Quiero expresar mi profundo
agradecimiento por la oportunidad de haber participado en la exposición de
pintura realizada en el museo del convento Santo Domingo.
Agradezco a los colegas que valoraron
mi trabajo y me consideraron para formar parte de esta muestra colectiva. Ayer
vivimos una verdadera celebración del arte y la cultura, que una vez más se
hicieron presentes con la pasión del oficio.
Qué feliz habría estado mi padre de
ver una de mis obras exhibida en esas instalaciones, tan cargadas de historia y
espiritualidad. Él, profundamente religioso, quizás estuvo presente de algún
modo.
Es una dicha profunda saber que mi
obra ha sido acogida por un segundo museo; cada paso reafirma y nutre mi
vocación por el arte.
Muchos sabemos que el camino del arte
suele ser un sendero solitario, lleno de silencios, dudas y perseverancia. Pero
noches como esta, en las que colegas y amigos se hacen presentes, te invitan a
cuestionar esa idea. En el calor de ese encuentro, uno comprende que no todo
está perdido, que el arte también puede ser vínculo, compañía y celebración
compartida. Y, a veces, eso basta para orientarnos hacia la búsqueda de lo
esencial, de la sencillez como horizonte verdadero. Agradezco también la visita
de destacados artistas como Moisés Nieto, Miguel Brenner, entre otros, cuya
presencia dio más realce al evento.
Y un reconocimiento especial a Robert
Solórzano y Jhony Vega, organizadores de esta acción cultural de gran
envergadura, junto a su equipo de gestión que hizo posible este encuentro.
Fuimos 26 artistas unidos por la pasión y el compromiso con el arte.
Y, sobre todo, gracias al público que
se dio un tiempo para acompañarnos y brindar su respeto y aprecio por nuestro
trabajo.
Mi gratitud es infinita.