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Orígenes

Estimados lectores con placer y profundo aprecio a la literatura los invito a descubrir mi blog Café y escrituras con humo, un espacio donde la literatura respira con una libertad genuina, y donde cada cuento, relato o poema está tejido con esmero, ofreciendo mundos y personajes que buscan resonar en el alma. Es un rincón de lucidez y libertad de expresión, donde no existe censura ni rechazo, (ni de editoriales ni de fanzines) sino un llamado sincero a explorar juntos las profundidades de la imaginación y del pensamiento. Los textos son gratuitos y siempre bienvenidos a nuevos ojos, con la esperanza de que encuentren en ellos una chispa de inspiración o reflexión. ¡Los invito a tomar una pausa, servirse una buena taza de café, y sumergirse en la esencia de cada relato! , poema o artículos de mi autoría o de los escritores invitados. A continuación, dejo el índice del contenido:
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domingo, 6 de julio de 2025

Muestra de arte: Jirón Cyberpunk | arte contemporáneo | Lima - Perú

 


Queridos lectores de este espacio: como sabrán, la semana pasada se inauguró una exposición en la que estoy participando. La iniciativa y el impulsor fue Hugo Aullón, un amigo y colega de hace ya varios años, quien me invitó a participar en un chat donde, tras una serie de fluidas conversaciones y previa muestra de nuestros trabajos artísticos, colaboré en categorizar la exposición dentro de la línea del cyberpunk.

Todos habíamos coincidido en el género al que nos sentimos vinculados por nuestras obras. El siguiente paso era ponerle un título a la muestra, y Hugo colaboró nuevamente con el nombre que todos aprobamos: "Jirón Cyberpunk".

No sé si algunos se escandalizaron, pero por voluntad propia se iban retirando del grupo. Desconozco si fue por la ubicación de la galería donde íbamos a exponer o por algún otro motivo, pero lo cierto es que los proyectos son como sueños: siempre existe el riesgo, mayormente enorme, de que no se concreten. Pero, como dicen, los sueños a veces se hacen realidad.

Por supuesto, contamos con el apoyo de la directora Roxana Chávez Castro y los miembros de la Fundación René Navarrete Risco. Por cierto, Navarrete es una pintora peruana que vivió la mayor parte de su vida en el extranjero y, al establecerse en Perú, creó un edificio donde dispuso un área para la difusión cultural sin fines de lucro. Un caso extraordinario, Una singularidad admirable una rareza, algo completamente inusual: ver que un artista no solo tire agua para su molino, sino que piense en dejar un legado para las generaciones venideras.


Claro, usted me dirá (pero no todos tenemos áreas para construir). Pero nosotros, que nos enarbolamos como creativos, siempre tenemos alguna forma de pensar en las siguientes generaciones.

¿Qué sería de este país si todos hiciéramos un voto de despojarnos de nuestros egos para aportar algo a los demás de libre acceso? En mi experiencia, solo he percibido gente que delega la responsabilidad al Estado (como bebé a la teta), y muchas veces, entre nosotros, lo único que hacemos es lamentarnos o insultar. Que el Estado tiene responsabilidad, claro que la tiene, pero ese será su karma, nosotros también tenemos responsabilidad en la escena. ¿Y hasta ahí llegó la creatividad? Ya cada uno sacará sus conclusiones.

Respecto a la muestra, solo me queda agradecer a los que vinieron. No sé si lo merezco, debido a que mi vida social no está en el mejor de sus momentos (y a veces, eso es buena señal). Al menos le pasé la voz a tres amigos y, por lo que veo, no pudieron venir. Evito entrar en detalles (mejor). 


También quiero agradecer a algunos integrantes del grupo de letras Poetálica, y especialmente a Paty Camacho, una poetisa a quien conozco desde hace varios años. Ella siempre mantiene esa calidez que la caracteriza, (belleza interior). Yo a ella la respeto mucho, más aún al revisar sus versos. Es increíble cómo, con el tiempo, se avanza en la escritura. También al crítico literario Carlos Denver por su presencia. 

La Fundación René Navarrete Risco está ubicada en una de las mejores zonas de todo Lima. Para mí, la ubicación le da un carácter más auténtico...  No es que me sienta a gusto en zonas así, o que en mi vida pasada haya enfrentado situaciones similares, pero estaba como pez en el agua. No conozco zona más subterránea (aquí nadie usa máscaras, confirmado).

Así que la invitación sigue en pie: todos pueden visitar la muestra.


Reitero mi agradecimiento a todos los mencionados. Creo que los que asistieron saben, de alguna forma, el esfuerzo que hay detrás de una muestra. Es casi como un cumpleaños o un nacimiento, pero que no ocurre todos los años. El cuadro nace en tu taller pero sale oficialmente al público (al mundo) en un lugar especial, sala de arte, galería o fundación.

Me despido extendiendo la invitación a que visiten la muestra, vean el  concepto de la muestra y con los maestros que estoy rodeado, hasta pronto. 


 -Lleven DNI-

📅 Del 04 de julio al 31 de Julio : LU-MI-VI 10.00 am. a 1.00 pm. y de 2.00 a 5.00 pm.
📍 Jr. Contumazá 971, Centro Histórico


Enrico Diaz Bernuy

 



 

 



miércoles, 2 de julio de 2025

Expo, expo, pasa la voz !!!!!

 


 “
Jirón Cyberpunk”

La presente exposición reúne a cuatro artistas cuyas obras dialogan con una visión inquietante y crítica del presente y del porvenir. Cada uno, desde su singularidad técnica y simbólica, construye imágenes que no celebran el progreso humano, sino que advierten sobre su degradación. El cuerpo, el monstruo, el artefacto y el paisaje urbano funcionan aquí como signos de una época colapsada, donde la estética se convierte en vehículo de advertencia. Más que representar, estas obras diagnostican.

En la obra de Hugo Hernán Hauyón  la monstruosidad no se limita a lo humano. Su universo combina lo animal y lo humano en fusiones que recuerdan a Otto Dix o al expresionismo alemán, donde la figura no es imitación “sino grito”. Los contrastes cromáticos intensos y el delineado agresivo potencian esa sensación de amenaza constante. Sus personajes nos interpelan con su mutación: ¿qué tan lejos estamos de convertirnos en eso?

Enrico Díaz Bernuy traslada la inquietud al paisaje, también apocalíptico. Su técnica mixta combina óleo con pintura industrial, pero además incorpora objetos electrónicos como fragmentos de placas de computadoras y texturas reales, insertadas en la superficie del cuadro. El resultado son paisajes urbanos del “final de los tiempos”, donde la naturaleza ha sido erradicada y solo queda una topografía de desechos tecnológicos. Aquí la pintura es también instalación, es decir, objeto que reclama espacio y tiempo. Su crítica al modelo de ciudad postindustrial es directa: la modernidad ya no promete futuro.Luis

Ricardo Orihuela Montesinos, por su parte, es un virtuoso del dibujo. Su obra, en su mayoría en blanco y negro, revela una precisión técnica que evoca el grabado antiguo, el cómic underground o incluso los planos arquitectónicos de mundos colapsados. Utilizando estilógrafos y herramientas de alta definición, Orihuela fragmenta escenas donde figuras humanas armadas y monstruosas parecen atrapadas en una guerra perpetua. El caos no es un accidente sino una sintonía (una atmosfera). En algunos casos introduce el color, no como ornamento, sino como acento dramático, casi cinematográfico.

Finalmente, Alberto Salazar Macuri despliega un universo imaginario fantástico, aunque con cierta dosis en estructura en términos gráficos. Su obra se construye en técnica mixta, entre espinas, eslabones estilizados y morfologías imposibles que remiten al tribalismo y a los motivos decorativos de antiguas civilizaciones. Probablemente una alusión al tatuaje, al cuerpo intervenido, al dolor ritualizado, sugiere una poética de lo simbólico. Aquí, el trazo se enrosca como una serpiente que aprieta y advierte: la belleza tiene filo.

Este cuarteto de creadores no ilustran distopías. Las habitan. Su mensaje es claro: no hay épica en el desastre, pero aún puede haber conciencia…

 

 

miércoles, 25 de junio de 2025

Respecto a Cipolla | Escribe: Jennifer Delgado Suárez | LA ESTUPIDEZ HUMANA |

 

Las 5 leyes fundamentales de la estupidez humana, según Cipolla.Leyes fundamentales de la estupidez humana

Los estúpidos son más temibles que la mafia, que el complejo industrial-militar o que la Internacional Comunista. Son un grupo no organizado, sin jefe ni norma alguna, pero que pese a ello actúa en perfecta sintonía, como guiado por una mano invisible. 

“Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá al improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida y el trabajo, hacerte perder dinero, tiempo, buen humor, productividad, y todo esto sin malicia, sin remordimientos y sin razón. Estúpidamente”.

Son las palabras del famoso profesor de historia económica Carlo Cipolla, quien impartió clases en la Universidad de Pavía y la Universidad de Berkeley y publicó trabajos académicos en los que analizaba la superpoblación a lo largo de la historia pero que ha pasado a la posteridad gracias a su “Teoría de la Estupidez”, condensada en su libro “Allegro, ma non troppo”, un tratado sobre la estupidez humana con tintes satíricos.

Las 5 leyes fundamentales de la estupidez humana

  1. Siempre e inevitablemente, cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo.

Que existen personas estúpidas no es una novedad. Pero Cipolla estaba convencido de que subestimamos su número e influencia en nuestras vidas y en la sociedad. Afirmaba que “cualquier estimación numérica resultaría ser una subestimación”.

Basta pensar, por ejemplo, en esas personas que habíamos catalogado como inteligentes pero que de repente comienzan a comportarse de manera insensata y obtusa. O basta salir a la calle para constatar cómo muchas personas se empeñan en obstaculizarnos, sin ninguna razón aparente más que la estupidez.

  1. La probabilidad de que una persona determinada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona. 

Cipolla estaba convencido de que la estupidez era una característica más, como tener el cabello rubio o los ojos negros. Por tanto, se encuentra distribuida en todos los círculos de la sociedad en una proporción más o menos similar. Cita un estudio sobre el nivel de estupidez en los cuatro grandes estratos que componen las universidades: bedeles, empleados, estudiantes y docentes. En ese análisis se comprobó que la distribución de la estupidez era uniforme, sin importar cuánto ascendiéramos en el nivel educativo.

Tanto si uno se dedica a frecuentar los círculos elegantes como si se refugia entre los cortadores de cabezas de la Polinesia, si se encierra en un monasterio o decide pasar el resto de su vida en compañía de mujeres hermosas, persiste el hecho de que deberá siempre enfrentarse al mismo porcentaje de gente estúpida”, concluyó.

  1. Una persona estúpida es aquella que causa daño a otra persona o grupo sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí o incluso causándose un prejuicio. 

Cipolla no consideraba la estupidez como una cuestión de cociente intelectual, sino más bien de falta de inteligencia relacional. Parte de la idea de que al relacionarnos podemos obtener beneficios y proporcionar beneficios a los demás o, al contrario, podemos causarnos perjuicios o causar daños a los demás. Una persona estúpida es aquella que daña a los demás y a menudo también a sí misma.

Su comportamiento es irracional y difícil de entender, pero es probable que recuerdes a más de una persona que te obstaculizó el camino generando dificultades, frustraciones y perjuicios, aunque no ganase absolutamente nada con ello. Según su teoría de la estupidez humana, “existen personas que, con sus inversosímiles acciones, no solo causan daños a otras personas, sino también a sí mismas. Estas personas pertenecen al género de los superestúpidos”.

  1. Las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas. 

Según Cipolla, olvidamos continuamente el peligro que representan las personas estúpidas. Afirma que “los estúpidos son peligrosos y funestos porque a las personas razonables les resulta difícil imaginar y entender un comportamiento estúpido”.

Generalmente su ataque nos toma por sorpresa e incluso cuando lo sufrimos, nos resulta difícil organizar una defensa racional porque el ataque en sí mismo carece de racionalidad. Al subestimar su poder, nos quedamos vulnerables y, por ende, a merced de su imprevisibilidad.

También podemos caer en el error de pensar que una persona estúpida solo puede hacerse daño a sí misma, que somos inmunes a sus acciones, pero con este pensamiento confundimos la candidez con la estupidez y, al creernos invulnerables, bajamos nuestras defensas.

  1. La persona estúpida es la más peligrosa que existe. 

Todos los seres humanos están incluidos en cuatro categorías fundamentales: los incautos, los inteligentes, los malvados y los estúpidos […] La persona inteligente sabe que es inteligente. El malvado es consciente de que es un malvado. El incauto está penosamente imbuido del sentido de su propia candidez. Al contrario que todos estos personajes, el estúpido no sabe que es estúpido. Esto contribuye a dar mayor fuerza, incidencia y eficacia a su acción devastadora. El estúpido no está inhibido por la autoconciencia”, escribió Cipolla para perfilar la última ley fundamental de la estupidez humana.

Cipolla representa en este gráfico los 4 tipos de personas teniendo en cuenta a quién benefician o perjudican sus comportamientos:

Y nos alerta además de que “algunos estúpidos causan normalmente solo perjuicios limitados, pero hay otros que llegan a ocasionar daños terribles, no ya a uno o dos individuos, sino a comunidades o sociedades enteras. La capacidad de hacer daño que tiene una persona estúpida depende de […] la posición de poder o de autoridad que ocupa en la sociedad”.

¿Cómo protegerse de la estupidez humana?

La inteligencia y la estupidez no son lo contrario una de la otra, ni la estupidez es la falta de inteligencia, sino que la inteligencia es el producto, mas o menos fracasado, de una serie continuada de intentos para dominar, o escapar, a la estupidez constitutiva de todo lo humano”, escribió Matthijs Van Boxsel.

Más allá de etiquetar a las personas, es importante comprender los riesgos que representa la estupidez. En realidad, todos podemos comportarnos de manera estúpida, si no medimos el alcance de nuestras acciones o palabras. Si no desarrollamos un pensamiento crítico y nos olvidamos de la necesaria introspección, podemos convertirnos en víctimas de la estupidez, sufriéndola o ejerciéndola.

Un estudio muy interesante realizado en la Universidad Eötvös Loránd nos da otras pistas para ganar en autoconciencia al determinar las 3 causas de la estupidez humana:

  1. Ignorancia o exceso de confianza. Sería el grado de estupidez más elevado y aparece en las personas que asumen riesgos de cualquier tipo, aunque carecen de las habilidades o conocimientos necesarios para afrontarlos.
  2. Falta de control. Es un grado medio de estupidez que corresponde con las personas impulsivas, que carecen de autocontrol y actúan dejándose llevar por el primer impulso.
  3. Distracción. Sería el grado más leve de estupidez, que se manifiesta en quienes no logran realizar algo debido a que no ponen atención o no destinan los recursos suficientes, esforzándose inútilmente.


Fuentes:

Acze, B. et. Al. (2015) What is stupid? People’s conception of unintelligent behavior. Intelligence; 53: 51-58.

Cipolla, C. M. (1988) Allegro ma non troppo. Barcelona: Crítica

jueves, 12 de junio de 2025

Cuento de Enrico Diaz Bernuy: ECDISIS Y EL CÓDIGO DEL OLVIDO


RESEÑA – Ecdisis y el código del olvido

(una pasarela, entre el símbolo y el silencio)

Ecdisis y el código del olvido es una propuesta literaria y performativa de gran ambición estética y filosófica. Lo que a primera vista parece un desfile se revela, en realidad, como un viaje interior a través de cinco actos, donde cada segmento representa una etapa del autoconocimiento y la transformación del yo. El vestuario no es adorno, sino lenguaje existencial: una piel que se muda, una máscara que interroga, una forma que revela lo informe.

Uno de los mayores logros del texto es su estructura escénica, inspirada en la lógica del arte total: recuerda a Wagner, a los manifiestos de Artaud o incluso al happening contemporáneo. Cada acto tiene su propia atmósfera, referencias visuales y carga simbólica, conformando una experiencia más cercana al rito que a la simple narrativa.

Destaca, además, la riqueza intertextual. El autor entrelaza influencias tan disímiles como los diseñadores Margiela, Iris van Herpen o Haider Ackermann, con pensamientos filosóficos de Camus, conceptos científicos como la serotonina y guiños culturales que van desde Iggy Pop hasta la tradición vaishnava. Esta pluralidad convierte al texto en un verdadero palimpsesto, donde el lector puede encontrar ecos culturales diversos y profundos.

El estilo es deliberadamente fragmentario, poético y ensayístico. Los personajes (Rubí y Rafael) no están ahí para desarrollar una trama clásica, sino para encarnar ideas: la negación del origen, la construcción del doble, la explosión del símbolo… Cada escena es una metáfora viviente. La prosa está cargada de imágenes, frases reflexivas, y un tono lírico que exige del lector atención y apertura simbólica.

Ahora bien, es importante advertir que este no es un texto de lectura convencional. Su naturaleza híbrida —entre cuento, manifiesto y ensayo— y su enfoque altamente simbólico pueden resultar herméticos para quien busque una historia lineal o un mensaje directo. Hay cierta dispersión en el estilo y momentos en que la carga conceptual sobrepasa la claridad expresiva.

Aun así, lo que propone Ecdisis y el código del olvido es raro en el panorama actual: una experiencia estética que obliga a pensar con el cuerpo, a sentir con el pensamiento. Es, en suma, una narrativa del alma vestida con trajes metafísicos.

Una lectura desafiante, pero necesaria, para quienes aún creen que el arte puede transformar, no solo representar.




                                          Ecdisis y el código del olvido


«El absurdo nace cuando el ser humano busca

sentido en un universo indiferente.

Pero de ese absurdo surgen tres fuerzas: la rebeldía,

la libertad y la pasión. Aceptar que la vida carece de sentido

inherente no es resignación, es un llamado a vivir

plenamente, a crear significado en cada acto, porque

incluso en el silencio del mundo,

la existencia merece ser abrazada».

Albert Camus

 

Acto I – La negación del origen

Inspiración: Maison Margiela (etapa Martin Margiela), Yohji Yamamoto.
Estética: Ropa despersonalizada, sin logos. Colores apagados (beige, gris, crudo). Prendas oversized, sin género definido.
Concepto visual: Modelos con rostros parcialmente cubiertos (como en Margiela), caminan como si fuesen piezas anónimas.
Mensaje: El rechazo del yo social, la renuncia al pasado y a las etiquetas.

Un personaje rompe con su pasado, rechaza su nombre (se lo cambia), familia o lugar de nacimiento. Quiere ser otro. Pero ahí no acaba el problema: aún no sabe quién es.

Tema: El desapego como primer paso hacia la transformación.

De su mirada surgía el eco de aquellas palabras cuando mirábamos el río.

Así nos gustaba hablar, contemplando la naturaleza, mientras discutíamos de negocios o lealtades, o de cómo la tecnología nos ha desconectado de nosotros mismos, incluso de nuestro entorno.

Hablábamos del velo del olvido, cómo nos ciega, y cómo la saturación nos impide profundizar en algo. Es posible rasgar ese velo y ver la historia real del porqué estamos aquí, y cómo estos avances tecnológicos suministran las dosis necesarias para que sigamos dormidos, sin rostro, donde el baluarte es el "cara-libro" (Facebook). Como la negación del origen misma…

Ese caminar era zombificado. Lo dije anteriormente: caminantes como piezas anónimas. Aquella pasarela parecía salida de una arquitectura del propio desierto. Eran princesas del desierto, eso debe quedar claro.

Acto II – El descenso al caos

Inspiración: Rei Kawakubo para Comme des Garçons, Alexander McQueen (etapa 1998–2001).
Estética: Volúmenes inestables, cortes caóticos, materiales reciclados o fragmentados. Colorido disruptivo, contrastes violentos.
Concepto visual: Sonido metálico o disonante. Movimiento errático. Posible interacción entre modelos (coreografía).
Mensaje: La desintegración de la identidad en la búsqueda de libertad. La belleza del colapso.

El personaje busca nuevas formas de vida. Fracasa, se pierde, se autodestruye. Vive sin rumbo, creyendo que la libertad es hacer lo que quiera.

Tema: La libertad mal entendida y el vacío de lo inmediato.

Aquel río descansaba frente a la primera pirámide llamada Tilkapoma, Perú. En sus manuscritos se establecía que el nacimiento de la conciencia humana no fue solo un acto divino, sino que intervinieron agentes externos cuya vestimenta revelaba que no eran de esta constelación. Ese mismo río contemplábamos el día en que me encontraba con Rubí.

Hablábamos del fracaso y de cómo nuestra especie —según fuentes fidedignas— pasó de ser homínidos elementales, situados en la mera supervivencia, a alcanzar cierta espiritualidad.

¿En qué momento ocurrió esta evolución? ¿Cómo y por qué?

También recordé a Iggy Pop, con sus 800 millones de dólares, viviendo y vistiendo como un mendigo, aparentando serlo, pero con dinero suficiente para vacacionar todos los años en Europa o el Caribe, incluso para ser mecenas de algunas bandas contraculturales. Se me vienen algunos nombres a la mente... Pero en fin, aquella pasarela era un rompimiento con la naturaleza mediante objetos metálicos. Una estructura de apariencia errática, como si no hubiese rumbo. Por eso las modelos no usaban tacones altos. Eran princesas después de una devastación. Eso debe quedar claro.

Acto III – El encuentro con el espejo

Inspiración: Iris van Herpen, Hussein Chalayan.
Estética: Textiles futuristas, prendas con elementos reflectantes o espejados. Simetría en los diseños, estructuras envolventes.
Concepto visual: Modelos se detienen frente a espejos o pantallas reflejantes. El ritmo se vuelve introspectivo.
Mensaje: El individuo se ve por primera vez a sí mismo. La moda como revelación interior.

Se enfrenta a un doble, un enemigo o una imagen de sí mismo que lo confronta brutalmente. Aquí comienza el reconocimiento interior.

Tema: La sombra como guía del autoconocimiento.

Y para ese caso, no había mejor disfraz para él que actuar como Aniceto: brujo mediocre y lascivo, pero con un toque dark y cómico —sobre todo, dicharachero, a lo Nicomedes Santa Cruz (humor satírico). Con cierto toque de cantinfleo, por supuesto.

En resumen, alguien con quien sería imposible tener un debate serio. Pero ese era su enmascarado personaje, el que le permitía mantener a los demás a raya: “Mientras más lejitos, más bonitos. ¡Compá!”
Esa era su frase favorita.

Los espejos envolventes de aquel vestuario sin duda dejarían muchas preguntas sobre cómo se evalúa la salud mental en el país y a qué nivel hemos llegado.

Una pregunta interesante (vinculada indirectamente) sería: ¿De qué manera se puede evaluar la conciencia y, sobre todo, qué entienden las personas por conciencia?

Al menos me quedó claro que la soledad me condujo a cierta sofisticación. Sí, una soledad sofisticada. Y debo reconocer que, en cierto grado, pude saborear una sutil satisfacción: su elegancia.

 

Acto IV – El aprendizaje del límite

Inspiración: Phoebe Philo para Céline, The Row.
Estética: Líneas limpias, colores sólidos (negro, blanco, azul marino). Diseño minimalista, pero con corte preciso.
Concepto visual: Pasarela en calma. Andar seguro, con iluminación suave.
Mensaje: La madurez estética nace del control, del saber elegir. La elegancia como consecuencia del límite.

Aprende a decir no, a elegir, a disciplinarse. Descubre que crecer es perder ciertas cosas.

Tema: La renuncia como forma de madurez.

Rubí, dentro de su complejidad y madurez, atravesaba la peor de las depresiones: la que nadie nota. La silenciosa. La que se enmascara con sonrisas y un ritmo frenético de actividades, pero por dentro estás hecho mierda.

Y te vuelves una mierda que habla, sonríe, camina a pasos agigantados (viviendo al límite).

En los laberintos de los centros comerciales, buscando un producto vendible pero económico, pequeño pero utilitario, sobrio pero que remita a recuerdos útiles. Por ejemplo: un pequeño universo en formato holográfico dentro de un cristal diáfano y luminoso, cuya función era dar al cuarto una luz de descanso, una luz de reposo, y a la vez recordarte que tú habitas —en formato microscópico— una constelación frente a la vastedad de un universo de proporciones inconmensurables.

Recordarla con sus cabellos rizados y azabaches me hizo pensar también que la traición de sus amigos no era cuestión de maldad, sino de ambición y ego.

Y como la mente suele jugarnos malas pasadas al proyectar nuestras experiencias, solo nos queda la intuición: ese saber suprarracional con el que verdaderamente hemos nacido.

 

Acto V – La acción verdadera

Inspiración: Valentino (Pierpaolo Piccioli), Jean Paul Gaultier (alta costura), Haider Ackermann.
Estética: Colores potentes (rojo, dorado, índigo), símbolos culturales reinterpretados. Prendas que mezclan lo clásico con lo vanguardista.
Concepto visual: Música ascendente. Coreografía final en grupo. Presencia fuerte y afirmativa.
Mensaje: La integración de todas las etapas anteriores. La moda como acción consciente, no como disfraz.

Actúa por convicción, sin buscar aprobación. Ha integrado su pasado, su caos y sus decisiones. Ahora puede construir o crear.

Tema: La autenticidad como forma de evolución.

Él, por su parte, podríamos decir que había convertido su pasión en una auténtica pesadilla —o en lo más parecido a eso. Parecía un pintor, un artista, y eso lo hacía auténticamente hermético. Era un sujeto difícil de descifrar, y esa era su riqueza.

Vestirse como un mendigo, pero viajar cada año como si nada a Europa  o el Caribe. Para él, viajar era como dar la vuelta a la esquina.

Casi como la realidad misma de una interfaz al algoritmo cotidiano. Pero un algoritmo que siempre le dejaba las mejores fichas, y aun así nada le bastaba. Siempre deseaba más. Solo le faltaba que lo veneraran. Y aunque algunos se rendían a sus sobornos, nada era suficiente.

Fusionar lo clásico con lo vanguardista, como esos colores del acantilado junto al río, se siente como algo maduro y evolutivo… Pero no puedes aplicarlo en la vida real. Porque en esas dos horas que conversaron Rubí y Rafael, no lograron un acuerdo sobre el desfile de modas.

Y a eso, en este mundo, le llamamos justicia.

Fue complejo, sin duda. Rafael y Rubí no solo compartían el amor, sino también el proyecto profesional más ambicioso de sus vidas: uno que prometía —al menos en apariencia— la tan anhelada libertad…

Lo pensaron mucho, cada uno desde sus propias sombras. Pero al final lograron ponerse de acuerdo. Decidieron lanzar su firma de modas, uniendo estética y discurso, deseo y estrategia.

Y así, bajo luces y telas, con heridas aún frescas pero las ideas más claras, se lanzaron al vacío.

A eso, en este mundo, le llaman libertad.

 

 


 

Enrico Diaz Bernuy


Bonus Existenzialis

En tiempos en que la ciencia se entrelaza con la cultura popular, muchas veces las explicaciones sobre la felicidad se simplifican peligrosamente. Una de las confusiones más frecuentes consiste en atribuir a la serotonina —ese famoso neurotransmisor— un papel absoluto en la experiencia de la felicidad. Pero ¿es la serotonina el fruto de la felicidad o su causa? ¿Puede una sustancia química, por sí sola, ser equivalente al bienestar profundo y duradero que llamamos felicidad?

Para empezar, es necesario distinguir entre placer y felicidad. El placer es, en términos neurológicos, un estado momentáneo asociado a la liberación de ciertas sustancias como dopaminaendorfinasoxitocina y en algunos casos, serotonina. El placer tiene que ver con la gratificación inmediata: comer chocolate, tener relaciones sexuales, comprar algo deseado, recibir un halago. Es fugaz, episódico, o transitorio y aunque puede formar parte de una vida feliz, no constituye su esencia.

La felicidad, en cambio, es una experiencia más compleja. Filosóficamente, puede entenderse como una forma de plenitud, equilibrio o sentido. Fisiológicamente, se trata de un estado emocional sostenido que implica más que una simple descarga química. Requiere de estructuras cerebrales integradas (como el sistema límbico y el córtex prefrontal), hábitos mentales, y muchas veces, una interpretación subjetiva del propio existir.

Ahora bien, ¿qué es la serotonina realmente? Es un neurotransmisor implicado en la regulación del estado de ánimo, el sueño, el apetito, la digestión e incluso la percepción del dolor. No es una molécula exclusiva de la felicidad, sino un regulador del bienestar emocional.

Niveles bajos de serotonina pueden estar vinculados con estados depresivos, ansiedad o irritabilidad, lo cual ha llevado a pensar que altos niveles equivalen a felicidad. Pero esto es una reducción peligrosa.

Decir que la serotonina "es la hormona de la felicidad" es tan impreciso como decir que el cemento es una casa. Puede ser un componente necesario, pero nunca suficiente.

La serotonina no causa la felicidad; más bien, ciertas experiencias felices o la percepción de sentido pueden generar un entorno biológico donde aumente la producción de serotonina.

En este sentido, la serotonina podría ser entendida como un fruto químico de un estado emocional más profundo, no su motor inicial.

Esto abre una reflexión crucial: confundimos placer con felicidad porque ambas producen sensaciones placenteras, pero solo el placer es adictivo y momentáneo.

 La felicidad no se puede dosificar ni provocar de forma inmediata; es más afín a una trayectoria vital, a un equilibrio entre lo que somos y lo que buscamos.

 El error moderno ha sido reducir la dicha a un fenómeno fisiológico o químico, olvidando su raíz más elevada. La verdadera felicidad no se resuelve en estados corporales ni en niveles de serotonina, sino en estados anagógicos de conciencia, es decir, elevaciones del alma hacia dimensiones superiores del ser.

No hablamos aquí de la disolución impersonal del yo, como propone cierta vertiente budista, sino de la experiencia personalista del amor divino, según la tradición vaishnava, donde la conciencia alcanza su plenitud en la relación amorosa y sobre todo; devocional con lo absoluto, encarnado en la figura de Krishna.

 

Enrico Diaz Bernuy

 

 


miércoles, 11 de junio de 2025

 

 

En el Perú es necesario ser absolutamente

mediocre para no ser detestado.

José Carlos Mariátegui.

domingo, 1 de junio de 2025

La última puerta....

Cuando uno siente cierta atracción por una novela o una película, al punto de volver a ella una y otra vez, es porque, en el fondo, intuye que hay detalles que se le escapan —quizás incluso códigos ocultos que solo se revelan con una mirada más atenta pueda hallar;  en la arquitectura un discurso oculto o en la numerología encriptada o la  presencia de la srta que aparece en el camino de Corso,  o los hermanos ceniza "los gemelos"! O las naranjas que ruedan sobre el suelo como la  película el padrino símbolo de fenecer.... 

" En mi negocio que hablen bien de uno, puede ser un desastre profesional.... [sic]..."
" Tiene toda la apariencia de no tener muchos amigos...[sic]..."
" No hay nada más confiable cuyo hombre cuya  lealtad se compre con mucho  dinero...[sic]..."


jueves, 29 de mayo de 2025

CINCO FUEGOS QUE APAGAN UNA VELA !!!!!!!! ( soplando velitas ) ----- Enrico Diaz Bernuy

 

CINCO FUEGOS

QUE APAGAN UNA VELA
y la flama que nos acompaña…




Dicen que las amistades verdaderas no mueren, solo se transforman. Pero eso es lo que decimos cuando no queremos confesar que algo se rompió. Que lo que fue llama ahora es humo. Que lo que fue risa ahora es eco. A veces, cuando ya no queda nadie en la sala y todo está en silencio, uno se atreve a decirlo en voz baja: hay fuegos que no calientan; fuegos que apagan una vela.

La amistad, cuando es genuina, germina como una promesa involuntaria. No nace de la obligación ni de la sangre, sino de esa chispa silenciosa que ocurre cuando dos almas se reconocen en su extrañeza………… No se elige a un amigo como se elige una prenda, se lo encuentra. Y sin embargo, una vez encontrado, puede perderse con la misma facilidad con que una ráfaga arrasa una llama descuidada.

El primer fuego que apaga la vela es el de la envidia. No se presenta con nombre propio ni toca la puerta de frente. Llega disfrazada de sonrisa, de consejo o de elogio tibio. Al principio, uno no lo nota: todo parece igual. Pero en el fondo, la mirada del otro ya no es clara. Algo se ha nublado. Donde antes había celebración, ahora hay cálculo. Donde antes había abrazo, ahora hay distancia no dicha. La envidia no necesita grandes escenas. Le basta con instalarse en el hueco que deja el amor no correspondido, y desde ahí empieza a arder. Apaga la vela porque consume el oxígeno de la sinceridad. No deja hablar con libertad ni compartir sin miedo. Uno empieza a sentirse culpable de sus alegrías frente al otro. Y cuando uno se calla la alegría; la amistad empieza a morir.

El segundo fuego es la traición sorda, la pequeña deslealtad que no se confiesa pero se percibe. No hablo del puñal que uno espera del enemigo, sino de la fractura mínima que llega de quien uno creía aliado. Es una confidencia revelada, una promesa no cumplida, una defensa ausente en medio del ataque. A veces, la traición ni siquiera es activa; basta con la omisión. Con no estar. Con mirar hacia otro lado cuando debías sostenerme. Es un fuego tibio y constante, como una fuga de gas: no lo ves, pero al final asfixia. Uno puede perdonar una traición,……… pero no puede olvidar que ocurrió. Y cuando la memoria empieza a pesar más que el afecto, la vela titila, insegura…….

El tercer fuego es la desproporción. Dar sin recibir. O recibir sin dar. El desequilibrio desgasta hasta el lazo más fuerte. Hay amistades que se sostienen sobre una cuerda floja donde uno entrega todo y el otro solo habita. Uno escucha, acompaña, sostiene, pero nunca es sostenido. Y al principio, uno lo justifica: "es que está pasando un mal momento", "es su forma de ser". Pero con el tiempo, la cuerda se tensa. Y el que da se cansa. Porque hasta el agua más clara se agota si nunca se repone. Este fuego es menos visible, porque se esconde en el hábito, en la rutina del cuidado unilateral. Pero es fuego al fin. Apaga la vela lentamente, hasta que uno despierta una mañana sin ganas de llamar.

El cuarto fuego es el crecimiento. Sí, crecer también puede alejarnos. No porque el otro se vuelva enemigo, sino porque ya no compartimos el mismo lenguaje, los mismos códigos… Cambian los intereses, los miedos, los paisajes internos. Lo que antes nos unía ahora nos resulta ajeno……… A veces, uno quiere arrastrar al otro en su transformación, pero no se puede. Cada quien tiene su ritmo, su camino. Y cuando los caminos ya no se cruzan, el fuego se vuelve una brasa inútil: caliente, sí, pero lejana. Este fuego no arde con odio, sino con nostalgia. La vela se apaga porque ya no tiene sentido encenderla. Porque lo que iluminaba ya no está.

El quinto fuego (el más cruel de todos), es el de la lucidez. Ese instante en que uno ve con claridad. Cuando el velo cae. Cuando ya no hay excusas, ni afectos que maquillen la realidad. A veces, escribir te lleva hasta ahí. Como si cada palabra fuese una escoba que barre la niebla incluido a tus interiores. Con la lucidez, uno entiende por qué esa amistad ya no era tal. Comprende los gestos pequeños que había ignorado, las frases que prefirió no escuchar, las heridas disimuladas. Pero uno en el fondo es un memorioso y sueles poner atención en como se sentaba el otro o en que dirección ponía los pies…

Y entonces, no hay marcha atrás. Porque ver, verdaderamente ver, implica una pérdida irreversible. Este fuego no quema por rencor, sino por verdad. Y la verdad, cuando se revela tarde suele tener doble efecto en su dosis de crueldad, llega para consumar lo que estaba a punto de caer. Al  fin y al cabo la verdad no llega nunca desnuda, la verdad espanta: siempre viste el rostro de quien más detestas, y por eso duele, porque no viene a halagarte, sino a desarmarte…

Pero hay otro fuego, uno que no cabe del todo en estas cinco llamas, y que sin embargo puede ser más doloroso porque nace de lo concreto, (los hechos). Es el fuego del aprovechamiento.
Cuando un amigo te pide algo más allá de tus posibilidades —como ser su representante legal en un trámite delicado, sin considerar tu situación económica, tus límites, tu momento vital— y uno, por cariño, por compromiso o por no querer  decepcionar, acepta sin poder. Y luego se retracta. Ahí se rompe algo profundo…
No solo por el pedido insensible, sino por la contradicción que implica decir que sí y luego retractarse.
Ambos fallan: uno por pedir sin mirar, el otro por aceptar sin convicción, sin sinceridad.
Esa contradicción enciende un fuego breve pero feroz.

Uno siente que la amistad fue usada, que era solo un medio para un beneficio. Y después de eso, de aquella amistad, ya no queda nada. Nada. Y el vínculo se quiebra, no solo por la negativa, sino porque uno descubre que solo era amigo mientras servía a un propósito. Nada mata más la llama que saberse usado.

Cinco fuegos. Y uno más. Seis llamas que arden donde antes hubo refugio. Seis maneras de apagar la misma vela. A veces ocurre todo de golpe. A veces, uno enciende la vela una y otra vez, con paciencia, o con fe. Pero el fuego es traicionero. Y si no abriga, destruye.

Escribir sobre esto es también encender otra clase de llama: la que no busca iluminar al otro, sino entenderse a uno mismo. Pero incluso eso tiene su precio. Porque cuando uno escribe desde la herida, desde el desengaño, desde el encaro de las falencias de uno mismo o desde esa lucidez que duele más que la mentira, también empieza a alejarse de ciertos espacios. Lo que uno gana en claridad, lo pierde en pertenencia. A veces, escribir es como volver a casa con una vela en la mano, solo para descubrir que ya nadie vive allí.

Y uno se queda así, con la vela apagada, contemplando el humo que sube por las paredes anaranjadas de tu cuarto. 

No hay rencor, no hay odio, simplemente ya no hay amigo

 A veces, perder una amistad no es una tragedia. Es un cierre, es como un acto de amor propio. Un gesto de verdad. Porque no todas las velas deben seguir encendidas. Algunas deben apagarse para que podamos ver la luz que nace desde adentro.


Y entonces, en ese silencio, en esa penumbra recién asumida, uno comprende que no está solo. Que hay otras velas encendidas en otros cuartos. Que la vida —como la amistad— no se acaba con un fuego  emanado por una vela, más bien que ello de alguna manera interceda en nuestros adentros a reconsiderar que hay llamas más poderosas a las que podemos encontrar… Y no hablo de un lugar lejano al que tengas que viajar. Todo lo contrario; la flama de esa vela divina solo habita en el interior que nos acompaña, silenciosa como una doble alma que todos llevamos en nuestros adentros desde que hemos llegado hasta que nos vamos, y eso se llama paramatma…परमात्मा)

Enrico Diaz Bernuy