A veces los artistas tenemos parecidos!! Este texto lo publicó uno de mis contactos en facebook, pero yo le pongo el título: LA BELLEZA INTERIOR de LA VERDAD !!!!
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sábado, 1 de marzo de 2025
Mom Laferte !!! Escribe Mom Laferte
VERGUENZA MUNDIAL !!!!!!!!!!!!!!!!!! (la inoperancia) Autor: Enrico Diaz Bernuy | Breve artículo ---------
Se alinearon
los planetas para mostrarnos
más sobre la estupidez humana
(El negocio de la guerra)
VERGÜENZA
MUNDIAL
Hablar con los
brazos cruzados es una señal de estar a la defensiva, como un escudo que eriges
para impedir que los demás entren en tu círculo de vida. Si vas a pedir un
favor o a buscar una alianza, al menos deberías adoptar una postura más
empática, porque todo lo que haces con gratitud tiene consecuencias similares.
No ganas
nada impostando la voz y volviéndola grave, como queriendo decir: "yo
soy muy duro". Esa actitud solo revela soberbia y genera distancia con
los demás. Pero estas cosas no se le pueden decir a un exactor cómico que hoy
es presidente de un país.
Por otro
lado, frases como:
- "Usted
me está levantando la voz."
- "Usted
está jugando con la vida de millones de personas."
- "El
gobierno lo ha ayudado con miles de millones de dólares y no muestra
ningún gesto de agradecimiento." (No
se compromete a devolver ese dinero.)
- "No
muestra nada de gratitud."
Son de una
gravedad que no admite refutación, porque revelan que quien está cruzando la
línea es él: el pedigüeño.
El problema
no es solo el ridículo en el que queda, sino la falta de sencillez que se
evidencia incluso en su forma de vestir. Podrías decir que son detalles sin
importancia, pero en cualquier acuerdo —sea de negocios o de paz— todo cuenta.
Es lamentable que un país esté tan mal representado.
Si visitas a
un grupo de nadadores con la intención de hacer un pacto o acuerdo, no
parecería muy empático de tu parte ir vestido como un esquimal.
No pensó o no se asesoró sobre con quién iba a hablar es un megaempresario.
De el
escenario que estoy hablando es similar a un vecino conflictivo que si tiene
problemas con alguien, él quiere que todos tengan problemas con esa persona.
Como los siguiente:
El Vecino Conflictivo que Quiere Arrastrarnos a su
Pelea
Todos
conocemos a alguien así. Ese vecino que un día tiene un problema con quien vive
a su lado, pero en lugar de resolverlo como un adulto, decide que no será una
simple disputa entre dos. ¡No, no, no! Su ego no le permite perder, así que, en
su infinita cobardía, (rehén del miedo) toca las puertas de los demás, buscando aliados para su pequeña
cruzada.
—Vecino,
¿sabe usted que Fulano de Tal es un peligro para el barrio? ¿No le parece que
deberíamos hacer algo?
El pobre
vecino al que acaban de despertar con semejante queja apenas si conoce a Fulano
de Tal. Pero nuestro protagonista, con una capacidad innata para la
manipulación y el drama, le mete miedo, le promete un desastre inminente y lo
convence de que si no se une a su cruzada, él también será una víctima.
—Si usted no
está conmigo, entonces está contra mí.
Y así, de un
simple altercado entre dos, se crea un conflicto a gran escala. Porque, claro,
el vecino conflictivo no es de los que pelean solo. Él no va a arriesgarse, ni
a tomar el golpe directo. Prefiere que sean otros los que lo hagan por él. Como
un titiritero experto, manipula la situación para que todos terminen odiando a
su enemigo, incluso aquellos que ni lo conocían.
¿Y qué pasa
cuando el barrio entero está en llamas? ¿Cuando los problemas que él creó ya no
pueden deshacerse? Ah, bueno, ahí él pone cara de víctima y dice:
—¡No es mi
culpa! Yo solo quería justicia.
Claro, una
"justicia" que convenientemente lo beneficia a él y destruye a los
demás. Y lo mejor de todo: cuando las cosas se salen de control, no es él quien
sufre las consecuencias. Es fácil jugar a ser el valiente cuando son otros los
que reciben los golpes.
Lo mismo
ocurre en la política internacional. Hay líderes que no buscan solucionar sus
conflictos, sino arrastrar a todo el mundo a su guerra personal. No les importa
si estallan crisis económicas, si los ciudadanos de otros países sufren, si se
compromete la paz mundial. Todo lo que importa es que su ego no sufra una
derrota.
Y así, en
este vecindario llamado mundo, hay quienes no quieren simplemente llevarse mal
con su vecino. Quieren que todos peleemos su pelea, sin importar el costo.
Comprendo que todos podemos
carecer de conocimientos en determinados temas, pero lo verdaderamente
inaceptable e irresponsable es desestimar la posibilidad de asesorarse con
quienes poseen mayor conocimiento que uno. Especialmente cuando se cuenta con
todos los recursos para hacerlo. Tal negligencia no merece indulgencia alguna,
(vergüenza mundial)
Más aún cuando está en juego la vida
humana y, bajo el pretexto de defender la patria, se opta por el genocidio de
su propio pueblo. Si eso no constituye la más abyecta perversión, (satanismo) entonces,
¿de qué estamos hablando?
viernes, 28 de febrero de 2025
jueves, 27 de febrero de 2025
BESO A LA VENEZOLANA !!!! | Una historia de sicariato y seducciones... Autor: Enrico Diaz Bernuy | 2025
por Enrico Diaz Bernuy
BESO
A
LA
VENEZOLANA
Una
historia de seducciones, sicariato y
sobre
todo, “extorsión en la ciudad de Lima”.
El pasado se
queda atrás, es hora de madurar,
tenemos
el infierno por delante.
Tarantino
Jamás he
conocido a alguien que no haya perdido una batalla, y mucho menos a alguien
libre de heridas. Pero en el camino encontré máscaras, poses, hasta que un día
hallé un grupo humano que aparentemente estaban decididos a renunciar al
triunfo. No era el club de los fracasados simplemente la idea de triunfo
convencional no estaba en sus visiones, y cuando creí por fin encontrar a un
grupo honesto de hombres y mujeres libres que no usaban máscaras.
Descubrí que en sus
envoltorios estaban completamente atados a otro tipo de luchas, la lucha oculta
por el reconocimiento, la validación de salir en la portada de un periódico. Y
las máscaras de una ideología… (nada supera esa esclavitud)
Ahora que veo sus
fotos, es evidente la muestra contundente en sus semblantes, de no tener lo
mejores sentimientos. Es la clase de personas que, si los invitas a tu casa,
luego hablan a tus espaldas, pero hablan mal todavía. Y son esas mismas fotos
que aparecen y veo a alguien nuevo en el grupo, me pregunto ¿cuánto le harán
cobrado para estar sentado ahí?
Pero el tiempo pasó y
ahora Venezuela había quedado atrás, ya me encontraba en Perú. Las antiguas
debilidades debían quedarse en mi país y ahora que me encontraba en
esta bella tierra de hermosas playas, la tierra de los Incas, algo de su oro
tenía que llegar a mis bolsas. Tenía que nacer de nuevo sea en el fundamento de
los sacudimientos y los ingenios, recurrir a mi perspicacia.
Además mi hermana
menor estaba conmigo y de alguna forma era una responsabilidad para mí, ya no
podía permitir que ella vuelva a fracasar de nuevo con los hombres.
Ella a donde iba
jalaba las miradas no solo de los hombres, sino de todas las personas, tenía un
cabello ensortijado de estilo árabe y una mirada tan profunda de ojos verdes
que enloquecía a cualquiera y a pesar de eso y su escultural cuerpo se metió
con un hombre cuando tenía 14 años, él era un hombre mayor, era
casado y mi hermana era solo su divertimento.
Un divertimento que
duró 9 meses como lo que duró su embarazo debido a ese
desgraciado. Pero como esos canallas son canallas a donde van,
dicen que se había metido en problemas y lo habían desaparecido. La
mafia colerza estaba detrás de todo…
Desde ahí, mi hermana
quedó traumada con los hombres, ella sabía que lo único que ellos pedían era tener
intimidad sexual, nada más.
Es increíble que ni
su belleza la ayudó. Desde ahí, los papeles se intercambiaron, ella ahora se
burla de los hombres, los sangra, ella juega con sus sentimientos y ella los
abandona, siempre los abandona a todos.
Recuerdo que antes de
viajar del avión me afeité para quedar lo mejor presentable posible, era como
si quería impresionar a alguien, y a pesar que no conocía a nadie, algo en mi
interior me decía que este lugar sería una nueva vida para mí.
Lo primero que sentí
fue el aire. No era como el aire tibio de Caracas, sino frío, húmedo y
raspante. Luego cuando fuimos al cuarto de
hotel, Yamilett (mi hermana) se frotó los brazos con fuerza,
sintiendo cómo el jabón no hacía espuma. “Aquí hasta el jabón es diferente”,
pensó.
A su lado, yo me
encontraba y di un golpe la pared lleno de frustración. Porque debían
recogernos… sin embargo, cuando no había nadie en el aeropuerto comprobamos una
vez más la primera estafa en estas tierras, pero el origen de la estafa era de
nuestros compatriotas. Hasta aquí los peruanos no tenían nada que ver.
El retorno de los
fracasos del pasado tomaban por asalto el presente, recordaba mis estudios
truncos de mecánica, o mis negocios como vendedor ambulante en mi tierra. Y
esos golpes perfectos gracias a las técnicas de boxeo callejero de Maracaibo.
—Maldita agua de
piedra —murmuró, dejando que las gotas le resbalaran como una tela áspera por
dentro de su garganta. Dijo Yamilett
Mientras que ella se
lavaba los brazos yo me lavaba los dientes. Luego salimos del baño compartiendo
la misma toalla raída. Casi como si fuéramos los mismo niños que antes fuimos.
El cuarto que
alquilábamos en el distrito de La Victoria, era
estrecho. Paredes descoloridas y una ventana que daba al callejón.
Aun así, era lo que podíamos pagar. Lima nos había enseñado la crudeza de
empezar desde abajo. Lima era hermosa pero te enseñaba a ser cruel…
El primer mes fue un
torbellino de esperanzas desgarradas. Yamilett había intentado conseguir
trabajo como vendedora en un centro comercial, pero solo le ofrecían sueldos
que apenas alcanzaban para el pasaje y un poco de comida. Y ella no quería
volver a la prostitución.
Yo probé en la
construcción, pero el horario laboral era mortal, tenía que trabajar de
madrugada. Nos sentíamos atrapados, extranjeros en una ciudad que no nos daba
tregua. Pero a pesar de las adversidades los peruanos eran amables, afectuosos
en cierta medida, especialmente con los extranjeros. Y eso era algo que no
contábamos, pero nos sirvió de esperanza.
Un día, entramos a
uno de esos supermercados gigantescos en el distrito de Magdalena. Las luces
brillaban como estrellas, los pasillos eran infinitos y los estantes rebosaban
de productos desconocidos. Nos quedamos parados en la sección de
lácteos, fascinados por la variedad de yogures, quesos y postres. Nunca
habíamos visto tantas variedades en un solo lugar.
—Aquí la gente come
como reyes —dijo Yamilett . Ella con sus ojos grandes y
hermosos solo revelaban en esos momentos una inocultable envidia y asombro.
—Para tener esto hay
que tener billete —respondí, con la mandíbula apretada.
Supimos en
ese instante que no llegaríamos a ese nivel trabajando de sol a sol. Fue ahí
donde la frustración se mezcló con la ambición.
Recordé los días en
Caracas, cuando era conocido por mi astucia, perspicacia en el bajo
mundo. Aun recordaba cómo interrelacionar con las personas de ese mundo y
también, cómo aprovechar la ingenuidad ajena.
Primero probamos
“pepeando” (poner sedantes en las bebidas para adormecer a la víctima) en bares
de Miraflores. Yamilett coqueteaba con los turistas, y con los propios
peruanos, les endulzaba el oído, y con su sonrisa encantadora y en el momento
justo, yo aparecía para completar el golpe. La fórmula era simple:
pastilla en el trago, cartera y celular en nuestros bolsillos. Pero el dinero
nunca alcanzaba, y la competencia era feroz.
Uno de
nuestros consuelos era escuchar vallenato, nos llenaba de
nostalgia, recordábamos a mi padre y a una antigua enamorada;
una morena que tenía toda la pinta de no querer a nadie, una morena
despampanante como solo las mujeres de mi tierra eran.
Recuerdo cuando ella
decidió abandonarme, en esa época yo le dedicaba más tiempo al boxeo. Y ella lo
veía como mi juego, se burlaba y luego sentía cólera contra ese deporte y luego
hacia mí.
Al final me dejó.
Equivocadamente me
sentí enamorado y ella era cruel e indiferente. Como si ese acto fuera para
ella un deshago irradiante de aceros y otros arribos. .
Probablemente la historia de esa bella morena era muy similar a aquellas
mujeres que no se enamoran de nadie, ¡o usan a los hombres! Casualmente, lo
mismo que hacen algunos hombres al burlarse de todas las mujeres, solo
viéndolas como objetos de satisfacción sexual, y nada más.
¿Y cuál es el origen
de esa lógica o de ese accionar? Simple: a ellos les destrozaron el
corazón y, desde ahí, todo cambió.
Después de esas
rupturas o desilusiones, lapidaron a cualquier hombre o mujer que viniera. Así
de simple, tan frío como eso.
Así que, si conoces a
una persona que no quiere establecerse con alguien, es porque alguien de su
pasado la hizo trizas, la devastó.
Una paradoja o un
ciclo interminable sobre cómo algo que ocurrió en el pasado puede eternizarse
en las personas ancladas a ese dolor. Entonces, me pregunto: ¿seguía amándola a
ella o amaba el recuerdo de quien creí que era?
Esto es similar a la
paradoja de “el barco de Teseo” (Plutarco). Si cada parte de ella que idealicé
se ha transformado con su indiferencia, si cada gesto que interpreté como amor
ha sido reemplazado por desdén, ¿sigue siendo la misma mujer de la que me
enamoré? ¿O estoy aferrado a un recuerdo reconstruido con piezas que ya no
existen?
Tal vez mi amor no
era hacia ella, sino hacia una imagen que construí en mi mente, un espejismo
compuesto de recuerdos rotos y expectativas irreales. Si cada recuerdo ha
cambiado por la verdad cruel que descubrí, ¿sigue siendo el mismo amor o es
solo la sombra de lo que alguna vez sentí?
Quizás, igual que el
barco de Teseo, no es ella la que ha cambiado, sino mi percepción, mi amor, mi
idealización. (Ilusión). Y si todo ha sido reemplazado poco a poco, pieza por
pieza, entonces... ¿a quién amo ahora? ¿A ella o al fantasma de lo que fue?
(Ilusión).
Había perdido de
vista quien era, y ese ánimo por creerme distinto me había llevado a creerme
otra persona, solo porque estaba en otro lugar. Pero las cosas no
son así, al final te das cuenta que jamás puedes cambiar.
Lo real es que yo
siempre fui un agresor, un depredador, un producto del mal. Pero la
recordaba, y eso a nadie podía decirlo, incluso estando en Lima.
Lima era bella pero sus mujeres no se vestían como mi morena, ni como ninguna
de mis compatriotas.
Pero ya debía dejar
de pensar en ella, y lo mejor que pude hacer en esos momentos es no permanecer
en mi cuarto vacío. Así que del distrito de la victoria me fui a Breña, quería
conocer “el callejon 43” dicen que vendían buena comida, lo mejor de la comida
peruana.
En ese
lugar conocí al Chino, un sujeto que se me acercó y me reconoció
inmediatamente por mi forma de vestir. Él me dijo, ¡oe, mano, todas las mujeres
te miran, aquí la haces fácil! Aquí las nenas no están acostumbradas a los
blanquitos como tú.
─No me había dado
cuenta colega, gracias por el dato.
─¡ Eres
chamo! ¡Wena cumpa, cuando has llegado!
Fue en un callejón de
Breña donde conocieron a El Chino, un enlace con cabecillas de bandas
extorsionadoras.
De esa forma, comenzó
la conversación sobre temas superficiales como los conflictos de los peruanos
con su clase política y etc.
─Nos reíamos, nos
burlábamos. Terminé contándole que estaba tras la búsqueda de algún mejor
salario.
Eso dio paso que me
cuente que necesitaban gente para cobrar deudas, para apretar a los
que se atrasaban con las cuotas. Al poco rato apareció mi hermana porque
habíamos quedado en encontrarnos en ese comedor peruano.
Inmediatamente se la
presenté al Chino y no tardó en decirme; colega, ahora que te veo con tu
hermana siento que tienen madera para laborar con mi gente.
El Chino los evaluó
de pies a cabeza con esa mirada de quien sabe medir el peligro. Sabía que la
belleza de Yamilett era un anzuelo infalible y que la frialdad de Héctor era el
complemento perfecto. En este mundo no bastaba solo con la fuerza o la
inteligencia; la capacidad de manipular era el verdadero poder.
—Tengo un trabajito.
Algo sencillo, para empezar —dijo El Chino, mientras sorbía su caldo de gallina
con un gesto despreocupado—. Solo hay que cobrar una deuda. Pero el deudor se
hace el gracioso. Necesito que lo asusten.
Héctor asintió, su
rostro no mostró ninguna emoción. Pero por dentro, sintió cómo la adrenalina se
encendía. Recordó las peleas callejeras en Maracaibo, cómo aprendió a noquear
sin sentir remordimiento. Era el candidato perfecto para ese “trabajito”.
—¿Qué dices, chamo?
¿Tú y tu hermana pueden con eso? —insistió El Chino, sus ojos se entrecerraron
como un felino acechando.
Yamilett respondió
antes que su hermano. Se acomodó el cabello ensortijado y sus labios se
curvaron en una sonrisa sexi y peligrosa a la vez.
—Si el tipo se deja
seducir, será más fácil asustarlo. Yo puedo encargarme de eso.
El Chino sonrió,
mostrando sus dientes amarillentos por el tabaco. Le gustaba la actitud de la
chica. Sabía que con esa mirada penetrante podía doblegar al más bravo.
—Perfecto. Entonces,
el fin de semana en Miraflores. Un bar llamado “La Covacha”. Ahí va a estar. Su
nombre es Richi. Un empresario creído que se ha pasado de listo. Sedúcelo,
distráelo, y cuando menos se lo espere, Héctor lo hará hablar. Pero no quiero
que le hagan mucho daño… todavía.
Ambos asintieron. El
Chino les dio un adelanto en efectivo y se levantó de la mesa. Antes de irse,
los miró con seriedad:
—No me fallen. No
quiero arrepentirme de confiar en extranjeros. Si hacen bien este trabajo,
habrá más. Y con más, viene el billete. Mucho billete.
Cuando se quedó solo
con su hermana, Héctor notó que Yamilett miraba el dinero con una expresión
ambigua, una mezcla de avaricia y duda.
—¿Estás segura de
esto? —le preguntó.
Ella se encogió de
hombros, sus ojos verdes destellaron con una frialdad que Héctor no había visto
antes.
—Hace tiempo dejé de
confiar en los hombres. Ahora solo los uso. Si hay que asustar a uno para ganar
dinero, lo haré. No me importa.
Su respuesta fue tan
cortante que Héctor se quedó sin palabras. Pero en el fondo, entendía el origen
de su resentimiento. La traición y el abandono habían moldeado a su hermana en
una mujer que no le temía a nada, ni siquiera a la muerte.
El fin de semana
llegó rápido. Yamilett se arregló con un vestido negro ajustado, sus labios
rojos contrastaban con su piel morena. En el bar, fue cuestión de minutos antes
de que Richi cayera en su juego. Héctor observó desde la barra, cuidando cada
movimiento.
Ella lo llevó a un
rincón apartado, riendo coqueta mientras deslizaba sus dedos por el cuello de
su presa. Justo cuando Richi intentó besarla, Héctor apareció, su mirada era
fría y amenazante.
—Hora de hablar de
tus deudas, amigo.
El miedo en los ojos
de Richi fue instantáneo. Intentó huir, pero Héctor lo sujetó contra la pared,
apretando su cuello lo suficiente para asustarlo, pero sin matarlo. La voz de
Héctor fue baja y mortal:
—El Chino quiere su
dinero. Y no le gustan los chistosos. —¡Paga o la próxima vez no seremos tan
amables!
Cuando lo soltó,
Richi estaba pálido y temblando. Balbuceó promesas de pago inmediato, sin
atreverse a mirar a Yamilett, quien ahora lo observaba con desdén como si
reconociera en él diversas majagranzas.
En el camino de
regreso, mientras cruzaban las calles frías de Miraflores, Héctor sintió un
vacío. Se suponía que esto era solo por dinero, pero había algo más. Algo
oscuro que crecía en él, un placer retorcido al ver el miedo en los ojos de su
víctima.
Yamilett caminó en
silencio, su rostro no mostraba remordimiento alguno. Cuando llegaron al
cuartucho en La Victoria, ella se quitó los tacones y se dejó caer en el
colchón viejo.
—Esto es solo el
comienzo, Héctor. Lo sé. Siento que estamos destinados a algo más grande. No me
importa qué tan oscuro sea el camino.
Héctor se sentó a su
lado, su mirada perdida en el techo descascarado. Sabía que ya no había vuelta
atrás. Lima los había acogido, pero no como soñaron. La ciudad los estaba
moldeando a su imagen: fría, despiadada y hambrienta de poder.
El beso a la
venezolana había comenzado. Pero ya no solo era un juego de seducción. Era el
inicio de un descenso al infierno.
Pero en
esa misma noche, mientras contaban los billetes en el estrecho
cuarto de La Victoria, Héctor se acercó a la ventana y miró la ciudad
iluminada.
—Algún día todo esto
será nuestro —dijo con un brillo de ambición en los ojos.
Yamilett sonrió, con
la certeza de que, en este nuevo mundo, habían encontrado su lugar.
Yo no conocía la
diferencia de una persona ególatra frente a una persona completamente perversa
, mala, de mal corazón , yo no veía ese mal corazón , simplemente daba por
hecho que era una persona con una inclinación egoica bastante marcada, y quizás
una parte mi estaba reflejado en Héctor
El tiempo pasó y cada
uno empezó a asomar su verdadero rostro, uno reveló ser abiertamente
satanista, de chiste en chiste pero “satán por delante”, y su
hermana de ególatra, a una persona completamente perversa ,
manipuladora y siempre deseando sacar ventaja, sacar provecho de los demás
mediante el soborno (dinero o drogas) o amedrentando… Así
eran esos hermanos…
Héctor no quería
quedarse solo, especialmente los fines de semana, pues en las noches los
monstruos emergían entre sus pensamientos. Su hermana estaba de
citas con alguno de sus admiradores, de lo que ya sabemos cómo ella se
comportaba con ellos.
Pero
de los monstruos a los que me refiero, eran, el monstruo del
aburrimiento, el monstruo de la soledad y el monstruo de los apetitos
exacerbados en el ámbito sexual. Prueba de ello es que
había desarrollado una receta y técnica para consentir a las mujeres.
Proporcionándoles un placer inimaginable.
Mediante
masajes que comenzaban desde las plantas de los pies, masajes que hacia con sus
manos y luego con su lengua, porque para esos casos él había creado una crema
para la piel que podía ser comestible, y ese era el inicio, luego iba subiendo
para recorrer todo el cuerpo, especialmente por los genitales
era donde se quedaba mas tiempo para masajear con la lengua.
La crema que usaba
para esos casos, solo podré mencionar los ingredientes y no las medidas por un
tema de exclusividad. Aceite de coco, frutas en polvo (como
saborizante), Pisco y miel de abejas. Pero primero que todo hacía una prueba de
alergia previa a una pequeña área de su cuerpo, si no había efecto alguno
entonces procedía en untar todo la crema sobre el cuerpo de la paciente, en
donde desde esos instantes los masajes iniciaban.
También recuerdo que
los ingredientes eran pasados por agua maría en una cacerola, los revolvía
constantemente y luego de 10 minutos más lo dejaba reposar para que tome la
temperatura del ambiente.
Todo comenzaba
susurrándole al oído antes del acto, él le susurraba al oído: yo te voy a
tratar como ningún hombre te ha tratado en tu vida, te haré sentir que eres una
pequeña princesa con un esclavo a tu lado, luego sentirás que eres como una
flor que poco a poco se abre, así como abrirás tus piernas poco a
poco para que te toque mejor.
Su voz era suave,
seductora y ellas se sonrojaban. Algunas le decían que haga todo lo que tiene
planeado, pero deseaban ser amarradas, y otras, eran mujeres que jamás habían
tenido un orgasmo con sus parejas. Ellas terminaban prendadas de él. Y él feliz
porque luego recibía sumas de dinero nada despreciable.
Los placeres que las
hacia experimentar eran como abismos donde él se hacía ver como una especie de
esclavo sexual, donde la pequeña princesa…, al final de la sesión terminaba
sintiéndose como reinas del más hondo reino carnal, pero que a la vez, era una
prisión como la realidad misma…
Ellas terminaban
sintiéndose llenas, realizadas, absolutamente satisfechas, él se sentía solo y
vacío. Él no podía justificar toda esa clase de actos por el motivo del dinero,
en el fondo él también se sentía más vacío que ellas, a pesar de tales actos de
entrega.
Su insatisfacción
interna lo enfermaba, a pesar que él disfrutaba de aquellos momentos con esas
mujeres, pero todo le era demasiado efímero, duraba segundos esa felicidad, era
como una felicidad líquida, como los orgasmos, y nada más, (no había amor).
Tal parece que el más
perjudicado en esta escena era él, y eso de alguna forma lo enfermaba, lo
anclaba y creaba a su vacío más hondura, en donde todo se resumía a un trabajo
más.
Entonces en el medio de
esos caminos de vacío donde la hondura se encrudece, genera más caminos. Las
rutas por recorrer son interminables. Lima es multicultural, ni el propio
clima es el mismo, de distrito a distrito siempre hay cambios.
Mientras que un distrito está lloviendo o tienen el desborde de un río, en otro
sitio están practicando pelea callejera, y es precisamente lo que ocurrió un
día.
Héctor en uno de sus
momentos de tiempo libre tomó un autobús para saber hasta donde llegaba y por
la ventana pudo ver un grupo donde la gente arengaba, casi como si fuera
un coliseo de gallos. Resulta que era un grupo de peleadores
callejeros. Orejones o con narices chatas que en realidad todos
eran, casi profesionales o profesionales.
Entonces de
callejeros no tenían nada. Simplemente era darse el gusto o el desfogue de
poner a prueba el estado físico y las habilidades en el combate
cuerpo a cuerpo.
Por su puesto que no
dudó en bajarse del autobús para poder ver y acercarse a la gente para saber
qué pasaba, y como él tenía grandes habilidades para hablar con gente de la
calle. Inmediatamente entabló conversación con un gordo. Eso fue motivo para
iniciar amistad, algo de lo que él tenía bastante habilidad.
Desde ahí una rutina
más a su vida empezó a tomar papel, porque el boxeo no solo era un recurso de
sobrevivencia sino, era el vivo recuerdo que lo unía a su papá. El boxeo no era
solo un deporte; era el último hilo que lo conectaba a su padre y a su hermano,
quienes se desvanecieron en el tiempo como un mal sueño. Ellos habían fallecido
por el gobierno de Nicolás Maduro.
Así fue como volvió
al gymca así llamaban al lugar (gimnasio de calle). Por su puesto que él
ingresó, al principio, sus golpes eran torpes, llenos de dolor y furia. Pero el
eco de los puños contra sus oponentes lo hacía sentir menos solo, como si aún
pudiera oír la voz de su padre corrigiendo su postura o la risa de su hermano
al verlo fallar un golpe.
En ese espacio vacío,
ellos estaban presentes, aunque solo fueran sombras en su mente. También olvidó
aquella soledad que le hacían sentir algunas mujeres, en donde él tenía que
fingir y solo tenía que complacer. Estar entre el asfalto y el cemento era lo más honesto para él, y ese grupo humano de
peleadores le enseñó a mejorar sus técnicas. Y después de muchos años
sintió que podía mejorar.
A partir de ese día,
el boxeo se convirtió en su lenguaje de duelo y esperanza. Cada combate era un
intento de rescatar las risas perdidas, de revivir las tardes en las que su
familia estaba completa. Se entrenó con más disciplina, no solo para ganar
peleas, sino para mantener viva esa conexión.
Héctor no peleaba por
títulos ni fama. Peleaba para no olvidar. Peleaba para mantener vivos a quienes
había perdido, aunque fuera solo en su corazón.