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Orígenes

Estimados lectores con placer y profundo aprecio a la literatura los invito a descubrir mi blog Café y escrituras con humo, un espacio donde la literatura respira con una libertad genuina, y donde cada cuento, relato o poema está tejido con esmero, ofreciendo mundos y personajes que buscan resonar en el alma. Es un rincón de lucidez y libertad de expresión, donde no existe censura ni rechazo, (ni de editoriales ni de fanzines) sino un llamado sincero a explorar juntos las profundidades de la imaginación y del pensamiento. Los textos son gratuitos y siempre bienvenidos a nuevos ojos, con la esperanza de que encuentren en ellos una chispa de inspiración o reflexión. ¡Los invito a tomar una pausa, servirse una buena taza de café, y sumergirse en la esencia de cada relato! , poema o artículos de mi autoría o de los escritores invitados. A continuación, dejo el índice del contenido:
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miércoles, 8 de octubre de 2025

martes, 7 de octubre de 2025

 

Estimados lectores de este espacio literario, comparto con ustedes finalmente la introducción al poema que vengo escribiendo desde hace unos años. Como decía un ex contacto, dirigiéndome a 4 gatos y un gatoide, espero que disfruten la intro.

 

 

***

 

Poetizar una conversación filosófica de raíz hindú no constituye únicamente un ejercicio estético, sino un acto de rescate y reinterpretación de una de las tradiciones más influyentes en la historia del pensamiento universal. En los vestigios de los Vedas, los Upanishads y, de manera eminente, el Bhagavad Gītā, se preserva una herencia intelectual que trasciende lo abstracto para convertirse en experiencia interior, en invitación a la reconexión espiritual del ser humano con lo trascendente.

 

La traducción poética de estos diálogos abre canales sensibles que favorecen la comprensión intuitiva y simbólica, allí donde la razón discursiva resulta insuficiente.

Así como diversos artistas han recreado visualmente obras cumbre de la literatura —caso de El Quijote o La Divina Comedia, interpretadas por Dalí y otros exponentes— debido a su afinidad con dichas creaciones, del mismo modo se planteo aquí un vínculo profundo con el Bhagavad Gītā, texto que se considera esencial dentro de la tradición védica y, al mismo tiempo, universal.

Si bien algunos intelectuales reducen esta obra a una conversación con matices filosóficos, desde esta perspectiva se la reconoce como la expresión suprema para el desarrollo de la conciencia del ser humano, manteniendo siempre la fidelidad a las primeras traducciones y transliteraciones de la Biblioteca Védanta.

Desde una óptica filosófica y lingüística, poetizar equivale a expandir las posibilidades del lenguaje. Las metáforas, imágenes y ritmos verbales no cumplen solo una función ornamental: actúan como catalizadores de significados múltiples, capaces de generar nuevas interpretaciones y de abrir campos de reflexión creativa aplicables tanto en el ámbito literario como en el académico y artístico.

Identificar figuras retóricas o escenas poéticas en los diálogos entre Śrī Kṛṣṇa y Arjuna permite, además, mantener vivo el vínculo entre filosofía y literatura, potenciando un terreno fértil para la investigación interdisciplinaria.

En relación con la obra original, resulta pertinente subrayar la presencia de la función poética, junto a las funciones connotativas y denotativas propias de todo texto literario. En este marco surge el proyecto de poetizar cada estrofa del Bhagavad Gītā, no como simple ejercicio de recreación estilística, sino como una práctica de estudio profundo y, a la vez, de bhakti (devoción).

La intención es preservar la esencia del texto sagrado, de modo que la voz de Kṛṣṇa continúe habitando en la nueva propuesta poética.

A ello se suma un fundamento neurocientífico que refuerza la pertinencia de este enfoque. Investigaciones recientes han demostrado que la producción y recepción de imágenes poéticas activa regiones cerebrales vinculadas a la memoria, la empatía y la regulación emocional.

Poetizar, en este sentido, no solo estimula la creatividad y la inteligencia, sino que también contribuye a la plasticidad neuronal, a la salud mental y a la construcción de un sentido vital más profundo. Poetizar es eso y quien lo lea le veneficiará en los campos neuronales mencionados. Por que quien lo lee, interpreta e imagina las metáforas, y eso es un viaje a otros funcionamientos físicos (neuronales) y sobre todo, espirituales…

En conclusión, poetizar el Bhagavad Gītā representa un esfuerzo interdisciplinario que conjuga la filología, la filosofía y la neurociencia. Más que un recurso estético, constituye un medio de veneración y de estudio, un gesto de reverencia hacia la obra original que integra razón, emoción y espiritualidad. En esta fusión entre forma y fondo, la poesía se convierte en vehículo de conocimiento absoluto y en acto de entrega a los pies del gran Señor, Śrī Kṛṣṇa.

 

 

 

 

 

 

 

Sweet Jane (Natural Born Killers)

lunes, 6 de octubre de 2025

LEYENDO MI POEMA en el local Cultural "CASA BAGRE" ENRICO DIAZ BERNUY

Extraído de: elmundo.es

 

osofía

 Receta de éxito

La fórmula de Nietzsche: "Quien tiene un porqué para vivir puede soportar casi cualquier cómo"

La importante es hacer que las cosas sean sencillas en cualquier contexto de la vida

Imagen de Friedrich Nietzsche
Imagen de Friedrich NietzschePixabay
Actualizado 

En nuestro día a día afrontamos múltiples tareas, decisiones o rutinas que, en muchas ocasiones, nos agobian más que nos ayudan. Vivimos en sociedades frenéticas en las que se busca la inmediatez y donde, a veces, es necesario hacer una pequeña pausa y reflexionar sobre las cosas que nos gustan y que nos disgustan de la vida. Es en esos momentos en los que puede que pensemos en la felicidad.

Hace más de 100 años, en pleno siglo XIX, el filósofo alemán, Friedrich Nietzsche ya se planteaba el sentido de la existencia y dejó para la historia una frase que todavía hoy en día está de plena actualidad y puede aplicarse.

  • "Quien tiene un porqué para vivir puede soportar casi cualquier cómo".

La frase, publicada en sus escritos y replicada habitualmente por el psiquiatra Viktor Frank en sus obras, habla de la necesidad de tener un objetivo o meta que dé sentido a toda la existencia. Siempre que hayamos encontrado ese objetivo final, tendremos la fuerza y la energía para resistir los momentos difíciles que se van a presentar en el camino.

En este sentido, muchas veces los límites nos los ponemos nosotros mismos. Nuestra mente suele fijarse mucho en el proceso, por lo que es fundamental intentar hacer las cosas sencillas siempre y no pensar en las dificultades, ya que nos van a alejar de conseguir el objetivo.

Un ejemplo práctico de la frase de Nietzsche

Un ejemplo práctico sería un deportista de alto nivel que se fija como objetivo ganar una medalla en los Juegos Olímpicos. Según la filosofía de Nietzsche, debe enfocarse en el fin y así encontrar la manera de superar las dificultades (lesiones, entrenamientos agotadores, presión...). De esta manera, el deseo de conseguir el metal le va a ayudar a encontrar los cómos (recuperaciones, técnicas) para lograrlo.

RELATO BREVE DE ENRICO DIAZ BERNUY. " FÁTIMA" 2025 // edición revisada //

Ningún legado es tan rico como la honestidad...

William Shakespeare




 FÁTIMA

Luego se le vinieron muchos nombres a la cabeza: amigos entrañables, amigas queridas, enamoradas, amantes. Y aunque parezca increíble, todos seguían viviendo a pocos minutos de donde él habitaba. Vivían en la era de la productividad: estudiaban, se cualificaban, trabajaban duro —otros, no tanto—, pero todos, de algún modo, se las ingeniaban para permanecer ocupados, y, por supuesto, en perpetua exhibición o extinción.  Como si la vida misma fuera un anfiteatro donde, por si acaso, uno debía sonreír; y si era con ironía, mejor.

Eso era lo que quedaba cuando él echaba de menos a alguien: las sonrisas falsas o irónicas, las miradas de aprecio, los gestos de una cercanía que ya no existía. No importaba cuánto los recordara: jamás ocurría el reencuentro, jamás los veía, y eso era un mensaje, una fuerza silenciosa, sutil pero latente como un corazón a punto de apagarse. Era como si el universo le dijera: tu historia con esa persona ha caducado. Que alguien viviera o trabajara tan cerca y jamás se cruzaran los caminos tenía algo de místico, de ilusión que a veces retornaba con la esperanza de un encuentro casual, de esos que solo ocurren en las películas —o una o dos veces en la vida.

No podía negar que a él también le había ocurrido: un encuentro así, breve, nostálgico, interesante y, sin embargo, tan pasajero como la propia vida.
Pero la vida avanzaba, y él iba dejando cada vez a más personas atrás.
Y, sin embargo, seguía recordándolas. Era un dilema existencial: desear ver a alguien a quien no se atrevía a buscar, pero que seguía habitando en su memoria. Lo mismo sucedía con las mujeres que había amado: ¿qué no daría por un encuentro que empezara con un abrazo y terminara con un café?

Esa sensación alcanzaba un punto límite cuando deseaba tanto algo que bastaba una simple conversación —un intercambio sincero, un espacio donde las palabras pudieran descansar y no desarmar a nadie. Pero a veces esa persona ya no existía en su vida. Y quién existía o no, solo él lo sabía; mientras los demás especulaban, nadie conocía la verdad íntima de él.

Con el paso del tiempo —y su fuerza aplastante—, también se desvanecía ese deseo, ese apego casi instintivo de conversar con alguien querido. Cada uno de esos rostros terminaba disolviéndose, como figuras esculpidas sobre la arena húmeda que el mar, tarde o temprano, reclama. En esas danzas marinas, tan tiernas y a la vez implacables, todo se disolvía. Eso era el tiempo: una corriente que lo arrastraba como a una pluma sobre la marea.

Y mientras esas imágenes se desvanecían, en él sobrevivía una sola. No necesariamente porque hubiera sido la mejor, ni la peor, ni la más amada. Quizás fue distinta. A veces el amor no se medía por intensidad ni duración, ni un amor era más que otro, sino por su naturaleza única, por esa entrega que lo separaba del resto de sus experiencias.

Fue un amor en el que, más allá de los cuerpos, más allá de sentir las heridas de ella, pasando esas profundidades,  era sentir el alma de ella frente a sí. Nunca se lo dijo, porque decirlo hubiera sonado impostado, y tampoco él no lo tenía claro.

Además  lo habría dejado como un palabreador.  Hablar de almas en el medio de los cuerpos o los sentimientos era un terreno muy denso, y sobre todo, poco creíble. Así que el atajo a esta experiencia era callar, optar por el silencio era lo más sano para ambas partes, un silencio que él tuvo que decidir.

Pero su voz interior, o su “sombra younguiana” lo perseguía con la idea de una última conversación, la que jamás ocurriría. No porque no quisiera buscarla, sino porque sabía que las casualidades verdaderas no se repetían. Entonces el sentimiento lo cubría, calladamente.

Algunos lo superan; otros, en cambio, guardaban ese secreto como una herida dormida que los convertía, poco a poco, en seres incompletos, en almas que no lograron resolver algo.

Porque el amor que no se dice no muere: se queda, como una sombra que acompaña en todos los espejos.
Y él pensaba, a veces, que si alguna vez volvieran a cruzarse, no hablarían: bastaría el temblor en su mirada para que ella sonriera, y él permaneciera en silencio por fuera, mientras todo en su interior quisiera entregarse a ella.

Pero su pensamiento era como el silencio, ese mismo que lo había acompañado desde la cuna. Recordaba cuando su madre le decía al esposo: “haz silencio, el bebé debe dormir…”. Desde entonces, pensamiento y silencio comenzaron a entrelazarse, a volverse una misma sustancia, algo abstracto que lo envolvía.
Con el tiempo, esa fusión tomó fuerza, especialmente cuando empezó a sentir la absoluta entrega: una entrega que va más allá del amor, o que quizás sea su forma más alta y depurada, esa que no ocurre muchas veces en la vida y la que a veces te puede destruir.

El silencio se había convertido en su morada. No lo temía; lo aceptaba como quien se reconcilia con una antigua sombra. Ya no necesitaba imaginar reencuentros ni diálogos imposibles. Comprendió que toda conversación verdadera ocurre en otro plano, en esa región invisible donde el pensamiento se funde con el alma. Y las almas se imponen y los pensamientos quedan fuera.

Cada tarde, al regresar del trabajo, se sentaba en la azotea como un ave que buscaba su verdadero hogar en otros cielos, pero no era exactamente el cielo lo que observaba…

Era como si tratar de mirar lo más alto buscara,  encontrar su verdadero origen, un lugar muy lejos de todo o de todos…  pero terminaba observando  cómo el sol se disolvía sobre los edificios y sentía que algo de él también se deshacía en esa luz. A veces creía percibir su presencia —la de ella— en los reflejos del vidrio, en el movimiento del viento, en el sonido que el silencio deja cuando se expande. No era locura ni nostalgia, era simplemente la conciencia de haber amado.

El amor, pensaba, no era una historia ni una promesa, sino una energía que permanece suspendida, que no se apaga aunque cambie de forma. Su silencio no era vacío, era una continuidad: la prueba de que la entrega, cuando es absoluta, no necesita palabra alguna para sobrevivir.

Con el tiempo, dejó de buscar explicaciones. El recuerdo de ella ya no dolía; era como una oración sin lenguaje, como un fuego que no quema, pero que aún ilumina. Entonces entendió que el amor, cuando trasciende, se parece al silencio: no pide nada, no exige respuesta, simplemente existe.

Y así, mientras caía la noche, pensó que quizás toda la vida no era más que un largo aprendizaje para aprender a callar sin miedo, para dejar que el alma diga lo que la voz nunca pudo pronunciar.

A veces caminaba sin rumbo por las calles que solían compartir. Miraflores seguía igual: el ruido de los colectivos, las vitrinas con maniquíes inmóviles, el olor a café recién molido en alguna esquina. Pero todo había cambiado. Cada rostro, cada sombra, le recordaba la imposibilidad del retorno.

Una noche, mientras cruzaba la avenida, creyó verla al otro lado. La figura era parecida: el cabello, el abrigo, incluso el modo de sostener la cartera. Su corazón dio un salto —un reflejo antiguo, animal, imposible de dominar. Pero cuando la mujer volteó, no era ella. Y sin embargo, en ese instante sintió que no importaba.

El mundo estaba hecho de semejanzas y distancias. Comprendió que lo que uno ama no regresa, porque el amor, una vez vivido, se queda atrapado en el tiempo donde fue real. No hay reencuentros verdaderos, solo ecos. Pero de pronto esas mismas semejanzas en donde las distancias era lo más marcado en el fondo se encontraban interconectadas como si algo jamás nos alejara del otro…

Siguió caminando hasta llegar al malecón. El viento le trajo olor a sal y a despedida. Se sentó en una banca y pensó que, de algún modo, ella también debía estar en algún lugar, respirando la misma noche, sin saber que en ese mismo momento alguien la recordaba con gratitud.

No sintió tristeza. Solo una calma extraña, como si hubiera cerrado un ciclo sin decir palabra. A veces, pensó, el amor más honesto es aquel que se disuelve sin ruido, como la espuma del mar al tocar la arena: fugaz, y sobre todo lleno de paz.

Y mientras el cielo se llenaba de luces llenas de historias, pero lejanas, entendió que el silencio no era ausencia ni  algo abstracto; era un modo que tiene el universo de decirte gracias.

El silencio, que antes le pesaba como una lápida, empezó a transformarse en un espacio fértil. Descubrió que la ausencia no siempre significa pérdida, sino maduración. Aquello que no se dijo, lo que se calló por temor o respeto, había seguido creciendo dentro de él, hasta volverse comprensión.

Una mañana despertó con una sensación distinta. No pensó en ella como antes, con dolor o deseo, sino con una ternura serena, llena de paz…

Comprendió que amarla había sido una manera de conocerse, de mirar su propio abismo y reconocer que también en él habitaba una forma de belleza.  Ese día decidió escribir. No una carta ni una confesión, sino una página en blanco donde su pensamiento pudiera respirar. Las palabras fluían como si siempre hubieran estado ahí, esperándolo. No eran para ella, sino para el mundo, para esa parte de sí mismo que aún necesitaba ser escuchada. O para esas almas que sienten lo mismo pero que no tienen las palabras.

El amor que había callado se volvió voz, pero una voz silenciosa, limpia de nostalgia. Comprendió que el alma no se une para poseer, sino para iluminarse mutuamente, aunque sea por un instante que a veces eso se sienta como una eternidad… 


Enrico Diaz Bernuy.

 

sábado, 20 de septiembre de 2025

Comentario a la película: Infinito

Infinito cuenta la historia de Evan McCauley, un hombre atormentado por recuerdos y habilidades que nunca aprendió,  (casi como un autodidacta) visiones de lugares donde jamás estuvo y la sensación de cargar con vidas que no son suyas. Creyendo que padece esquizofrenia, descubre que en realidad pertenece a un grupo secreto llamado los Infinitos, personas que renacen una y otra vez recordando 

—en mayor o menor medida— sus existencias pasadas. Dentro de este círculo milenario se enfrentan dos facciones: los Creyentes, que protegen la humanidad aceptando el ciclo de la reencarnación, y los Nihilistas, liderados por Bathurst, que desean acabar con ese ciclo eterno de renacimientos y están dispuestos a borrar la existencia usando un artefacto devastador conocido como el Huevo. Evan se convierte en la pieza clave de esta guerra, pues en sus memorias ocultas guarda la localización del dispositivo.

En medio de esta misión surge un vínculo esencial con Nora Brightman, miembro de los Creyentes. La película no desarrolla un romance convencional, pero sí plantea una relación que trasciende el tiempo y la carne: Nora mira en Evan no solo al hombre confundido que tiene delante, sino al compañero de otras vidas, al aliado y quizá amante que una y otra vez ha encontrado en distintas encarnaciones. No necesitan palabras grandilocuentes ni escenas apasionadas; basta la manera en que ella lo guía, la firmeza de su confianza y la ternura contenida en sus gestos para revelar que entre ambos late algo más profundo que la amistad. Evan, aun incrédulo, siente esa atracción magnética, esa familiaridad inexplicable que lo desarma y lo sostiene al mismo tiempo. Ella lo silencia de alguna forma y lo hace sentir completo.

Así, el romance se presenta como un amor antiguo, (o almas gemelas) donde la reencarnación toma un papel implícito, que se insinúa en miradas, en la cercanía de los cuerpos durante el peligro, en silencios que dicen más que un beso interrumpido por la urgencia de salvar al mundo. Mientras Evan lucha por desbloquear sus memorias y aceptar quién es realmente, también descubre que Nora es su ancla emocional, el eco de un amor que ni la muerte ni las reencarnaciones han podido extinguir. En el trasfondo de la batalla entre quienes quieren perpetuar la vida y quienes anhelan destruirla, la relación entre ellos se convierte en el recordatorio de lo que vale la pena defender: no solo la existencia, sino la posibilidad de reencontrarse una y otra vez con aquel ser que da sentido a cada nueva vida, como algo que deben concretar como si tuvieran una predestinación...

 

miércoles, 17 de septiembre de 2025

Frank Zappa - Muffin Man

Para mi futuro libro titulado: ALUMBRAMIENTOS FICCIONADOS e ILUMINACIONES... ( poesía ) Autor: ENRICO DIAZ BERNUY


Cuatro canciones para Daniela

(Poesía)

  

Luna Roja

I

 

Tu pasado fue un caracol encendido en capacidad a tu sabiduría.

En contra de todos los destinos hubo un árbol que abrazamos.

Y sin que lo sepas había una parte tuya que nacía de nuevo.

Sembrando en  aquellas mismas espirales.

De ese caracol que albergaban tus pasados sobre mí.

 

El ramaje hacía retumbos, tu sonreías y mirándome,  me silenciabas;

Así coincidimos en el mismo latido y fe.

Ese mismo árbol que nos acompañó como tres almas.

Tus ojitos pequeños pero ardientes hicieron sentirme lleno y completo.

 

En las formas que germinaban sobre mí.

Desiertos de café usado y nácar servían así para enfocarme.

Para atender mejor a tus aromas en tus poros sobre mis besos.

y las licencias.

 

Así navegué con la humedad de un sueño delirante, dimensional.

En donde el desierto se volvió  mar,  y yo anclé con la tensión de tus cabellos

Para dibujarte mejor con estas manos que pintaron tus sombras.

Así hallé tu hondura que me embriagó, dibujándote hallé tu luz y así.

Un camino se deslizó para encenderlo todo.

 

Volcánico me involucró en otras majestuosidades.

Con mi rudeza y una  ternura al mismo tiempo.

Como un pétalo que buceó.

En los confines que recién dábamos paso…


II

 

 

Los colores más parecidos a ese café.

En donde inició nuestro segundo comienzo. 

Entre los dibujos de tus pasos.

Sobre todo se alzó una magia sin nombre.

 

Mi nombre encriptado en tu apellido.

Como una llama unida y similar a la luna roja. 

Como su reflejo sobre un océano de canela que posa.

Como la que alberga todas las partes de tu piel.

Mi apellido encriptado en tu destino.

 

Contigo sentí muchas ganas a seguir escribiendo.

Sobre el libro sagrado que tanto amo. Me sentí con luz, lleno, completo.

Contigo fui otra clase de humano con la sangre de Nuestra sangre…

Eso era completitud.

 

Tu sabiduría era una luna  roja sobre canela.

En las tensiones  de mis desiertos.

Tú no eras de tu edad y yo contigo ya no me sentía en este cuerpo.

Porque en mi sangre corres tú y eres el desafío.

  

 

III

 

 

Al final declinaste, la falta de reciprocidad se reveló sin disfraces ni máscaras,

mi remplazo inmediato reveló que toda mi historia era una fantasía llena

de mis propios vacíos…

 

Una ficción en la que el único culpable era yo.

Tejiendo e hilvanando una urdimbre con palabras, 

pedrería fina para esculpir tus silencios, 

con mis besos y mis sueños 

Que por mi fortuna no llegué a decirte algunas cosas.

Palabras que quedaron en la sombra recogida 

de una promesa jamás dicha, y mis teorías.

Salvándome del eco de aquel abismo de mis fantasías… 

La luna roja quedó zurcida  sobre la sangre de mi sangre.       

 

IV

 

Mi reemplazo inmediato fue para mí, como un incendio sobre una mesa vacía.

Una llamada sin contestar.

Evidencia brutal de un vidrio empañado,

de ese espejismo, de esa paradoja, y de ese silencio.

Un puñal que empuñaba la raíz del más hondo hielo.

Mis sueños en naufragio a urdimbre de sombras…

Dejó una parte de la luna roja,  en mí, en  una línea roja sobre mi brazo.

Una marca secreta de una historia.

Fui culto al ocultarte palabras que hoy hubieran sido eco de un abismo.



Yo, único culpable, 

tejiendo e hilvanando con la ceguera de un dios caído

una urdimbre hecha de letras,

de tu piel convertida en palabras,

de mis besos que nunca fueron más que humo,

de mis sueños que encallaron como náufragos sin costa.

 

Palabras que quedaron en la sombra,

extendida de una promesa jamás dicha.

Un oxímoron en el centro de mi pecho.

 

Como una tesis a lo sentimental,

pero que hoy termina en una despedida.

En el mismo lugar donde la luna roja iluminó,

y me dejó con las espirales de aquel mismo caracol.

 

 Enrico Diaz Bernuy



 

 

 

 


lunes, 1 de septiembre de 2025

Artículo de 30 DE AGOSTO | por Enrico Diaz Bernuy |

 

En tiempos modernos, donde la rapidez, la comodidad y la globalización han impuesto un estilo de vida marcado por lo efímero y lo superficial, resulta difícil comprender prácticas ascéticas que en otros siglos fueron símbolos de avance espiritual. 

La figura de santos y mártires, como Santa Rosa de Lima, suele ser hoy mirada con sospecha: se les acusa de masoquismo o se les reduce a diagnósticos psiquiátricos y con cierto toque humorístico y peyorativo… Sin embargo, esta lectura simplista ignora un trasfondo esencial.

El dominio espiritual, en muchas tradiciones, no se alcanza únicamente a través de la reflexión mental o la bondad abstracta, sino también mediante una disciplina rigurosa que involucra cuerpo, mente y espíritu. 

El sacrificio físico, lejos de ser un castigo irracional, era concebido como un medio para trascender las limitaciones materiales y entrenar la voluntad. En ese sentido, las tradiciones védicas poseen desde tiempos inmemoriales diversas disciplinas donde el espiritualista o el buscador de la verdad renuncia a la comodidad, la resistencia al dolor y la austeridad radical constituían peldaños hacia una libertad interior que pocos podían alcanzar, y por ende, pocos pueden entender.

Santa Rosa de Lima representa justamente esa radicalidad: transformar el sufrimiento  en un acto de evolución en un puente hacia lo divino. Su vida no puede comprenderse bajo parámetros contemporáneos que absolutizan el bienestar inmediato y rechazan cualquier noción de sacrificio.

El espíritu humano, en ciertos casos, demanda caminos arduos y extremos para desplegarse en toda su potencia (evolucionar, la única trascendencia) sin que se ofendan los ególatras o los autocomplacientes…

No todos estamos llamados a recorrer esas sendas. Cada persona tiene su propio trayecto hacia la luz o la plenitud. Pero descalificar a quienes, en su tiempo y bajo su fe, asumieron la vía del sacrificio como un acto de amor y trascendencia, sería no solo un error histórico, sino también una falta de respeto hacia formas de espiritualidad que revelan la grandeza y la complejidad del alma humana.

Al principio es lamentable como algunos intelectuales con micrófono en mano y programa propio en tv pueden posee tanta seguridad para no solo descalificar a personas espirituales que han entregado su vida a la meditación y la única trascendencia del ser, pero cuando ves con detenimiento como el sentido bufonesco de la sociedad actual y muchas veces con su irrefrenable miedo a que ellos sean percibidos como unos estúpidos con esa clase de comentarios es precisamente en cómo ellos se revelan en sí, con una ignorancia desbordante.

En última instancia, los santos y mártires no son enfermos a los que haya que patologizar, sino testigos de que el espíritu humano, en su diversidad, es capaz de llevar el dominio de sí mismo hasta límites que nuestra sociedad de gratificaciones inmediatas apenas puede concebir.

Y aun cuando uno no forme parte de la Iglesia católica ni comparta todos sus postulados, ello no debería impedir reconocer la vida y la obra de personas vinculadas con la santidad o en camino hacia ella. Porque más allá de credos o instituciones, lo que permanece es el testimonio humano de quienes, con valentía y entrega, hicieron de su existencia un símbolo de meditación  o de búsqueda de lo eterno,  o búsqueda de su reconexión espiritual,  o búsqueda de su libertad,  ( la auténtica ) y muchas veces,  para estos estados anagógicos de conciencia no solo debes estar en paz, sino,   te debes a una transformación que es difícil categorizarla en palabras…



Enrico Diaz Bernuy