"Las almas tristes están condenadas a sufrir el maldito insomnio, sobre pensar las cosas y dudar con una desconfianza, a tal punto que todos se merecen el beneficio de la duda. A veces tengo demasiadas palabras y pocas respuestas, al darme cuenta que simplemente era yo ¡el único Leal!
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sábado, 2 de septiembre de 2023
Un microrelato de Alan Zarate
martes, 31 de agosto de 2021
Relato breve: Telmira. Enrico Diaz Bernuy.
TELMIRA
Relato breve
Su nombre es
Telmira. Hermana mayor de mi amigo que en aquel momento, era mi
mejor amigo. Todo en ella reflejaba de estar viviendo en un mundo
paralelo. Como si estuviera en audiencias distantes, y otras balanzas. Todos
sabían que su mayor sueño era ser estrella de rock pop. Y algunos nos la
imaginábamos como estrella porno. Tema que no esta alejado en la mente de unos
adolescentes que en ese momento éramos. El falocentrismo era cuestión
recurrente para el humor, y con ese chiste; visión por lo que entendíamos
erróneamente de lo que era la vida. Pero en fin, éramos unos niños nomas y de
pocas libertades. Así que las opciones no sobraban.
Telmira
siempre andaba rodeada de instrumentos musicales, aparentemente contaba con
todo el respaldo de su familia. Mientras que era una alumna aplicada en el
colegio, que por alguna extraña razón con tan solo una leída comprendía y
memorizaba todo tipo de información académica. Por otro
lado, siempre andaba con el sueño de componer alguna canción con la
finalidad de revolucionar el rock pop. Creyendo así; hacer algo por el
infinito... Al menos esa información me la dio su hermano.
Él me explicaba que su nivel en compresión lectora era muy avanzado. Desde ese entonces yo no tocaba instrumentos musicales, ni aspiraba. En aquella época mi padre cantaba muchísimo en casa y en ese sentido; sobre el canto y temas de música clásica yo me encontraba teñido hasta la medula con cierta lasitud frente al tema.
Tampoco era
un alumno aplicado, entonces en esos momentos no tenía ninguna oportunidad
frente a ella. Peor aún con mi amigo que era mucho más alto que
yo. Él le había pegado a todos los del barrio. Era lo más parecido a
un pequeño matonsito. Sin embargo, entre él y yo nos hicimos amigos
varios años. Jugábamos con los carritos hot Wells o Tonka. También
soñaba con ser tan buen peleador como él.
Jugábamos
casi todas las tardes al costado de una vereda que aparentaba
ser una pequeña carretera. Éramos cinco niños y todos coincidimos
con el mismo sueño: construir una casa en el árbol del
parque.
Han pasado
tantos años y aún recuerdo ese árbol como uno de los árboles más hermosos.
Árbol de grandes hálitos, con hojas pequeñitas como si cada una de ellas fuera
una letra gótica perfectamente dibujada formara algún secreto. Y de
hecho, que hasta en estos momentos ese mismo árbol con los años se ha
puesto más hermoso. Es como si fuera la única especie en este planeta que la
obesidad y la edad le sienta bien.
Recuerdo que
desde ese entonces queríamos meter a las mujeres más bonitas ahí, serían
nuestras princesas (a nuestra casa del árbol). Por su puesto que
todas esas princesas deberían estar sin ropa. Comer torta con demasiado
chantilly, helados y lograr ahí nuestro arrobamiento más
intenso en sexuales fantasías con ellas.
Al final
todo quedó en el olvido. La amistad con mi mejor amigo, el gusto
hacia Telmira. Así se lanzó una fachada de silencio, mi silencio. Y el
silencio de todos los mencionados. Probablemente abluciones de inconsciente a
lo inacabado. O nuestra incapacidad de poder acercarnos a nuestros
padres, para que nos ayuden a construir nuestra soñada casa en el
árbol.
El punto es
que ella me dejó de atraer cuando la vi con un novio mucho mayor que todos
nosotros. Un sujeto que tenía toda la apariencia de ser acaudalado
económicamente. Por lo que le habíamos atribuido como su mayor cualidad. Tal
vez, por despecho o envidia propia de nuestra ignorancia.
Al poco
tiempo ingresé a un colegio internado (militarizado) y lo que hallé ahí es que
definitivamente no me sentí identificado con ese ambiente y mucho menos
establecer una vida militar. También significó que en esos años de
mi ausencia, muchos se mudaron del barrio. En aquel tiempo aún no existía
internet y no acostumbrábamos preguntar el apellido de alguien solo nos
conocíamos como Jean Pierre, Pedro , Elson o etc.
El tiempo
hizo su trabajo, como siempre. Eso trajo nuevas
circunstancias, nuevos amigos o nuevas ilusiones que quizás es
lo mismo, quizás… Pero por alguna extraña razón o porque quizás
siempre fui un sentimental. Telmira aún estaba presente, aunque sea como
un mal recuerdo o un recuerdo de decepción.
Tal vez
representaba sobre mi incapacidad de ser sincero frente a mi amigo (su
hermano). También representaba como mi primera ilusión o algo
así. Y como a veces sucede, todo lo que arrastras con tu mente
a pesar de los años, suele ocurrir la circunstancia de que el pasado
retorne a uno y la ironía jamás esta ausente. Digamos que el destino
tiene un particular sentido de humor. Y algo así ocurrió.
Después de
varios años la encontré en el lugar donde
ocurre encontrarte con las personas que no
habías planeado reunirte: el supermercado.
En realidad
encontré de ella, solo su mirada. Vestía de otra manera, ya no era la rokerita
atractiva. El manjar de flaquita que era. La vi como una señora con un
aire sofisticada, distinguida. También reconocí de ella el dedo meñique pintado
de color negro en ambas manos. Jamás antes vi a nadie que lo
haga. En esos momentos yo también volví a ser el mismo de antes,
parco, tímido. Como dicen “poco entrador”.
Pero quería
hablarle, saber de su vida. No importaba que había subido de
peso. Aunque jamás me he fijado en una gordita, frente a ella creo
que me unía un tema amical. Mejor dicho, una amistad trunca, alguien de quien
quería que sea mi amiga, y enamorarme.
Ella
definitivamente no me reconoció, pero aquella picardía de adolescente surgió
inusitadamente dentro de mí, y fue ahí donde se me ocurrió seguir mi camino.
Para luego quedarme oculto por ahí con la finalidad de saber a qué lugar se
dirige. Lo hice y me di con la sorpresa que estaba trabajando
en una empresa muy conocida.
Luego de
eso, decidí no perder más tiempo y acercarme a ella. No importaba que este con
las bolsas del mercado. Sentí como si hubiera descendido de algún lugar puro ,
y con esa confianza. Sabía que tenía que presentarme. Por ende
ya tenía en mi presupuesto que sería casi imposible que se acuerde de mí. Así
que cuando lo hice, usando las formas más educadas para dirigirle la palabra…,
ella me interrumpió, me identificó al instante. Eso lo tomé como un
alago y no podía demostrárselo.
Definitivamente
su prodigiosa memoria no la había perdido, y mientras que le hablaba se ponía a
interrumpirme. A mí no me importaba porque de alguna forma estábamos
conversando, pero mientras pasaba el tiempo me di cuenta que ideas completas no
se las podía expresar. Debido que ella instantáneamente me venía con algún
argumento. Su calidad intelectual quedaba aún. De alguna forma me reflejaba que
su inteligencia se veía nublada por su desmedido ego. Hablaba como si estuviera
sola, no tenía capacidad para escuchar (exceso de ego)
Hay que
tener en cuenta, que según textos védicos existen muchas naturalezas de
ego. Frente a esta escena que estuve experimentando definitivamente
me reflejaba que era un ego de naturaleza demoniaca. Sólo le faltaba
levantar el mentón para mirarme. Luego de eso ya estaba planeando cómo
terminar la conversación y elegí el tema; preguntándole sobre su afición en la
música y me respondió con una pena inocultable en su rostro. Me dijo; ¡¡ wuou
cómo te acuerdas eso de mi!!
Me dijo que
su sueño por la música simplemente vino a ser en su vida “una etapa”. Que ahora
debía atender a sus tres hijos. Más aún cuando eres madre soltera, tu entrega
es el doble. Dijo esa frase con un tono de voz lleno de calidez y
amor.
—Yo en
realidad lo que quería es ser famosa y sentirme admirada. —Así me dijo—.
—Reconocí que el tema del ego con el paso del tiempo era una especie de ente que crecía dentro de mí. Como un organismo multicelular.
—Con inteligencia propia, incluso. —Le respondí.
Y ella me
dijo que esa inteligencia del ego nubla completamente tu propia inteligencia.
Después de esa frase por fin pudimos entablar una conversación en donde uno
escuchaba al otro. Y justo cuando la conversación se hizo interesante, ella
misma decidió terminar nuestra conversación. Me dijo que por motivos de trabajo
tenía que despedirse.
Nos dimos un
abrazo y me dio su tarjeta: gerenta de pastelería.