Dos veces por semana le correspondía la limpieza de los cristales, eso requería traer de la azotea, la escalera de aluminio, desplegarla, y montarla cerca al comedor. Alejar las alfombras persas para proseguir con su labor.
Kilha Barrymore acostumbraba hacer esa rutina a partir de las diez de la mañana justo cuando no había nadie en la residencia. Excepto, el señor Rodher Pasifmic que no acostumbraba salir de casa, el motivo no era por su edad sino porque padecía de desgano.
El inicio de su actitud, se remonta desde el día que se jubiló a temprana edad. Desde ahí se desconectó de la idea de tener: “ una vida activa”.
Había decidido que era el momento de dedicarse a ver películas de vaqueros, esas que son en blanco y negro. Intentando así vivir una realidad alterna y distinta al mundo que lo rodeaba.
Sumido en una vida monástica pero fundamentada en la ruina y la frustración que consideraba dentro de su mente.
A pesar que lo cobijaba un “techo” poseer seguridad médica, y los respectivos pagos mensuales de jubilación al que había estado inscrito, claro está, no podía ser mucho dinero, por ende, no vendría a ser suficiente para él.
Esto le produjo una incalculable resignación que solamente marcaba en él una herida que, poco a poco, lo mutilaba. De cara al público nunca lo pregonaría, en realidad ante mis ojos no era necesario.
Saber que sus dos hijos vivían a la vuelta del mundo, cruzando tres continentes de distancia. Eso definitivamente le demostraba de alguna manera que ellos son felices lo más lejos de él. Pero esto también atiende el código del; “hijo prodigo”. Persiguiendo la ilusión que en verdad pueden alejarse de su hogar, así estén a tres continentes de distancia llegará el día en que acepten que meramente han estado dando vueltas en círculos, y que han estado combatiendo en el propio punto como una eterna espiral.
Rodher Pasifmic desde que nació hasta cumplir la mayoría de edad son prácticamente incontables las cosas que deseó, y cuando llegó a pasar la mitad de su vida, vio que no había logrado ni la cuarta parte de lo soñado.
Quizás no lo soñó mucho, y esa bendita energía de la que careció cuya raíz fue fundada por el ejemplo que le dio de alguna forma sus padres, como dicen; “todo fruto proviene del árbol”...
La jubilación significó un verdadero retiro, es como si el Estado dé el mandato de hacerte creer;
– ¡Deja de producir!
– ¡Descansa!
– ¡Deja de producir!
– ¡Descansa!
En realidad lo que hizo la jubilación para él era empeóralo.
Así pasando, año tras año, obtuvo una única distracción coleccionar artículos del género “cowboy”.
Toda persona que lo conocía familiares, primos etc. Estaban al tanto de su predilección. Suscitando que todo el mundo siempre le regalaba objetos con esa parte de la historia o quizás la mejor parte de la historia de su vida, – su infancia.
Tenía hasta juguetes antiguos como: caballitos, indios, vaqueros, alguaciles etcétera.
Hasta que un día encontró dentro de aquella colección una muñequita que era verdaderamente una artesanía más extraña. Tallada en madera y pintada a mano.
Aún así, había pertenecido a la categoría de juguete antiguo verdaderamente,
– ¡una reliquia!
El día que le dio su verdadera importancia como para ser contemplada, descubrió que en su mirada lucía un pequeño brillo juvenil, donde alguien había incrustado astillas de nácar cerca al iris marcándole un verídico realismo.
Definitivamente esto ha debido ser antes de la revolución industrial, – absorto concluyó.
Su cansancio de no hacer nada, una vez más lo sedó para unirse nuevamente al vicio onírico que se había convertido su vida.
Entonces, estamos frente a la imagen de un hombre mayor, –no anciano–.
Dormido con el semblante laxo, como si deseara ingresar a un orificio cuyo ingreso vendría a ser su almohada y en sus manos un despliegue de ternura cogiendo a la vaquerita hallada.
En esta oportunidad estamos frente a él cogiendo con sus manos a esta muñequita, algunos podrían decir:
“seguro que parecía un niño durmiendo con su juguete”.
Pero yo, que estuve presente, lo que en verdad sentí era a un hombre mucho más joven de lo que él se consideraba… “Que en las manos poseía una flor y su rostro quería olvidar algo”.
Si fuera un cuadro; debería estar representado con la escuela expresionista, por Marc Chagall, – el título debería ser:
“El hombre que busca olvidar”
Ese día era lunes, veintiuno de Abril. Tumbado en el sofá para poder ver los jardines, quedándose dormido y acompañado de su inusual compañerita.
Al despertarse sintió un sutil soplo helando sus canillas, sus manos se tensaron por el motivo que alguien se olvidó cerrar una ventana.
Esta situación lo llevó a despertarse con una incomodidad donde su rostro respondió frunciendo el ceño, y empezó a sentir tan clara luz.
Por consiguiente; lo primero que pudo ver era la silueta de la señorita Kilha Barrymore estirándose como si hiciera una danza arábiga.
Sus manos contenían franelas elásticas para poder dejar los cristales lo más reluciente posible. Con esmero, dibujaba movimientos circulares y cierto chillido desplegaba con el contacto.
Estaba parada sobre esa escalera donde permitía que la luz solar atravesara la tela de su vestido, y pueda delinear las curvas que ostentaba su silueta.
Esto le significó una profunda sugerencia sensual, como la unidad orgánica más pura como si posara para su despertar.
Ella sintió la fuerza de una mirada e inmediatamente volteó.
Sorprendida con las siguientes palabras:
Señor, –discúlpeme ¿hice demasiado ruido?
–No, lo que me ha despertado es “el viento fresco” que ingresa por la ventana que has dejado abierta.
Sus palabras eran en un tono amistoso sin ánimo de increparle, aún así, ella se sintió afrentada.
Su rostro de la niña se sonrojó titubeando palabras como intentando justificar su descuido.
El señor Rodher Pasifmic desde ese día nunca se había percatado de su presencia. Siempre la veía como algo que transitaba de arriba abajo por toda la casa, y que de esta manera integraba su hogar.
Después de años había experimentado la idea de entablar una conversación con alguien. Esta niña; la mucama, la que generó interés provocado por aquella visión que despertó su lívido.
Ella, se encontraba enmudecida por el temor de ser reprochada o ser echada de la casa.
Tal parece, que el especialista de los especialistas la jubilación le había oxidado los engranajes que usaba para activar su talante de conquista.
Ella apuró su labor para poder retirarse y dejarlo solo, ya que era eso lo que más disfrutaba el señor Rodher Pasifmic, – su soledad y el silencio.
En ese ínterin cogió sus pantuflas para levantarse e irse al salón de estudio. Mientras que la mucama hacía lo mismo para poderlo dejar solo y no incomodar más de lo que ella consideraba que había incomodando.
Su ruta se debía a una “búsqueda”, se le veía observando los libros, sus manos alejaban algunas antigüedades. Hasta que su vista llegó a encontrar el objeto deseado. Había sido que el señor Rodher Pasifmic estaba buscando un viejo álbum de fotografías de su niñez.
También había cartas que las había tomado por extraviadas o aplastadas por una mano que quiso olvidarlas.
Sus labios empezaron a formar una sonrisa, eran los recuerdos de muchos años transcurridos.
La figura de esa mucama había despertado el deseo sexual, y aquellos sueños que solamente asociaría con imágenes de 30 años de antigüedad. Acaso nos estamos refiriendo que hace 30 años este hombre no tenía una alegría o algo que lo hiciera vibrar ¿tan fuerte como el sexo?
Ese despertar que el viento helado provocó para que se decida a despertar y abandonar ese vicio de estar durmiendo a toda hora del día.
Esa visión le permitió delinear las formas más intimas que solamente con esa luz que había podido distinguir.
Después de esa oportunidad no paraba de recordar aquella imagen.
Pero no estaba del todo seguro qué era lo que estaba ocurriendo hasta que apareció una persona que entraba en el salón donde él se encontraba y dijo salga de aquí;
¡Déjeme solo!
…Era la misma soledad que estaba habituado, la misma soledad con el mismo tono de sus palabras, –era una soledad elegida. Pero al final de la frase se había quedado perdido en la idea de no saber lo que estaba atravesando.
Encontrase así con la única intención de recordar aquella escena como si hubiera quedado inscrita para siempre.
Cómo es que había despertado su libido, sólo por mirar durante unos segundos al cuerpo de la mucama que estaba trabajando varios años en la misma casa donde él se encontraba.
Solamente fueron unos segundos no pudo ser más tiempo. No pudo evitar en preguntarle ¿sabes que calidad de tela es la de tu vestido?
Ella le respondió no lo sé señor.
La señora Markis me dio un traje para hacer las labores de color marrón oscuro como el café, no me gustan esos colores.
Sin embargo, aceptó que podía usar el que tenga…
– dígame señor, ¿a usted le molesta lo que uso?
Él le respondió: no se trata del color, o porque algo me este molestando, se trata que solamente estaba interesado en la calidad o nombre de la tela.
Es únicamente eso; –no te preocupes de nada, –sosegadamente le respondía.
Bajó el rostro y se dio la media vuelta con la intensión de dar la espalda y mirando al vacio le dijo: –mejor márchate.
Cuando sintió sus pasos que se iban por la distancia él con un movimiento tímido para poder contemplar su figura principalmente sus finas caderas que contorneaba.
Al día siguiente le dijo: el color de tu preferencia es ¿ el verde agua?
Te pregunto eso porque casi todos tus vestidos son de ese color, ella le respondió:
–Sí señor Rodher Pasifmic.
Dime, ¿te molesta que te hable? Si estoy incomodándote creo que deberías de decírmelo…
Ella levantó sus artículos de limpieza y sin decir nada arreció directa para salir de ese salón e ir a continuar con su labor de limpieza.
El señor Rodher Pasifmic se sintió avergonzado, compungido. Hace muchos años que no se había sentido tan avergonzado y todavía por la persona que trabajaba para él.
¿Qué estoy haciendo con mi vida qué esperaba?
– ¡Creo que podría ser m nieta!
Había quedado impactado por aquel despertar que lo único que pudo ver era su cuerpo delineado con la mas blanca luz rodeándola, como si saliera un halo destellante desde el centro de su alma con la intensión que él pueda ver la verdadera belleza que había estado oculta delante de él.
Sus dedos se tensaban como si albergara un cólera silenciosa e inexpresable.
Hasta que tocó la puerta tres veces y el no respondía. La insistencia del sonido logró levantarlo aún con cólera, pero controlada.
–La mucama estaba esperando detrás de la puerta –.
El señor Rodher Pasifmic creyó que era otra persona y dijo:
¡Quien está fuera déjeme solo!
La mucama le dijo: señor déjeme entrar…
Permaneció cayado y hubo un silencio tal, que ambos podían sentir que algo va a cambiar sus vidas.
A los pocos segundos el señor Rodher Pasifmic abrió la puerta.
–¿Señorita qué sucede olvido algo?
Ella cuando lo miró permaneció muda, bajó el rostro, como si nuevamente estuviera avergonzada y le dijo:
A mí también me gustaría conversar con usted, pero creo que este no es el lugar más prudente, y se alejó sin despedirse con su figura oblonga por el pasillo.
–Él sintió una tremenda paz–.
Esa noche no pudo dormir en idear qué cosas podría conversar con esa niña.
Eran las 5 de la mañana y seguía despierto. Luego, quedó tan profundamente dormido con un semblante de haber estado soñando con su rostro tierno y esos muslos que había visto iluminados como si fuera “una Hada”. Con la ayuda de esa luz que permitió ver los contornos de su cuerpo como si estuviera desnuda emanando esa escarcha volátil.
Quedó desvelado por esperar el día siguiente y llegar a un acuerdo con ella. Parece que esa linda niña por fin había abolido la esclavitud en el que se encontraba sujeto “el vicio onírico de pasarse la vida durmiendo como un lirón”.
Al día siguiente, la buscó por toda la casa y la halló leyendo un magacín.
¿Dime te gusta el teatro?
La mucama le respondió: eso es muy costoso. El señor Rodher Pasifmic le dijo y si tuvieras dinero irías.
Ella respondió sin dudarlo:
Nooo.
¡¿Así?! ¿A qué se debe?
Si yo tuviera dinero iría a un salón de belleza para que me hagan masajes y me dejen como nueva…
Sus cabellos desordenados se iban por un lado, y ella tuvo que girar toscamente para acomodarse el peinado. Pero él vio más sensualidad en su giro, y después de su silencio le dijo: no necesitas de ir a ese lugar. Sin consultarle le puso ambas manos sobre su cuello y subió hasta su cabeza y con los dedos le realizó unas punzadas suaves con una movedura de arriba abajo.
Esto sirvió para que en cuestión de segundo ella cierre los ojos y sienta a todo su cuerpo como, poco a poco, se relajaba.
Lo claro es que él deseaba acercarse de alguna manera a ella, mientras que esta niña ya estaba enormemente cautivada.
Ella le dijo: ¿si mi vestido sea más corto te agradaría? Él sin pensarlo le dijo: por su puesto.
Ella se alejó diciendo; “en segundos regreso” y cuando volvió él se encontró anonadado por ver las lindas piernas de la niña dando giros como esperando la aprobación del señor Rodher Pasifmic.
Sonó el ronroneo electrónico del teléfono sólo sirviendo para romper la escena.
Al día siguiente, él estaba esperándola como si hubieran tenido una cita.
Al recorrer toda la casa y no haberla hallado pensó lo primero que uno piensa cuando teme algo:
¿Se habrá ido?
¡¿La habré espantado?! Y fue en ese mismo momento cuando la vio tumbada en el diván, la casa solitaria, su torso estaba de costado, con sus cabellos extensos y dispersos como una pancarta llamativa. Ella instintivamente había llegado a la posición soñada de cualquier hombre heterosexual.
Con su mismo vestido donde lo había recortado por la preferencia del señor Rodher Pasifmic. Ese recorte le permitía lucir más los tiernos muslos y tumbada en el diván ladeándose por el declive que giraba lentamente como si lo invitara a compartir aquel lecho. Hasta que ella giró por completo, quedando boca abajo. Él inmediatamente se quitó toda su ropa y con una delicadeza extrema se arrojó sobre ella para proporcionarle unos masajes usando las yemas de sus dedos para luego posar la palma completa haciendo profundos círculos donde la relajaban y esos mismos círculos la desprendía lentamente de su vestido y su diminuta prenda íntima.
“Su corazón retumbaba en una fiesta a todo color”. Una fiesta orquestada por la enorme sensación que había tocado el cielo…
Su piel la rozaba, cubriéndola como un manto tibio, pero su mirada quería poseer sus ojos, su sed la devoraba con cada segundo que transcurría inolvidablemente.
La mirada de ella, aleonada lo dominaba.
Las manos del señor Rodher Pasifmic las usaba también como un escultor que modelaba la arcilla fresca, húmeda, –así era su carne. Sus manos delineaban sus formas para amar cada poro de ese sensitivo cuerpo.
Blanda y fresca pero, a pocos minutos, hervía entre sus piernas la humedad del néctar que mutuamente rozaban.
Hasta sus cabellos los lamía como si elaborara un tatuaje meticuloso.
Con su miembro viril que entraba profusamente, con tanta ternura entre sus piernas. Ella le absorbía hasta su último aliento, pero jadeante y silenciosa.
Después, su boca enorme recibía el atributo entregado. Como un alma líquida para que una parte de él nunca se olvide, porque ya habitó entre sus estremecimientos y la hizo cómplice; ser amada hasta sembrar su esencia líquida.
El señor Rodher Pasifmic ardía por ella, y no quería detenerse nunca.
Veo que aún tengo la pasión del primer amor, “veo que aún soy el hombre poeta”… –Comentaba segado en su éxtasis.
La destrozaba enajenadamente con la parte más intima de su cuerpo, ambos sofocados no pararían jamás, como si participaran de una maratón cuya meta ya la habían cruzado y seguían en el cielo.
El cuerpo elástico de ella le proporcionaba mayor placer y tantísima resistencia, para recibir las violentas contorsiones que el señor Rodher Pasifmic le enclavaba.
Después de ese trote ella automáticamente se ponía boca abajo, para que retome con el mismo ritmo de su cabalgazón.
“El cielo de sus senos sobre sus muslos”… Su aliento que le embargaba a otro tipo de universo que un hombre solamente puede vivir con aquella mujer que ama.
Así terminó su primera cita impensada completamente desnudo el señor Rodher Pasifmic abrazandola como un ser indefenso contemplando su piel trigueña, cobriza como el sol de los Incas. Candorosa, sensible y circunspecta a su voluntad. Su abanico azabache que poseía por caballera humectada y empapada por la lengua lamedora del señor Rodher Pasifmic. Ella seguía tumbada como si esperara la mirada del pintor Tiziano para ser eternizada en un lienzo.
Y los niveles horizontales de su figura fulgurosa por el sudor y los rayos del sol abrasador. Mirarla así en semejante
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LA FUGA
Fue traída por una esperanza, el sueño de componer su vida, el sueño de darse una vez más la oportunidad de volver a creer en “alguien”. El sueño compuesto con el anhelo unido con una promesa, que hacen esos hombres y esas mujeres, en dejar atrás esa desdicha vivida. Pero finalmente dictado por un arranque de esperanza deseando olvidar y finalmente dando ciertas decisiones en su vida.
Ella se llama Eliana, similar a una liana o lazo, largo, estirado pero quizás tan tensado por esos girones que jugaron mal los dados “en el azar de las circunstancias”. Cuando llegó, aquella tarde fue recibida y llena con el más cálido abrazo del ser que la esperaba, Antonio más conocido como “Tuco” lo llamaron así desde pequeño... Dicen que al nacer había sido tan coloradito que parecía la salsa tuco de tomates.
Eliana acompañada de su pequeño escudero, – su hijo–. Un infante que recién se iniciaba en los códigos del lenguaje, su habla era demasiado dificultoso.
– No podía expresarse el pequeño. Poco y nada se le entendía a pesar que tenía cuatro años de edad.
Fueron cortos los días en que fue presentada paulatinamente a los integrantes de la familia de “Tuco”. Unos al mirarla con el rabillo del ojo, sigilosamente con la intención de poder descifrar qué pasado la habrá llevado a estar por estos lares, y con esa presencia elevada al metro setenta y ocho centímetros.
Media despótica, pero con el vacío y grisáceo tono que tenía a veces cuando se le perdía la mirada cuando quedaba en silencio. La misma mirada de un animal salvaje cuando recuerda haber sufrido un accidente.
Su hijo tenía la mirada más vivaz, pero ingenua, como si fuera la antítesis de su misma madre. Él estaba ávido a vivir o darse a la vida, es justamente la misma mirada cuando las personas aún tienen su corazón intacto.
Eliana tenía la figura similar a una gitana alta, con la cabellera que hacía redobles extensos, como si dibujaran la arena de una loma dura, estática y fría. Parecía una hechicera.
Pero al fin y al cabo estaba ligada a Tuco, “el galán”, quien había hecho que venga esta dama desde muy lejos, desde el país del sur, para que radique cerca a él. En contra de todos los pronósticos, en contra de las murmuraciones y las miradas, propias de los lazos familiares. En el pasado, Tuco había vivido un matrimonio que no traía buenos resultados para ambas partes. Aún así, realizaba intentos fallidos en busca de su felicidad con otras mujeres, claro está, que su actitud fruitiva le traía resultados muy transitorios. Ayudado con la elocuencia de sus palabras podía encantar a muchas mujeres pero aún así, llegar al corazón de la indicada estaba fuera de su alcance. Porque a veces las mujeres cuya alma es la indicada para vivir eternamente a su lado no son halladas en cualquier lugar, y esto suele ocurrir en el lugar más insospechado. Entonces aún así, y al ver que su extensa vida social solamente le hacía recordar, que en realidad se encontraba el hombre más solo de este mundo... Obviamente su esposa no podía dejar de percibir como suelen ser todas las mujeres; el distanciamiento sentimental, que día a día ellos vivían, entonces como suelen ser todas las historias con ese camino siempre tienen el mismo final.
Discusión tras discusión hasta que su esposa llegó a sentirse tan vacía, y cuando llegó el primer hombre que se le cruzó por su camino se entregó a él.
Las traiciones son como gotas de lava que dejando una marca imborrable, terminan formando en sí, una costra, como una herida enorme y viviente, similar a una araña, que poco a poco atraviesa y corroe el corazón. Entonces con el corazón enredado en la urdimbre de esa misma tejedora, estaba también arponado...
Las formas o las vías cómo se llegó a enterar Tuco son indeterminadas, sólo parecía que al experto en traicionar conocía tan bien ese trabajo, que su novata esposa no pudo engañarlo. Definitivamente fue el detonante para que de una vez por todas sea el final de ese periodo que se había eternizado amargamente, como una gran marea que arrastra lentamente mirtos laminados por las rocas
Comúnmente esos finales, son de las peores formas; levantándose la voz, tirando los objetos al suelo, y aventando la puerta como para no volver más. Y efectivamente así fue esa historia y así terminó.
Entonces después de ese periodo de dolor y resentimiento fue donde el mismo Tuco halló una esperanza en medio de ese desconsuelo con nombre propio; “Eliana” algunos la llamaban la hechicera, porque nadie comprendía que una relación pueda iniciarse a la distancia y por Internet. De acuerdo a la mentalidad e idiosincrasia nadie concebía algo así. Pero en realidad cuál podría ser la verdad de las cosas, si solamente son concepciones transitorias, temporales, desvaríos de la percepción que al final de todo no atinan a justificar la misión de la existencia humana. Pero aún así la tendencia de juzgar a los semejantes carga, en sí, - un fundamento inherente y tácito en mucha gente... Pero la verdad no siempre está en las bocas de los hombres.
Vivieron juntos, contentos, solos y felices. Hasta que se vio obligado, a volver a casa de sus padres, pero esta vez, acompañado de su “prometida” y aquel infante. Las razones eran enteramente económicas, además Tuco era un “estratega”. No movía una ficha sin saber “la jugada”. De pronto aparecieron propuestas para trabajar fuera, pero su mujer temporalmente tendría que seguir viviendo en casa de sus padres. Así que la tuvo que dejar. Los días pasaban y su presencia llegó a hostigar, nadie pudo sentirse tranquilo, ni ella, ni los padres de Tuco. De pronto, ocurrió un incidente. Como suelen ocurrir cuando un hogar es interrumpido por una persona ajena como era esta mujer.
El padre de Tuco era un sujeto sarcástico y cómico,- ¡valla combinación! - Siempre fue reconocido como alguien cuya debilidad eran las mujeres, claro está en sus tiempos de juventud. Pero aún así ostentaba esa mirada vivaracha, como si estuviera orgulloso de su pasado, ostentaba la galantería, aún a pesar de los años...
Sólo su esposa sabía las situaciones que tuvo con tolerancia extrema que enfrentar al pasar los años, y al asumir su rol de madre. Pero finalmente el amor verdadero lo venció todo. El amor enorme de esta señora lo condujo a pesar de los obstáculos, no sé qué mano usó, para volverla divina y hacer que yaciera lo sagrado en medio de esa estancia...
Es increíble qué susceptible pueda ser la mente humana, cómo las personas de pronto, pueden ser marcadas por algo o alguien por el resto de sus vidas.
Así fue cómo se sintió Tuco, en realidad ese fracaso que tuvo en su primer matrimonio, él ya no era el mismo. Lamentablemente ni su propio padre lo sabía. Porque un día en aquellos en que estaba ausente trabajando fuera, su padre osó hacer otras de sus bromas, otra de sus ironías con índole de galantería y comicidad; – inteligente combinación–, pero con el triste resultado de las malas interpretaciones.
Eliana, más allá de su figura antes descrita era muy lista, y la menor oportunidad sabía perfectamente cómo aprovecharla a su favor. Así que inmediatamente llamó por teléfono a su amado; – a su salvador. Para que finalmente la recoja, y no esté ni un día más en ese ambiente, de semejante situación donde insinuaba sentirse acosada por el propio padre de Tuco. Al enterarse inmediatamente, su indignación colmó su paciencia pero se vio obligado en hacer silencio porque al fin y acabo se trataba de su padre.
Entonces tuvo que ser un silencio infinito. Y lo único que tenía que hacer era enviarle su pasaje para que no esté ni un día más. Pero Tuco como buen estratega deseaba iniciar unos pagos para la inicial de una propiedad una vez hecho, recién iría a enviarle su pasaje. Mientras tanto el ambiente asfixiado de puyas e hipocresías. Cada día era completamente insoportable.
El padre de Tuco había decidido no salir de su dormitorio, como si fuera un preso, o se esté auto encarcelando por el crimen de la insinuación. Lo real de todo es que insinuación o no, él de una u otra manera aceptaba su culpabilidad, dado a la actitud de aislarse. Y aún así los días seguían pasando.
Hasta que finalmente le llegó el pasaje, y se fue, casi sin despedirse llena de rencor e intrigas desperdigadas como el galope que hace un mamífero salvaje.“Tuco”, la recibió con el corazón más partido que nunca, - pero indignado...
Él definitivamente no contaba que su propio padre actuaría de esa manera, sea en forma de chiste o no, pero entendía claramente que “la carne es carne” como siempre su propio padre se lo decía... Como si delatara un autoproclamado orgullo libido y viril.
Por otro lado, la herida que quedó en su padre también sirvió para que pueda reconsiderar que hay ciertas bromas que no se deben hacer, principalmente ante una mujer que se encuentra temporalmente hospedada en su casa. Entonces estamos ante la figura de Tuco que se sintió traicionado una vez más, y nada menos ante la imagen de su padre.
El padre que empezó a sentir y palpar lo mal que había educado a su hijo, donde casi llegaba a la conclusión que ese muchacho no merecía el título de ser “hijo”.
Su rostro desencajado arremetió en que los años avancen en cuestión de segundos, dado a tal dolor casi indecible no sé quién podría determinar si en verdad estaba arrepentido, de pronto llegó a la conclusión que tenía una herida tan honda que ya no volvería a ser el mismo. Por ese dolor constante se agravaba al pasar los días, como si tuviera una hemorragia interna pero que albergaba cierto secreto que nunca llegué a entender...
Y Eliana, la que “no” tuvo la suficiente inteligencia para poder controlar esa situación de una manera más tratable. Tal parece que era; “la víctima”, al menos se encargó muy bien de demostrarlo así. Ella al abrazarlo le dijo: me sentí desvalida e indefensa y tuve que sacar fuerzas para enfrentarme a todos, e increparle tenazmente a tu padre que; “a mí no debía seducirme”, y es más me ha debido de ver como a una hija. Tuco ya no tenía palabras, únicamente atinó en abrazarla tan fuerte donde los dos parecían una escultura viviente, trágica y humana. Después de este suceso pasaron cuatro años, en que el padre y el hijo no se habían comunicado. Tal parece que el silencio y la distancia sirvieron para poder olvidar que el padre tenía un hijo, y un hijo se había quedado sin un padre.
Después de esos cuatro años, la madre de Tuco empezaba a echar de menos a su hijo, pero llena de su orgullo no se atrevía a irlo a buscar.
Entonces estamos otra vez frente al más puro de los sentimientos, pero obstruido por el insensato e insulso orgullo y de altivez.
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