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jueves, 12 de septiembre de 2013

SOLO PARA NIÑOS....

Este viernes 13 de setiembre, a las 11:15 a.m., se inaugurará en el Bulevar de la Lectura Infantil de la Casa de la Literatura Peruana (Jr. Áncash 207, Centro Histórico de Lima) la exposición “El caballero Carmelo para niños”, con el fin de acercar a los primeros lectores a este cuento clásico de Abraham Valdelomar, que cumple 100 años de publicación. La muestra estará abierta al público hasta diciembre de 2013 y será a entrada libre.

Además de ser el cuento fundacional de la narrativa moderna peruana, “El caballero Carmelo” es un relato que apela a los recuerdos de la infancia de su autor, por lo que leerlo y reflexionar acerca de él es parte obligatoria de los currículos del sistema educativo nacional.
En esta exposición se exhibirán seis paneles, correspondiente cada uno a uno de los capítulos que conforman “El caballero Carmelo”. En ellos se podrá leer una versión adaptada del cuento y una ilustración que plasma visualmente los eventos que se narran.
Los profesores o integrantes de instituciones educativas que deseen visitar la exposición con su clase pueden llamar al 4262573 anexo 103. La muestra está dirigida a niños de los niveles de educación inicial y primario.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

LECTURAS...

"Somos lo que leemos", nos dice Erasmo de Rótterdam,  y me pregunto: ¿Es posible ser por lo que leemos? Creo que referente a los escritores esta idea no se ajusta. Posible sin embargo, en lo que nos interesa leer como espectadores y no como creadores. En relación a la crítica literaria en poesía, me asaltan interrogantes como ¿Somos por lo que la llamada crítica literaria nos entrega? ¿Nos formamos por una opinión determinada que influye en la masa lectora? ¿Nuestras creaciones deben ajustarse al gusto de la crítica y de los tiempos?

martes, 10 de septiembre de 2013

CONCURSOS DE LITERATURA

Estoy seguro de que no soy yo el único que se aburre de escuchar a los escritores hablar sobre agentes, giras promocionales, editores, congresos y (sobre todo) acerca de premios literarios: quién ganó cuál, quién gana a cada rato, quién gana de antemano, quién gana mereciéndolo y quién no (esto se dice más en privado, claro está).
La mayor parte de los premios literarios son instrumentos promocionales; eso es transparente en el caso de los otorgados por empresas editoriales. Antes, los premios eran relativamente modestos. Pero en algún momento se dispararon, sobre todo en el mundo hispano. Eso no es poco importante: el dinero que una editorial otorga a un escritor por una novela ganadora es una inversión para la empresa; se espera que ese dinero regrese a la editorial en ventas, directa o indirectamente, y que se multiplique, como cualquier inversión.


Eso tiene una consecuencia esperable: si el dinero del premio es visto como inversión, entonces no se puede premiar (a veces con cientos de miles de dólares o euros) a un libro que luego sea difícil vender, o a un autor que no tenga un cierto potencial comercial, o a un tipo de literatura problemático en materia de su calidad de vendible.


(Por otro lado, tampoco se puede premiar a un libro que solamente tenga potencial comercial y que no tenga o dé la impresión de tener calidad literaria: un premio que se acostumbre a ser ganado por best-sellers de consumo masivo, por ejemplo, es un premio que rápidamente habrá de desprestigiarse y, por lo tanto, extraviará uno de los poderes de su varita mágica: el de decirles a los lectores que su logotipo en tal portada garantiza una lectura valiosa).

Hay libros, claro, que sí tienen potencial comercial y que además son excelentes, y por eso incluso los lectores más cautos persisten en seguir la pista de los libros premiados, y se encuentran con alguna frecuencia, entre ellos, con volúmenes que renuevan su fe en el sistema y en el método.


Pero lo de los premios es sólo la punta del iceberg (y me refiero a un iceberg no-hemingwayano, es decir, no a uno que indica dónde hay que escarbar para encontrar lo mejor, sino dónde hacerlo para encontrar lo peor).


Y lo peor es que el entronizamiento del sistema de las grandes editoriales y la competencia comercial omnipresente fosiliza la búsqueda de literatura original y reduce la capacidad de riesgo estético de los escritores (porque se vuelve necesario para las empresas reducir la posibilidad de riesgo de su inversión, y, por tanto, en la medida de lo posible, seguir vendiendo productos del tipo de los que hayan probado ya una cierta habilidad vendedora).


Supongo que la posición de los escritores en este asunto debe de tomar muchas formas distintas. Unos sentirán que, en efecto, podrían ser creadores más libres si el sistema editorial no funcionara como funciona. Otros pensarán que son totalmente libres y que, en su trabajo literario, hacen lo mejor que pueden hacer y lo hacen así genuinamente y sin remordimientos.


Algunos pensarán alguna vez: quizá si yo escribiera con absoluta libertad, si yo me autorizara a escribir sin pensar en lo que opinará mi agente y mis editores, haría algo muy diferente. Algunos añadirán: pero tal vez, en ese caso, no tendría el éxito que tengo, quizá ni siquiera podría publicar las cosas que hiciera.


Otros se preguntarán: ¿será quizá que mi (mayor o menor) éxito sólo significa que me he adaptado bien al sistema, pero no significa que esté haciendo un trabajo estéticamente valioso?


Otros no se preguntarán nada. Y entre esos, algunos, probablemente los que tengan mayor éxito, estarán acaso seguros de que ese éxito no tiene ningún tipo de condicionamiento económico o de mercado: que su obra es positivamente buena más allá de cualquier coyuntura.


Otro sub-grupo de aquel grupo pensará lo contrario pero llegará a conclusiones similarmente halagüeñas para el ego: que su éxito sí depende de un asunto coyuntural, pero que en el fondo eso sólo refleja la perfecta adecuación de su literatura al momento histórico.


Hace sólo unos años, o unas pocas décadas, la mayor parte de los escritores buscaba para sus obras una editorial de prestigio: el dato clave era ver qué otros autores estaban en ese catálogo, e incluso qué afinidades estéticas podía tenerse con ellos. De allí en adelante, el libro se defendía más o menos solo. La extrema profesionalización de las editoriales ha cambiado la cuestión: ahora el dato clave es qué editorial tiene la mejor maquinaria de distribución, promoción y ventas.


Por supuesto, quedan las más pequeñas editoriales "independientes", que conservan la noción de la calidad como valor crucial. Pero los lectores observadores habrán notado ya que son muy pocos los escritores que les son fieles a esas editoriales: con el éxito suele llegar la migración a una casa mayor.


Regresemos al iceberg. ¿Alguna vez se han preguntado qué gran editorial del mundo hispánico estaría hoy dispuesta a publicar una obra que fuera (para nuestro presente) el equivalente de algo como lo que fueron en su momento Paradiso o De donde son los cantantes o Entre Marx y una mujer desnuda? ¿Qué cosa le dirían los editores de una gran editorial comercial al autor hispano contemporáneo que escribiera nuestro Finnegans Wake o nuestro Malone Meurt? ¿En qué punto la inmensa calidad literaria cobraría el peso suficiente para vencer los miedos de la editorial al fracaso económico?


Por si acaso,  yo estudie PUBLICIDAD Y MARKETING en la universidad Inca Garcilaso de la Vega.
Aquí viene una extraña ironía: la gran mayoría de los escritores latinoamericanos conocidos de las últimas generaciones son, obviamente, lectores voraces, que no habrán dejado de leer la mayoría de los libros que acabo de mencionar, y seguramente muchos los admiran.


Al mismo tiempo, estarán convencidos de que ellos mismos no intentan empresas similarmente complejas y difíciles (no hay que tenerle miedo a esa palabra) porque ese tipo de quijotería experimental ha sido, digámoslo así, superada en nuestra época.


La ironía tiene, entonces, la forma de una pregunta: ¿son los autores los que han superado la ambición de riesgo que tuvo la novela en el siglo XIX y las primeras ocho décadas del XX, o son las editoriales y el mercado las que han ido decidiendo poco a poco que hay que descartar la ambición de arriesgarse de esa manera?
Y los incontables métodos de autopublicacion que ofrecen distintos portales a dònde llegà todo...


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domingo, 8 de septiembre de 2013

Edmundo Paz Soldán

 

Edmundo Paz Soldán, entre el Norte y la creatividad


-SUSTRAIDO DEL DIARIO EL NUEVO HERALD-
 


El Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa se ha referido al escritor boliviano Edmundo Paz Soldán como “una de las voces más creativas de la actual literatura hispanoamericana” y eso es un espaldarazo (añadiría yo, merecido) que el propio Paz Soldán considera una gran responsabilidad.
Nacido en Cochabamba, Bolivia, en 1967, Paz Soldán alcanzó notoriedad internacional como escritor en la década de 1990. Su ascendente carrera comienza con Días de papel, novela finalista en el concurso Letras de Oro 1991, convocado por la Universidad de Miami (a veces los finalistas logran más trascendencia) y desde entonces ha publicado numerosos libros y recibido destacados reconocimientos como el Premio de Cuento Juan Rulfo (1997) y el Premio Nacional de Novela de Bolivia (2002). Además, fue finalista del Premio Hammett 2012 (Semana Negra de Gijón) y ha recibido la prestigiosa beca Guggenheim (2006).
Desde 1988 reside en Estados Unidos, donde ha obtenido numerosos títulos académicos, entre ellos el de Ciencias Políticas en la Universidad de Alabama y Lengua y Literatura Hispana en la Universidad de California, en Berkeley. En la actualidad se desempeña como profesor de Literatura Latinoamericana en la Universidad de Cornell. En su extensa obra destacan Amores imperfectos (2000), Sueños digitales (2001). Desencuentros (2004), Palacio quemado (2007), Los vivos y los muertos (2009) y la más reciente novela Norte (2012), que ha tenido notable aceptación y que presentará el viernes 13 de septiembre en la librería Books & Books, de Coral Gables.
La visita a Miami de Edmundo Paz Soldán se inserta también en las actividades denominadas Rumbo a la 30 Feria Internacional del Libro de Miami que organiza el Miami Dade College. El escritor se presentará en el Koubek Certer el sábado 14, para ofrecer la clase magistral Análisis y creatividad literaria.
Una de las razones de su visita a Miami es presentar su novela Norte. ¿Podría resumirnos la esencia del libro?
Norte es una historia de desarraigo y violencia ambientada en Estados Unidos. Este es un país muy grande en el que muchos latinoamericanos no logran crear una comunidad de afectos y se pierden; la novela narra tres historias de latinoamericanos perdidos en Estados Unidos. Es, también, un diálogo con el género policial, en el que me interesa más explorar la mente del criminal que la del detective.
Es decir, que en la novela convergen inmigrantes y delincuentes. ¿Qué se propuso al diseñar esos personajes?
Con Martín quise explorar la conexión entre locura y arte, y con Jesús la conexión entre locura y violencia. De alguna forma, los extremos se tocan. Michelle es un punto entre ambos mundos, una creadora que intenta convertir esas historias en mitos de origen para su comunidad.
¿Cómo espera que reaccione el lector al leer Norte?
Que ojalá sea una lectura adictiva que lo haga perder el sueño.
¿Qué ha representado para usted vivir en Estados Unidos todos estos años?
Estados Unidos me ha permitido desarrollar mi vocación al máximo. Me ha dado un segundo hogar, que, con los años, se ha convertido en el primero. Tengo dos hijos nacidos aquí y eso ha cambiado mi relación con el país, la ha hecho más íntima.

Read more here: http://www.elnuevoherald.com/2013/09/08/1562051/edmundo-paz-soldan-entre-el-norte.html#storylink=cpy

sábado, 7 de septiembre de 2013

REFLEXIONES

 
 
En la sociedad moderna la posesión es recibida con horror. El espíritu apolineo de la mesura impera sobrado y desde su plataforma en la altura exilia todo aquello que denota el paroxismo del instinto. Queremos distanciarnos de los animales, desprendiéndonos de aquello impulsos que adjetivizamos como bajos –imaginando una perenne pirámide de ascenso hacia los mundos superiores de la razón. No nos gusta, en el papel, ensuciarnos las manos, empaparnos de líquidos vitales, de excremento, saliva, semen, sangre; a la vez, añoramos la intimidad, la pasión, aquellas sensaciones que nos hacen sentir vivos –más allá de nuestros trajes y  herramientas– y estremecernos en las fibras profundas de la existencia: dios, el amor, el arte. Rechazamos toda violencia, toda agitación, todo acto irreflexivo, pero paradójicamente aquello que deseamos fervientemente está ligado a una especie de furor, de fiebre, de acto que no admite la duda y el  análisis –o que al hacerlo pone en riesgo el arrebato de los caudales de energía y la espontaneidad propia de lo extraordinario.
“Un tiempo para nacer, y un tiempo para morir; un tiempo para plantar, y un tiempo para cosechar; un tiempo para matar, y un tiempo para sanar; un tiempo para destruir, y un tiempo para construir”, dice el Eclesiastes. Hay un tiempo para pensar, pero también un tiempo para no pensar, para actuar sin pensar; un tiempo para dejarse arrastrar, un tiempo para ser caudal –en la fortuna del vehículo– de lo numinoso. La concepción del mundo de la Grecia clásica, de los Vedas y otras tradiciones  místicas ancestrales estaba poblada de dioses o energías numinosas–no tan disímiles de las emociones. Los dioses, podemos conjeturar, buscaban entrar al mundo, interactuar, embaucar y hasta gozar de la creación: su medio para hacerlo eran los hombres. Esto tal vez no ha cambiado del todo: los dioses que “han apartado su rostro de nosotros”, según Holderlin, quizás yacen aún aquí, en nosotros, inmanifiestos en tanto que bloqueamos y condenamos sus apariciones, pero latentes debajo el umbral de la percepción (“se han convertido en enfermedades” según Jung). ¿Serán los dioses ocultos los que influyen en nuestros actos, sin que nos entregemos a los ritmos secretos? Y, al no recibirlos, al no abrir las puertas de nuestra conciencia, ¿se convierten en inexorable hado que hace de nuestro inconsciente un destino?
 

La posesión de cualquier forma parece inevitable. Somos innegablemente sistemas abiertos, nuestra piel y nuestra menete es permeable por el ambiente, por sus campos semánticos y magnéticos y sus dimensiones implicadas. Nuestras relaciones como norma son interpenetraciones, pululaciones de lo otro; me convierto en aquello que conozco (nuestros rostros son la fijación de un espejo en movimiento). Envueltos en la narrativa del diálogo interno y de la identidad como construcción social: “somos poseídos por nuestra identificación personal, un fantasma, tan fácilmente desatado, un cúmulo de respuestas habituales y memorias a las cuales nos aferramos tan intensamente que comúnmente nos perdemos de los beneficios de tomar otro tipo de agencia personal. Especialmente cuando empezamos a notar que la posesión no termina en el cuerpo, o en el ser, sino que existe dentro de una red de relaciones más amplias y memorias ambientales”, escribe David Metcalfe.
Como bien nos han enseñado las películas de terror, no hay nada que podamos hacer para resguardarnos de un fantasma –¿cómo blindar nuestra morada ante aquello que atraviesa paredes y se filtra por cualquier ducto, mental o material? La mejor manera, ya sea que querramos deshacernos  o utilizarlo, es entablar un diálogo con el fantasma (el exorcismo mismo es un diálogo en tanto que reconoce su existencia, su diferencia). Es importante reestablecer un diálogo con la posesión y resignificarla en nuestro contexto actual –en el mismo espíritu de reconocer las fuerzas del inconsciente como un síntoma del “malestar de nuestra época” y de abirnos a las potencias de nuestra sombra. En este sentido volteemos a ver la labor del colectivo Foolish People, quienes han creado un movimiento teatral (Theater of Manifestation) en torno al juego de la posesión, y, por supuesto, a Roberto Calasso, quien de su extenso estudio de la cultura griega y védica ha extraído, sobre todas las demás epifanías de su ahinco literario, la importancia de reconocer la intrusión divina como un hecho consustancial y cotidiano. John G. Sabol Jr, del colectivo Foolish People, escribe en Bodies of Substance, Fragments of Memories: An Archaeological Sensitivity to Ghostly Presence: 
Somos fantasmas dentro de estos recuerdos y memorias al llamar a la mente nuestras experiencias, y una conexión asimétrica entre el pasado y el presente empieza a filtrarse. Revivimos nuestro comportamiento pasado a través de momentos resonantes que nos vinculan, a través de nuestro performance contemporáneo, con aquellos eventos pasados inacabados (y todavía sentidos). Esta es una forma de “teatro fantasmal” y una odisea de performance que nos lleva a través de la cultura fantasma de nuestra vida. No hay nada peor… o mejor… que este camino. Dentro de estos viajes espaciales y temporales ya hemos conocido los fantasmas que buscamos en nuestra investigación, incluso sin darnos cuenta de su existencia y de su presencia continua. Una consideración importante en estos viajes a través del espacio y del tiempo es si podemos diferenciar entre fantasmas internos, y aquellos que son extraños a nuestros sentimientos personales y valores culturales.
 

viernes, 6 de septiembre de 2013

EL GRAN CARLOS FUENTES

JUAN CARLOS ONETTI


Erotica

Cincuenta sombras de Grey, el best-seller escrito por de E. L. James que ha vuelto a poner de moda la novela erótica, contribuye a que se perpetúe la violencia contra las mujeres, según un estudio de la Universidad Estatal de Ohio del que se hace eco la revista Journal of Women's Health. Amy Bonomi y sus colegas explican que el abuso sexual y emocional es omnipresente en la obra, y que "el libro puede perpetuar estándares de abuso, pese a que solo se suele hablar de él como una novela romántica y erótica para el público femenino". El trabajo se basa en un análisis sistemátcico de la novela para identificar patrones coincidentes con las definiciones de violencia en la pareja del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos. Los resultados indican que la protagonista, Anastasia, tiene reacciones propias de una mujer que sufre abusos, incluyendo la sensación constante de amenaza y los cambios de comportamiento para mantener paz en la relación.

miércoles, 28 de agosto de 2013

Vayas donde vayas encontrarás vallas.

Para hallar el dichoso estilo literario se requiere viajar al interior de uno mismo, y ese lugar es el más inexplorado.  Desde ahí comienza la cadena de desafíos frente a la experiencia literaria.

EL SIGNIFICADO DE LA PALABRA EVAROZ


Evidentemente es un sonido que evoca una musicalidad muy particular, principalmente cuando está compuesto con el nombre de la primera mujer según la Biblia Eva.
Casi siempre el nombre de las editoriales ha pertenecido al género femenino.
Como si reflejaran la matriz sagrada de la creación y con ese sentir nosotros estamos de acuerdo.
Entonces quisimos pensar en un nombre que simbolice un lugar donde corrijan manuscritos, diseñen portadas, realicen reseñas o describan obras en suma fabriquen libros como producto. Pero a su vez como un elemento existencialista que cada autor con tanto esmero y entereza dedicó.
Este sentir nos condujo a crear una palabra así como el libro es creación, inspirados así nació Evaroz.

Editorial Evaroz, accede publicar obras en la extensa variedad de los géneros de poesía, cuento, relato, ensayo y novela.
No nos consideramos academistas ni exigimos a quien para ser escritor haya publicado varios libros, nosotros nos proyectamos hacia el escritor que a veces duda de serlo, sin embargo sigue escribiendo en el anonimato de su hogar o en su oficina sin la esperanza de que su obra pueda ser publicada.
Invitamos cordialmente a todo el público que tenga esta inquietud de poder publicar su libro con el sello de nuestra editorial.
 
 

martes, 27 de agosto de 2013

Cuentos de ENRICO DIAZ BERNUY



La edad peligrosa
  
Dos veces por semana le correspondía la limpieza  de los cristales, eso requería traer de la azotea, la escalera de aluminio, desplegarla, y montarla cerca al comedor. Alejar las alfombras persas para proseguir con su labor.
Kilha Barrymore acostumbraba hacer esa rutina a partir de las diez de la mañana justo cuando no había nadie en la residencia.  Excepto, el señor Rodher Pasifmic que no acostumbraba salir de casa, el motivo no era por su edad  sino porque padecía de  desgano.
El inicio de su actitud, se remonta desde el día que  se jubiló a temprana edad. Desde ahí se desconectó de la idea de tener: “ una vida activa”.
Había decidido que era el momento de dedicarse a ver películas de vaqueros, esas que son en blanco y negro.  Intentando así vivir una realidad alterna y distinta al mundo que lo rodeaba.
Sumido en una vida monástica pero fundamentada en  la ruina y la frustración  que consideraba dentro de su mente.
A pesar que lo cobijaba un “techo” poseer seguridad médica, y los respectivos pagos mensuales de jubilación al que había estado inscrito, claro está, no podía ser mucho dinero, por ende,  no vendría a ser suficiente para él.
Esto le produjo una incalculable resignación que solamente marcaba en él una herida que, poco a poco, lo mutilaba. De cara al público nunca lo pregonaría, en realidad ante mis ojos no era necesario.
Saber que sus dos hijos vivían a la vuelta del mundo, cruzando tres continentes de distancia. Eso definitivamente le demostraba de alguna manera que ellos son felices lo más lejos de él. Pero esto también atiende el código del;  “hijo prodigo”. Persiguiendo la ilusión que en verdad pueden alejarse de su hogar, así estén a tres continentes de distancia llegará el día en  que acepten que meramente han estado dando vueltas en círculos, y que han estado combatiendo en el propio punto como una eterna espiral.
Rodher Pasifmic desde que nació hasta cumplir la mayoría de edad son prácticamente incontables las cosas que deseó, y cuando llegó a pasar la mitad de su vida, vio que no había logrado ni la cuarta parte de lo soñado.
Quizás no lo soñó mucho, y esa bendita energía de la que careció cuya raíz fue fundada por el ejemplo que le dio de alguna forma sus padres,  como dicen; “todo fruto proviene del árbol”...
La jubilación significó un verdadero retiro, es como si el Estado dé el mandato de hacerte creer;
 – ¡Deja de producir!
– ¡Descansa!
– ¡Deja de producir!
– ¡Descansa!
En realidad lo que hizo la jubilación para él era empeóralo.
Así pasando, año tras año, obtuvo una única distracción coleccionar artículos del género “cowboy”.
Toda persona que lo conocía familiares,  primos etc. Estaban al tanto de su predilección. Suscitando que todo el mundo siempre le regalaba objetos con esa parte de la historia o quizás la mejor parte de la historia de su vida, – su infancia.
Tenía hasta juguetes antiguos como: caballitos, indios, vaqueros, alguaciles etcétera.
Hasta que un día encontró dentro de aquella colección una muñequita que era  verdaderamente una artesanía más extraña. Tallada en madera y pintada a mano.
Aún así, había pertenecido a la categoría de juguete antiguo verdaderamente,
– ¡una reliquia!
El día que le dio su verdadera importancia como para ser contemplada, descubrió que en su mirada  lucía un pequeño brillo juvenil, donde alguien había incrustado astillas de nácar cerca al iris marcándole un verídico realismo.
Definitivamente esto ha debido ser antes de la revolución industrial, – absorto concluyó.
Su cansancio de no hacer nada, una vez más lo sedó para unirse nuevamente  al vicio onírico que se había convertido su vida.
Entonces, estamos frente a la imagen  de un hombre mayor, –no anciano–.
Dormido con el semblante laxo, como si deseara ingresar a un orificio cuyo ingreso vendría a ser su almohada y en sus manos un despliegue de ternura cogiendo a la vaquerita hallada.
En esta oportunidad estamos frente a él cogiendo con sus manos a esta muñequita, algunos podrían decir:
“seguro que parecía un niño durmiendo con su juguete”.
Pero yo, que estuve presente, lo que en verdad sentí era a un hombre mucho más joven de lo que él se consideraba… “Que en  las manos poseía una flor y su rostro quería olvidar algo”.
Si fuera un cuadro; debería estar representado con la escuela expresionista, por Marc Chagall, – el título debería ser:
 “El hombre que busca olvidar”
Ese  día era lunes, veintiuno de Abril. Tumbado en el sofá para poder ver los jardines,   quedándose dormido y acompañado de su inusual compañerita. 
Al despertarse sintió un sutil soplo helando sus canillas,  sus manos se tensaron por el motivo que  alguien se olvidó cerrar una ventana.
Esta situación lo llevó a despertarse con una incomodidad  donde su rostro respondió frunciendo el ceño, y empezó a sentir tan clara luz. 
Por consiguiente; lo primero que pudo ver era la silueta de la señorita Kilha Barrymore estirándose como si hiciera una danza arábiga.
Sus manos contenían franelas elásticas para poder dejar los cristales lo más reluciente posible. Con esmero, dibujaba movimientos circulares y cierto chillido desplegaba  con el contacto.
Estaba parada sobre esa escalera donde permitía que la luz solar atravesara la tela de su vestido,  y pueda delinear las curvas que ostentaba su silueta.
Esto le significó una profunda sugerencia sensual, como la unidad orgánica más pura como si posara para su despertar.
Ella sintió la fuerza de una mirada e inmediatamente volteó.
Sorprendida con las siguientes palabras:
Señor, –discúlpeme ¿hice demasiado ruido?
–No, lo que me ha despertado es “el viento fresco” que ingresa por la ventana que has dejado abierta.
Sus palabras eran en un tono amistoso sin ánimo de increparle, aún así, ella se sintió afrentada.
Su rostro de la niña se sonrojó titubeando palabras como intentando justificar su descuido.
El señor Rodher Pasifmic desde ese día nunca se había percatado de su presencia. Siempre la veía como algo que transitaba de arriba abajo por toda la casa, y que de esta manera integraba su hogar.
Después de años había experimentado la idea de entablar una conversación con alguien.  Esta niña; la mucama, la que generó interés provocado por aquella visión que despertó su lívido.
Ella, se encontraba enmudecida por el temor de ser reprochada o ser echada de la casa.
Tal parece, que el especialista de los especialistas la jubilación le había oxidado los engranajes que usaba para activar su talante  de conquista.
Ella apuró su labor para poder retirarse y dejarlo solo, ya que era eso lo que más disfrutaba el señor Rodher Pasifmic,  – su soledad y el silencio.
En ese ínterin cogió  sus pantuflas para levantarse e irse al salón de estudio. Mientras que la mucama hacía lo mismo para poderlo dejar solo y no incomodar más de lo que ella consideraba que había incomodando.
Su ruta se debía a una “búsqueda”, se le veía observando los libros, sus manos alejaban algunas antigüedades. Hasta que su vista llegó a encontrar el objeto deseado. Había sido que el señor  Rodher Pasifmic  estaba buscando un viejo álbum de fotografías de su niñez.
También había cartas  que las había tomado por extraviadas o aplastadas por una mano que quiso olvidarlas.
Sus labios empezaron a formar una sonrisa, eran los recuerdos de muchos años transcurridos.
La figura de esa mucama había despertado el deseo sexual, y aquellos sueños que solamente asociaría con imágenes de 30 años de antigüedad. Acaso nos estamos refiriendo que hace 30 años este hombre no tenía una alegría o algo que lo hiciera vibrar ¿tan fuerte como el sexo?
Ese despertar que el viento helado provocó para que se decida a despertar y abandonar  ese vicio de estar durmiendo a toda hora del día.
Esa visión  le permitió delinear las formas más intimas que solamente con esa luz que había podido distinguir. 
Después de esa oportunidad no paraba de recordar aquella imagen.
Pero no estaba del todo seguro qué era lo que estaba  ocurriendo hasta que apareció una persona que entraba en el salón donde él se encontraba y dijo salga de aquí;
¡Déjeme solo!
…Era la misma soledad que estaba habituado, la misma soledad con el mismo tono de sus palabras, –era una soledad elegida. Pero al final de la frase se había quedado perdido en la idea de no saber lo que estaba atravesando.
Encontrase así con la única intención de recordar aquella escena como si hubiera quedado inscrita para siempre.
Cómo es que había despertado su libido, sólo por mirar durante unos segundos al cuerpo de la mucama que estaba trabajando varios años en la misma  casa donde él se encontraba.
Solamente fueron unos segundos no pudo ser más tiempo. No pudo evitar en preguntarle  ¿sabes que calidad de tela es la de tu vestido?
Ella le respondió no lo sé  señor.
La señora  Markis me dio un traje para hacer las labores  de color marrón oscuro como el café,  no me gustan esos colores.
Sin embargo,  aceptó que podía usar el que tenga…
– dígame señor, ¿a usted le molesta lo que uso?
Él le respondió: no se trata del color, o porque algo me este molestando, se trata que solamente estaba interesado en la calidad o nombre de la tela.
Es únicamente  eso; –no te preocupes  de nada,  –sosegadamente le respondía.
Bajó el rostro y se dio la media vuelta con la intensión de dar  la espalda y   mirando al vacio le dijo: –mejor márchate.
Cuando sintió sus pasos que se iban por la distancia él con un movimiento tímido para poder contemplar su figura principalmente sus finas caderas que contorneaba.
Al día siguiente le dijo: el color de tu preferencia es   ¿ el verde agua?
Te pregunto eso porque casi todos tus vestidos son de ese color, ella le respondió:
–Sí señor Rodher Pasifmic.
 Dime, ¿te molesta que te hable?  Si estoy incomodándote creo que deberías de decírmelo…
Ella levantó sus artículos de limpieza y  sin decir nada arreció directa para salir de ese salón e ir a continuar con su labor de limpieza.
 El señor  Rodher Pasifmic  se sintió  avergonzado,  compungido.  Hace muchos años que no se había sentido tan avergonzado y todavía por la persona que trabajaba para él.
¿Qué estoy haciendo con mi vida qué esperaba?
– ¡Creo que podría ser m nieta!
Había quedado impactado por aquel despertar que lo único que pudo ver era su cuerpo delineado con la mas blanca luz rodeándola, como si saliera un halo destellante desde el centro de su alma con la intensión que él pueda ver la verdadera belleza que había estado oculta delante de él.
Sus dedos se tensaban como si albergara un cólera silenciosa e inexpresable.
Hasta que tocó la puerta tres veces y el no respondía. La insistencia del sonido logró levantarlo aún con cólera, pero controlada.
–La mucama estaba esperando detrás de la puerta –.
El señor Rodher Pasifmic  creyó que era otra persona y dijo:
¡Quien está fuera déjeme solo!
La mucama le dijo: señor déjeme entrar…
Permaneció cayado y hubo un silencio tal, que ambos podían sentir que algo va a cambiar sus vidas.
A los pocos segundos el señor Rodher Pasifmic  abrió  la puerta.
–¿Señorita qué sucede olvido algo?
Ella cuando lo miró permaneció muda, bajó el rostro, como si nuevamente estuviera avergonzada y le dijo:
A mí también me gustaría conversar con usted, pero creo que este no es el lugar más prudente, y se alejó sin despedirse con su figura oblonga por el pasillo.
–Él sintió una tremenda paz–.
Esa noche  no pudo dormir en idear qué cosas podría conversar con esa niña.
Eran las 5 de la mañana y seguía despierto.  Luego, quedó tan profundamente dormido con un semblante de haber estado soñando con su rostro tierno y esos muslos que había visto iluminados como si fuera “una Hada”. Con la ayuda de esa luz que permitió ver los contornos de su cuerpo como si estuviera desnuda  emanando esa escarcha volátil.
Quedó desvelado por esperar el día siguiente y llegar a un acuerdo con ella. Parece que esa linda niña por fin había abolido la esclavitud en el que se encontraba sujeto “el vicio onírico de pasarse la vida durmiendo como un lirón”.
Al día siguiente, la buscó por toda la casa y la halló leyendo un  magacín.
 ¿Dime te gusta el teatro?
La mucama le respondió: eso es muy costoso. El señor Rodher Pasifmic  le dijo y si tuvieras dinero irías.
Ella respondió sin dudarlo:
 Nooo.
¡¿Así?! ¿A qué se debe?
Si yo tuviera dinero iría a  un salón de belleza para que me hagan masajes y me dejen como nueva…
Sus cabellos desordenados se iban por un lado, y ella tuvo que girar toscamente para acomodarse el peinado. Pero él vio más sensualidad en su giro, y después de su silencio le dijo: no necesitas de ir a ese lugar. Sin consultarle le puso ambas manos sobre su cuello y subió hasta su cabeza y con los dedos le realizó unas punzadas suaves con una movedura de arriba abajo.
Esto sirvió para que en cuestión de segundo ella cierre los ojos y sienta a todo su cuerpo como, poco a poco, se relajaba.
Lo claro es que él deseaba acercarse de alguna manera a ella, mientras que esta niña ya estaba enormemente cautivada.
Ella le dijo: ¿si mi vestido sea más corto te agradaría? Él sin pensarlo le dijo: por su puesto.
Ella se alejó diciendo; “en segundos regreso” y cuando volvió él se encontró anonadado por ver las lindas piernas de la niña dando giros como esperando la aprobación  del señor Rodher Pasifmic
Sonó el ronroneo electrónico del teléfono sólo sirviendo para romper la  escena.
 Al día siguiente, él estaba esperándola como si hubieran tenido una cita. 
Al recorrer toda la casa y no haberla hallado pensó lo primero que uno piensa cuando teme algo:
¿Se habrá ido?
¡¿La habré espantado?!  Y fue en ese mismo momento cuando la vio tumbada en el diván,  la casa solitaria, su torso estaba de costado, con sus cabellos extensos y dispersos como una pancarta  llamativa. Ella instintivamente había llegado a la posición soñada de cualquier hombre heterosexual.
Con su mismo vestido donde lo había recortado por la preferencia del señor Rodher Pasifmic. Ese recorte le permitía lucir más los tiernos muslos y tumbada en el diván ladeándose por el declive que giraba lentamente como si lo invitara a compartir aquel lecho. Hasta que ella giró por completo, quedando boca abajo.  Él inmediatamente se quitó toda su ropa y con una delicadeza extrema se arrojó sobre ella para proporcionarle unos masajes usando las yemas de sus dedos para luego posar la palma completa haciendo profundos círculos donde la relajaban y esos mismos círculos la desprendía lentamente de su vestido y su diminuta prenda íntima.
“Su corazón retumbaba en una fiesta a todo color”. Una fiesta orquestada por la enorme sensación que había tocado el cielo…  
Su piel la rozaba, cubriéndola como un manto tibio, pero su mirada quería poseer sus ojos, su sed la devoraba con cada segundo que transcurría inolvidablemente.
La  mirada de ella, aleonada lo dominaba.
Las manos del señor Rodher Pasifmic  las usaba también como un escultor que modelaba la arcilla fresca,  húmeda, –así era su carne.  Sus manos delineaban sus formas para amar cada poro de ese sensitivo cuerpo.
Blanda y fresca pero, a pocos minutos, hervía entre sus piernas la humedad del néctar que mutuamente rozaban. 
Hasta sus cabellos  los lamía como si elaborara un tatuaje meticuloso.
Con su miembro viril que entraba profusamente,  con tanta ternura entre sus piernas.   Ella  le absorbía hasta su último aliento, pero jadeante y silenciosa.
Después, su boca enorme recibía el atributo entregado. Como un alma líquida para que una parte de él nunca se olvide, porque ya habitó entre sus estremecimientos  y la hizo cómplice;  ser amada hasta sembrar su esencia líquida.
 El señor Rodher Pasifmic  ardía por ella, y no quería detenerse nunca.
Veo que  aún tengo la pasión del primer amor, “veo que aún soy el hombre poeta”…  –Comentaba segado en su éxtasis.
La destrozaba enajenadamente con la parte más intima de su cuerpo, ambos sofocados no pararían jamás, como si participaran de una maratón cuya meta ya la habían cruzado y seguían en el cielo. 
El cuerpo elástico de ella le proporcionaba mayor placer y tantísima resistencia, para recibir las violentas contorsiones que el señor Rodher Pasifmic  le  enclavaba.
Después de ese trote ella automáticamente se ponía boca abajo, para que retome con el mismo ritmo de su cabalgazón.
“El cielo de sus senos sobre sus muslos”…  Su aliento que le embargaba a otro tipo de universo que un hombre solamente puede vivir con aquella mujer que ama.
Así terminó su primera cita impensada completamente desnudo el señor Rodher Pasifmic  abrazandola como un ser indefenso contemplando su piel trigueña, cobriza como el sol de los Incas. Candorosa, sensible y circunspecta a su voluntad. Su abanico azabache que poseía por caballera humectada y empapada por la lengua lamedora del señor Rodher Pasifmic.  Ella seguía tumbada como si esperara la mirada del pintor Tiziano para ser eternizada en un lienzo.
Y los niveles horizontales de su figura fulgurosa por el sudor y los rayos del sol abrasador. Mirarla así en semejante
 
 
 
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LA FUGA
 
Fue traída por una esperanza, el sueño de componer su vida, el sueño de darse una vez más la oportunidad de volver a creer en “alguien”. El sueño compuesto con el anhelo unido con una promesa, que hacen esos hombres y esas mujeres, en dejar atrás esa desdicha vivida. Pero finalmente dictado por un arranque de esperanza deseando olvidar y finalmente dando ciertas decisiones en su vida.
Ella se llama Eliana, similar a una liana o lazo, largo, estirado pero quizás tan tensado por esos girones que jugaron mal los dados “en el azar de las circunstancias”.  Cuando llegó, aquella tarde fue recibida y llena con el más cálido abrazo del ser que la   esperaba, Antonio más     conocido como “Tuco” lo llamaron así desde pequeño... Dicen que al nacer había sido tan coloradito que parecía la salsa tuco de tomates.
Eliana acompañada de su pequeño escudero, – su hijo–.  Un infante que recién se iniciaba en los códigos del lenguaje, su habla era demasiado dificultoso.
– No podía expresarse el pequeño. Poco y nada se le entendía a pesar que tenía cuatro años de edad.
Fueron cortos los días en que fue presentada paulatinamente a los integrantes de la familia de “Tuco”. Unos al mirarla con el rabillo del ojo, sigilosamente con la intención de poder descifrar qué pasado la habrá llevado a estar por estos lares, y con esa presencia elevada al metro setenta y ocho centímetros.
Media despótica, pero con el vacío y grisáceo tono que tenía a veces cuando se le perdía la mirada cuando quedaba en silencio. La misma mirada de un animal salvaje cuando recuerda haber sufrido un accidente.
Su hijo tenía la mirada más vivaz, pero ingenua, como si fuera la antítesis de su misma madre. Él estaba ávido a vivir o darse a la vida, es justamente la misma mirada cuando las personas aún tienen su corazón intacto.
Eliana tenía la figura similar a una gitana alta, con la cabellera que hacía redobles extensos, como si dibujaran la arena de una loma dura, estática y fría. Parecía una hechicera.
Pero al fin y al cabo estaba ligada a Tuco, “el galán”, quien había hecho que venga esta dama desde muy lejos, desde el país del sur, para que radique cerca a él. En contra de todos los pronósticos, en contra de las murmuraciones y las miradas, propias de los lazos familiares. En el pasado, Tuco había vivido un matrimonio que no traía buenos resultados para ambas partes. Aún así, realizaba intentos fallidos en busca de su felicidad con otras mujeres, claro está, que su actitud fruitiva le traía resultados muy transitorios. Ayudado con la elocuencia de sus palabras podía encantar a muchas mujeres pero aún así, llegar al corazón de la indicada estaba fuera de su alcance. Porque a veces las mujeres cuya alma es la indicada para vivir eternamente a su lado no son halladas en cualquier lugar, y esto suele ocurrir en el lugar más insospechado.  Entonces aún así, y al ver que su extensa vida social solamente le hacía recordar, que en realidad se encontraba el hombre más solo de este mundo... Obviamente su esposa no podía dejar de percibir como suelen ser todas las mujeres; el distanciamiento sentimental, que día a día ellos vivían, entonces como suelen ser todas las historias con ese camino siempre tienen el mismo final.
Discusión tras discusión hasta que su esposa llegó a sentirse tan vacía, y cuando llegó el primer hombre que se le cruzó por su camino se entregó a él. 
Las traiciones son como gotas de lava que dejando una marca imborrable, terminan formando en sí, una costra, como una herida enorme y viviente, similar a una araña, que poco a poco atraviesa y corroe el corazón. Entonces con el corazón enredado en la urdimbre de esa misma tejedora, estaba también arponado... 
Las formas o las vías cómo se llegó a enterar Tuco son indeterminadas, sólo parecía que al experto en traicionar conocía tan bien ese trabajo, que su novata esposa no pudo engañarlo. Definitivamente fue el detonante para que de una vez por todas sea el final de ese periodo que se había eternizado amargamente, como una gran marea que arrastra  lentamente mirtos laminados por las rocas
Comúnmente esos finales, son de las peores formas; levantándose la voz, tirando los objetos al suelo, y aventando la puerta como para no volver más. Y efectivamente así fue esa historia y así terminó.
Entonces después de ese periodo de dolor y resentimiento fue donde el mismo Tuco halló una esperanza en medio de ese desconsuelo con nombre propio; “Eliana” algunos la llamaban la hechicera, porque nadie comprendía que una relación pueda iniciarse a la distancia y por Internet. De acuerdo a la mentalidad e idiosincrasia nadie concebía algo así.  Pero en realidad cuál podría ser la verdad de las cosas, si solamente son concepciones transitorias, temporales, desvaríos de la percepción que al final de todo no atinan a justificar la misión de la existencia humana. Pero aún así la tendencia de juzgar a los semejantes carga, en sí, - un fundamento inherente y tácito en mucha gente... Pero la verdad no siempre está en las bocas de los hombres.
Vivieron juntos, contentos, solos y felices. Hasta que se vio obligado, a volver a casa de sus padres, pero esta vez, acompañado de su “prometida” y aquel infante. Las razones eran enteramente económicas, además Tuco era un “estratega”. No movía una ficha sin saber “la jugada”. De pronto aparecieron propuestas para trabajar fuera, pero su mujer temporalmente tendría que seguir viviendo en casa de sus padres. Así que la tuvo que dejar. Los días pasaban y su presencia llegó a hostigar, nadie pudo sentirse tranquilo, ni ella, ni los padres de Tuco. De pronto, ocurrió un incidente. Como suelen ocurrir cuando un hogar es interrumpido por una persona ajena como era esta mujer.
El padre de Tuco era un sujeto sarcástico y cómico,- ¡valla combinación! -  Siempre fue reconocido como alguien cuya debilidad eran las mujeres, claro está en sus tiempos de juventud. Pero aún así ostentaba esa mirada vivaracha, como si estuviera orgulloso de su pasado, ostentaba la galantería, aún a pesar de los años... 
Sólo su esposa sabía las situaciones que tuvo con tolerancia extrema que enfrentar al pasar los años, y al asumir su rol de madre. Pero finalmente el amor verdadero lo venció todo. El amor enorme de esta señora lo condujo a pesar de los obstáculos, no sé qué mano usó,  para volverla divina y hacer que yaciera lo sagrado en medio de esa estancia...
Es increíble qué susceptible pueda ser la mente humana, cómo las personas de pronto, pueden ser marcadas por algo o alguien por el resto de sus vidas.
Así fue cómo se sintió Tuco, en realidad ese fracaso que tuvo en su primer matrimonio, él ya no era el mismo.  Lamentablemente ni su propio padre lo sabía. Porque un día en aquellos en que estaba ausente trabajando fuera, su padre osó hacer otras de sus bromas, otra de sus ironías con índole de galantería y comicidad; – inteligente combinación–, pero con el triste resultado de las malas interpretaciones.
Eliana, más allá de su figura antes descrita era muy lista, y la menor oportunidad sabía perfectamente cómo aprovecharla a su favor. Así que inmediatamente llamó por teléfono a su amado; – a su salvador. Para que finalmente la recoja, y no esté ni un día más en ese ambiente, de semejante situación donde insinuaba sentirse acosada por el propio padre de Tuco. Al enterarse inmediatamente, su indignación colmó su paciencia pero se vio obligado en hacer silencio porque al fin y acabo se trataba de su padre.
Entonces tuvo que ser un silencio infinito. Y lo único que tenía que hacer era enviarle su pasaje para que no esté ni un día más. Pero Tuco como buen estratega deseaba iniciar unos pagos para la inicial de una propiedad una vez hecho, recién iría a enviarle su pasaje. Mientras tanto el ambiente asfixiado de puyas e hipocresías.  Cada día era completamente insoportable.
El  padre de Tuco había decidido no salir de su dormitorio, como si fuera un preso, o se esté auto encarcelando por el crimen de la insinuación. Lo real de todo es que insinuación o no, él de una u otra manera aceptaba su culpabilidad, dado a la actitud de aislarse. Y aún así los días seguían pasando.
Hasta que finalmente le llegó el pasaje, y se fue, casi sin despedirse llena de rencor e intrigas desperdigadas como el galope que hace un mamífero salvaje.“Tuco”, la recibió con el corazón más partido que nunca, - pero indignado... 
Él definitivamente no contaba que su propio padre actuaría de esa manera, sea en forma de chiste o no, pero entendía claramente que “la carne es carne” como siempre su propio padre se lo decía... Como si delatara un autoproclamado orgullo libido y viril.
Por otro lado, la herida que quedó en su padre también sirvió para que pueda reconsiderar que hay ciertas bromas que no se deben hacer, principalmente ante una mujer que se encuentra temporalmente hospedada en su casa. Entonces estamos ante la figura de Tuco que se sintió traicionado una vez más, y nada menos ante la imagen de su padre.
El padre que empezó a sentir y palpar lo mal que había educado a su hijo, donde casi llegaba a la conclusión que ese muchacho no merecía el título de ser “hijo”.
Su rostro desencajado arremetió en que los años avancen en cuestión de segundos, dado a tal dolor  casi indecible no sé quién podría determinar si en verdad estaba arrepentido, de pronto llegó a la conclusión que tenía una herida tan honda que ya no volvería a ser el mismo. Por ese dolor constante se agravaba al pasar los días, como si tuviera una hemorragia interna  pero que albergaba cierto secreto que nunca llegué a entender...
Y Eliana, la que “no” tuvo la suficiente inteligencia para poder controlar esa situación de una manera más tratable. Tal parece que era;  “la víctima”, al menos se encargó muy bien de demostrarlo así. Ella al abrazarlo le dijo: me sentí desvalida e indefensa y tuve que sacar fuerzas para enfrentarme a todos, e increparle tenazmente a tu padre que; “a mí no debía seducirme”, y es más me ha debido de ver como a una hija. Tuco ya no tenía palabras, únicamente atinó en abrazarla tan fuerte donde los dos parecían una escultura viviente, trágica y humana. Después de este suceso pasaron cuatro años, en que el padre y el hijo no se habían comunicado. Tal parece que el silencio y la distancia  sirvieron para poder olvidar que el padre tenía un hijo, y un hijo se había quedado sin un padre.
Después de esos cuatro años, la madre de Tuco empezaba a echar de menos a su hijo, pero llena de su orgullo no se atrevía a irlo a buscar.

Entonces estamos otra vez frente al más puro de los sentimientos, pero obstruido por el insensato e insulso orgullo y de altivez.

 
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