ver la historia real del porqué estamos aquí, y cómo estos avances tecnológicos suministran las dosis necesarias para que sigamos dormidos, sin rostro, donde el baluarte es el "cara-libro" (Facebook). Como la negación del origen misma…

Ese caminar era zombificado. Lo dije anteriormente: caminantes como piezas anónimas. Aquella pasarela parecía salida de una arquitectura del propio desierto. Eran princesas del desierto, eso debe quedar claro.

Acto II – El descenso al caos

Inspiración: Rei Kawakubo para Comme des Garçons, Alexander McQueen (etapa 1998–2001).
Estética: Volúmenes inestables, cortes caóticos, materiales reciclados o fragmentados. Colorido disruptivo, contrastes violentos.
Concepto visual: Sonido metálico o disonante. Movimiento errático. Posible interacción entre modelos (coreografía).
Mensaje: La desintegración de la identidad en la búsqueda de libertad. La belleza del colapso.

El personaje busca nuevas formas de vida. Fracasa, se pierde, se autodestruye. Vive sin rumbo, creyendo que la libertad es hacer lo que quiera.

Tema: La libertad mal entendida y el vacío de lo inmediato.

Aquel río descansaba frente a la primera pirámide llamada Tilkapoma, Perú. En sus manuscritos se establecía que el nacimiento de la conciencia humana no fue solo un acto divino, sino que intervinieron agentes externos cuya vestimenta revelaba que no eran de esta constelación. Ese mismo río contemplábamos el día en que me encontraba con Rubí.

Hablábamos del fracaso y de cómo nuestra especie —según fuentes fidedignas— pasó de ser homínidos elementales, situados en la mera supervivencia, a alcanzar cierta espiritualidad.

¿En qué momento ocurrió esta evolución? ¿Cómo y por qué?

También recordé a Iggy Pop, con sus 800 millones de dólares, viviendo y vistiendo como un mendigo, aparentando serlo, pero con dinero suficiente para vacacionar todos los años en Europa o el Caribe, incluso para ser mecenas de algunas bandas contraculturales. Se me vienen algunos nombres a la mente... Pero en fin, aquella pasarela era un rompimiento con la naturaleza mediante objetos metálicos. Una estructura de apariencia errática, como si no hubiese rumbo. Por eso las modelos no usaban tacones altos. Eran princesas después de una devastación. Eso debe quedar claro.

Acto III – El encuentro con el espejo

Inspiración: Iris van Herpen, Hussein Chalayan.
Estética: Textiles futuristas, prendas con elementos reflectantes o espejados. Simetría en los diseños, estructuras envolventes.
Concepto visual: Modelos se detienen frente a espejos o pantallas reflejantes. El ritmo se vuelve introspectivo.
Mensaje: El individuo se ve por primera vez a sí mismo. La moda como revelación interior.

Se enfrenta a un doble, un enemigo o una imagen de sí mismo que lo confronta brutalmente. Aquí comienza el reconocimiento interior.

Tema: La sombra como guía del autoconocimiento.

Y para ese caso, no había mejor disfraz para él que actuar como Aniceto: brujo mediocre y lascivo, pero con un toque dark y cómico —sobre todo, dicharachero, a lo Nicomedes Santa Cruz (humor satírico). Con cierto toque de cantinfleo, por supuesto.

En resumen, alguien con quien sería imposible tener un debate serio. Pero ese era su enmascarado personaje, el que le permitía mantener a los demás a raya: “Mientras más lejitos, más bonitos. ¡Compá!”
Esa era su frase favorita.

Los espejos envolventes de aquel vestuario sin duda dejarían muchas preguntas sobre cómo se evalúa la salud mental en el país y a qué nivel hemos llegado.

Una pregunta interesante (vinculada indirectamente) sería: ¿De qué manera se puede evaluar la conciencia y, sobre todo, qué entienden las personas por conciencia?

Al menos me quedó claro que la soledad me condujo a cierta sofisticación. Sí, una soledad sofisticada. Y debo reconocer que, en cierto grado, pude saborear una sutil satisfacción: su elegancia.

 

Acto IV – El aprendizaje del límite

Inspiración: Phoebe Philo para Céline, The Row.
Estética: Líneas limpias, colores sólidos (negro, blanco, azul marino). Diseño minimalista, pero con corte preciso.
Concepto visual: Pasarela en calma. Andar seguro, con iluminación suave.
Mensaje: La madurez estética nace del control, del saber elegir. La elegancia como consecuencia del límite.

Aprende a decir no, a elegir, a disciplinarse. Descubre que crecer es perder ciertas cosas.

Tema: La renuncia como forma de madurez.

Rubí, dentro de su complejidad y madurez, atravesaba la peor de las depresiones: la que nadie nota. La silenciosa. La que se enmascara con sonrisas y un ritmo frenético de actividades, pero por dentro estás hecho mierda.

Y te vuelves una mierda que habla, sonríe, camina a pasos agigantados (viviendo al límite).

En los laberintos de los centros comerciales, buscando un producto vendible pero económico, pequeño pero utilitario, sobrio pero que remita a recuerdos útiles. Por ejemplo: un pequeño universo en formato holográfico dentro de un cristal diáfano y luminoso, cuya función era dar al cuarto una luz de descanso, una luz de reposo, y a la vez recordarte que tú habitas —en formato microscópico— una constelación frente a la vastedad de un universo de proporciones inconmensurables.

Recordarla con sus cabellos rizados y azabaches me hizo pensar también que la traición de sus amigos no era cuestión de maldad, sino de ambición y ego.

Y como la mente suele jugarnos malas pasadas al proyectar nuestras experiencias, solo nos queda la intuición: ese saber suprarracional con el que verdaderamente hemos nacido.

 

Acto V – La acción verdadera

Inspiración: Valentino (Pierpaolo Piccioli), Jean Paul Gaultier (alta costura), Haider Ackermann.
Estética: Colores potentes (rojo, dorado, índigo), símbolos culturales reinterpretados. Prendas que mezclan lo clásico con lo vanguardista.
Concepto visual: Música ascendente. Coreografía final en grupo. Presencia fuerte y afirmativa.
Mensaje: La integración de todas las etapas anteriores. La moda como acción consciente, no como disfraz.

Actúa por convicción, sin buscar aprobación. Ha integrado su pasado, su caos y sus decisiones. Ahora puede construir o crear.

Tema: La autenticidad como forma de evolución.

Él, por su parte, podríamos decir que había convertido su pasión en una auténtica pesadilla —o en lo más parecido a eso. Parecía un pintor, un artista, y eso lo hacía auténticamente hermético. Era un sujeto difícil de descifrar, y esa era su riqueza.

Vestirse como un mendigo, pero viajar cada año como si nada a Europa  o el Caribe. Para él, viajar era como dar la vuelta a la esquina.

Casi como la realidad misma de una interfaz al algoritmo cotidiano. Pero un algoritmo que siempre le dejaba las mejores fichas, y aun así nada le bastaba. Siempre deseaba más. Solo le faltaba que lo veneraran. Y aunque algunos se rendían a sus sobornos, nada era suficiente.

Fusionar lo clásico con lo vanguardista, como esos colores del acantilado junto al río, se siente como algo maduro y evolutivo… Pero no puedes aplicarlo en la vida real. Porque en esas dos horas que conversaron Rubí y Rafael, no lograron un acuerdo sobre el desfile de modas.

Y a eso, en este mundo, le llamamos justicia.

Fue complejo, sin duda. Rafael y Rubí no solo compartían el amor, sino también el proyecto profesional más ambicioso de sus vidas: uno que prometía —al menos en apariencia— la tan anhelada libertad…

Lo pensaron mucho, cada uno desde sus propias sombras. Pero al final lograron ponerse de acuerdo. Decidieron lanzar su firma de modas, uniendo estética y discurso, deseo y estrategia.

Y así, bajo luces y telas, con heridas aún frescas pero las ideas más claras, se lanzaron al vacío.

A eso, en este mundo, le llaman libertad.

 

 


 

Enrico Diaz Bernuy


Bonus Existenzialis

En tiempos en que la ciencia se entrelaza con la cultura popular, muchas veces las explicaciones sobre la felicidad se simplifican peligrosamente. Una de las confusiones más frecuentes consiste en atribuir a la serotonina —ese famoso neurotransmisor— un papel absoluto en la experiencia de la felicidad. Pero ¿es la serotonina el fruto de la felicidad o su causa? ¿Puede una sustancia química, por sí sola, ser equivalente al bienestar profundo y duradero que llamamos felicidad?

Para empezar, es necesario distinguir entre placer y felicidad. El placer es, en términos neurológicos, un estado momentáneo asociado a la liberación de ciertas sustancias como dopaminaendorfinasoxitocina y en algunos casos, serotonina. El placer tiene que ver con la gratificación inmediata: comer chocolate, tener relaciones sexuales, comprar algo deseado, recibir un halago. Es fugaz, episódico, o transitorio y aunque puede formar parte de una vida feliz, no constituye su esencia.

La felicidad, en cambio, es una experiencia más compleja. Filosóficamente, puede entenderse como una forma de plenitud, equilibrio o sentido. Fisiológicamente, se trata de un estado emocional sostenido que implica más que una simple descarga química. Requiere de estructuras cerebrales integradas (como el sistema límbico y el córtex prefrontal), hábitos mentales, y muchas veces, una interpretación subjetiva del propio existir.

Ahora bien, ¿qué es la serotonina realmente? Es un neurotransmisor implicado en la regulación del estado de ánimo, el sueño, el apetito, la digestión e incluso la percepción del dolor. No es una molécula exclusiva de la felicidad, sino un regulador del bienestar emocional.

Niveles bajos de serotonina pueden estar vinculados con estados depresivos, ansiedad o irritabilidad, lo cual ha llevado a pensar que altos niveles equivalen a felicidad. Pero esto es una reducción peligrosa.

Decir que la serotonina "es la hormona de la felicidad" es tan impreciso como decir que el cemento es una casa. Puede ser un componente necesario, pero nunca suficiente.

La serotonina no causa la felicidad; más bien, ciertas experiencias felices o la percepción de sentido pueden generar un entorno biológico donde aumente la producción de serotonina.

En este sentido, la serotonina podría ser entendida como un fruto químico de un estado emocional más profundo, no su motor inicial.

Esto abre una reflexión crucial: confundimos placer con felicidad porque ambas producen sensaciones placenteras, pero solo el placer es adictivo y momentáneo.

 La felicidad no se puede dosificar ni provocar de forma inmediata; es más afín a una trayectoria vital, a un equilibrio entre lo que somos y lo que buscamos.

 El error moderno ha sido reducir la dicha a un fenómeno fisiológico o químico, olvidando su raíz más elevada. La verdadera felicidad no se resuelve en estados corporales ni en niveles de serotonina, sino en estados anagógicos de conciencia, es decir, elevaciones del alma hacia dimensiones superiores del ser.

No hablamos aquí de la disolución impersonal del yo, como propone cierta vertiente budista, sino de la experiencia personalista del amor divino, según la tradición vaishnava, donde la conciencia alcanza su plenitud en la relación amorosa y sobre todo; devocional con lo absoluto, encarnado en la figura de Krishna.

 

Enrico Diaz Bernuy

 

 


miércoles, 11 de junio de 2025

 

 

En el Perú es necesario ser absolutamente

mediocre para no ser detestado.

José Carlos Mariátegui.

domingo, 1 de junio de 2025

La última puerta....

Cuando uno siente cierta atracción por una novela o una película, al punto de volver a ella una y otra vez, es porque, en el fondo, intuye que hay detalles que se le escapan —quizás incluso códigos ocultos que solo se revelan con una mirada más atenta pueda hallar;  en la arquitectura un discurso oculto o en la numerología encriptada o la  presencia de la srta que aparece en el camino de Corso,  o los hermanos ceniza "los gemelos"! O las naranjas que ruedan sobre el suelo como la  película el padrino símbolo de fenecer.... 

" En mi negocio que hablen bien de uno, puede ser un desastre profesional.... [sic]..."
" Tiene toda la apariencia de no tener muchos amigos...[sic]..."
" No hay nada más confiable cuyo hombre cuya  lealtad se compre con mucho  dinero...[sic]..."


jueves, 29 de mayo de 2025

CINCO FUEGOS QUE APAGAN UNA VELA !!!!!!!! ( soplando velitas ) ----- Enrico Diaz Bernuy

 

CINCO FUEGOS

QUE APAGAN UNA VELA
y la flama que nos acompaña…




Dicen que las amistades verdaderas no mueren, solo se transforman. Pero eso es lo que decimos cuando no queremos confesar que algo se rompió. Que lo que fue llama ahora es humo. Que lo que fue risa ahora es eco. A veces, cuando ya no queda nadie en la sala y todo está en silencio, uno se atreve a decirlo en voz baja: hay fuegos que no calientan; fuegos que apagan una vela.

La amistad, cuando es genuina, germina como una promesa involuntaria. No nace de la obligación ni de la sangre, sino de esa chispa silenciosa que ocurre cuando dos almas se reconocen en su extrañeza………… No se elige a un amigo como se elige una prenda, se lo encuentra. Y sin embargo, una vez encontrado, puede perderse con la misma facilidad con que una ráfaga arrasa una llama descuidada.

El primer fuego que apaga la vela es el de la envidia. No se presenta con nombre propio ni toca la puerta de frente. Llega disfrazada de sonrisa, de consejo o de elogio tibio. Al principio, uno no lo nota: todo parece igual. Pero en el fondo, la mirada del otro ya no es clara. Algo se ha nublado. Donde antes había celebración, ahora hay cálculo. Donde antes había abrazo, ahora hay distancia no dicha. La envidia no necesita grandes escenas. Le basta con instalarse en el hueco que deja el amor no correspondido, y desde ahí empieza a arder. Apaga la vela porque consume el oxígeno de la sinceridad. No deja hablar con libertad ni compartir sin miedo. Uno empieza a sentirse culpable de sus alegrías frente al otro. Y cuando uno se calla la alegría; la amistad empieza a morir.

El segundo fuego es la traición sorda, la pequeña deslealtad que no se confiesa pero se percibe. No hablo del puñal que uno espera del enemigo, sino de la fractura mínima que llega de quien uno creía aliado. Es una confidencia revelada, una promesa no cumplida, una defensa ausente en medio del ataque. A veces, la traición ni siquiera es activa; basta con la omisión. Con no estar. Con mirar hacia otro lado cuando debías sostenerme. Es un fuego tibio y constante, como una fuga de gas: no lo ves, pero al final asfixia. Uno puede perdonar una traición,……… pero no puede olvidar que ocurrió. Y cuando la memoria empieza a pesar más que el afecto, la vela titila, insegura…….

El tercer fuego es la desproporción. Dar sin recibir. O recibir sin dar. El desequilibrio desgasta hasta el lazo más fuerte. Hay amistades que se sostienen sobre una cuerda floja donde uno entrega todo y el otro solo habita. Uno escucha, acompaña, sostiene, pero nunca es sostenido. Y al principio, uno lo justifica: "es que está pasando un mal momento", "es su forma de ser". Pero con el tiempo, la cuerda se tensa. Y el que da se cansa. Porque hasta el agua más clara se agota si nunca se repone. Este fuego es menos visible, porque se esconde en el hábito, en la rutina del cuidado unilateral. Pero es fuego al fin. Apaga la vela lentamente, hasta que uno despierta una mañana sin ganas de llamar.

El cuarto fuego es el crecimiento. Sí, crecer también puede alejarnos. No porque el otro se vuelva enemigo, sino porque ya no compartimos el mismo lenguaje, los mismos códigos… Cambian los intereses, los miedos, los paisajes internos. Lo que antes nos unía ahora nos resulta ajeno……… A veces, uno quiere arrastrar al otro en su transformación, pero no se puede. Cada quien tiene su ritmo, su camino. Y cuando los caminos ya no se cruzan, el fuego se vuelve una brasa inútil: caliente, sí, pero lejana. Este fuego no arde con odio, sino con nostalgia. La vela se apaga porque ya no tiene sentido encenderla. Porque lo que iluminaba ya no está.

El quinto fuego (el más cruel de todos), es el de la lucidez. Ese instante en que uno ve con claridad. Cuando el velo cae. Cuando ya no hay excusas, ni afectos que maquillen la realidad. A veces, escribir te lleva hasta ahí. Como si cada palabra fuese una escoba que barre la niebla incluido a tus interiores. Con la lucidez, uno entiende por qué esa amistad ya no era tal. Comprende los gestos pequeños que había ignorado, las frases que prefirió no escuchar, las heridas disimuladas. Pero uno en el fondo es un memorioso y sueles poner atención en como se sentaba el otro o en que dirección ponía los pies…

Y entonces, no hay marcha atrás. Porque ver, verdaderamente ver, implica una pérdida irreversible. Este fuego no quema por rencor, sino por verdad. Y la verdad, cuando se revela tarde suele tener doble efecto en su dosis de crueldad, llega para consumar lo que estaba a punto de caer. Al  fin y al cabo la verdad no llega nunca desnuda, la verdad espanta: siempre viste el rostro de quien más detestas, y por eso duele, porque no viene a halagarte, sino a desarmarte…

Pero hay otro fuego, uno que no cabe del todo en estas cinco llamas, y que sin embargo puede ser más doloroso porque nace de lo concreto, (los hechos). Es el fuego del aprovechamiento.
Cuando un amigo te pide algo más allá de tus posibilidades —como ser su representante legal en un trámite delicado, sin considerar tu situación económica, tus límites, tu momento vital— y uno, por cariño, por compromiso o por no querer  decepcionar, acepta sin poder. Y luego se retracta. Ahí se rompe algo profundo…
No solo por el pedido insensible, sino por la contradicción que implica decir que sí y luego retractarse.
Ambos fallan: uno por pedir sin mirar, el otro por aceptar sin convicción, sin sinceridad.
Esa contradicción enciende un fuego breve pero feroz.

Uno siente que la amistad fue usada, que era solo un medio para un beneficio. Y después de eso, de aquella amistad, ya no queda nada. Nada. Y el vínculo se quiebra, no solo por la negativa, sino porque uno descubre que solo era amigo mientras servía a un propósito. Nada mata más la llama que saberse usado.

Cinco fuegos. Y uno más. Seis llamas que arden donde antes hubo refugio. Seis maneras de apagar la misma vela. A veces ocurre todo de golpe. A veces, uno enciende la vela una y otra vez, con paciencia, o con fe. Pero el fuego es traicionero. Y si no abriga, destruye.

Escribir sobre esto es también encender otra clase de llama: la que no busca iluminar al otro, sino entenderse a uno mismo. Pero incluso eso tiene su precio. Porque cuando uno escribe desde la herida, desde el desengaño, desde el encaro de las falencias de uno mismo o desde esa lucidez que duele más que la mentira, también empieza a alejarse de ciertos espacios. Lo que uno gana en claridad, lo pierde en pertenencia. A veces, escribir es como volver a casa con una vela en la mano, solo para descubrir que ya nadie vive allí.

Y uno se queda así, con la vela apagada, contemplando el humo que sube por las paredes anaranjadas de tu cuarto. 

No hay rencor, no hay odio, simplemente ya no hay amigo

 A veces, perder una amistad no es una tragedia. Es un cierre, es como un acto de amor propio. Un gesto de verdad. Porque no todas las velas deben seguir encendidas. Algunas deben apagarse para que podamos ver la luz que nace desde adentro.


Y entonces, en ese silencio, en esa penumbra recién asumida, uno comprende que no está solo. Que hay otras velas encendidas en otros cuartos. Que la vida —como la amistad— no se acaba con un fuego  emanado por una vela, más bien que ello de alguna manera interceda en nuestros adentros a reconsiderar que hay llamas más poderosas a las que podemos encontrar… Y no hablo de un lugar lejano al que tengas que viajar. Todo lo contrario; la flama de esa vela divina solo habita en el interior que nos acompaña, silenciosa como una doble alma que todos llevamos en nuestros adentros desde que hemos llegado hasta que nos vamos, y eso se llama paramatma…परमात्मा)

Enrico Diaz Bernuy

 

 

lunes, 19 de mayo de 2025


"Hay una especie de tristeza que surge cuando se sabe demasiado, cuando se ve el mundo como realmente es.
Es la tristeza de comprender que la vida no es una gran aventura, sino una serie de pequeños e insignificantes momentos, que el amor no es un cuento de hadas, sino una emoción frágil y fugaz, que la felicidad no es un estado permanente, sino un raro y fugaz atisbo de algo a lo que nunca podremos aferrarnos.
Y en esa comprensión hay una profunda soledad".
Virginia Woolf
 

jueves, 15 de mayo de 2025

Artículo de Enrico Diaz Bernuy | "Los Sin Voz !!!! | CONMUÉVETE BASURA |

 

ARTICULO SOBR EL MALTRATO ANIMAL  |  de Enrico Diaz Bernuy

 

 

 

 

No creo en el concepto de infierno,

pero si lo hiciese, pensaría en él como

lleno de gente que fue cruel

 con los animales

 

Gary Larson

 

 

 

La grandeza de una nación y

 su progreso moral

puede ser juzgado por la forma

en que sus animales son tratados

 

Mahatma Gandhi

 

 

Durante siglos, la humanidad ha intentado definirse a sí misma como una especie superior. En nombre de la civilización, ha levantado templos, rascacielos y sistemas jurídicos bastante ambiciosos y a veces poco fiables; ha trazado mapas del conocimiento y ha conquistado el espacio (teóricamente ha conquistado el espacio) mediante discursos bastante discutibles y filmaciones suficientemente  cuestionadas  como para dudar.  

Sin embargo, entre tanto alarde de grandeza, algo esencial se ha perdido: la capacidad de respetar la vida que no habla nuestro lenguaje, que no camina sobre dos patas, que no construye máquinas ni ciudades, ni mucho menos posee nuestro ego, pero que sí  siente, respira, sabe ofrecer amor, y sobre todo, sufre. 


El maltrato animal, generalizado y normalizado, es quizá uno de los signos más alarmantes de que hemos dejado de ser una civilización para convertirnos en una maquinaria que encaja en los cánones de cali yuga.

El maltrato animal no es solo una manifestación de crueldad individual. Es un fenómeno estructural que atraviesa industrias, políticas públicas, discursos culturales y hasta religiones. En sus diversas formas —desde la industria cárnica hasta los espectáculos con animales, desde la experimentación en laboratorios hasta el abandono doméstico— revela una ética fracturada, una sociedad desconectada de la compasión y del equilibrio ecológico. ¿Cómo podemos proclamarnos civilizados si sostenemos nuestro modo de vida sobre la tortura sistemática de millones de seres sintientes?

 Según el Diccionario de la Real Academia Española

Civilización es definido de la siguiente manera:

f. Conjunto de costumbres, saberes y artes propio de una sociedad humana. La civilización china, occidental.

Sin.:

cultura, mundo.

f. Estadio de progreso material, social, cultural y político propio de las sociedades más avanzadas. Los beneficios de la civilización.

Sin.:

progreso, adelanto, perfección.

 

Entonces si nos ajustamos estrictamente a lo que dice el Diccionario podríamos determinar que la idea de civilización  esta ausente en estos tiempos.

Por otro lado, me permite dilucidar que todo empezó a desfigurarse bajo el peso de la industrialización, el colonialismo, el capitalismo salvaje y la técnica erigida como fin en sí misma. El declive comenzó desde el siglo XIX, y algunas claves que sustentan esta idea son evidentes:

―La Revolución Industrial: con ella, el hombre dejó de ser el centro para convertirse en un engranaje más de la máquina. El trabajo se deshumanizó. Se empezó a devastar la naturaleza a una escala sin precedentes. El tiempo dejó de ser cíclico o espiritual para volverse un horario productivo.

―El colonialismo "civilizador": Europa justificó el saqueo de pueblos enteros bajo la máscara de llevarles "la civilización", cuando en realidad impuso modelos económicos y culturales que aniquilaron cosmovisiones milenarias.

―El positivismo como religión moderna: la razón técnica suplantó a la ética. Se creyó que todo lo que podía medirse era verdadero. Las emociones, la espiritualidad y los vínculos fueron relegados. Se instauró la dictadura del dato, anticipando lo que hoy vivimos con los algoritmos.

―El nacimiento del capitalismo globalizado: el siglo XIX marca la consolidación de un sistema donde el valor de las cosas ya no se basa en su utilidad ni en su belleza, sino en su capacidad de generar dinero. La bolsa reemplazó al ágora. El mercado, al templo.

Y todo este proceso histórico de insensibilización estructural tiene hoy sus expresiones más crudas y cotidianas. Recientemente, en la ciudad de Trujillo, Perú, un individuo, tras una acalorada discusión con su enamorada, se cruzó con un pequeño perro que caminaba amigablemente moviendo la cola. Metros más allá, vio a otro perro más grande suelto en la calle. Entonces, este sujeto tomó al perrito pequeño y, en un acto de crueldad y cobardía inaudita, lo arrojó repetidas veces al suelo hasta quitarle la vida. Una vez logrado su objetivo, se marchó caminando con total tranquilidad.


Toda esta escena fue documentada por medio de un video y los testimonios de testigos que no hicieron nada. Lo único que se logró fue viralizar la noticia, pero sin que ello tuviera efecto alguno en la captura del agresor.

Esa es la sociedad que hemos construido: una que observa, graba y comparte, pero que ha perdido la capacidad de reaccionar éticamente. La maquinaria del progreso técnico y económico continúa girando, pero su corazón —si alguna vez lo tuvo— no solo está oxidado por la indiferencia, esta en estado de putrefacción.

Esta clase de impunidad se debe a un vacío jurídico eficaz. En otras palabras, la cabeza del organismo —nuestra sociedad— está enferma y putrefacta. Estamos atravesando un proceso de descomposición. Basta ver cómo, en los noticieros, tiene más trascendencia un carterista o un fulano infiel que arma un show tragicómico, mientras que las noticias sobre el abandono animal o los asesinatos de nuestros hermanos menores no tienen ninguna resonancia. Ni siquiera entre quienes se jactan de tener agudeza mental y sensibilidad, o se autoproclaman directores, jefes o jefaturas vivientes —como si se tratara de títulos nobiliarios— y se adjudican el derecho de enarbolar una supuesta sensibilidad superior.

Esa sensibilidad, en la práctica, está más dedicada a rendirse culto a sí misma mediante el alarde, dejando mucho que desear frente a la creciente insensibilización que nos corroe. Probablemente, desde el siglo XIX hemos dejado de ser una civilización para convertirnos en una maquinaria tecnocrática y mercantil que destruye solapadamente todo aquello que no puede convertir en espectáculo ni monetizar.

Si el 15 de mayo se celebra el Día de la Familia, entonces también debería incluirse a los animales que conviven con nosotros como parte del entorno familiar, como integrantes con quienes compartimos afectos, rutinas y silencios. Negarles ese lugar es seguir replicando una mirada que excluye y jerarquiza según el beneficio que puede obtenerse.

Y si hacemos un poco más de historia en este recuento occidental, podemos apreciar que, desde la antigüedad, el pensamiento dominante ha colocado al ser humano en la cima de una jerarquía que desprecia todo lo que no se le parece. Aristóteles consideraba a los animales carentes de logos, y por ende, inferiores. Descartes, siglos después, los llamó “máquinas sin alma”, negándoles cualquier capacidad de sufrimiento verdadero. Esta visión mecanicista, aunque ampliamente superada por la ciencia contemporánea, sigue impregnando la mentalidad moderna: los animales no son sujetos, sino objetos útiles o desechables.

Sin embargo, no todas las culturas compartieron esta visión. En muchas tradiciones orientales —como el jainismo o el budismo— los animales son considerados seres con conciencia, merecedores de atención, comunicación y, sobre todo, compasión. Y en algunos casos, veneración.

En pueblos originarios de América, África y Oceanía, la vida animal es sagrada, parte del equilibrio cósmico. La "civilización" moderna, en cambio, al imponer su paradigma utilitarista y productivista, ha globalizado una lógica de dominación y explotación que arrasa con toda forma de vida que no puede ser convertida en mercancía.

Frente a este panorama sombrío, ha surgido una resistencia global que plantea una nueva relación entre humanos y animales. El movimiento vegano, el activismo por los derechos animales, las campañas de concientización, el periodismo de investigación que expone las atrocidades de la industria, todos ellos representan una luz en medio de la barbarie.

Estas iniciativas no solo denuncian el sufrimiento animal, sino que proponen una ética del cuidado, una economía compasiva, una ciencia no violenta. También fomentan un nuevo lenguaje para nombrar a los animales: no como "recursos", sino como individuos. Este cambio de paradigma es, quizás, una de las revoluciones morales más importantes del siglo XXI.


La educación, en este contexto, juega un rol clave. Enseñar desde temprana edad el respeto a todos los seres vivos, promover una dieta consciente, visibilizar la vida emocional de los animales, son gestos que pueden transformar sociedades enteras. Porque lo que está en juego no es solo el bienestar animal, sino la posibilidad de una civilización futura que merezca ese nombre. En lineamientos  lingüísticos no merecemos el titulo de civilización si la población humana incurre en el deterioro o menosprecio a los animales que nos rodean.

-Mascota

En términos lingüísticos vemos que estamos frente a un problema de raíz cuando la Definición por la Real Academia Española  de mascota  es

Del fr. mascotte.

f. Persona, animal o cosa que sirve de talismán, que trae buena suerte.

Sin.:

amuleto, fetiche, talismán.

f. Animal de compañía. Tienda de mascotas.

Sin:

animal1.

f. And. Sombrero flexible.

Normalmente los animales que acompañan a un ser humano se  convierten en sus amigos, hermanos menores e  incluso hasta en un hijo mas en la familia, ese es el estatus en una persona sana.


Pero cuando al significado de la palabra mascota es vinculado según el diccionario con la palabra “cosa o con algo que trae buena suerte”, nos encontramos que el problema sigue siendo de raíz.

Entonces cuando una sociedad maltrata, explota o ignora el sufrimiento animal, lo que hace, en realidad, es romper el espejo donde podría ver su propia humanidad. Cada jaula, cada matadero, cada experimento doloroso, cada abandono en la calle, es una grieta en el edificio moral que decimos habitar. No somos civilización si nuestro bienestar se construye sobre la sangre de quienes no pueden defenderse.

Recuperar la compasión, resignificar la palabra civilización, asumir la responsabilidad de ser una especie con poder, pero también con deberes, es una tarea urgente. La historia futura nos juzgará, no por nuestras obras arquitectónicas o los libros de nuestras egoicas elucubraciones y "egoicas elucubraciones"...,  ni por nuestros logros tecnológicos, sino por cómo tratamos a los más vulnerables, a los sin voz, a los que simplemente querían vivir y darnos amor.  Amor...

Enrico Diaz Bernuy