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Orígenes

Estimados lectores con placer y profundo aprecio a la literatura los invito a descubrir mi blog Café y escrituras con humo, un espacio donde la literatura respira con una libertad genuina, y donde cada cuento, relato o poema está tejido con esmero, ofreciendo mundos y personajes que buscan resonar en el alma. Es un rincón de lucidez y libertad de expresión, donde no existe censura ni rechazo, (ni de editoriales ni de fanzines) sino un llamado sincero a explorar juntos las profundidades de la imaginación y del pensamiento. Los textos son gratuitos y siempre bienvenidos a nuevos ojos, con la esperanza de que encuentren en ellos una chispa de inspiración o reflexión. ¡Los invito a tomar una pausa, servirse una buena taza de café, y sumergirse en la esencia de cada relato! , poema o artículos de mi autoría o de los escritores invitados. A continuación, dejo el índice del contenido:
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lunes, 14 de octubre de 2024

Enrico Manuel Diaz Bernuy, Cuartetos, Poesía

  Versos a

Sri Krishna

(cuartetos 10)

 

  1


Abrazar en mis pensamientos el color de tu perfección.

Es retornar a las huellas que dejó.

La ambrosía de tus nombres mis ojos, atrapó.

En un vistoso nácar donde mi clamor es una petición.

 

2


Llamada la ciencia hacia el supremo.

Sueño en   encomendarme a la cadena discipular.

De un camino donde  se alza el rastro lunar.

Como son los suspiros que emana los vocablos del eterno.



3


De esta forma, ya no son engañosos los senderos.

Que de aquí se inventan los colores del conocimiento.

Son cosas que solo quedan en este firmamento.

Sistemas mundanos de que todo honor, son limitados paraderos.

 


4


Con el verso sensato y claro en sus mandatarios...

Dígnense del sol, fiel sirviente de fe como semillas.

Del único señor hasta donde descansa las estrellas.

Vínculos cultos los más luminosos en sus adentros   

 


5


Son las palabras que no siempre llegan a todos los corazones.

Como Uno es Arjuna, un alma más allá de las afluencias.

Virtud en la inteligencia poder de esencias.

Surge palmarias Obligaciones   frente a las estaciones.



6


Al final todos somos peces del mismo río.

Solo que algunos comprenden las fuentes.

Y otros se entretienen con los torrentes...  

Olvidando las formas de loto que floreció sobre aguas del altísimo.



7


Sea así estos versos Para siri Krisna mi permanencia.

Dador de nuestros dones para recordarnos a Él.

Que siempre está presente en los tronos de todo laurel.

Sea así mi pincel el pulso de los geranios,  mi influencia.



8


Bermejos violáceos y magentas calan la esperanza.

Ensartadas en el hilo de las guirnaldas acompañantes.

Al señor de lo eterno como dignas consonantes...

Que todo turbante  ceda; brille en alabanza.

 


9


Para hacernos con el tiempo;  nunca es tarde para  comienzos.

Y sientes como resuena tus nombres.

Es una abundancia de tantos pronombres.

En un camino donde se aleja los caminos de los tropiezos.

 

 


10


Se nace ciego se vive ciego, pero con el intelecto la luz llega.

Por fin eres el auriga y a tus deseos los suplas.

Con la razón de la trascendencia que no viene ni va, a esta tierra…

Pega y besa como un bajel a alta mar que solo de los cielos riega.

 


Enrico Diaz Bernuy

 

 

domingo, 13 de octubre de 2024

martes, 8 de octubre de 2024

Cuento de Enrico Manuel Diaz Bernuy | Narraciones 2024 ---TRAPECIOS a la NADA---

 

 TRAPECIOS a la NADA



"La traición es el único hecho que nos define por completo."
Jean Genet


Lucho había dedicado años a perfeccionar su arte y a los que no estaban en esa sintonía inmediatamente los catalogaba como superficiales, materialistas,  que se rodeaban de amistades falsas, llenas de ego y mediocridad, sobre todo mediocridad.

A lo largo del tiempo, se integró en un pequeño círculo social, pero lo que al principio parecía un refugio literario exclusivo, pronto mostró sus fisuras. Entre ellos se encubrían, compartían halagos vacíos y, al final, se traicionaban mutuamente, (fusión).

Como todo en la vida, ese grupo seguía la ley de lo impermanente, donde el olvido es la única moneda de pago. Lo supo cuando vio el inevitable quiebre de aquel reino de falsas promesas. Si lo dudas, basta con dar un paseo por las grandes ciudades y preguntar a los transeúntes quién fue el primer dueño de aquella casa o quién la construyó, o que esfuerzo le costó. Quizá, al hacerlo, te enfrentarás con la cruda realidad de que todos pueden olvidarte, sustituirte y, sobre todo, traicionarte, (falsos)

Es aquí donde entra en juego el “elemento T” —la traición—, (el elemento en la ecuación), ese mal que ocupa la cúspide de toda pirámide, como la flor geométrica desplegándose entre los ojos de todas  las serpientes.

La traición es el verdadero problema en todas las empresas: actuar de manera que el colega se esfuerce más, dejando a otro como "el aprovechado". Lo mismo ocurre en la amistad, cuando se revelan confidencias a terceros que ni siquiera te conocen. Y en el ámbito laboral o social, siempre es la traición la que enciende la chispa. Si el planeta está sangrando y el aire huele a pólvora, la raíz de todo es, sin duda, la traición.

Entonces según su postulado la esencia misma del ser humano parecía ser esa: traicionar a otros para finalmente traicionarse a sí mismos. Tal vez, como pensaba en sus momentos de mayor lucidez, en sus adentros cuyo sentido e instinto autodestructivo imperaba; era una súplica desesperada por el fin, por un final definitivo y rápido que pusiera fin a la Falsedad.

En atributo, vivimos en un planeta de traidores. Andamos entre serruchos ambulantes que, al final, se autolesionan, pero jamás lo admitirán. A menos que posean un espíritu desquiciado o sínico, inclinado hacia la autodestrucción, o un deseo irrefrenable de que todo acabe, ¡pero de una vez!

No se trata de una simple falta de estima al prójimo, ni siquiera de baja autoestima. Estos son terrenos mucho más profundos, donde las oscuridades se embrollan con cadenas que nos arrastran “lejos de la verdad”, y en otras profundidades en las fuentes del ser…

 A pesar de esta decepción constante, Lucho nunca dejó de buscar un rayo de esperanza. Tal vez esa luz estuviera en otro lugar, tal vez en la selva peruana, un lugar mítico donde los sueños se volvían tangibles, (desincentivar).

El paisaje del boulevard selvático de la Amazonía estaba lleno de promesas y de traiciones disfrazadas de oportunidades. Era un lugar donde los mitos y exageraciones se mezclaban con la codicia y el comercio informal (lleno de inmensidad), y otros placeres de la misma hondura.  

Inversionistas extranjeros, seducidos por la riqueza maderera, habían transformado aquella tierra en un hervidero de intereses cruzados. Y Lucho, aunque no era un empresario, sentía que aquel ambiente estimulaba su codicia de otra índole: la codicia por encontrar su lugar en el mundo literario. Sin saber de qué trataba en realidad lo que es el mundo literario… (ilusión).

Sin embargo, en medio de estas profundidades, a veces, en los ríos subterráneos, se vislumbra un pequeño rayo de luz... Así, el paisaje del boulevard selvático en la Amazonía peruana, cargado de mitos, exageraciones y envidias, había revivido en Lucho la codicia que alguna vez había enterrado en los turbios tejidos de su ser.

Ese rayo de luz estaba presente en toda la faz de la Tierra, pero en la selva brillaba con mayor intensidad. Aunque la región ya se había consolidado como uno de los destinos turísticos más poderosos del país, los inversionistas extranjeros seguían, invirtiendo,  en la explotación maderera. 

El comercio informal, con sus acusaciones sobre la tala indiscriminada, generaba un efecto dominó, tan sencillo como que un negocio produce otro, y así el ciclo continúa.

El tiempo pasó, y Lucho siguió viajando por la selva, buscando ese espacio donde su literatura pudiera resonar. Después de años de recorrer montañas y ríos, su frustración crecía con toda la apariencia de algo inmortal.

Ninguna editorial publicaba su obra sin exigir sumas exorbitantes, lo que terminó desmoronando su creencia en el viejo concepto sobre la “excelencia literaria” o arte literario. La fantasía de que las editoriales buscaban la excelencia quedó atrás. Al final, todo era un mercado, y si no se tenía capital, no había espacio para los sueños, cernía así un cimiento para otras realidades, o para la verdadera realidad.

Un día, mientras caminaba por el malecón de Iquitos, aquel viento tibio con su característico aire áspero y dulce, vio un grupo de personas discutiendo sobre libros y poesía.

A pesar de la amargura y nostalgias, una pequeña chispa de esperanza lo empujó a acercarse. Esos desconocidos lo escucharon, y por primera vez en mucho tiempo, Lucho sintió que su voz tenía eco.  Sintió que alguien más podía sentir sus versos, y eso, era un hallazgo.

Así fue como, con la tímida esperanza de cambiar su destino, compartió la idea de formar un grupo literario con quien sintió que había compatibilizado, y sin pensar mucho, tomó a Juan como “un amigo”.

Pero él,  referente al grupo literario que tenía en mente, sabía perfectamente que  no sería cualquier grupo, él soñaba con un círculo cerrado, un lugar donde se forjara un “movimiento literario” de verdadera relevancia, donde los autores se comprometieran con un nivel de exigencia y profundidad que trascendiera la mediocridad reinante.

Para llevar a cabo su proyecto, contó con la ayuda de Juan, a quien consideraba ilusamente su  amigo. Juan tenía carisma y una habilidad innata para atraer a las personas, además contaba presupuestos para ese fin, y juntos comenzaron a darle forma al grupo con el apoyo de Sebastián conocido como “el pansa de Topo” (amigo de Juan), y era topo.

Una vez juntado los tres, esperaban un toque femenino, faltaba una minina. Y Juan, nuevamente llamó a su amiga para ocupar el puesto y ella automáticamente se autodenominó como la musa y diva. Lo claro es que a veces tenía un tono altanero y a veces algo problemática.  Conclusión:  tres lobos y una princesa, —el grupo estaba fundado—.

Sin embargo, pronto Lucho descubrió que el sueño se desmoronaba. Juan, usando su encanto y recursos económicos empezó a llenar el grupo con sus propios amigos, gente que, aunque interesada en la literatura, no compartía el mismo rigor ni la visión de Lucho. Ni mucho menos en concebir la idea de un “movimiento literario”.

Yo creo que el culpable en cierta medida era Lucho, tal vez no fue tan comunicativo al expresar esas visiones. Él quizás envuelto en su entusiasmo, creyó que su amigo y los demás, sentían lo que él esperaba de esa asociación. Pero lo fundamental en los hechos es que los demás eran amateurs, muchos ni siquiera sabían escribir poesía o bromeaban con hacerlo, e incluso llegaron a unirse saltimbanquis, personajes que poco o nada tenían que ver con el arte literario.

Para Lucho, aquello era inaceptable y esa clase de sentimientos también lo contenía, ese es otro error de Lucho. Referente a la invasión de los mediocres, incomodó en cierta medida pero lo que en verdad sintió lucho es  la traición interna, esa traición fue que su amigo Juan tome atribuciones en el grupo que no le correspondían, y esa clase de traiciones que experimentó  fue algo que no estaba acostumbrado, simplemente porque él no estaba habituado a sociabilizar como ellos.

Juan, que había sido su amigo y confidente, se erigió como líder del grupo con descaro, apropiándose de la idea original y relegando a Lucho a un rincón.

El liderazgo que Juan había obtenido no era fruto del esfuerzo ni del mérito, sino de su capacidad para manipular a sus amigos y buscar popularidad. (vida social) vida social;  Dinero. 

El grupo, que Lucho había creado para fundar un movimiento literario serio, en conjunto con su amigo se convirtió en un “espacio abierto”, un circo donde las risas y los delirios de excelencia  o fama prevalecían,  sobre la creación auténtica.

Ellos querían popularidad, Lucho   provenía de una vida solitaria y su visión en crear un movimiento significaba marcar un camino distinto a lo que se había visto y aunque Lucho, jamás me lo dijo, estoy seguro que ese camino también era solitario.

Lucho recordaba aquellas viejas fotografías donde por ejemplo el movimiento surrealista donde salía Breton,  Dali, y demás, era una esfera cerrada, solitaria pero puro. No sé en qué momento esa idea posicionó en Lucho para intentar hacer lo mismo.

Lo que es innegable, es que en todas las estructuras sociales —ya sean académicas, laborales o incluso familiares— subyace un profundo anhelo de evasión. Es como si todo estuviese diseñado para propiciar una huida constante mediante diversas distracciones, que aunque varíen en forma y género, convergen en un mismo propósito: escapar. Esta obsesión colectiva por el entretenimiento, la diversión, el distraerse, parece estar inscrita en el propio tejido de nuestras vidas. 

Y cuando finalmente percibes esta realidad, te detienes, te sientas en silencio, y comienzas a cuestionar tus propios autoengaños y fantasías. Es entonces cuando surge una esperanza de evolución, porque en la quietud se desvelan verdades que antes parecían inalcanzables.

Pero él en esos momentos ya se sentía incapaz de soportar esa traición, era más que lacerante esa sensación, y el rencor que empezó a experimentar hizo que desee alejarse, así que  decidió irse.

Entonces Lucho relegó su puesto de director y fundador al topo, a pesar que él sabía sobre sus habilidades de ser topo. Lucho quería que el grupo continúe, incluso él no quería pelearse con el topo, a pesar que era compinche de Juan, simplemente lo que para él fue un sueño, dejó de serlo porque las condiciones básicas de ese sueño se habían perdido. Las miras hacia la excelencia grupal, y la lealtad,  se habían extinguido. Sin embargo, había algo creado y él asi mismo se dijo: que se queden con todo, ya no me importa ese sueño, ¡ya no me importan ellos!

Sabía que su visión no tenía cabida en un entorno lleno de falsedades y luchas de egos. Se dio cuenta de que, más allá de la literatura, lo que ellos buscaban era reconocimiento y fama, llamar la atención, (el colorinche, hacer show) no la creación de algo duradero.

Con una mezcla de tristeza y desdén, abandonó el grupo y dejó que siguieran con sus juegos y respecto al que fue su amigo, solo recordarlo con su arrogante sonrisa y desprecio a los que no pensaban como él.  

La herida que provocó en Lucho solo se  resumía en una palabra. Y cuando me dijo esa palabra mirándome a los ojos, las luces amarillas de la calle empezaron a vibrar, parece mentira pero que energía habrá usado al decirme esa palabra que coincida sospechosamente con ese efecto lumínico de los faroles.

Sus ojos tomaron un tono medio rojizo, miró a otro lado, y su mirada volvió a ser la misma. Sus ojos no se pusieron rojos por querer derramar una lagrima, sino era como una diminuta película que apareció en cada iris de sus ojos, sentí una arrollador  escalofrío. Pero fue en tan pocos segundos que no me dio la oportunidad o no la halle para decirle sobre ese detalle, (detalles).


Ahora que recuerdo esa escena, me puse a especular sobre las  habladurías,  acerca del tema que si él sabía hacer cosas o técnicas oscurantistas... A todas luces él siempre se presentaba como un hombre de paz, pero a veces tenía dudas sobre la veracidad de ese pacifismo. Pero lo que si me dejó claro, es que, Lucho jamás volvería con ellos, ni a confiar en sus dudosas lealtades.

Luego, pasó el tiempo continuaría su camino en solitario, (y eso no es una novedad en su vida) pero en el fondo buscaba un lugar donde su voz y su arte tuvieran el valor que merecían. El mundo literario que él experimentó estaba lleno de traidores.

Al igual que en la iglesia, donde entre los sacerdotes se esconden  demonios disfrazados, en la literatura abundan los farsantes: críticos literarios que menosprecian el arte, autodenominados poetas que solo buscan fama ,o delincuentes literarios para extorsionar  a los novatos, o los que están ahí con el fin de tener un micrófono en mano “para ser importantes”, o para sabotear a quienes verdaderamente "entregan su vida al arte" o a burlarse o menospreciar  de la austeridad que trae consigo…

Pero él, en esos momentos ya se sentía incapaz de soportar esa traición. Era lacerante "y el rencor".... que empezó a experimentar hizo que desee alejarse, así que decidió irse. Y respecto a la respuesta de Lucho y sus deseos de venganza con el tiempo entendió que, para esos payasos, la venganza más efectiva es ofrecerles su absoluta indiferencia, su desprecio y sobre todo; su Distancia.

Y para dar inicio a su nueva vida o mejor dicho, retomar su vida de siempre, tenía que viajar a Lima y de esta forma estuvo en contacto con el topo, siempre a la distancia (whatsapp), con la plena conciencia que todo comentario que le diga al topo era como decirlo a todos los integrantes de aquel grupo, principalmente a su ex amigo Juan.  Al menos, la función del topo en cierta forma era útil porque sirvió para tenerlos de lejos, y esta soledad con el paso del tiempo lo hizo lograr los sueños que una vez esperaba que irían a nacer cerca de ellos, nacieron en su soledad y eso le dio más  satisfacciones. El inicio de todo, fue llegar a Lima.

 

 

Enrico Diaz Bernuy 

 


lunes, 7 de octubre de 2024

Ocho poemas de José Lezama Lima

 

 DISCORDIAS

De la contradicción de las contradicciones,
la contradicción de la poesía,
obtener con un poco de humo
la respuesta resistente de la piedra
y volver a la transparencia del agua
que busca el caos sereno del océano
dividido entre una continuidad que interroga
y una interrupción que responde,
como un hueco que se llena de larvas
y allí reposa después una langosta.
Sus ojos trazan el carbunclo del círculo,
las mismas langostas con ojos de fanal,
conservando la mitad en el vacío
y con la otra arañando en sus tropiezos
el frenesí del fauno comentado.
Contradicción primera: caminar descalzo
sobre las hojas entrecruzadas,
que tapan las madrigueras donde el sol
se borra como la cansada espada,
que corta una hoguera recién sembrada.
Contradicción segunda: sembrar las hogueras.
Última contradicción: entrar
en el espejo que camina hacia nosotros,
donde se encuentran las espaldas,
y en la semejanza empiezan
los ojos sobre los ojos de las hojas,
la contradicción de las contradicciones.
La contradicción de la poesía,
se borra a sí misma y avanza
con cómicos ojos de langosta.
Cada palabra destruye su apoyatura
y traza un puente romano secular.
Gira en torno como un delfín
caricioso y aparece
indistinto como una proa fálica.
Restriega los labios que dicen
la orden de retirada.
Estalla y los perros del trineo
mascan las farolas en los árboles.
De la contradicción de las contradicciones,
la contradicción de la poesía,
borra las letras y después respíralas
al amanecer cuando la luz te borra.

 


 

 

 

 

LA MADRE

Vi de nuevo el rostro de mi madre.
Era una noche que parecía haber escindido
la noche del sueño.
La noche avanzaba o se detenía,
cuchilla que cercena o soplo huracanado,
pero el sueño no caminaba hacia su noche.
Sentía que todo pesaba hacia arriba,
allí hablabas, susurrabas casi,
para los oídos de un cangrejito,
ya sé, lo sé porque vi su sonrisa
que quería llegar
regalándome ese animalito,
para verlo caminar con gracia
o profundizarlo en una harina caliente.
La mazorca madura como un diente de niño,
en una gaveta con hormigas plateadas.
El símil de la gaveta como una culebra,
la del tamaño de un brazo, la que viruta
la lengua en su extensión doblada, la de los relojes
viejos, la temible
y risible gaveta parlante.
Recorría los filos de la puerta,
para empezar a sentir, tapándome los ojos,
aunque lentamente me inmovilizaba,
que la parte restante pesaba más,
con la ligereza del peso de la lluvia
o las persianas del arpa.
En el patio asistían
la luna completa y los otros meteoros convidados.
Propicio era y mágico el itinerario de su costumbre.
Miraba la puerta,
pero el reto del cuerpo permanecía en lo restado,
como alguien que comienza a hablar,
que vuelve a reírse,
pero como se pasea entre la puerta
y lo otro restante,
parece que se ha ido, pero entonces vuelve.
Lo restante es Dios tal vez,
menos yo tal vez,
tal vez el raspado solar
y en él a horcajadas el yo tal vez.
A mi lado el otro cuerpo,
al respirar, mantenía la visión
pegada a la roca de la vaciedad esférica.
Se fue reduciendo
a un metal volante con los bordes
asaltados por la brevedad de las llamas,
a la evaporación de una pequeña
taza de café matinal,
a un cabello.

 

 

 

 

ELOÍSA LEZAMA LIMA

Una sonrisa que no termina.
Una sonrisa que sabe terminar admirablemente.
La sonrisa se agranda como la noche
y los ojos se reducen a una pequeña piedra
escondida. Calidad de un mineral
que se guarda en un paño de aceite
milenario: Saber reírse y dar la mano.
Las pausas y los hallazgos de la risa
transcurren con la sencillez de una silla pompeyana.
La mano ofrece la brevedad del rocío
y el rocío queda como la arena tibia del recuerdo.
Ofrecerá así siempre la sencillez compleja de la risa
y el acuoso laberinto de su mano en el sueño.

 

 

 

 

OIGO HABLAR

Oigo hablar a un pájaro moteado:
cuacuá.
En la cabeza tres círculos verdes
y los ojitos que abren y cierran la noche.
Las banquetas para los violinistas
y en medio de la pechuga aljamiada
una garrafa saludando como en un minué.
Las levitas y los sombreros
manchados de luna, con alas pequeñas,
corrían a ocultarse detrás de los árboles.
Los violines también detrás de las hojas
crecían escindidos pisados por la escarcha.
El violinista de levita morada exclama:
cuacuá.
Y todos los trombones borrachos en la medianoche
saludaban, alzaban las ventanas,
elevaban por el aire el pelo del violín.
Una pausa y después se oyó:
cuacuá.
Los animales hablaban primero,
el pájaro perfeccionó el diccionario,
la orquesta sólo lo hizo girar, girar,
soltar sus espirales y recogerlas
en la manga con botones heráldicos.
El pájaro en su casaca de abril
nos regaló el lenguaje interpuesto,
el pelo del violín cruzado con el rameado sedoso,
el ojo del pulpo en el ancla al mediodía:
cuacuá.
El violinista con sus pelos angélicos,
impulsados por la orquesta y su tic tac
de escarcha amoratada, saludaba
de nuevo la hoja reverente
y dejaba caer una gota
hidrocéfala con los ojos sangrantes:
cuacuá.

 

 

 

 

PALABRAS MÁS LEJANAS

La mañana suda una palabra,
apesadumbrada desaparece,
correteando dobla la esquina.
Entra silenciosa en la taberna,
todavía allí los cantantes metafísicos de Purcell,
el eco de la campana la adelgaza.
Pondrían la mano sobre su hombro,
añadirían otras palabras al oído.
Jugará a perderse
con las arenas que la bruñen.
Está alegre porque han venido
a verle su nueva cara, se adormece
en el ahumado rodar de las monedas.
Desaparece como una ardilla,
en la medianoche de la otra esquina
recién apagada.

 

 

 

 

DISCORDIAS

De la contradicción de las contradicciones,
la contradicción de la poesía,
obtener con un poco de humo
la respuesta resistente de la piedra
y volver a la transparencia del agua
que busca el caos sereno del océano
dividido entre una continuidad que interroga
y una interrupción que responde,
como un hueco que se llena de larvas
y allí reposa después una langosta.
Sus ojos trazan el carbunclo del círculo,
las mismas langostas con ojos de fanal,
conservando la mitad en el vacío
y con la otra arañando en sus tropiezos
el frenesí del fauno comentado.
Contradicción primera: caminar descalzo
sobre las hojas entrecruzadas,
que tapan las madrigueras donde el sol
se borra como la cansada espada,
que corta una hoguera recién sembrada.
Contradicción segunda: sembrar las hogueras.
Última contradicción: entrar
en el espejo que camina hacia nosotros,
donde se encuentran las espaldas,
y en la semejanza empiezan
los ojos sobre los ojos de las hojas,
la contradicción de las contradicciones.
La contradicción de la poesía,
se borra a sí misma y avanza
con cómicos ojos de langosta.
Cada palabra destruye su apoyatura
y traza un puente romano secular.
Gira en torno como un delfín
caricioso y aparece
indistinto como una proa fálica.
Restriega los labios que dicen
la orden de retirada.
Estalla y los perros del trineo
mascan las farolas en los árboles.
De la contradicción de las contradicciones,
la contradicción de la poesía,
borra las letras y después respíralas
al amanecer cuando la luz te borra.

 

 

 

 


 

 ESPERAR LA AUSENCIA

Estar en la noche
esperando una visita,
o no esperando nada
a ver como el sillón lentamente
va avanzando hasta alejarse de la lámpara.
Sentirse más adherido a la madera
mientras el movimiento del sillón
va inquietando los huesos escondidos,
como si quisiéramos que no fueran vistos
por aquellos que van a llegar.
Los cigarros van reemplazando
los ojos de los que no van a llegar.
Colocamos el pañuelo
sobre el cenicero para que no se vea
el fondo de su cristal,
los dientes de sus bordes,
los colores que imitan los dedos
sacudiendo la ausencia y la presencia
en las entrañas que van a ser sopladas.
La visita o la nada
cubiertas por el pañuelo,
como el llegar de la lluvia
para oídos lejanos,
saltan del cenicero,
preparando la eternidad
de sus pisadas o se organizan
inclinándose sobre un montón de hojas
que chisporrotean sobre el jarrón
de la abuela,
huyendo del cenicero.

 

 

 

 

¿Y MI CUERPO?

Me acerco
y no veo ninguna ventana.
Ni aproximación ni cerrazón,
ni el ojo que se extiende,
ni la pared que lo detiene.
Me alejo
y no siento lo que me persigue.
Mi sombra
es la sombra de un saco de harina.
No viene a abrazarse con mi cuerpo
ni logro quitármela como una capota.
La noche está partida por una lanza,
que no viene a buscar mi costado.
Ningún perro esmalta
el farol sudoroso.
La lanza sólo me indica
las órdenes de la luna
haciendo detener la marea.
Es la triada del colchón,
la marea y la noche.
Siento que nado dormido
dentro de un tonel de vino.
Nado con las dos manos amarradas.

 

 

 

 

MARÍA ZAMBRANO

María se nos ha hecho tan transparente
que la vemos al mismo tiempo
en Suiza, en Roma o en La Habana.
Acompañada de Araceli
no le teme ni al fuego ni al hielo.
Tiene los gatos frígidos
y los gatos térmicos,
aquellos fantasmas elásticos de Baudelaire
la miran tan despaciosamente
que María temerosa comienza a escribir.
La he oído conversar desde Platón hasta Husserl
en días alternos y opuestos por el vértice,
y terminar cantando un corrido mexicano.
las olitas jónicas del Mediterráneo,
los gatos que utilizaban la palabra como,
que según los egipcios unía todas las cosas
como una metáfora inmutable,
le hablaban al oído
mientras Araceli trazaba un círculo mágico
con doce gatos zodiacales,
y cada uno esperaba su momento
para salmodiar El libro de los muertos.
María es ya para mí
como una sibila
a la cual tenuamente nos acercamos,
creyendo oír el centro de la tierra
y el cielo del empíreo,
que está más allá del cielo visible.
Vivirla, sentirla llegar como una nube,
es como tomar una copa de vino
y hundirnos en su légamo.
Ella todavía puede despedirse
abrazada con Araceli,
pero siempre retorna como una luz temblorosa.