TRAPECIOS a la NADA
"La traición es el único hecho que nos define por completo."
— Jean Genet
Lucho había dedicado años a perfeccionar su arte y a los que no
estaban en esa sintonía inmediatamente los catalogaba como superficiales,
materialistas, que se rodeaban de
amistades falsas, llenas de ego y mediocridad, sobre todo mediocridad.
A lo largo del tiempo, se integró en un pequeño círculo
social, pero lo que al principio parecía un refugio literario exclusivo, pronto
mostró sus fisuras. Entre ellos se encubrían, compartían halagos vacíos y, al
final, se traicionaban mutuamente, (fusión).
Como todo en la vida, ese grupo seguía la ley de lo impermanente,
donde el olvido es la única moneda de pago. Lo supo cuando vio el inevitable
quiebre de aquel reino de falsas promesas. Si lo dudas, basta con dar un paseo
por las grandes ciudades y preguntar a los transeúntes quién fue el primer
dueño de aquella casa o quién la construyó, o que esfuerzo le costó. Quizá, al
hacerlo, te enfrentarás con la cruda realidad de que todos pueden olvidarte,
sustituirte y, sobre todo, traicionarte, (falsos)
Es aquí donde entra en juego el “elemento T” —la traición—, (el
elemento en la ecuación), ese mal que ocupa la cúspide de toda pirámide, como la
flor geométrica desplegándose entre los ojos de todas las serpientes.
La traición es el verdadero problema en todas las empresas: actuar
de manera que el colega se esfuerce más, dejando a otro como "el
aprovechado". Lo mismo ocurre en la amistad, cuando se revelan
confidencias a terceros que ni siquiera te conocen. Y en el ámbito laboral o
social, siempre es la traición la que enciende la chispa. Si el planeta está
sangrando y el aire huele a pólvora, la raíz de todo es, sin duda, la traición.
Entonces según su postulado la esencia misma del ser humano parecía
ser esa: traicionar a otros para finalmente traicionarse a sí mismos. Tal vez,
como pensaba en sus momentos de mayor lucidez, en sus adentros cuyo sentido e
instinto autodestructivo imperaba; era una súplica desesperada por el fin, por
un final definitivo y rápido que pusiera fin a la Falsedad.
En atributo, vivimos en un planeta de traidores. Andamos entre
serruchos ambulantes que, al final, se autolesionan, pero jamás lo admitirán. A
menos que posean un espíritu desquiciado o sínico, inclinado hacia la
autodestrucción, o un deseo irrefrenable de que todo acabe, ¡pero de una vez!
No se trata de una simple falta de estima al prójimo, ni siquiera
de baja autoestima. Estos son terrenos mucho más profundos, donde las
oscuridades se embrollan con cadenas que nos arrastran “lejos de la verdad”, y
en otras profundidades en las fuentes del ser…
A pesar de esta decepción constante, Lucho nunca dejó de buscar un
rayo de esperanza. Tal vez esa luz estuviera en otro lugar, tal vez en la selva
peruana, un lugar mítico donde los sueños se volvían tangibles, (desincentivar).
El paisaje del boulevard selvático de la Amazonía estaba lleno de
promesas y de traiciones disfrazadas de oportunidades. Era un lugar donde los
mitos y exageraciones se mezclaban con la codicia y el comercio informal (lleno de inmensidad), y
otros placeres de la misma hondura.
Inversionistas
extranjeros, seducidos por la riqueza maderera, habían transformado aquella tierra
en un hervidero de intereses cruzados. Y Lucho, aunque no era un empresario,
sentía que aquel ambiente estimulaba su codicia de otra índole: la codicia por
encontrar su lugar en el mundo literario. Sin saber de qué trataba en realidad
lo que es el mundo literario… (ilusión).
Sin embargo, en medio de estas
profundidades, a veces, en los ríos subterráneos, se vislumbra un pequeño rayo
de luz... Así, el paisaje del boulevard selvático en la Amazonía peruana,
cargado de mitos, exageraciones y envidias, había revivido en Lucho la codicia
que alguna vez había enterrado en los turbios tejidos de su ser.
Ese rayo de luz estaba presente en toda
la faz de la Tierra, pero en la selva brillaba con mayor intensidad. Aunque la
región ya se había consolidado como uno de los destinos turísticos más
poderosos del país, los inversionistas extranjeros seguían, invirtiendo, en la
explotación maderera.
El comercio informal, con sus acusaciones sobre la tala
indiscriminada, generaba un efecto dominó, tan sencillo como que un negocio
produce otro, y así el ciclo continúa.
El tiempo pasó, y Lucho siguió viajando por la selva, buscando ese
espacio donde su literatura pudiera resonar. Después de años de recorrer
montañas y ríos, su frustración crecía con toda la apariencia de algo inmortal.
Ninguna editorial publicaba su obra sin exigir sumas exorbitantes,
lo que terminó desmoronando su creencia en el viejo concepto sobre la
“excelencia literaria” o arte literario. La fantasía de que las editoriales
buscaban la excelencia quedó atrás. Al final, todo era un mercado, y si no se
tenía capital, no había espacio para los sueños, cernía así un cimiento para otras realidades, o para la verdadera realidad.
Un día, mientras caminaba por el malecón de Iquitos, aquel viento
tibio con su característico aire áspero y dulce, vio un grupo de personas
discutiendo sobre libros y poesía.
A pesar de la amargura y nostalgias, una pequeña chispa de
esperanza lo empujó a acercarse. Esos desconocidos lo escucharon, y por primera
vez en mucho tiempo, Lucho sintió que su voz tenía eco. Sintió que alguien más podía sentir sus
versos, y eso, era un hallazgo.
Así fue como, con la tímida esperanza de cambiar su destino,
compartió la idea de formar un grupo literario con quien sintió que había
compatibilizado, y sin pensar mucho, tomó a Juan como “un amigo”.
Pero él, referente al grupo literario que tenía en mente, sabía
perfectamente que no sería cualquier
grupo, él soñaba con un círculo cerrado, un lugar donde se forjara un “movimiento
literario” de verdadera relevancia, donde los autores se comprometieran con un
nivel de exigencia y profundidad que trascendiera la mediocridad reinante.
Para llevar a cabo su proyecto, contó con la ayuda de Juan, a quien
consideraba ilusamente su amigo. Juan
tenía carisma y una habilidad innata para atraer a las personas, además contaba
presupuestos para ese fin, y juntos comenzaron a darle forma al grupo con el
apoyo de Sebastián conocido como “el pansa de Topo” (amigo de Juan), y era
topo.
Una vez juntado los tres, esperaban un toque femenino, faltaba una minina.
Y Juan, nuevamente llamó a su amiga para ocupar el puesto y ella
automáticamente se autodenominó como la musa y diva. Lo claro es que a veces
tenía un tono altanero y a veces algo problemática. Conclusión: tres lobos y una princesa, —el grupo estaba
fundado—.
Sin embargo, pronto Lucho descubrió que el sueño se desmoronaba.
Juan, usando su encanto y recursos económicos empezó a llenar el grupo con sus
propios amigos, gente que, aunque interesada en la literatura, no compartía el
mismo rigor ni la visión de Lucho. Ni mucho menos en concebir la idea de un
“movimiento literario”.
Yo creo que el culpable en cierta medida era Lucho, tal vez no fue tan
comunicativo al expresar esas visiones. Él quizás envuelto en su entusiasmo,
creyó que su amigo y los demás, sentían lo que él esperaba de esa asociación.
Pero lo fundamental en los hechos es que los demás eran amateurs, muchos ni
siquiera sabían escribir poesía o bromeaban con hacerlo, e incluso llegaron a
unirse saltimbanquis, personajes que poco o nada tenían que ver con el arte
literario.
Para Lucho, aquello era inaceptable y esa clase de sentimientos
también lo contenía, ese es otro error de Lucho. Referente a la invasión de los mediocres, incomodó en cierta medida
pero lo que en verdad sintió lucho es la
traición interna, esa traición fue que su amigo Juan tome atribuciones en el
grupo que no le correspondían, y esa clase de traiciones que experimentó fue algo que no estaba acostumbrado,
simplemente porque él no estaba habituado a sociabilizar como ellos.
Juan, que había sido su amigo y confidente, se erigió como líder
del grupo con descaro, apropiándose de la idea original y relegando a Lucho a
un rincón.
El liderazgo que Juan había obtenido no era fruto del esfuerzo ni
del mérito, sino de su capacidad para manipular a sus amigos y buscar popularidad. (vida social) vida social; Dinero.
El grupo, que Lucho había creado para fundar un movimiento
literario serio, en conjunto con su amigo se convirtió en un “espacio abierto”,
un circo donde las risas y los delirios de excelencia
o fama prevalecían, sobre la creación auténtica.
Ellos querían popularidad, Lucho provenía de una vida solitaria y su visión en
crear un movimiento significaba marcar un camino distinto a lo que se había visto
y aunque Lucho, jamás me lo dijo, estoy seguro que ese camino también era
solitario.
Lucho recordaba aquellas viejas fotografías donde por ejemplo el
movimiento surrealista donde salía Breton,
Dali, y demás, era una esfera cerrada, solitaria pero puro. No sé en qué
momento esa idea posicionó en Lucho para intentar hacer lo mismo.
Lo que es innegable, es que en todas las estructuras sociales —ya
sean académicas, laborales o incluso familiares— subyace un profundo anhelo de
evasión. Es como si todo estuviese diseñado para propiciar una huida constante
mediante diversas distracciones, que aunque varíen en forma y género, convergen
en un mismo propósito: escapar. Esta obsesión colectiva por el entretenimiento,
la diversión, el distraerse, parece estar inscrita en el propio tejido de
nuestras vidas.
Y cuando finalmente percibes esta realidad, te detienes, te
sientas en silencio, y comienzas a cuestionar tus propios autoengaños y
fantasías. Es entonces cuando surge una esperanza de evolución, porque en la
quietud se desvelan verdades que antes parecían inalcanzables.
Pero él en esos momentos ya se sentía incapaz de soportar esa
traición, era más que lacerante esa sensación, y el rencor que empezó a experimentar
hizo que desee alejarse, así que decidió
irse.
Entonces Lucho relegó su puesto de director y fundador al topo, a
pesar que él sabía sobre sus habilidades de ser topo. Lucho quería que el grupo
continúe, incluso él no quería pelearse con el topo, a pesar que era compinche de
Juan, simplemente lo que para él fue un sueño, dejó de serlo porque las
condiciones básicas de ese sueño se habían perdido. Las miras hacia la
excelencia grupal, y la lealtad, se habían
extinguido. Sin embargo, había algo creado y él asi mismo se dijo: que se queden
con todo, ya no me importa ese sueño, ¡ya no me importan ellos!
Sabía que su visión no tenía cabida en un entorno lleno de falsedades
y luchas de egos. Se dio cuenta de que, más allá de la literatura, lo que ellos
buscaban era reconocimiento y fama, llamar la atención, (el colorinche, hacer
show) no la creación de algo duradero.
Con una mezcla de tristeza y desdén, abandonó el grupo y dejó que
siguieran con sus juegos y respecto al que fue su amigo, solo recordarlo con su
arrogante sonrisa y desprecio a los que no pensaban como él.
La herida que provocó en Lucho solo se resumía en una palabra. Y cuando me dijo esa
palabra mirándome a los ojos, las luces amarillas de la calle empezaron a
vibrar, parece mentira pero que energía habrá usado al decirme esa palabra que coincida
sospechosamente con ese efecto lumínico de los faroles.
Sus ojos tomaron un tono medio rojizo, miró a otro lado, y su
mirada volvió a ser la misma. Sus ojos no se pusieron rojos por querer derramar
una lagrima, sino era como una diminuta película que apareció en cada iris de
sus ojos, sentí una arrollador escalofrío. Pero fue en tan pocos segundos que
no me dio la oportunidad o no la halle para decirle sobre ese detalle, (detalles).
Ahora que recuerdo esa escena, me puse a especular sobre las habladurías, acerca del tema que si él sabía hacer cosas o técnicas oscurantistas... A todas luces él
siempre se presentaba como un hombre de paz, pero a veces tenía dudas sobre la
veracidad de ese pacifismo. Pero lo que si me dejó claro, es que, Lucho jamás
volvería con ellos, ni a confiar en sus dudosas lealtades.
Luego, pasó el tiempo continuaría su camino en solitario, (y eso no
es una novedad en su vida) pero en el fondo buscaba un lugar donde su voz y su arte tuvieran el
valor que merecían. El mundo literario que él experimentó estaba lleno de
traidores.
Al igual que en la iglesia, donde entre los sacerdotes se
esconden demonios disfrazados, en la
literatura abundan los farsantes: críticos literarios que menosprecian el arte,
autodenominados poetas que solo buscan fama ,o delincuentes literarios para extorsionar
a los novatos, o los que están ahí con
el fin de tener un micrófono en mano “para ser importantes”, o para sabotear a
quienes verdaderamente "entregan su vida al arte" o a burlarse o menospreciar de la austeridad que trae
consigo…
Pero él, en esos momentos ya se sentía incapaz de soportar esa
traición. Era lacerante "y el rencor".... que empezó a experimentar hizo que desee
alejarse, así que decidió irse. Y respecto a la respuesta de Lucho y sus deseos
de venganza con el tiempo entendió que, para esos payasos, la venganza más
efectiva es ofrecerles su absoluta indiferencia, su desprecio y sobre todo; su Distancia.
Y para dar inicio a su nueva vida o mejor dicho, retomar su vida de
siempre, tenía que viajar a Lima y de esta forma estuvo en contacto con el
topo, siempre a la distancia (whatsapp), con la plena conciencia que todo comentario
que le diga al topo era como decirlo a todos los integrantes de aquel grupo,
principalmente a su ex amigo Juan. Al menos, la función del topo en cierta forma era útil porque sirvió
para tenerlos de lejos, y esta soledad con el paso del tiempo lo hizo lograr
los sueños que una vez esperaba que irían a nacer cerca de ellos, nacieron en
su soledad y eso le dio más satisfacciones. El inicio de todo, fue llegar
a Lima.
Enrico Diaz Bernuy