Infinito cuenta la historia de Evan McCauley, un hombre atormentado por recuerdos y habilidades que nunca aprendió, (casi como un autodidacta) visiones de lugares donde jamás estuvo y la sensación de cargar con vidas que no son suyas. Creyendo que padece esquizofrenia, descubre que en realidad pertenece a un grupo secreto llamado los Infinitos, personas que renacen una y otra vez recordando
—en mayor o menor medida— sus existencias pasadas. Dentro de este círculo milenario se enfrentan dos facciones: los Creyentes, que protegen la humanidad aceptando el ciclo de la reencarnación, y los Nihilistas, liderados por Bathurst, que desean acabar con ese ciclo eterno de renacimientos y están dispuestos a borrar la existencia usando un artefacto devastador conocido como el Huevo. Evan se convierte en la pieza clave de esta guerra, pues en sus memorias ocultas guarda la localización del dispositivo.
En medio de esta
misión surge un vínculo esencial con Nora
Brightman, miembro de los Creyentes. La película no desarrolla un
romance convencional, pero sí plantea una relación que trasciende el tiempo y
la carne: Nora mira en Evan no solo al hombre confundido que tiene delante,
sino al compañero de otras vidas, al aliado y quizá amante que una y otra vez
ha encontrado en distintas encarnaciones. No necesitan palabras grandilocuentes
ni escenas apasionadas; basta la manera en que ella lo guía, la firmeza de su
confianza y la ternura contenida en sus gestos para revelar que entre ambos late
algo más profundo que la amistad. Evan, aun incrédulo, siente esa atracción
magnética, esa familiaridad inexplicable que lo desarma y lo sostiene al mismo
tiempo. Ella lo silencia de alguna forma y lo hace sentir completo.
Así, el romance se
presenta como un amor antiguo, (o almas gemelas) donde la reencarnación toma un papel implícito,
que se insinúa en miradas, en la cercanía de los cuerpos durante el peligro, en
silencios que dicen más que un beso interrumpido por la urgencia de salvar al
mundo. Mientras Evan lucha por desbloquear sus memorias y aceptar quién es
realmente, también descubre que Nora es su ancla emocional, el eco de un amor
que ni la muerte ni las reencarnaciones han podido extinguir. En el trasfondo
de la batalla entre quienes quieren perpetuar la vida y quienes anhelan
destruirla, la relación entre ellos se convierte en el recordatorio de lo que vale
la pena defender: no solo la existencia, sino la posibilidad de reencontrarse
una y otra vez con aquel ser que da sentido a cada nueva vida, como algo que deben concretar como si tuvieran una predestinación...