"La verdadera materia del escritor es el fracaso"
Guido Tamayo, Premio de Novela Corta de la Pontificia Universidad Javeriana en 2010, presentó en la Feria Internacional del Libro (FIL) de este año la edición de su novela "El inquilino (Santuario). Una novela que cuenta la descarnada vida de un escritor llamado Manuel de Narváez, ignorado por las editoriales. Alguien que intenta sobrevivir al día a día, pese a que un cáncer lo terminará desapareciendo de este mundo. Contada cronológicamente, "El inquilino" es un repaso por ese lado humano del que pocos han podido salir vivos.
Tu estancia en Barcelona es en los años ochenta.
Toda la década. Fue como si hubiera hecho un contrato.
En una Barcelona Post-Boom, donde el auge literario era más que ahora.
Sí, totalmente. Acaba de salir un artículo de Santiago Roncangliolo diciendo que no había condiciones para residir más en Barcelona, que había perdido todo encanto literario, que había que ir para Madrid.
El último en quedarse fue Bolaño.
Bolaño fue la gran figura. Él se parece, con abuso mío, al protagonista de "El inquilino". Él también fue un anónimo, un invisible, durante muchísimo tiempo, hasta que le llegó la fortuna: lo publicaron y lo empezaron a reconocer.
Bolaño sufrió mucho para que le publicaran...
...Era un hombre ignorado completamente por la industria editorial, especialmente catalana, y por los intelectuales. Ignorado por la república de las letras, que es lo que le sucede a mi personaje.
¿Siempre quisiste hacer cuentos?
He escrito cuentos, pero ya estoy amañado con la novela breve.
La nouvelle, como le dicen.
Me siento cómodo. Parece que mi temperamento tiende a la brevedad y a a fragmentación. Y contrastándolo con algo reciente, recuerdo la novela de Jeremías Gamboa: "Contarlo todo". A mí me sucede prácticamente lo contrario. Casi no quiero contar nada.
Cortázar decía que los cuentos deben ganar por nocaut.
Así es. No me interesa la secuencialidad de la novela. Me gustan los movimientos temporales, moverme por el tiempo un poco caóticamente, pero con la confianza de que el lector sabe perfectamente qué salto temporal tienen las significaciones, la temática.
En el primer capítulo de "El inquilino", haces algo que hacía Sabato en "El túnel": darte el final y contarte luego la historia. ¿Te viste influenciado?
No. No había pensado en Sabato. Lo han hecho muchas personas. Es todo lo contrario de la novela policíaca. Yo digo que se muere en el primer capítulo...
...Y de cáncer.
Claro, y por qué. Insisto con eso de la muerte en cada uno de los capítulos, intentando atrapar un poco esos momentos finales de ese personaje. A mí lo que me interesa es que el lector se interese por una una aventura personal de un individuo que llega a destiempo a Barcelona, cuando el Boom ya se está apagando.
Hay algo psicoanalítico en cada capítulo. Escribes sobre los padres de Manuel de Narváez. En la última línea, sobre su madre, escribiste: "Él jamás tuvo que buscar a su madre. Ella siempre lo buscó a él". Me recordó mucho a Mother, una canción de Lennon, contradictoria a lo que dices.
Su madre se había separado en un momento que no se podían separar las mujeres. Se lo llevó a Europa en barco, a Madrid. Cosas que no aparecen en la novela, pero son de la vida real. Realmente era una relación muy estrecha. La de Borges es una, una de muchas. Aquí había un apego profundo. Su madre quería protegerlo como a un niño.
¿Hace cuánto murió el personaje real de la novela?
Hace unos diez años.
Volviendo a Barcelona, ¿cómo fue para ti encontrarte con una fiesta casi acabada luego del Boom?
Si bien encontré esa fiesta... Ya ni siquiera era la fiesta, era la resaca.
No había ni confeti.
De las sobras, no quedaba nada. No había ni media copa de vino. Era el vacío, una resaca fea. Pero sí había otra fiesta, que compensaba existencialmente esa que había terminado: la muerte del dictador Franco. En toda España fue celebrado durante muchos años. Cuando yo me regreso, todavía se estaba festejando.
Te encontraste en medio de la Transición.
Había un espíritu muy fuerte de liberación de todos esos años. Y eso compensaba un poco la tristeza de no poder hacer vida literaria.
¿Cuánto cuesta sacrificarse en la literatura? Incluso no se puede vivir de ella.
Casi nunca se puede vivir de ella. Si hay alguna profesión, pasión o algún ejercicio profundo de la condición humana que conduzca al fracaso, es el literario. La verdadera materia del escritor es el fracaso. Y a eso que llaman éxito, como bien lo decía Borges, siempre será una confusión. Vivir de la escritura es muy remoto y excepcional. Hay que vivir de otras cosas...
...La causa perdida.
Completamente. ¿Quién reconoce a quién: la crítica literaria, los lectores, la televisión, el periódico? Eso está lleno de espejismos. Y a mí me parece que lo hace finalmente Manuel de Narváez es aferrarse a lo único que realmente tiene: su escritura. Una escritura sin destino.
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