Mi perrito suspira profundamente y se recuesta cercano a mí. Continúo observando la cámara, esforzándome por ajustar las luces de mi pequeño escenario. Por lo menos, he abandonado la costumbre de apartar la mirada. Justo cuando finalizo, comienzo a dudar, pero aún así prosigo con el plan trazado, prefiriendo no reflexionar sobre el destino de esta pieza fílmica. Me entrego por completo, (como siempre).
Mi perrito me observa con una expresión que parece querer comprenderme, percibo su esfuerzo. Luego, se acomoda y desacomoda, situándose cerca de mí como si intentara protegerme de algo.
Me apetece un cigarro, me desahogo y me reconforta saber que todo está preparado. Ahora, se me antoja otra cosa: un buen café. Tengo la hoja bond con los temas concatenados, como si se tratara de una espiral con una biología oculta.
Comienzo a hablar y, apenas doy el primer paso, las luces empiezan a modificar su intensidad, como si desearan distraerme. Es sumamente extraño, no es la primera vez que ocurre; he perdido la cuenta. Sin embargo, quienquiera que lo haga, sabe que no albergo rastro alguno de temor.
Desconozco qué frustración pueda experimentar esa fuerza que incita a que sucedan esas cosas, ya sean sonidos extraños, cambios de luz, u otros fenómenos que se perciben en los episodios, y algunos que pasan desapercibidos. Quizás haya una razón para que se tomen la molestia de revisar mis programas y tal vez este sea al menos un motivo.
Yo no se si lo que acabo de decirles sea el mejor argumento para que vean mi programa, solo se trata de ser honesto, decir la verdad, y por su puesto que en un camino así, (muy parecido a lo que hago con mis textos literarios) da por hecho que el 95% del público ya estan alejados, o uno ya tomó distancia...
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