Quien no alimenta serpientes
de rencor ni persigue
mariposas de oro en el jardín de sus actos, es ya un
exiliado de sí mismo y un rey de su propio silencio.
Desnudo de las máscaras de la dualidad, cruza
como
viento entre barrotes de
humo y disuelve el muro
que
ata al alma a la arcilla.
¡Oh, Arjuna,
martillo del destino y guardián de las batallas
invisibles!
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