La entrevista rescatada por la periodista peruana Ivette Egocheaga para Portalperu.
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Orígenes
Estimados lectores con placer y profundo aprecio a la literatura los invito a descubrir mi blog Café y escrituras con humo, un espacio donde la literatura respira con una libertad genuina, y donde cada cuento, relato o poema está tejido con esmero, ofreciendo mundos y personajes que buscan resonar en el alma.
Es un rincón de lucidez y libertad de expresión, donde no existe censura ni rechazo, (ni de editoriales ni de fanzines) sino un llamado sincero a explorar juntos las profundidades de la imaginación y del pensamiento. Los textos son gratuitos y siempre bienvenidos a nuevos ojos, con la esperanza de que encuentren en ellos una chispa de inspiración o reflexión.
¡Los invito a tomar una pausa, servirse una buena taza de café, y sumergirse en la esencia de cada relato! , poema o artículos de mi autoría o de los escritores invitados.
A continuación, dejo el índice del contenido:
- Artículo sobre José Lezama Lima
- Artículo de Pilar Alvarez sobre Zygmunt Bauman
- Upanishad
- Patricip Porn
- Poesía Enrico Diaz Bernuy | Numen | Un poema de exilio y trascendencia, donde la soledad se funde con la luz y el viento. Entre imágenes cósmicas y paisajes íntimos, evoca el amor, la memoria y la eternidad.
- Poesía Enrico Diaz Bernuy | "Los cinco fuegos del artista" es un poema que explora la esencia de la creación con intensidad y simbolismo. A través de cinco cantos, reflexiona sobre la madurez, la entrega, la soledad, el hogar y la fe. Una obra que ilumina el proceso creativo con imágenes poderosas y profundidad filosófica.
- Poesía Puzle de Enrico Diaz Bernuy | Un poema con una propuesta lingüística inédita, que explora desamor, transformación y sombras del alma, invitando a una profunda reflexión sobre la desconexión humana.
- Poesía para Armar !! "Descubre Poesía Puzle, un método único e innovador que redefine la poesía. Cuatro formas de lectura, un mismo poema, múltiples interpretaciones que te transformarán."
- VIDEO: Poesía la Tormenta oculta de Enrico Diaz Bernuy
- VIDEO: poema Enrico Diaz Bernuy
- VIDEO: Poema, "Dardos a un sueño" de Enrico Diaz Bernuy
- VIDEO: Poema, "Para olvidarlos" Enrico Diaz Bernuy
- Relato: El legado interior | Enrico Diaz Bernuy
- Poema Enrico Diaz Bernuy
- Poema de Pablo García Baena
- Junio, poesía de Enrico Diaz Bernuy
- Poesía en Pandemia de Enrico Diaz Bernuy
- A mixta oscuridad, poesía de Enrico Diaz Bernuy
- Cuento: Tridente Luminoso
- Escritos sobre creación
- Poema, Gratitud.
- Cuento: El TAROT AMUN
- Relato: El hundimiento para la claridad
- Reseña al libro del poeta Pablo Pineda
- Video poema en el día Mundial del Agu
- Radio Arinfo . Argentina
- La felicidad del impersonalismo (cuento)
- Cuento: Marta !!
- Melodía y Verso de Enrico Diaz Bernuy
- Un poema del libro "A mixta oscuridad"
- Cuento: Subtecaviar !!!!!
- Robo a una Biblioteca | Un hombre desilusionado, marcado por el legado de su madre y sus propios demonios, se sumerge en el crimen. Su destino se entrelaza con un audaz robo a la Biblioteca Nacional de Perú.
- Cuento: Los sentimientos de Leonardo Dávila y sus futuras canciones
- Prosa: El legado | Trata entre la música culta y el arte visual, alguien lucha contra la herencia familiar y el miedo al fracaso. Un cuento sobre rupturas, silencios y la inevitable llamada del arte.
- Una historia sobre tortugas
- Un cuento sobre la soledad y un parque...
- Prosa: Pisos de la distancia.
- Plenitud silentum
- Ficciones sobre zapatillas
- Narraciones sobre el arte contemporáneo y misterios
- Artículo de Bruno Cueva Villafuerte | Descenso al bosque de Arges
- El endoesqueleto T800 | Cuento |
- Beso a la Venezonala !! Narra la caída de dos hermanos venezolanos en la delincuencia limeña. Entre seducción y extorsión, explora dilemas existenciales, desarraigo y filosofía plutarquiana, con tintes eróticos y la crudeza de un joven peleador callejero.
martes, 28 de julio de 2015
viernes, 24 de julio de 2015
domingo, 19 de julio de 2015
viernes, 17 de julio de 2015
Poemas al Pisco...
Me invitaron a participar en un concurso de poesía cuya temática era el Pisco. Por su puesto que no eligieron mis poemas. :)
Los astros del desierto dejan su esencia…
Los racimos del recuerdo tenían transparencia.
Y cada sorbo sirvió para brindar
y alegrar el momento eterno
desde el suelo pedroso
hasta el cielo de la provincia de Pisco.
La copa cilíndrica y limpia
que exige un brindis noble
para las profundidades del presente…
Y esos racimos dejaron la escultura líquida
en la copa de un Pisco
de una buena cosecha y el fondo de los esfuerzos
para emanar alegría.
PISCO QUEBRANTA
Derramas esa esencia
con los frutos
cálidos que fueron
diseñados
en tantos esfuerzos,
de un silencio que padecía una quebrada
para pasar a ser «Pisco quebranta»
de otoño y destilación de mostos frescos.
De esencia clara entre el campo solitario
de las profundidades del polvo y los misterios.
Allá por el siglo XVI en el valle de Ica…
Allá en donde el tono ámbar pasó a incoloro.
Derramas esa esencia de tus manos
y ese pulso dibuja en las vides
el destino perfecto.
Al principio yo no entendí el sonido
de tu nombre bello, pero con tu espíritu aromático
pusieron en mis labios el agua ardiente de mis ancestros.
Autor
© Enrico Díaz Bernuy
Cualquiera puede copiar el poema , incluso, para fines comerciales. Sólo requiero que incluyan mi nombre como legítimo autor de los poemas y que me lo hagan saber a mi mail enricoartemania@hotmail.com para tener un grato recuerdo.
lunes, 6 de julio de 2015
J.M. Coetzee / Arabella Kurtz
El buen relato
Traducción de Javier Calvo. Literatura Random House. Barcelona, 2015. 192 páginas,
J.M. Coetzee. Foto: Tiziana Fabi
La “novela del yo” es un género escasamente conocido en España, pero muy popular en Japón. El Nobel Kenzaburo Oé no se cansa de explorar sus posibilidades, mezclando hechos reales y ficción. El también Premio Nobel John M. Coetzee (Ciudad del Cabo, 1940) ha empleado esta fórmula en sus novelas autobiográficas: Infancia, Juventud y Verano. La última es particularmente desconcertante, pues es imposible distinguir lo objetivo de lo puramente imaginario. En Infancia, el padre del escritor es un brutal racista blanco, un afrikáner de origen holandés, que se identifica plenamente con el apartheid. EnVerano es un pobre hombre, introvertido y apático. ¿Cuál es la verdad? ¿Se puede exigir la verdad a un escritor, cuyo trabajo es urdir ficciones y hacer creíble lo inexistente? Coetzee dialoga con Arabella Kurtz, catedrática de psicología clínica de la Universidad de Leicester y psicoanalista en proceso de formación. Coetzee reivindica el derecho a fantasear con la propia vida, sin preocuparse de las distorsiones que producen las mentiras. La autobiografía no es un género libre, pero un escritor no está sujeto a otros límites que el juicio estético. A fin de cuentas, se limita a ejercer “la misma libertad que tenemos en los sueños, donde imponemos sobre los elementos de una realidad recordada una forma narrativa que es nuestra”.
Al margen de ese derecho, que es inseparable de cualquier actividad creativa, “¿se puede realmente asegurar que la verdad es el inequívoco camino hacia la libertad?” Platón acusa a los poetas de sacrificar la verdad, siempre que surge la alternativa de escoger entre la belleza y lo verdadero. Según Coetzee, el filósofo ateniense no repara en que para los poetas “la belleza constituye una verdad en sí misma”. ¿No es mejor elaborar una autobiografía “poética”, con una versión de la realidad que cure heridas y entierre experiencias amargas? ¿No puede ser más sana y terapéutica una mentira que una dolorosa clarividencia? El pasado sólo existe cuando es convocado. ¿Por qué no adaptarlo a nuestras necesidades? Lawrence de Arabia era un mitómano, un mentiroso compulsivo, pero sus embustes le hicieron más tolerable la vida y ayudaron a construir un relato colectivo, gracias al cual las tribus árabes adquirieron sentido nacional y conciencia de pueblo. Dostoievski se atribuyó crímenes aberrantes, que recreó en Los demonios, sacudiendo nuestra tolerancia al horror. Su confesión era falsa, pero nos ha permitido adentrarnos en los vericuetos del mal.
Arabella Kurtz considera que la mentira siempre es el síntoma de un malestar reprimido. Es imposible trabajar y amar, ser feliz y gozar de equilibrio psíquico, falsificando los recuerdos. Cada uno debe “ocupar la propia perspectiva, entenderla y poseerla, pese a toda su dificultad y complejidad, de forma tan consciente como sea posible”. Sin ese proceso, no hay libertad. Eso sí, la libertad real puede resultar “aterradora”. Por eso, huimos de ella con inhibiciones, represiones e invenciones. Coetzee y Kurtz hablan de Austerlitz, la última novela de Sebald, que relata la peripecia de un judío refugiado en Gales en la época nazi. Después de soportar el trauma de ser separado a los cuatro años de sus padres, su idioma y su lugar de origen, sufrirá una grave crisis de identidad al recomponer pieza a pieza su historia real. “Lo reprimido siempre regresa”, apunta Coetzee, que coincide con Marthe Robert, según la cual el origen de la novela es inequívocamente una impostura.La novela nace para “afirmar que las cosas no son lo que parecen, que nuestras vidas aparentes no son nuestras vida reales. Y el psicoanálisis, diría yo, tiene un interés parecido”.
Sería injusto calificar El buen relato como un libro menor, pues la escritura de J.M. Coetzee siempre obliga a reflexionar y profundizar. Su diálogo con Arabella Kurtz es un viaje a la raíz de nuestra identidad personal, una estancia en penumbra que esconde mitos, confusiones y lejanas turbulencias. Quizás bajar tan hondo no constituya un procedimiento curativo, pero sí es sumamente esclarecedor. El ser humano necesita explicarse, interpretarse, sincerarse, desmenuzarse, fabular. Si no lo hacemos, nunca podremos establecer una relación creativa con los otros, ni asumiremos la responsabilidad que implica nuestra propia vida.
@Rafael_Narbona
jueves, 4 de junio de 2015
Por qué leer poesía ayuda a tu cerebro
- Escrito por Sebastián Beringheli
Las figuras retóricas que florecen en la poesía desafían algunas regiones del cerebro, mucho más de lo que puede hacerlo la narrativa (novelas y relatos) o incluso el cine, con sus impresionantes efectos visuales.
A nuestro cerebro le gustan las figuras retóricas, en especial, aquellas que estimulan el área frontal.
Basta un sencillo oxímoron, es decir, dos palabras con significado opuesto que al unirse originan lo imposible, por ejemplo: "nieve negra", "agua seca" o "ruidoso silencio", para que el área frontal de nuestro cerebro se regocije como un niño que recibe un regalo inesperado.
La poesía, cuando es buena y abunda en figuras literarias, genera un tipo de actividad cerebral única.
El Basque Center on Cognition, Brain and Language, de San Sebastián (España), realizó un interesante estudio al respecto de la poesía y su influencia en el cerebro.
Al parecer, nuestro cerebro presta especial atención a algunas figuras literarias, desde luego, no todas tan felices como las que transitan el hecho poético. A menudo una frase o un aforismo logran el mismo efecto.
A nuestro cerebro le gusta la poesía por una razón muy simple: para procesar la información de un oxímoron o de una metáfora el cerebro utiliza más recursos de lo habitual, por ejemplo, que los empleados para descifrar un letrero publicitario.
En cierta forma podemos decir que la poesía nos ayuda a pensar más y mejor.
Ahora bien, la poesía estimula al cerebro más y mejor que las imágenes, justamente porque en muchos casos debe procesar datos que no existen, por ejemplo, aquella "nieve negra", que citábamos anteriormente.
Alguien podrá decir que en muchas películas se ven cosas que no existen, lo cual es cierto, pero no para el cerebro. Lo que captan nuestros ojos, aún en una pantalla de cine, nunca desafía a nuestro cerebro, precisamente porque lo visual no puede ser una abstracción.
Si pintamos en un cuadro aquella "nieve negra", nuestro cerebro la admitirá como una rareza, es cierto, pero una rareza real. Sin embargo, el cerebro necesita esforzarse para procesar las grandes abstracciones que proceden de las figuras retóricas, porque éstas no existen ni provienen del registro visual.
El experimento realizado consistió básicamente en la medición de la reacción y la actividad cerebral de la parte frontal (íntimamente relacionada con el lenguaje) cuando los sujetos investigados leían cuatro expresiones distintas: una incorrecta, otra neutra y dos figuras literarias: un oxímoron y un pleonasmo; éste último, un vocablo superfluo que se utiliza para añadir expresividad.
Las expresiones eran las siguientes:
- "Monstruo geográfico" (incorrecta).
- "Monstruo solitario" (neutra).
- "Monstruo hermoso" (oxímoron).
- "Monstruo horrible" (pleonasmo).
De los encefalogramas realizados sobre los individuos mientras leían estas expresiones se desprende que la expresión neutral (monstruo solitario) es la que menos recursos cerebrales consume para procesarse, con 300 milisegundos de reacción luego de percibirla.
La tercera es la expresión incorrecta (monstruo geográfico), con 400 milisegundos de tiempo de respuesta. El pleonasmo se lleva el segundo puesto (monstruo horrible), con 450 milisegundos. Y el oxímoron (monstruo hermoso) venció a las demás al obtener 500 milisegundos de respuesta.
Como queda demostrado en este experimento, no es necesario conocer de poesía o siquiera estar familiarizado con la estructura de una figura retórica para que el cerebro la disfrute.
La expresión neutral (monstruo solitario) no exige en absoluto al cerebro, de modo que su tiempo de respuesta es el normal; la expresión incorrecta (monstruo geográfico) fatiga ligeramente a nuestro cerebro, que detecta en su estructura algo equivocado; el pleonasmo (monstruo horrible) sigue esta misma línea, ya que el cerebro parece trabarse un poco frente a lo redundante; y el oxímoron (monstruo hermoso) logra obtener de él su máxima atención y, por lo tanto, un tiempo de respuesta más prolongado en el área frontal.
Y no solo eso, las figuras retóricas que florecen en la poesía desafían otras regiones del cerebro, mucho más de lo que puede hacerlo la narrativa (novelas y relatos) o incluso el cine, con sus impresionantes efectos visuales.
El secreto de la poesía reside en que su lectura activa simultáneamente las conexiones del área frontal del cerebro y el hipocampo, ambas implicadas en el procesamiento del significado.
En cualquier caso, la poesía parece ser un excelente ejercicio para nuestro cerebro, y lo que es aún mejor, un ejercicio que genera hábito.
Después de leer Las flores del mal (Les fleurs du mal), de Baudelaire, por ejemplo, nuestro cerebro reduce su tiempo de respuesta frente a ciertas figuras retóricas que ya conoce, de modo que no puede ser fácilmente estimulado con material de menor calidad.
Fuente: El Espejo Gótico
domingo, 31 de mayo de 2015
Entrevista a Cesar Vallejo, pero en España.
Este hombre, muy moreno, con nariz de boxeador y gomina en el pelo, cuya risa tortura en cicatrices el rostro, habla con la misma precisión que escribe... 1931, Madrid, el gran poeta peruano responde a la prensa europea.
Bicentenario | 29/05/2015 08:05Autor: César González Ruano
Los americanos de París: El poeta César Vallejo, en Madrid
Trilce, el libro para el que hizo falta inventar la palabra de su título
Alguna vez escribiré un libro titulado Jefe de andenes, para acusar recibo de todos los grandes, pequeños y medianos hombres que vienen a "L’Espagne”. En estos días, dos poetas: después de Vicente Huidobro, que quedó reseñado en nuestro Heraldo, César Vallejo, peruano de raza, pasado por París.
Tenía viva curiosidad por conocer a este César Vallejo. "Ciap” ha lanzado hace poco una reedición de Trilce, su libro de poemas, que era ya famoso en los nuevos decamerones.
Y he aquí que se produce el milagro kilométrico, porque el viaje de un poeta siempre tiene mucho de milagro y anuncian en las ciudades los cambios de temperatura, por consonancia con la literatura. ¡Conmovedor!
Ha llegado el indefinible Vallejo. Yo recuerdo unas palabras del nuevo libertador de América, Carlos Mariátegui, que nos explicaba cómo el ultraísmo, el creacionismo, el superrealismo y todos los “ismos” son elementos anteriores en él, dentro del panorama de su sueño; elementos, en suma, que no permiten catalogarle tampoco en ninguna escuela. Así lo creo yo también. Asombra su autoctonismo y los lejanísimos mares, las remotas palabras que le sirven a este hombre desinteresado de partidos politicoliterarios para construir su poema con el mismo sentido personal y directo que las flores producen su olor. César Vallejo aprisiona en Trilce la precisión como principal elemento poético. Sus versos me dieron, cuando lo conocí, la impresión de una angustia sin la cual no concibo al verdadero poeta. Su desgarramiento por lograr la verdad -su verdad- me pareció terrible.
A otra cosa y otra cosa: la gracia de su cultura. Desde la primera poesía comprendí que no era el montañés peruano que me querían presentar algunos, creyendo favorecerle con la simulación de un poeta adánico, cazado en lazo de auroras en la serranía donde él comía soles, ignorando que sus zapatos eran de charol. No, no ¡No! Yo veía en él las conchas de la experiencia, la cultura del sufrimiento, la fosfatina poética convertida en la mermelada del hombre de los grandes hoteles de la tierra, que sabe que la luna no tiene nada que ver con la Luna de Montparnasse. Un hombre, en fin, que sabía pelar la naranja de sus versos sin poner los dedos en ella.
He aquí que ahora, traído por el gran Pablo Abril de Vivero, el fundador de Bolívar, el excelente escritor, a cuya labor americana en España se debe mucho más de lo que se aprecia, que tengo frente a mí a César Vallejo. ¿Cómo es César Vallejo?
Duros y picudos soles le han acuchillado el rostro hasta dejarlo así: finamente racial, como el de un caballerito criollo de Virrey nato, que con espuela de plata fuera capaz de hacer correr al caballo de Juanita y espantarle el Rívoli. Mazos de pensamiento sacaron su frente y hundieron sus ojos, a los que la noche daba el kool de quienes suspiran más hacia dentro que los demás. Este hombre, muy moreno, con nariz de boxeador y gomina en el pelo, cuya risa tortura en cicatrices el rostro, habla con la misma precisión que escribe, y no os espantará demasiado si os juro que en el café se quita el abrigo y lo duerme en la percha.
—César Vallejo, ¿a qué viene usted?
—Pues a tomar café.
—¿Cómo empezó a tomar café en su vida?
—Publiqué mi primer libro en Lima. Una recopilación de poemas: Heraldos Negros. Fue el año 1918.
—¿Qué cosas interesantes sucedían en Lima en ese año?
—No sé... Yo publicaba mi libro..., por aquí se terminaba la guerra... No sé.
—¿Qué tipo de poesía hizo usted en sus Heraldos Negros?
—Podría llamarse poesía modernista. Encajaban, sí, en un modernismo español, en un sentido tradicional con lógicas incrustaciones de americanismos.
—¿Recuerda usted...?
Es Abril quien la recuerda:
Qué estará haciendo ahora mi andina y dulce Rita,
de junco y capulí;
ahora que me asfixia Bizancio, y que dormita la sangre,
como flojo coñac, dentro de mí.
Lo ha recitado César Vallejo mal, muy mal; pero no tan mal que yo no aprecie las excelencias de esta estrofa, que revela -y más si se la mira con el sentido histórico de su fecha- un auténtico poeta. En ella veo, por lo pronto...
—Veo por de pronto, amigo Vallejo, algo importantísimo en un poeta y sin cuya condición no me interesan ni los poetas ni los prosistas ni las locomotoras; la precisa adjetivación: "flojo coñac”.
—La precisión -dice Vallejo- me interesa hasta la obsesión. Si usted me preguntara cuál es mi mayor aspiración en estos momentos, no podría decirle más que esto: la eliminación de toda palabra de existencia accesoria, la expresión pura, que hoy mejor que nunca habría que buscarla en los sustantivos y en los verbos... ¡ya que no se puede renunciar a las palabras!...
—En Trilce, por ejemplo, ¿puede citarme algún verso así?
—Vallejo busca en su libro que yo he traído al café, y elige lo siguiente:
La creada voz rebelase y no quiere
ser malla, ni amor.
Los novios sean novios en eternidad.
Pues no deis 1, que resonará al infinito.
Y no deis 0, que callará tanto,
hasta despertar y poner en pie al 1.
—Muy bien. ¿Quiere usted decirme por qué se llama su libro Trilce? ¿Qué quiere decir Trilce?
—Ah, pues Trilce no quiere decir nada. No encontraba, en mi afán, ninguna palabra con dignidad de título, y entonces la inventé: Trilce. ¿No es una palabra hermosa? Pues ya no pensé más: Trilce.
—¿Cuándo llega usted a Europa, a París, Vallejo?
—En 1923, con Trilce publicado el año anterior.
—¿Usted no conocía a los modernos poetas franceses?
—Ni a uno. El ambiente de Lima era otro. Había alguna curiosidad; pero concretamente yo no me había enterado de muchas cosas.
—¿Cómo pudo usted hacer ese libro entonces, ese libro que, incluso como poesía verbalista, pregona conocimientos de toda clase?
—Me di en él sin salto desde los Heraldos Negros. Conocía bien los clásicos castellanos... Pero creo, honradamente, que el poeta tiene un sentido histórico del idioma, que a tientas busca con justeza su expresión.
—¿Qué gente conocía usted en París?
—Poca. Desde luego no busqué escritores. Después encontré a un chileno, Vicente Huidobro, y a un español, Juan Larrea.
(Séame aquí permitido recordar a Juan Larrea, poco o nada conocido de nadie. Gran poeta nuevo. Le conocí en el Archivo Histórico Nacional, donde era archivero. Un día se despidió, abandonó la carrera y dijo que iba a hacer poesía pura a París. Dos o tres años. Se fue a París, diciendo que se iba a hacer poesía pura, y se metió en un pueblo peruano, donde, naturalmente, no se le había perdido nada. Dos años de soledad, de aislamiento. Nunca quiso publicar sus versos. Un día se cansará definitivamente, y diciendo que se va a hacer poesía pura, llegará al limbo de los buenos poetas, donde ángeles desplumados tocan violines de sueño. ¡Gran Larrea!)
—Para terminar, amigo Vallejo, ¿obras inéditas?
—Un drama escénico: Marnpar. Un nuevo libro de poesía.
—¿Qué título?
—Pues... Instituto Central del Trabajo.
Entrevista de César González Ruano a César Vallejo, publicada en Heraldo de Madrid, Enero de 1931.
Foto: limasocialdiary
miércoles, 27 de mayo de 2015
Fui convocado por la revista el Bosque !
Cuando los editores de la revista EL
BOSQUE me dijeron que haga una presentación de mi cuento entonces me enrumbé a un nuevo trabajo literario. Pero
ante todo leeré los primeros reglones para que vean como comienza la
historia…
«El tornillo no tenía
razón ni voz y estaba ahí… no podía haber caído de la lámpara y
mucho menos de algún mueble que se encontraba cerca. El cubrecama
oscuro permitía realzar más la aparición del pequeño objeto y en
ese momento ella recordó que este tipo de situaciones ya había ocurrido.
El tornillo era dorado pero no como el oro, el oro es algo puro. El
dorado que poseía el tornillo era parecido a una escarcha arenosa y húmeda. El
tornillo tenía una forma elíptica y esto generaba mayor desconcierto.
Mejor no quiero mencionar más al tornillo, él no es el motivo de todo, más bien
creo que es un símbolo o una enmienda de algo o ambas cosas a la vez.
Además encontrarse con cierta constancia con objetos cuya procedencia era
desconocida obedecía a un tema que ya se había acostumbrado».
Este breve análisis me permitió hallar nuevas conexiones sobre la
forma y el fondo de la obra.
Mi cuento la «ex novia» como el titulo mismo dice la figura principal
es la amada que ya no está con uno. Sin
embargo el discurso narrativo trata sobre una mujer que atraviesa diversos
sucesos existenciales con rasgos paranormales y relaciones familiares caóticas.
Al redactarlo intenté develar con gran detalle el desarrollo narrativo, la
gradación de efectos, es decir, la estructura secuencial
de la historia, de manera que contribuya en todo lo posible a la suspensión de la incredulidad del lector, a la verosimilitud (tan
apreciada o más que la propia originalidad según señala Edgar Allan Poe); lo
que pretendo suscitar en el lector es el suspenso, y está de sobra demostrado
que a tal efecto prima una mecánica lenta y gradual algo que por mi parte he
tratado de dar al lector.
Dentro de mi análisis y revisión de
mi cuento y gracias a la inconmensurable
fuente de datos que podemos hallar en internet
encontré que la estructura y la
trama pertenecía a un fenómeno que ha sido motivo de estudio por la parasicóloga doctora Bery Barington
en la revista Reviw publicó un artículo sobre el fenómeno JOTTS, determinando
que no obedece a ningún rasgo neurótico y que ha sucedido en distinto estratos
sociales.
El fenómeno JOTTS lo ha clasificado en tres grupos.
«El JOTTS paseador», es cuando un objeto desaparece y aparece en otro lugar.
«EL JOTTS retornador», es cuando el objeto desaparece y luego de un timpo aparece
en el mismo lugar.
«El JOTTS aparecido», es el más misterioso
de todos que es un objeto que aparece sin saber el origen.
Entonces el «Jotts aparecido» es parte de la trama de mi cuento: la ex novia.
El cuento posee una estructura en donde el misterio envuelve
al lector sin dar un horizonte definido,
pero poco a poco empiezo a mostrar un pequeño universo en la vida
del personaje principal llamada
Patricia.
Patricia atraviesa un
terror psicológico con la aparición de
objetos en su vida y al final se da cuenta que ante tal característica
psicológica existe un mandato genético y
este descubrimiento sucede con tangible pruebas por cierto hallazgo.
También se repite un clima en donde las relaciones sociales y
familiares está presente como la envidia en algo muy marcado. Elemento que ya lo he trabajado en otros
cuentos. Dado a esto la estructura
literaria del cuento esta básicamente dividido en 3 partes: el misterio, el
drama y finalmente el anhelo por la
persona amada. Narrativamente apelo a un "tempo lento" y moroso, de
párrafo amplio y complejo.
Una voz que clama y lleva a la fantasía a esa musa que uno
idealiza y que la asocia con un simple objeto que esta sobre la cama pero que
a la a vez trato de representar como
algo muy simbólico. La figura del
tornillo que también es como una letra es el símbolo que aparece desde el inicio del cuento pero que también con ese mismo
símbolo termino la historia para revelar
al lector cual es el
significado.
En el que en cierto modo delato una nostalgia por la musa amada en el que está
inspirada la historia y el personaje principal.
miércoles, 13 de mayo de 2015
Sobre la reciente publicación de los cuentos ganadores del Premio Copé 2014.
Por Jorge Valenzuela
13 – May – 2015
La angustia de las influencias
Una de las características del cuento “moderno”, desde Poe hasta nuestros días, es aquella que le imprime a este tipo de texto literario una gran capacidad alegórica. El cuento, de este modo, nos narra, inevitablemente, dos historias, una bastante explícita en un primer plano narrativo, que escritores como Piglia llaman la superficie del texto y otra, por debajo, oculta, poderosa, significativa, de insospechadas resonancias a la que solo accedemos al final del cuento de distintas maneras, reorganizando la maquinaria propuesta por el narrador y resignificando aquellos elementos que, dispersos con sabiduría, nos permiten alcanzar el significado oculto, el verdadero sentido de la narración.
Esta característica, que aleja al cuento “moderno” del cuento clásico, es una conquista lograda a base de una serie de mecanismos técnico formales (regímenes de focalización, voz, manejo del tiempo, entre otros) que, sumados a una forma de ver el mundo (relativa, contradictoria, compleja, absurda, irónica), han hecho del cuento un medio de expresión privilegiado para alcanzar eso que Joyce llamaba epifanía o revelación al momento de confrontarnos con un destino humano.
Con respecto a los cuentos del libro, por razones de espacio, solo me referiré a los ganadores de esta versión del Premio Copé 2014. Para comenzar diré que los tres textos han honrado a este premio ofreciéndonos un vistoso desfile en el que es visible comprobar un principio sin el cual nada es posible en el arte de escribir: literatura es forma.
El cuento ganador “Patrimonio”, aunque tributario desde el título del texto autobiográficoPatrimony: A True Story (1991) de Philip Roth, nos cuenta la historia de un padre (en fase terminal) y un hijo (asmático) que, en el contexto del regreso de la visita de la tumba del abuelo paterno, buscan alcanzar la reconciliación y la paz interna afectada por el carácter autoritario del padre. Johan Page ha tenido la virtud de elegir bien el momento. El padre acaba de ser diagnosticado con una enfermedad irreversible y esa circunstancia marca el violento, pero a la vez cerrado, discurso de ambos en medio de un lugar inhóspito (una carretera) visto como la vida misma, espacio que sirve para acrecentar los niveles de soledad en los que transcurre la historia. Formalmente, el cuento despliega un manejo del tiempo a través de raccontos y flashbacks que sirven para que el lector pueda ir, sutilmente, recuperando la información necesaria para comprender cabalmente la afectada personalidad de ambos personajes.
El segundo premio otorgado a “Fifteen” de Carlos Arámbulo, de evidentes resonancias hemigwayanas, es la historia de tres cazadores, alguno más experto que los otros, que se internan en el África en el afán de obtener presas de caza, pero también con un pasado del que intentan huir, pero que a cada momento se manifiesta como una herida sangrante que se busca cerrar a través de la violenta cacería. El cuento se centra en el personaje de Billy cuya historia personal (está enfrentando un doloroso divorcio que lo aleja de su hijo) corre paralela a las acciones de delicada y sutil matanza a las que son sometidos los animales silvestres. El recurso de los paréntesis narrativos (verdaderos depositarios de la información dramática en el cuento) está excelentemente empleado para contar esa otra historia, aquella que al final se nos revela en los ojos humanos de ese mandril matado por Billy a través del cual este experimenta lo que es matar a un ser humano emulando a Harold, su compañero de caza, en ese horrible aprendizaje, sobre quien pesaban fifteen, es decir, quince hombres muertos.
El tercer premio, “Unas fotografías, apenas” de Pedro Llosa, es un cuento a todas luces onettiano, generado a partir del prosaico descubrimiento de unas fotos con escenas sexuales en un sobre de billetes antiguos. Esta circunstancia, que compromete a la novia del narrador con un antiguo amante, desencadena el conflicto psicológico del protagonista quien se introduce en una espiral obsesiva que llega a alcanzar los bordes vedados de la sexualidad humana. El recurso de la intercalación del dictado de clases opera en el cuento como ese otro plano del relato, que va echando luces sobre el destino de los involucrados en la trama elevando el conflicto a una dimensión mayor (digamos la que vincula el cuerpo con la política) rebasando la puramente sentimental. En ese sentido, el cuento resulta atractivo por la complejidad en la presentación de los personajes, sobre todo de Pablo, quien hacia el final del relato va descubriendo elementos de su propia sexualidad, hecho que le permite abrirse a experiencias inusitadas en medio del debate celotípico producido por las imágenes impresas. Un cuento de autodescubrimiento en medio de una etapa de crisis.
Temáticamente tributarios de maestros como Roth, Hemingway y Onetti, pero formalmente impecables, los tres textos ganadores cumplen, largamente, los requisitos de ser premiados y reconocidos por todos.
martes, 12 de mayo de 2015
GRATA NOTICIA
Distinguida comunidad, quiero dirigirme
para comunicarles que el 19 de Junio 3
de mis cuadros óleo sobre lienzo fueron
seleccionados para integrar una muestra
pictórica en la galería de arte de la Universidad
sagrado corazón de Jesús. Si alguien gustara
del arte y la cultura me dejan un mensaje por
esta misma vía o a mi correo o a mi facebook
más detalles. Un saludo cordial.
sábado, 9 de mayo de 2015
Entrevista a John Banville: “Mi esposa dice que vivir con un escritor es como vivir con un asesino”
Candidato recurrente al Nobel, el irlandés John Banville es un autor refinado,
hipnótico y paciente, salvo cuando se transforma en el vertiginoso Benjamin Black,
el seudónimo que usa para escribir policial negro. Dice que la novela debe obedecer
reglas populares. Entrevista exclusiva Ciudad X.
Por Javier Mattio
Pocas veces se da la posibilidad de entrevistar a dos escritores en uno: es el caso del eximio John Banville (Wexford, Irlanda, 1945), invitado a la Feria del Libro de Buenos Aires, quien hace un tiempo firma buena parte de sus libros como su alter ego Benjamin Black, el que le da vida a la saga noir protagonizada por el bonachón forense Quirke en la conservadora Irlanda de la década de 1950. ConÓrdenes sagradas, el último libro de Black publicado en la Argentina, donde Quirke se entromete en sombríos asuntos católicos –en inglés ya se consigue Even the dead, la siguiente y séptima entrega–, el desdoblamiento comienza a asumir dimensiones que superan el pasatiempo: en cualquier momento el doble policial superará en libros al refinado original. Pero nada amedrenta menos al laureado Banville, ganador del Booker y el Príncipe de Asturias, candidato recurrente al Nobel y responsable de una obra soberbia, tan brillantemente inteligente como oscuramente introspectiva, en donde la niebla pulp de Benjamin Black cobra visos metafísicos y fantasmales con referencias profundas a los sueños, el pasado y las alucinaciones: la sustancia que alimenta a Black es la misma que segrega Banville, pero hay un cuidadoso y aceitado colador entre medio.
Deudor de Henry James y Samuel Beckett, Banville es también un estilista formidable, hipnótico y musical, que trata en sus novelas cuestiones esenciales y ambivalentes como las del doble, la amoralidad y la memoria. Es el caso de Eclipse y El libro de las pruebas, de 2000 y 1989 respectivamente, reeditados por estos días.
Eclipse es la primera parte de la imprescindible trilogía dedicada a Alexander Cleave, un actor retirado que se asume el personaje icónico de Banville junto a su malograda hija Cass, a la que completanImposturas (2002) y la reciente Antigua luz (2012). El mar (2005, Premio Booker) es su novela más accesible y leída, mientras que Los infinitos (2009), dedicada a inquietas y explícitas deidades, es la preferida del escritor.
Pero el escritor, quien toma un espresso particularmente noir después de dos copas de vino blanco en plena sesión de entrevistas, canoso, de camisa y ojos pequeños y despiertos, asegura que ni Banville ni Black existen: es todo una invención, personajes inevitablemente ficcionales que nacen y se sumergen en la bruma. “Siempre hago la distinción de que Benjamin Black es un artesano y Banville trata de ser artista, aunque no sé lo que significa ser artista. Sí sé lo que significa ser un artesano. Banville trabaja en un nivel de profunda concentración, me hundo en mí mismo, pueden ser las 3 de la tarde y no sé quién soy, dónde estoy, me encuentro en un mundo en el que no existo. Pero después en cierto sentido Banville no existe, Black no existe. Cuando me paro en mi escritorio, quienquiera que haya estado escribiendo deja de existir. No sé qué hacía esa persona, es un misterio para mí”, dice el escritor con gesto pícaro.
En cierta forma, salvando las distancias, tanto Banville como Black comparten la estructura del thriller, por más que en uno adopte un tenor explícito y en el otro velado, abstracto. “Todas las novelas tienen que tener un aspecto de thriller, tienen que ser atrapantes –acuerda Banville–. Beckett, por ejemplo, que fue considerado uno de los novelistas más difíciles, más obtusos, fue un gran lector de policiales baratos franceses y todos sus libros tienen una vuelta de tuerca al final, todos terminan con una revelación. En Compañía, la voz narrativa habla sobre un montón de personas y al final dice ‘Y vos, solo como siempre’. Siempre hay una vuelta de tuerca. En Antigua luz se descubre algo al final que no se sabía al principio. La novela es una forma popular, debe obedecer reglas populares. Aun las mejores”.
Así y todo, ¿hay un prejuicio contra el escritor de best sellers? ¿Existe la alta y la baja literatura? Banville: “Hay un prejuicio, pero hay una hermosa nota marginal de Darwin que dice ‘nunca digas alto y bajo’. Una gran escritura puede suceder en cualquier nivel, lo único que cuenta de una novela es qué tan bien escrita está. James M. Cain escribió El cartero llama dos veces en un fin de semana largo y está bellamente escrito. Es un libro visceral, que te asusta. Si hubiera estado escribiéndolo durante tres años, no sería un mejor libro. Y es que el proceso no es accidental, depende del grado de concentración. Cuando soy Benjamin Black no puedo concentrarme como Banville, no me interesa eso, es una escritura rápida”.
Estilo criminal
La búsqueda de perfección formal que ensaya Banville en cada libro –un maniático detallismo que lo obliga a la escritura lenta, opuesta al maratonismo editorial de su gemelo Black– se equipara en El libro de las pruebas a la sensación de su personaje, el retorcido científico Frederick Montgomery, de no formar parte de la humanidad, extrañeza que lo lleva a perpetrar un sangriento homicidio existencial. Asimismo la prosa de Banville simula un idioma más consumado que el de los mortales, de un solipsismo y una ajenidad majestuosa que asimila la escritura al crimen. “Mi esposa dice que vivir con un escritor es como vivir con un asesino que acaba de cometer un crimen muy sangriento. Pero son cosas opuestas. Matar a otro ser humano es un acto terrible y escribir no tiene nada que ver con eso. Privar a una persona de vida es un crimen enorme y lo que el arte hace es darle vida a gente que nunca existió, es la acción opuesta, es traer criaturas a la existencia. Los grandes temas, la culpa y la irresponsabilidad, están muy presentes en ese libro. Es un área en la que no puedo dar respuestas claras, porque no puedo entenderla y no quiero entenderla. Como escritor tuve que quitarme las vendas, en ese libro me permití explorar áreas que de otro modo hubiera dejado en la oscuridad”, señala Banville.
–¿Piensa que memoria e imaginación son las bases de todo su trabajo?
–Sí, por supuesto. De eso está hecha la literatura, la imaginación es la que permite que el mundo sea real. No tenemos ningún sentido de una persona o un lugar hasta que le damos una existencia imaginaria. Y el pasado es donde vivimos, son los talones donde nos sentamos o nos paramos, nos estimula más mientras más lejos miremos. Es gracioso, cuando escribía en mis comienzos miraba directo a la infancia, ese era mi material, y ahora que tengo 70 años esa época ha quedado muy atrás, no puedo recordar demasiado. Entonces, invento cada vez más. En la década de 1960, 1970, cuando recién empecé a publicar, ya miraba al pasado, y estoy fascinado por pensar cómo hacía eso, tenía que dejar de lado el sentimentalismo, la noción de que todo pasado siempre fue mejor. Los buenos viejos tiempos solo tienen sentido en virtud de los feos tiempos presentes, se vuelve viejo todo aquello que está lo suficientemente lejos como para no provocarte más daño.
–Sus libros describen sueños y visiones frecuentes. ¿Sueña a menudo?
–Cuando no estoy escribiendo vivo en sueños. Cuando escribo no necesito vivir en sueños, entonces no suelo soñar de día. Algunas veces me levanto a la mañana y escribo el sueño reciente confiando en que encontrará un lugar en el libro, que tendrá una razón para estar allí. Y es que uno escribe 24 horas por día, mi mente está siempre escribiendo, aun cuando duerme, y es que en realidad no dormimos, simplemente pasamos a otro estado de conciencia. Y las cosas que hacemos cuando dormimos son fantásticas. Has tenido un día común, te vas a la cama y aparece este mundo fantástico donde conocés al hombre de tus sueños (le dice a la traductora), yo duermo con Marilyn Monroe, que termina siendo una gran intelectual y en vez de tener sexo mantenemos una larga conversación, y todo eso te parece perfectamente razonable, es un mundo alucinante, una segunda vida, es maravilloso.
–Aborda la materia oscura en “Antigua luz”, los fantasmas en “Eclipse”, los dioses en “Los infinitos”. ¿Cree en la existencia de realidades invisibles?
–¿Cuánto tiempo tenemos? (risas). Seré breve. Existimos en una franja muy angosta de realidad (traza una línea horizontal en el aire con el dedo). No podemos ver neutrinos, por ejemplo. Mientras estamos sentados aquí, los neutrinos nos bombardean y no los percibimos. Uno de ellos tal vez me dé un tumor cerebral mientras estamos hablando y no me enteraré. Hay todo un mundo, una vasta área de creación de la que no sabemos nada, vivimos en este mundo tan estrecho. Entonces ¿por qué no podrían existir entidades de las que no sabemos nada? La segunda cuestión es que el monoteísmo es el peor desastre, deberíamos volver al paganismo, cuando había un dios para cada cosa, tenías un dolor de cabeza y había un dios que lo causaba, soplaba el viento y era un dios que lo hacía. Ese fue el gran genio de la Grecia antigua, diseñar un sistema que podía aplicarse a cualquier cosa. Jesucristo nos dice “Ámame o te condenaré a tormentos sin fin. Y si no me amás lo 2 suficiente te mando al Purgatorio, donde aprenderás la lección”. ¿Qué clase de religión es esa? Ya lo decía Nietzsche: sólo hubo un cristiano y murió en la cruz. La invención del monoteísmo fue un desastre, deberíamos recuperar a los dioses, quizás los dioses son neutrinos, quizás están en un agujero negro del otro lado del universo.
–“Órdenes sagradas” es crítica con la Iglesia Católica y con el provincianismo irlandés. ¿Cómo fue su formación religiosa? ¿Y cómo ve a Irlanda en el presente?
–Fui criado en el catolicismo, me decían que si no iba a misa el domingo o si tenía pensamientos impuros iba a arder en el infierno por toda la eternidad. Cosas terribles para un niño de 7 años. En Irlanda vivíamos en una fantasía, idealizábamos a Europa del Este, aunque catolicismo y comunismo se reducían a lo mismo. Ellos tenían al comunismo rigiendo cada parte de sus vidas, nosotros a la Iglesia Católica. Estábamos cargados de culpa y horror. Y en 1992 supimos que una figura muy importante de la Iglesia, el obispo Casey, tenía un hijo con una mujer estadounidense, y que había tomado 70 mil libras de un fondo religioso para mantenerlos. Ahí nos deshicimos de la Iglesia. La diferencia entre entonces y ahora es que en los años del boom nos creíamos ricos aunque no teníamos dinero, comprábamos y vendíamos tierras a precios cada vez más altos. El típico personaje irlandés del boom era como la joven esposa de un hombre de negocios libre de impuestos, llevando a su hija de 14 años a su clase de rehabilitación de drogas en un auto a 80 kilómetros por hora fumando un cigarrillo, hablando por su celular y haciéndole fuck you a un ciclista al que pasa (risas). En 2008 todo colapsó. Nos volvimos locos. Y vulgares. Oscar Wilde decía de Estados Unidos que pasó del barbarismo a la decadencia sin un periodo de civilización en el medio. Eso nos sucedió a nosotros. Comenzamos a gastar y gastar, y fue una gran fiesta. Mucha diversión. Ahora tenemos que afrontar una resaca que va a durar años. Me sorprende que en Irlanda dicen “pagamos nuestros impuestos, es otro el culpable, nosotros no lo hicimos”. Tal vez crecí un poco, y eso ayuda, porque, Dios mío, la perspectiva de los irlandeses es tan infantil.
–¿Cómo es cuando no escribe?
–No existe esa persona. Soy un ciudadano, voto, soy tan estúpido como el resto. Es lo que me gusta de Quirke, que es un idiota, lo opuesto a Sherlock Holmes. No puede ver lo que tiene al frente, pierde pistas, no resuelve los casos, nadie es castigado. Lo adoro por eso.
Perfil: John Banville es uno de los escritores más destacados en lengua inglesa, y está considerado el máximo estilista en su idioma. Ganó el Booker en 2005 por la novela El mar, y el Príncipe de Asturias en 2014, entre otros premios. En sus novelas trata temas como el doble, la memoria y la introspección. También ha publicado una serie de libros policiales con el seudónimo de Benjamin Black, con el que ya suma nueve títulos. En uno de ellos, La rubia de ojos negros, revivió al legendario detective Philip Marlowe de Raymond Chandler.
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