Enrico Diaz Bernuy
Poesía
Plaqueta con el auspicio de la editorial CERTIDUMBRE LUMINOSA.
Se puede dar alas a una voz el inútil esfuerzo de una intensión
como la palabra amistad, o la palabra ….
en donde
el crepúsculo siempre deja el trazo
en el barro para dar alas a una voz que llevamos y de un socavón
surge como ramas hacia otro esfuerzo cuya intensión destila
y sumerge en cada uno
un mensaje distinto.
sobre el pesado paso de los días pero el paso en las noches son eternos como una partida sexual o una escultura callada que aplasta en un desproporcionado azul.
La soledad está presente, su mimo embriaga nuestros fondos o nuestras riquezas. La soledad hace extrañar a alguien que uno no conoce en una voz imaginada que por fin refugia un sentido que estalla y crea un reino dentro de uno e invisible para el otro o la otra
Y el todo se parece a una escultura que está encallada como un gemido eterno, toda la atmósfera posee una voz de un esfuerzo contenido como caballos a toda máquina.
Hay afuera un beso, de odio todavía, y ahí adentro un amor vacío en su vanidad…
El dios lo mira todo y el todo tiene la esencia de nuestra sangre y el polvo de los subsuelos nutren los colmillos de los troncos en la garra madura o la mulata de hierro
que se dibuja así misma
en los cielos
que concede
y devela lo infinito, batiente en ardor, siniestro a lo silvestre
o los cementerios de las sonrisas
en unas islas parecidas a las burlas. O la niña solitaria que se toma fotos buscando a alguien en si misma…
Y a la distancia… dulces coronas
que vibran en el vano silbido: teje desmedida la urdiembre áulica del horror, sobre el cielo cenizo se derrama
la misma esperanza sumisa arremete
y surca rutas que nos unen y fuerzan como un ruido que lo aplasta todo así crece un desierto versátil
y nuestra sed nos une a todo, nos aplasta jaspeada
con gestos de quien humilla a lo humano
E INESPERADA en este cielo.
El pintor pinta las gravillas doradas en las miradas de los amantes
a tanta fuerza
útil para los desiertos
y los besos no amados de tanta esperanza perdida y a ello: cuando me acordé de ella…, pensé en dos gatos,
uno blanco y el otro no tenía color.
La sombra de uno tenía dos cabezas como dos mentes
y la sombra del otro solo tenía garras
Pero la vida tiene tantos finales
invisibles como los engranajes de las horas
de un solo juego que nace y renace
en lo oscuro de un motor
o una rueda inmensa
cuyo único latido sádico es una gramática en clave
como una mirada fría
de herrumbre en invierno
de una historia con final
a tantos nombres.
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