©Enrico Diaz
EL SECRETO DE NUESTRA
SOMBRA
En la quincena del mes de Mayo
en un atardecer que aparentaba ser un
día cualquiera… Efraín se encontraba
viajando en el bus METROPOLITANO rumbo hacia
su departamento. Y fue cuando algo capturó su atención: un sonido
extraño. Eso lo hizo dirigir su mirada hacia
una mujer que estaba sentada a pocos metros de distancia. De
pronto, vio claramente cómo el cuerpo de esa dama empezó
a temblar. Al principio pensó que se estaba riendo, pero debido a que nadie
estaba a su alrededor conversando con ella, ni tampoco hablaba por el teléfono
móvil. Entonces lo hizo interpretar que
estaba atravesando algún ataque o
convulsionaba por algo.
Sin embargo, las pocas
personas que estaban sentadas al lado de ella
nadie la asistieron. Esto sirvió de
motivo para que Efraín se apresure y aunque sentía algo de nerviosismo, mostró una actitud humanitaria
muy determinada.
Después esos temblores que sufrió la misteriosa dama,
se acrecentaron, y Efraín raudamente aceleró su paso creyendo que algo malo le
estaba sucediendo. Cuando estuvo frente
a frente, la mujer le dijo:
— ¿Qué se le ofrece?
—Disculpe señorita, creí que
no se encontraba bien. Creí verla
temblar.
Su rostro se sonrojó, como si
estuviera avergonzada e inmediato se puso de pie, miró a otro lado y le
respondió:
—Ya llegué a mi paradero,
hasta luego.
La mujer no era del tipo de
chicas que él consideraba por atractiva, pero, aun así, había algo en ella que
le había llamado la atención.
Tenía una nariz hermosa y sus
ojos aindiados le reflejaron cierto misticismo en su mirada. Desde ese momento
la empezó a seguir con la mirada para saber que ruta cogía.
—Sintió que debía de ir tras
ella.
Esta sensación fue como una
voz que se lo decía en secreto: «algo importante podía suceder». Entonces, sin
pensarlo dos veces, de forma
intempestiva, bajó del autobús en
dirección hacia donde iba ella.
Al principio sus pasos eran
indecisos. Aun así él ya había tomado
una decisión.
La noche como todas las noches
de Lima no era muy oscura y las calles llena de esos faroles grotescamente
coloniales iluminaban con una luz
ambarina provocando las improbabilidades
de las sombras en cada lado de las cosas. Todo acompañado con los ruidos urbanos. Compuesto con ese clima
lúgubre y místico de estar caminando por el centro de Lima, que resultó en cierto modo un paseo que iría
a cambiar su vida por completo. Efraín
no sabía lo que le esperaba.
Después de varias calles vio que los pasos de esa
mujer ya no avanzaban con la misma
fluidez. Su ritmo había cambiado, cada
vez lo hacía más lento, hasta que empezó a quedarse quieta en el medio de la
calle. Parecía una estatua de cemento
mirando a la nada.
Efraín desde una distancia
prudencial la contempló y se dejó guiar por la misma voz que lo había hecho
seguirla, ahora él debía acercarse.
Cuando estuvo a poco más de un
metro de distancia vio su rostro reflejado
en una ventana. Ocasionándole una
gran sorpresa al descubrir que esa dama se había transformado en una anciana.
Su piel tenía tantas arrugas
que casi no se podía definir donde se encontraba su boca. La ropa era la misma solo que inexplicablemente
se había transformado en una anciana. Estar frente a este hecho
sobrenatural lo dejó boquiabierto,
tan pronto ella sintió su presencia volteó súbitamente para mirar quien se encontraba
atrás de ella.
Efraín ya no podía retroceder,
ni huir, a penas ambos se miraron descubrió que aquel reflejo en la ventana era
efectivamente una mujer totalmente
distinta de la que había visto en el autobús.
Se sintió estupefacto, la anciana al percibir su silencio como algo que lo asfixiaba encontró en ese momento cierta ventaja sobre
él.
— ¿Qué desea señor?
—Yo estaba en el autobús ¿me recuerda?
Empezó a sonreír aflorando un tosco tono gutural en su
risa, poco a poco se convirtió en
una carcajada grotesca que
heló a Efraín.
—Veo que usted es un hombre
muy curioso.
—Señora, yo la vi en el
autobús, pero por favor, no se moleste
ya me retiro.
—Ya es muy tarde, ahora debes
acompañarme.
Aunque el corazón de Efraín
retumbaba alertándolo que no debía hacerlo, esta extraña anciana provocó algún tipo de poder para que él tenga
que obedecerla casi como un autómata. No
supo a quien pedir ayuda en el medio de esa calle desértica.
—Tranquilo, no se asuste. «En
esta vida nada es para siempre, ni siquiera el arte».
Esas últimas palabras lo dejó
desconcertado, debido a que el oficio al
que se dedicaba estaba muy vinculado con el arte, además el significado que encerraba el tema del arte para
Efraín, era como una secreta pasión que
siempre ocupó un lugar muy especial en su corazón y que lo llevó a guardarlo
por largo tiempo.
Sin embargo, tomó algunos
segundos para que esta anciana descubra y se lo diga, creando en él un asombro
del cual no hallaba una explicación razonable. Mientras tanto, ambos ya se encontraban
subiendo las escaleras que conducían a la casa de esta anciana, era un segundo
piso. Efraín temeroso seguía tras ella
hasta que ingresaron a su casa y lo invitó a que tome asiento.
Todas las paredes estaban
adornadas de cuadros de grandes artistas. Obras de arte que debían estar en
museos. Eso le quitó el aliento al estar rodeado de tantas obras
magistrales. Sin lugar a dudas debían
ser replicas, porque era inaudito que
alguien pueda haber reunido tal variedad de autores. No obstante, la
anciana en todo momento se mostró con una cortesía muy marcada.
Al poco rato le
ofreció algo de beber. Efraín quiso evitar causar molestias diciéndole:
muchas gracias, no es necesario. A penas
terminó de decir esas palabras experimentó sentir unos mareos. La anciana le
ofreció una infusión tan aromática
que al sentir esa fragancia ya no pudo
resistirse.
La bebida tenía el sutil sabor de la canela mezclada con el perfume del
jazmín, caliente, dejando un agradable
sabor para su paladar.
Probablemente la baja
temperatura estimuló la contracción de los vasos sanguíneos del cerebro, que
son en muchos casos la causa de los dolores de cabeza y hasta de mareos. Cuando
bebió esa infusión caliente sintió recuperarse de forma inmediata.
Mientras que la señora atenta a todo lo que estaba ocurriéndole
a Efraín le dijo:
—Me imagino que ahora está más tranquilo.
Con una mirada penetrante esperaba que dé una respuesta afirmativa.
—Si señora.
—Disculpa, creo que no me he
presentado, me llamo Carmen Linares.
—Encantado señora, yo soy
Efraín Pacheco.
—Lamento haberla seguido e
incomodarla.
Es todo lo contrario Efraín,
—gracias a usted—, porque hace muchos
años no converso con nadie.
— ¿Qué sucede señora?
—Llámame Luisa.
Te explicaré, trataré de ser
lo más clara posible:
"Un día al año nuestra sombra
nos abandona, y esto ocurre en todas las
persona, sin distinción alguna.
Quien domine detectar ese momento automáticamente alcanzará extraños poderes y acceder a lo que más
desea. Incluso para los que dominamos este arte, hallas el
momento que te va a permitir alquilar el alma de otra persona.
—Disculpe, está hablando en
serio…
— ¿Y tú
crees, que una mujer de mi edad
está para hacer bromas?
—Cuando me viste en el
autobús era más joven y eso fue gracias
al alma que había tomado alquilada.
— ¿Entonces, qué edad tiene?
—Más de cuatrocientos años, ya
ni recuerdo.
— ¿Son inmortales?
—No lo somos, siempre vivimos
mucho tiempo.
— ¿Y, de que mueren?
—Morimos cuando encontramos al
amor.
—Eso es lo único que nos puede
matar.
—En el momento que nos enamoramos desfallecemos lentamente. Somos víctimas de una simple tos o un
catarro y eso nos lleva a la muerte.
—Señora, agradezco su
sinceridad, pero, ¿cómo es que me está contando todas
estas cosas? La verdad es que ya estoy sintiendo un poco de temor.
— Efraín, cuando acabe de contarte mi historia la
palabra temor ya no tendrá significado alguno para ti. Aunque te parezca increíble en todos los años
de vida que tengo jamás conocí el verdadero amor, han habido muchos hombres que
quisieron tenerme, pero eso no significa nada. Las personas confunden el amor
con el sexo y ambos son como comparar el día de la noche.
A veces he pensado que yo no
quiero amar a nadie. Pero tampoco sentí que alguien riegue sobre mí una mirada
de amor puro. Ahora entenderás que este cansancio me causa muchos dolores por fuera y por
dentro.
En síntesis, mi vida se ha convertido en una especie de
infierno. Pero ya no quiero hablar de mí, yo no importo. Ahora estas enterado de todo y llevas un gran
tesoro con toda esta enseñanza.
—Sigo sin entender señora.
—Veo que eres lento.
"Desde ahora ya
sabes que en cualquier momento perderás
tu sombra y ahí tendrás la oportunidad para tomar el alma de alguien.
—Créeme, que podrás lograr lo que sea”.
—Dígame señora, lo que
sea, es lo que sea…
—Sí mi joven amigo. Mírame:
¿crees que paso alguna carencia?
Luego de esas palabras empezó a contemplar su sombra.
Efraín se encontraba mirando
la sombra de cada objeto que decoraba el salón. Las esculturas y los adornos
finísimos que ocupaban un lugar especial.
Hasta que todas lo condujeron a un espejo tan grande que ocupaba la
misma altura desde el suelo hasta el techo.
Enmarcado con retorcidos adornos tallados a mano, pintados con una
purpurina tan fina que parecía la esencia de un sol.
Con temor se acercó para verse
a sí mismo y le prestó particular atención a sus zapatos color café, notó cómo
su sombra se desprendía de su cuerpo con cierto rigor. Dentro de su mente se
dijo:
i Es imposible !
i Cómo la sombra puede desaparecer!
La anciana por increíble que
parezca había escuchado las ideas que rondaban en la mente de Efraín:
—Pronto lo verás por ti
mismo—.
—Ya puedes retirarte, quizás
algún día nos volvamos a ver.
Cuando Efraín bajó por las
escaleras lo primero que recordó eran
los bellos ojos oscuros que esa mujer tenía cuando la vio en el bus. Recordó las incontables arrugas de su
rostro… y el dolor que estaba experimentado estando encadenada a esa condena de
saber que su vida no tenía descanso.
Después de bajar las escaleras se apresuró a ir a su departamento. En esos
momentos quiso caminar. No podía subir de nuevo a un autobús, ni siquiera
deseaba tomar un taxi. Su mente revoloteaba, la infinidad de deseos que tenía
latente, solo lo conducían a una cosa querer lograr su obra perfecta: en
pintura o escultura. Alcanzar la reputación, el reconocimiento. Materializar su ego en el pensamiento de los
demás. Por fin había encontrado la vía que lo conduzca a lograr sus sueños.
Cuando llegó a su casa finalmente
el cansancio de la caminata sumado a la ráfaga de emociones que había
experimentado, lo habían agotado, ya era tarde, por ahora solo deseaba dormir.
En el momento que empezó
a quedarse dormido lo último que vio fue la sombra de las cortinas
temblando ante su mirada.
Al día siguiente el
vendaval que azotaba su ventana
lo despertó. A primeras horas de la
mañana y lo primero que pensó fue en la triste historia de esa mujer. Después
recordó que muy pronto alcanzaría sus sueños.
Pasaron 3 meses hasta que un
día en el preciso momento que se encontraba duchando. El vapor que
producía el agua caliente había empañado
el espejo. Pudo ver su rostro
nebuloso e indefinible por efectos del vapor.
En esos momentos recordó la
historia de aquella mujer que le relató sobre "la sombra que abandona a
las personas". Debido a eso
empezó a sentirse iluso y timado por una anciana.
Por más atento que estaba en
nadie vio tal fenómeno y mucho menos en él.
De pronto, se encontró
envuelto en ese vapor se puso a sonreír con cierta tristeza y cuando subió
ambas manos para acomodarse el cabello mojado vio que en la pared sus brazos no
reflejaban sombra alguna. Ante esta
realidad, rápidamente se secó con la toalla, salió del baño, y comprobó que
estando fuera del baño tampoco afloraba sombra
alguna de su cuerpo.
Envuelto en la emoción no
demoró en alistarse. Salió a la calle sin rumbo en busca de
cualquier persona para tomar su alma prestada.
En esos instantes no sabía con seguridad cuanto tiempo estaría sin
sombra, debía de apresurarse.
Vio a un niño y siguió
corriendo, luego a un hombre y cuando se acercó lo escuchó que expresaba tosquedad en sus palabras y se hallaba encolerizado hablando por el teléfono móvil.
Siguió buscando, hasta que
encontró un muchacho casi de su misma edad, con toda la apariencia de ser un
estudiante universitario.
Instintivamente le puso ambas manos sobre sus hombros… sintió un poder
ilimitado mientras que el joven caía desmayado. Efraín salió corriendo cargando el alma de la otra
persona.
Después vino a su mente diversas imágenes como
planos, bosquejos de su escultura soñada.
Y se vio alcanzando, por fin, el
tan anhelado sueño de ser un artista
reconocido. De pronto apareció otra imagen pero que a la vez se alejaba: era el
rostro de esa anciana y el rostro de esa mujer joven que había visto en el bus
METROPOLITANO.
Precisamente, en donde comenzó
toda esta historia. También recordó la soledad y el
cansancio que estaba encadenada esa
mujer. No la había olvidado.
Efraín se puso a caminar
guiado por el instinto de sus pasos, sin rumbo definido. Llegó a una calle
deshabitada y fue ahí que a lo lejos vio la silueta de una anciana ayudada de un bastón, con la mirada directa
al suelo. Fue directo a ella, se le
acercó sin decirle palabra alguna. Le dio un abrazo que la cubrió con una luz
dorada, la anciana levantó su rostro se convirtió en la misma mujer que había
visto desde el principio aindiada y
hermosa.
En el medio de esa
transformación ella le correspondió el abrazo y sus lágrimas de amor besaron su
rostro, sonrió enternecida:
i No me has olvidado! , i
gracias por liberarme!
Un viento helado los cubrió y
sobre ellos se levantó una hojarasca que envolvió el cuerpo de esa bella
mujer, con lentitud se evaporaba. Esa
figura abstracta se difuminaba hacia el cielo diciéndole solo unas palabras,
gracias, gracias, gracias...
Efraín sintió que había hecho
la más noble de las acciones. Eso
significó que por una vez en su vida
actuó sin pensar en él.
Autor, Enrico Diaz