GRACIAS EDITORIAL
CERTIDUMBRE LUMINOSA !!!!!!!!!!!!!
Por otro lado, los hijos de mi tía Rosa, o sea mis primos todos mayores
que yo, cultísimos por supuesto. Probablemente ya se habían leído toda esa biblioteca, sin
duda alguna, sumado a la diferencia de
edad siempre condujo a una distancia. Pero
al pasar el tiempo creo que ellos ya no
me veían tan bien porque ir a leer los libros de mi tía no sé, quizás me pueda
llevar uno jajaja pero era especular, el punto es que empecé a valorar las
ediciones bilingües de varios simbolistas. Y fue en esa época que empecé a
visitar la avenida Grau. Un lugar con varias cuadras
de mesas tendidas en el suelo. Sujetos que vendían libros usados y muy
antiguos. Fue por medio de mis propinas que empecé a visitar a los libreros de
Grau esos ¡¡¡esos eran libreros!! Recuerdo
que conseguí una edición del Quijote de 1880 con unas ilustraciones
impresionantes. También conseguí Platero
y yo, mi libro favorito durante años, primera edición, obvio. Lamentablemente
ambos libros ya no están conmigo, pero hay cosas que pueden quedar en tu corazón
durante toda tu vida, sea cual sea haya sido el final, claro si tal cosa sea
real, porque hasta ahorita a que podríamos llamar final? Bueno, para no
extenderme más queridos contactos comparto una dedicatoria de aquellas que están
bien guardadas | Sin duda, mi hijo tiene estilo. |
Nací por accidente en el puerto de Salaverry, en Trujillo. Allí acababa de poner su farmacia mi tío Daniel y mi abuela acababa de enviudar. Mis padres residían en Contumazá, un pueblo de la sierra cajamarquina, de donde son oriundos casi todos mis hermanos. Yo todavía “ otaba en la inmensidad del universo. Era átomo, mínima partícula de estrella perdida en el cosmos. / Aguardaba un claustro materno donde germinar en algún planeta. / Recuerdo el color naranja de la Tierra...”. Mi madre en estado grávido realizó el viaje anual de visita que hacía a mi abuela (todavía no era mi abuela), y las lluvias que se adelantaron aquel año le impidieron el regreso oportuno. Los médicos le hicieron ver lo riesgoso que resultaba regresar en meses de tormenta por angostos caminos, tasajeados de precipicios, que conducían a Contumazá. Yo empezaba a vestir, en el interior de la placenta, mi escafandra azul. “Me veía como en un acuario...”. Y mi silueta de renacuajo humano se per laba a medida que pasaban los días. Esperaba turno para que mi pequeñeja gura de alga, enredada de yuyos, apareciera con salvas en el planeta Tierra. Un varoncito también alegra a la familia.
Eran tiempos del apogeo de los puertos. No existía la carretera Panamericana y la gente se trasladaba en barco al Callao para llegar a la dorada Lima. Salaverry era un puerto de casas de madera, lo más parecido a las poblaciones del oeste norteamericano. Incluso sus veredas. Había más de una vistosa glorieta en lugares públicos. No llegaba aún la electricidad, se utilizaba en las casas y en las calles lámparas y faroles de gas. Tampoco existía agua potable. Repartían el agua cargándola en mulas los aguateros con robustos porongos. Cuando llegó la primera planta eléctrica fue todo un acontecimiento, íbamos todos a mirar esa colosal máquina que estremecía, como un paquidermo de metal, las viviendas. Su traquetear se escuchaba en todo el puerto. Ocurrió también así cuando llegó el cine, al que acudían los espectadores cargando sus sillas y la película se proyectaba rollo por rollo. A Trujillo se viajaba en autovagón, las góndolas vendrían después. Desde las ventanillas, cuando niños, veíamos regresar agitados a los veloces árboles. Me los imaginaba volviendo de comprar pájaros y nidos en los mercados de la campiña de Moche, ese pintoresco pueblito norteño que frecuenté en mi niñez, desplazándome entre el mar y el campo.
A este territorio de arenales y remolinos, de barcos que partían a países lejanos, de aves que retornaban en las in nitas, de muelles, cangrejos y lagartijas, me trajo mi madre. “Mi llanto, al aparecer renacuajo de diminuta forma humana, / fue mi primera expresión de protesta y de hacer silbar las sílabas”. Diría que el mar me reclamó y me tendió sus redes. Me despegué de las entrañas de mi madre como pejesapo aferrado a las peñas. La atendió una vieja comadrona que hacía de ginecóloga. Alumbrarme casi le cuesta la vida a mi madre. No bien llegué a sus brazos, a los pocos días, comenzó a consumirse en ebre. Fue desahuciada por los médicos de Trujillo y tuvieron que llevarla de urgencia a la capital. La vieron muchos facultativos y fueron diversas las opiniones. Fue el doctor Tomás Escajadillo quien hizo el diagnóstico certero y dio las orientaciones correctas para el tratamiento de la ebre puerperal, infección difícil de combatir en aquellos tiempos en que no existía la penicilina. “Ha sido un milagro”, decía mi abuela (la mamatola), doña Zoila Osores Amoretti Salazar. Atribuía a sus oraciones el hecho de que se hubiera salvado. Su convalecencia fue larga y delicada, mientras yo pernoctaba en el regazo de mi abuela y succionaba el pecho de las madres que se ofrecían para amamantarme. Se trataba de macizas mujeres del puerto que me ofrendaban sus manantiales de leche.
¡Cómo voy a olvidar a la gente del pueblo que desde mi nacimiento me ofreció las esencias con las que se alimentaría más tarde mi poesía!
Arturo Corcuera
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| Piero Briones, cantante de la banda de Heavy metal *ALEJANDRIA* |
Es decir, salir
al centro de Lima en la noche es como un eterno volverlo a conocer. Siempre hay
cosas nuevas, escenas…, y algunas caras conocidas a las que te acercas y
algunas otras a las que quizás por una boba timidez prefieres verlos de lejos
nomas. Y en el medio de todas esas esencias aparecen sobre el firmamento, manifestaciones, por todos lados incluso a altas horas de la noche. Contemplar ciertas escenas solo me demuestra que se
trata de un pueblo vivo que desea ser escuchado, aunque sea golpeando la pared
de una esquina o poniendo un parlante en el medio de la vía pública.
Hecho que por su puesto que tiene todo su royo ideológico y decididamente debe respetarse. Sobre el final de toda la noche me guardaré tres frases,
claro que no mencionaré la autoría: ![]() |
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