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miércoles, 9 de abril de 2014

POEMA EN PROSA

© Enrico Diaz


Era un lobo con sed y esa exploración me convirtió en un Minotauro. Loco con ese amor dorado, el fuego hacía su danza que convulsionaba y en el medio de ese lenguaje febril, me cubrí justamente cuando mi cuerpo estaba con ella y en ese vórtice, mis sentidos, como consecuencia de aquellas caricias y lamidas por las mismas lenguas doradas que nos iluminaban flameantes del fuego. Cuya metodología cuántica, sutil y pura, me permitió entender que en realidad el todo en sí, lo que me rodeaba no era más que abusiones y este paisaje sexual me dejó el sabor a mar de ella. Recuerdo su fragilidad, su delicadeza pindárica, aguerrida, libre, con la filarmonía de sus labios y mis besos. En este trámite, esta experiencia de cuanto era capaz… y esas gotitas tremendas que recorrían de sudor por mi cuello eran doblemente, humectadas con su lengua. Sus pechos brillaban con un broncíneo tono, como una parte del infierno si hubiera desplegado sobre ella, era como una montaña de deseos, y además era sumisa y suculenta, y blanda, y suave, y acuosa, todo ello con esa cabellera enramada, enrulada de esencias místicas que brotaban desde lo más intimo de ella. De todas las formas delataba el alma que la gobernaba y que sería capaz de volver loco a cualquier hombre. La contorción que hacía con sus caderas, cada vez que la penetraba me removía como si ella intentara estrujarme con una sed infinita, la sed que tenía una hembra excitada, madura, matemáticamente experimentada, lumbrera de mi destino y con toda la fuerza de esta historia su amor finalmente me había iluminado.


© Enrico Diaz
EXTRAÍDO DE MI LIBRO inédito

ESGRIMA LUMINOSA

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