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lunes, 24 de junio de 2024

Relato: EL LEGADO INTERIOR - Autor: Enrico Diaz Bernuy

El legado interior



Uno no viene al mundo con la intención de escribir un poema acerca de otro poema. Sin embargo, si este postulado fuese erróneo y en verdad las personas llegaran al mundo con un propósito determinado, como se dice, una misión secreta que la mayoría desconoce, entonces esta es la historia del señor Rubén Peña.

Rubén comenzó a creer en la audaz idea de que uno "no debe repetirse" y que la aspiración a la evolución es, sin duda, una de las acciones más nobles y de los caminos más difíciles. A menudo se desviaba de esa senda imaginaria que había trazado para sí mismo. No repetirse implica no replicar lo que hicieron nuestros ancestros, es también romper pactos, uno de los desafíos más arduos de la vida. La toma de conciencia sobre el legado de los ancestros ocurrió cuando tenía nueve años y estaba junto a su padre.

En aquella época, su padre solía cantar o entonar melodías de ópera todos los días, y cuando no lo hacía, encendía un viejo equipo de sonido donde siempre se escuchaba música clásica. En ese ambiente donde la música culta predominaba, los padres organizaban reuniones familiares en las que no solían integrar a sus hijos. Eran reuniones en las que ellos debían ser las estrellas, mientras que a los hijos los consideraban una compañía o adorno, como si no estuvieran a la altura de ser hijos. Tal vez, este fue el motivo por el cual algunos de sus hijos desarrollaron una limitada capacidad de sociabilización.

Rubén, uno de los hijos, había desarrollado a la fuerza una sensibilidad por la música y solía visitar la casa de su tía, una pintora. Como es habitual en la casa de los pintores, su hogar era como una galería de arte. Quizás esto afinó aún más la sensibilidad de Rubén, al punto de sentirse cautivado por las diversas tendencias artísticas que allí descubría. La tía era una señora proclive a la obesidad, pero de sanas intenciones en su discurso artístico. 

Lo interesante es que Rubén dio sus primeros pasos en el conocimiento del mundo con la música culta de su padre y las innumerables esculturas y pinturas de su tía. Cautivado de una manera que no podía expresar, absorbía esos mundos como una esponja. Mundos que, de alguna forma, iban de la mano, todo mediante la contemplación silenciosa fomentando el hermetismo de Rubén.

Mientras guardaba poco a poco un tesoro en su interior, el tesoro de amar al arte, el oculto encanto de esos universos no pasó desapercibido para su padre. Desde que Rubén tenía ocho años hasta que cumplió dieciocho, su padre siempre le decía una frase: "Por si acaso, solo los millonarios se dedican al arte. La otra opción es que no tengas mujer e hijos o que los abandones. Así que, para ser artista hay esas dos opciones. Por eso yo tuve que abandonar mi carrera de cantante, porque no quería abandonarlos a ustedes, y siempre he amado mucho a tu madre", sostenía con determinación.

Rubén nunca otorgó credibilidad a aquellas palabras; sin embargo, de una manera u otra, cada decisión en su vida quedó inexorablemente influenciada por una cierta distancia hacia cualquier proximidad con el arte, incluso hasta el punto de alejarse de su propia vocación artística.

Y fue mediante el distanciamiento entre padre e hijo que, de alguna manera, eso sirvió para que, por fin, Rubén tomara poco a poco un camino adecuado para el sacrificado sendero del arte y la literatura. En contra de todos los pronósticos que se le habían augurado, comenzó a redactar algunas estrofas de sonetos, rimas, versos libres y breves relatos.

Y es aquí donde empieza a esculpir el rompimiento del pacto, el pacto con los ancestros, en el que una  parte de Rubén se estaba revelando hacia el exterior de una forma prácticamente incontenible, a pesar de que él ya tenía una vida establecida, cursando una carrera universitaria. Paralelamente, estudiaba dibujo de anatomía, paisajismo, perspectivas, teoría del color, etc. Todo por su cuenta Su hermano mayor, riéndose, le decía: ¡¿Tú estudias en la universidad  o estudias  en bellas artes?!, en tono de broma pero con reproche.

Luego tuvo su primera enamorada, una morena a quien jamás olvidó, porque como en muchos primeros amores, el culpable de todo lo fallido "siempre es uno". Pero durante el tiempo que estuvo con ella, no tuvo muchas oportunidades para expresarle sus primeros versos; parecía que ella no era accesible o temía que se burlara. Luego a la segunda enamorada la pintó, y desde entonces comenzó a retratar a todas las que amaba. El problema surgió cuando una de ellas al terminar la relación, arrojó los cuadros en la puerta de la casa de Rubén. Fue un dolor que casi no podía describir en aquellos momentos. ¡Las otras le arrojaban sus manuscritos por la cara! jajajaja

No sé cómo, pero él ya se había acostumbrado a que le devolvieran sus manuscritos o sus cuadros. Ahora, al recordar esa escena que me contó con tanto dolor, la veo con cierto humor. ¡A él no le robaban sus cuadros o sus poemas, se los devolvían! Jajajaja. Al final, siguió pintando, pero mujer que tenía, mujer a la que jamás regalaba un cuadro; creo que aprendió la lección. Hasta que conoció a una que se distinguió de todas con las que había estado.

Lo interesante de su desarrollo es que rápidamente se dio cuenta de que, en el arte, lo que prima es el contenido, la profundidad filosófica que carecía su obra en aquella época, como si una parte de él aún fuera adolescente. Por cierto, atravesó una adolescencia sin grandes contratiempos ni complicaciones, a diferencia de otros que sufren una rebeldía incontrolable.

Con la pintura tuvo su primer llamado espiritual, un llamado que le hacía ver el vacío de su obra, la falta de esencia. Entonces, atinó de forma intuitiva a seguir aprendiendo mediante la realización de réplicas de obras maestras como las de Monet, Rembrandt, Da Vinci, etc. Incluso hizo esculturas en técnicas de baseado. El motivo de aprender a hacer copias era mejorar su técnica y, de paso, obtener algún ingreso. Después de esa breve temporada, decidió hacer las copias bajo pedido, pero quería dedicarse a pintar con su propio estilo.

Con la literatura tuvo un llamamiento existencial. Al principio, retrató su confusión, con escasos horizontes y poca profundidad, pero a pesar de todo, tenía algunas preguntas interesantes. Fue hasta que encontró un libro de colorida portada y, aunque no estaba preparado para comprenderlo, lo leyó de todos modos. Obviamente, no entendió nada; solo sintió que el libro era algo sagrado. Lo interesante de los libros es que prima la racionalidad, la intelectualidad, incluso en las obras maestras, como profundos laberintos en los que hay que trazar un croquis del paisaje de la obra o de los personajes. O enrevesados discursos y escenarios como "Rayuela", donde, al mínimo descuido, el libro te deja en un abismo. O frente a la esfinge de la ciudad de Tebas y su laberinto que solo es el reflejo de tu propia mente... Entonces, cuando un libro llega a tu corazón, es algo raro. De la misma manera en que algunas personas tienen la habilidad de llegar al corazón de los demás.

El libro era un canto épico y una cumbre del conocimiento trascendental, un conocimiento que exige un esfuerzo en nuestra conciencia, un culto a las preguntas que prácticamente no tienen respuestas (las mejores preguntas). Además, son preguntas que nadie quiere escuchar porque no están preparados para las respuestas, ni para escucharlas, mucho menos para creerlas. Sin embargo, en el papel de cada página estaba todo dicho. En esos momentos, cuando el libro llegó a la vida de Rubén, coincidió con la llegada de su nueva amiga. Él quería compartir su felicidad (el libro) con ella.

No estaba seguro de leerle algunas partes del libro o de prestárselo, porque en una de sus páginas señalaba que asesinar a ciertas personas era un acto lícito y, en algunos casos, un “bien para la humanidad”.

Sin duda, asimilar un concepto depende de la experiencia de cada persona, de su conocimiento adquirido por la lectura o de las lecturas de sus vidas pasadas. Estas ideas jamás las entendería, lo tomaría por loco o alguien que, en probabilidades o en constancia, el universo mental deviene en los conocimientos del ser, y lo que uno ignora queda claro que no existe para uno. Entonces, el Uno se resume a los conocimientos, el universo se resume al tamaño del saber de cada quien. A pesar de que en aquella época Rubén solo había leído la primera mitad del libro y ella lo desconocía por completo, le resultaba bastante difícil hablarle de lo que le estaba cambiando la vida.

Llevaba una vida secreta, la cara oculta de su existencia, en la que se iban tejiendo lazos sensibles con el autoconocimiento espiritual, las acciones almáticas, kármicas, etc.

En resumen, la única forma en que algo ocurriera entre ella y Rubén era que ella leyera el libro. Pero él tampoco estaba dispuesto a que ella no lo comprendiera. Había una parte de Rubén que no quería correr el riesgo de perderla. Al fin y al cabo, la historia entre ella y él recién comenzaba, recién se hacían amigos. No quería arriesgarse a que leyera el libro y le dijera que no entendía nada o no sentía nada; eso sería realmente peor. Eso lo desilusionaría por completo, tenía que prepararla.

Sabía que, si ella percibía eso, no dudaría en alejarse, quizás por la misma razón por la que jamás hablaba con sus amigos sobre ese libro. Y en eso coincido con Rubén, porque hay libros que logran espantar a las personas de estos tiempos. Además, Rubén venía de varias relaciones basadas en la desconfianza y una autosuficiencia imbécil que aún no había solucionado en su vida.

Sin embargo, lo único que tenía claro en esos momentos era poder entender ese libro. Después de muchos años, llegó a la conclusión de que debía escribir un poema sobre ese libro, siendo esa la única forma de llegar al alma de la obra mediante la poesía. Y fue así como su amiga se sumó al entendimiento, aunque ella no participaba en ese proyecto. Fue la primera en decirle: "Sabes, creo que algún día podrías escribir un libro."

 Desde aquel momento se desató un abrumador hambre por resolver una verdad que lo contenía en secreto en una vida con ciertas libertades pero perdido, amado pero  ausente y si  Rubén  logró algo con el arte es hallar esa esencia que a él le tocó  experimentar. La esencia que él percibió; “la entrega”,  la entrega al trabajo, entrega a la disciplina, entrega a la devoción por el camino de decir algo valioso, entrega a la soledad. Algo que pueda ayudar a alguien o algo que le habrá los ojos o el corazón a alguien.  Al fin y al cabo la risa es lo que dura un orgasmo. Lo interesante es que para algunos, decir algo importante o valioso a veces es aterrorizar a los demás o espantarlos y un camino asegurado quedó para su nueva vida y sobre todo, tenacidad.  Tenacidad.

Enrico Diaz Bernuy