Cambie muchos pañales, pero más arduo fue el trabajo de su madre. Dedicada, con su amor infinito que la hizo olvidar, de todo, por estar pendiente de mi amado hijo. Yo nunca supe en verdad si  estaría preparado para ser padre, algunos les llaman el mandato biológico otros les llamamos “fruto de amor” y hoy mi hijo es más que eso.

Hace dos semanas presenté mi segundo libro de poemas en el que está puntualmente dedicado a él. Casi todos los días le digo que lo amo, lo lleno de besos, me encantaría pasar más horas con él, pero alguna día entenderá que mi función en esta vida es velar por él, y por tal, debo trabajar (lucrar) y seguir estudiando, leyendo, escribiendo… en este abigarramiento: la meta de “crecer”.

En estos momentos tiene 6 años, "maravillosos"…, pero también ya en más de una ocasión lo he reprendido, pero jamás le he levantado la mano. Él es mi profesor de fútbol yo le enseño skatebording me encanta jugar a las luchas con él, palancas, candados, etc., es pura risa, él me dice papammono, papapayaso. La semana pasada me dibujó dormido en el confortable soñando con un libro. Le cuento en el medio de improvisaciones cuentos de brujas que se convierten en arboles y él me dice a - b- u- r- r- i- d – ooo , pero a veces acierto, y me dice: que mas, que mas? Se la pasa riendo. Y yo preso encantado como lo más maravilloso, confortativo que en mi vida pueda haber.