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Orígenes

Estimados lectores con placer y profundo aprecio a la literatura los invito a descubrir mi blog Café y escrituras con humo, un espacio donde la literatura respira con una libertad genuina, y donde cada cuento, relato o poema está tejido con esmero, ofreciendo mundos y personajes que buscan resonar en el alma. Es un rincón de lucidez y libertad de expresión, donde no existe censura ni rechazo, (ni de editoriales ni de fanzines) sino un llamado sincero a explorar juntos las profundidades de la imaginación y del pensamiento. Los textos son gratuitos y siempre bienvenidos a nuevos ojos, con la esperanza de que encuentren en ellos una chispa de inspiración o reflexión. ¡Los invito a tomar una pausa, servirse una buena taza de café, y sumergirse en la esencia de cada relato! , poema o artículos de mi autoría o de los escritores invitados. A continuación, dejo el índice del contenido:
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sábado, 1 de marzo de 2025

Mom Laferte !!! Escribe Mom Laferte

 A veces los artistas tenemos parecidos!! Este texto lo  publicó uno de mis contactos en facebook, pero yo le pongo el título: LA BELLEZA INTERIOR  de LA  VERDAD !!!!


He sido una mujer muy triste, realmente muy triste y lo único que sé hacer es trabajar ¿pero saben también hice durante todo este tiempo?
Yo pinté y pinté y pinté y bordé y lloré mientras pintaba, mientras la música me daba pa comer, la pintura me salvaba de toda la mierda que tuve que pasar.
Fui a un museo por primera vez en México a los 30 años, antes de eso no conocía nada de ese mundo, yo lo veía lejos, sentía que no pertenecía.
Tengo 8 discos publicados, mas de mil obras como artista plástica, pero hasta el día de hoy me siento como una intrusa. Es verdad que hoy tengo un lugar privilegiado, me volví una burguesa, una nueva rica y sé que no pertenezco y nunca voy a pertenecer porque yo siempre voy a ser una flaite y ahora una flaite famosa.
Entonces pienso, yo jamás podría haberme formado en ese cola imaginaria porque antes de mí estaban los académicos, los que sí saben pintar ¿y saben? yo les encuentro razón de todo lo que dicen de mí, yo a veces dudo y dudo de todo lo que hago, aveces pienso que todo mi arte es una mierda, y no solo dudo como artista, dudo de mí también como mamá, dudo de todo
porque siempre me dijeron que no valía y yo me la creí.
Pero avanzo igual, porque lo único que sé hacer es trabajar y amar, amar el arte como lo único que me ha salvado la vida. Y ese miedo que me dice que no soy suficiente, ese casi siempre viene empujado por el ego, y ese a mí no me la va ganar.
Yo no tengo nada que perder, todo para mí ha sido ganancia porque yo le gané a la vida.
Quiero que sepan que con humildad comparto mi arte, lo hago con el respeto que merece mi oficio.
No soy mejor que nadie, el arte es subjetivo dicen, pero todo lo que yo hago me sale de los ovarios, de lo más primitivo. Yo soy un animal, una tora, una yegua como Lemebel. Siéntate en el piano, destruye la métrica, grita en vez de cantar, decía la Violeta.
Yo no ando queriendo ocupar el espacio de nadie, pero tampoco voy a andar disculpándome por ocupar el mio.
Aquí tienen mi historia y ¿saben qué? si esto se trata de meritocracia, entonces yo me lo merezco todo.
— Mon Laferte .



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VERGUENZA MUNDIAL !!!!!!!!!!!!!!!!!! (la inoperancia) Autor: Enrico Diaz Bernuy | Breve artículo ---------

 

Se alinearon los planetas para mostrarnos

 más sobre la estupidez humana

(El negocio de la guerra)

VERGÜENZA MUNDIAL

 

Hablar con los brazos cruzados es una señal de estar a la defensiva, como un escudo que eriges para impedir que los demás entren en tu círculo de vida. Si vas a pedir un favor o a buscar una alianza, al menos deberías adoptar una postura más empática, porque todo lo que haces con gratitud tiene consecuencias similares.

No ganas nada impostando la voz y volviéndola grave, como queriendo decir: "yo soy muy duro". Esa actitud solo revela soberbia y genera distancia con los demás. Pero estas cosas no se le pueden decir a un exactor cómico que hoy es presidente de un país.

Por otro lado, frases como:

  • "Usted me está levantando la voz."
  • "Usted está jugando con la vida de millones de personas."
  • "El gobierno lo ha ayudado con miles de millones de dólares y no muestra ningún gesto de agradecimiento." (No se compromete a devolver ese dinero.)
  • "No muestra nada de gratitud."

Son de una gravedad que no admite refutación, porque revelan que quien está cruzando la línea es él: el pedigüeño.

El problema no es solo el ridículo en el que queda, sino la falta de sencillez que se evidencia incluso en su forma de vestir. Podrías decir que son detalles sin importancia, pero en cualquier acuerdo —sea de negocios o de paz— todo cuenta. Es lamentable que un país esté tan mal representado.

Si visitas a un grupo de nadadores con la intención de hacer un pacto o acuerdo, no parecería muy empático de tu parte ir vestido como un esquimal.
No pensó o no se asesoró sobre con quién iba a hablar es un megaempresario.

De el escenario que estoy hablando es similar a un vecino conflictivo que si tiene problemas con alguien, él quiere que todos tengan problemas con esa persona. Como los siguiente:

El Vecino Conflictivo que Quiere Arrastrarnos a su Pelea

Todos conocemos a alguien así. Ese vecino que un día tiene un problema con quien vive a su lado, pero en lugar de resolverlo como un adulto, decide que no será una simple disputa entre dos. ¡No, no, no! Su ego no le permite perder, así que, en su infinita cobardía, (rehén del miedo) toca las puertas de los demás, buscando aliados para su pequeña cruzada.

—Vecino, ¿sabe usted que Fulano de Tal es un peligro para el barrio? ¿No le parece que deberíamos hacer algo?

El pobre vecino al que acaban de despertar con semejante queja apenas si conoce a Fulano de Tal. Pero nuestro protagonista, con una capacidad innata para la manipulación y el drama, le mete miedo, le promete un desastre inminente y lo convence de que si no se une a su cruzada, él también será una víctima.

—Si usted no está conmigo, entonces está contra mí.

Y así, de un simple altercado entre dos, se crea un conflicto a gran escala. Porque, claro, el vecino conflictivo no es de los que pelean solo. Él no va a arriesgarse, ni a tomar el golpe directo. Prefiere que sean otros los que lo hagan por él. Como un titiritero experto, manipula la situación para que todos terminen odiando a su enemigo, incluso aquellos que ni lo conocían.

¿Y qué pasa cuando el barrio entero está en llamas? ¿Cuando los problemas que él creó ya no pueden deshacerse? Ah, bueno, ahí él pone cara de víctima y dice:

—¡No es mi culpa! Yo solo quería justicia.

Claro, una "justicia" que convenientemente lo beneficia a él y destruye a los demás. Y lo mejor de todo: cuando las cosas se salen de control, no es él quien sufre las consecuencias. Es fácil jugar a ser el valiente cuando son otros los que reciben los golpes.

Lo mismo ocurre en la política internacional. Hay líderes que no buscan solucionar sus conflictos, sino arrastrar a todo el mundo a su guerra personal. No les importa si estallan crisis económicas, si los ciudadanos de otros países sufren, si se compromete la paz mundial. Todo lo que importa es que su ego no sufra una derrota.

Y así, en este vecindario llamado mundo, hay quienes no quieren simplemente llevarse mal con su vecino. Quieren que todos peleemos su pelea, sin importar el costo.

 


y todavía levanta la mano... 
La bestia !!  (por bruto)

 

Comprendo que todos podemos carecer de conocimientos en determinados temas, pero lo verdaderamente inaceptable e irresponsable es desestimar la posibilidad de asesorarse con quienes poseen mayor conocimiento que uno. Especialmente cuando se cuenta con todos los recursos para hacerlo. Tal negligencia no merece indulgencia alguna, (vergüenza mundial)

Más aún cuando está en juego la vida humana y, bajo el pretexto de defender la patria, se opta por el genocidio de su propio pueblo. Si eso no constituye la más abyecta perversión, (satanismo) entonces, ¿de qué estamos hablando?


jueves, 27 de febrero de 2025

BESO A LA VENEZOLANA !!!! | Una historia de sicariato y seducciones... Autor: Enrico Diaz Bernuy | 2025

  por Enrico Diaz Bernuy

 

BESO

A LA

VENEZOLANA

 

Una historia de seducciones,  sicariato y

sobre todo, “extorsión en la ciudad de Lima”.

 

 

El pasado se queda atrás, es hora de madurar,

tenemos el infierno por delante.

Tarantino

 


Jamás  he conocido a alguien que no haya perdido una batalla, y mucho menos a alguien libre de heridas. Pero en el camino encontré máscaras, poses, hasta que un día hallé un grupo humano que aparentemente estaban decididos a renunciar al triunfo. No era el club de los fracasados simplemente la idea de triunfo convencional no estaba en sus visiones, y cuando creí por fin encontrar a un grupo honesto de hombres y mujeres libres que no usaban máscaras.

Descubrí que en sus envoltorios estaban completamente atados a otro tipo de luchas, la lucha oculta por el reconocimiento, la validación de salir en la portada de un periódico. Y las máscaras de una ideología… (nada supera esa esclavitud)

Ahora que veo sus fotos, es evidente la muestra contundente en sus semblantes, de no tener lo mejores sentimientos. Es la clase de personas que, si los invitas a tu casa, luego hablan a tus espaldas, pero hablan mal todavía. Y son esas mismas fotos que aparecen y veo a alguien nuevo en el grupo, me pregunto ¿cuánto le harán cobrado para estar sentado ahí?

Pero el tiempo pasó y ahora Venezuela había quedado atrás, ya me encontraba en Perú. Las antiguas debilidades debían quedarse en mi país  y ahora que me encontraba en esta bella tierra de hermosas playas, la tierra de los Incas, algo de su oro tenía que llegar a mis bolsas. Tenía que nacer de nuevo sea en el fundamento de los sacudimientos y los ingenios, recurrir a mi perspicacia.

Además mi hermana menor estaba conmigo y de alguna forma era una responsabilidad para mí, ya no podía permitir que ella vuelva a fracasar de nuevo con los hombres.

Ella a donde iba jalaba las miradas no solo de los hombres, sino de todas las personas, tenía un cabello ensortijado de estilo árabe y una mirada tan profunda de ojos verdes que enloquecía a cualquiera y a pesar de eso y su escultural cuerpo se metió con un  hombre cuando tenía 14 años, él era un hombre mayor, era casado y mi hermana era solo su divertimento.

Un divertimento que duró 9 meses como lo que duró su embarazo debido a  ese desgraciado.   Pero como esos canallas son canallas a donde van, dicen que se había metido en problemas y lo habían desaparecido. La mafia  colerza estaba detrás de todo…  

Desde ahí, mi hermana quedó traumada con los hombres, ella sabía que lo único que ellos pedían era tener intimidad sexual, nada más.

Es increíble que ni su belleza la ayudó. Desde ahí, los papeles se intercambiaron, ella ahora se burla de los hombres, los sangra, ella juega con sus sentimientos y ella los abandona, siempre  los abandona a todos.

Recuerdo que antes de viajar del avión me afeité para quedar lo mejor presentable posible, era como si quería impresionar a alguien, y a pesar que no conocía a nadie, algo en mi interior me decía que este lugar sería una nueva vida para mí.

Lo primero que sentí fue el aire. No era como el aire tibio de Caracas, sino frío, húmedo y raspante.  Luego cuando fuimos al cuarto de hotel,  Yamilett (mi hermana) se frotó los brazos con fuerza, sintiendo cómo el jabón no hacía espuma. “Aquí hasta el jabón es diferente”, pensó.

A su lado, yo me encontraba y di un golpe la pared lleno de frustración. Porque debían recogernos… sin embargo, cuando no había nadie en el aeropuerto comprobamos una vez más la primera estafa en estas tierras, pero el origen de la estafa era de nuestros compatriotas. Hasta aquí los peruanos no tenían nada que ver.

El retorno de los fracasos del pasado tomaban por asalto el presente, recordaba mis estudios truncos de mecánica, o mis negocios como vendedor ambulante en mi tierra. Y esos golpes perfectos gracias a las técnicas de boxeo callejero de Maracaibo.

—Maldita agua de piedra —murmuró, dejando que las gotas le resbalaran como una tela áspera por dentro de su garganta. Dijo Yamilett

Mientras que ella se lavaba los brazos yo me lavaba los dientes. Luego salimos del baño compartiendo la misma toalla raída. Casi como si fuéramos los mismo niños que antes fuimos.

El cuarto que alquilábamos en el distrito de La Victoria,  era estrecho.  Paredes descoloridas y una ventana que daba al callejón. Aun así, era lo que podíamos pagar. Lima nos había enseñado la crudeza de empezar desde abajo. Lima era hermosa pero te enseñaba a ser cruel…

El primer mes fue un torbellino de esperanzas desgarradas. Yamilett había intentado conseguir trabajo como vendedora en un centro comercial, pero solo le ofrecían sueldos que apenas alcanzaban para el pasaje y un poco de comida. Y ella no quería volver a la prostitución.

Yo probé en la construcción, pero el horario laboral era mortal, tenía que trabajar de madrugada. Nos sentíamos atrapados, extranjeros en una ciudad que no nos daba tregua. Pero a pesar de las adversidades los peruanos eran amables, afectuosos en cierta medida, especialmente con los extranjeros. Y eso era algo que no contábamos, pero nos sirvió de esperanza.

Un día, entramos a uno de esos supermercados gigantescos en el distrito de Magdalena. Las luces brillaban como estrellas, los pasillos eran infinitos y los estantes rebosaban de productos desconocidos. Nos quedamos  parados en la sección de lácteos, fascinados por la variedad de yogures, quesos y postres. Nunca habíamos  visto tantas variedades en un solo lugar.

—Aquí la gente come como reyes —dijo Yamilett . Ella con    sus ojos grandes y hermosos solo revelaban en esos momentos una inocultable envidia y asombro.

—Para tener esto hay que tener billete —respondí, con la mandíbula apretada.

Supimos  en ese instante que no llegaríamos a ese nivel trabajando de sol a sol. Fue ahí donde la frustración se mezcló con la ambición.

Recordé los días en Caracas, cuando era conocido por mi astucia, perspicacia  en el bajo mundo. Aun recordaba cómo interrelacionar con las personas de ese mundo y también, cómo aprovechar la ingenuidad ajena.

Primero probamos “pepeando” (poner sedantes en las bebidas para adormecer a la víctima) en bares de Miraflores. Yamilett coqueteaba con los turistas, y con los propios peruanos, les endulzaba el oído, y con su sonrisa encantadora y en el momento justo, yo  aparecía para completar el golpe. La fórmula era simple: pastilla en el trago, cartera y celular en nuestros bolsillos. Pero el dinero nunca alcanzaba, y la competencia era feroz.

Uno de nuestros  consuelos era escuchar  vallenato, nos llenaba de nostalgia, recordábamos a mi  padre y a una  antigua enamorada; una morena que tenía toda la pinta de no querer a nadie, una morena despampanante como solo las mujeres de mi tierra eran.

Recuerdo cuando ella decidió abandonarme, en esa época yo le dedicaba más tiempo al boxeo. Y ella lo veía como mi juego, se burlaba y luego sentía cólera contra ese deporte y luego hacia mí.

Al final me dejó.

Equivocadamente me sentí enamorado y ella era cruel e indiferente. Como si ese acto fuera para ella un deshago irradiante de aceros y otros arribos.  . Probablemente la historia de esa bella morena era muy similar a aquellas mujeres que no se enamoran de nadie, ¡o usan a los hombres! Casualmente, lo mismo que hacen algunos hombres al burlarse de todas las mujeres, solo viéndolas como objetos de satisfacción sexual, y nada más.

¿Y cuál es el origen de esa lógica o  de ese accionar? Simple: a ellos les destrozaron el corazón y, desde ahí, todo cambió.

Después de esas rupturas o desilusiones, lapidaron a cualquier hombre o mujer que viniera. Así de simple, tan frío como eso.

Así que, si conoces a una persona que no quiere establecerse con alguien, es porque alguien de su pasado la hizo trizas, la devastó.

Una paradoja o un ciclo interminable sobre cómo algo que ocurrió en el pasado puede eternizarse en las personas ancladas a ese dolor. Entonces, me pregunto: ¿seguía amándola a ella o amaba el recuerdo de quien creí que era?

Esto es similar a la paradoja de “el barco de Teseo” (Plutarco). Si cada parte de ella que idealicé se ha transformado con su indiferencia, si cada gesto que interpreté como amor ha sido reemplazado por desdén, ¿sigue siendo la misma mujer de la que me enamoré? ¿O estoy aferrado a un recuerdo reconstruido con piezas que ya no existen?

Tal vez mi amor no era hacia ella, sino hacia una imagen que construí en mi mente, un espejismo compuesto de recuerdos rotos y expectativas irreales. Si cada recuerdo ha cambiado por la verdad cruel que descubrí, ¿sigue siendo el mismo amor o es solo la sombra de lo que alguna vez sentí?

Quizás, igual que el barco de Teseo, no es ella la que ha cambiado, sino mi percepción, mi amor, mi idealización. (Ilusión). Y si todo ha sido reemplazado poco a poco, pieza por pieza, entonces... ¿a quién amo ahora? ¿A ella o al fantasma de lo que fue? (Ilusión).

Había perdido de vista quien era, y ese ánimo por creerme distinto me había llevado a creerme otra persona,  solo porque estaba en otro lugar. Pero las cosas no son así, al final te das cuenta que jamás puedes cambiar.

Lo real es que yo siempre fui un agresor, un depredador, un producto del mal. Pero la recordaba,  y eso a nadie podía decirlo, incluso estando en Lima. Lima era bella pero sus mujeres no se vestían como mi morena, ni como ninguna de mis compatriotas.

Pero ya debía dejar de pensar en ella, y lo mejor que pude hacer en esos momentos es no permanecer en mi cuarto vacío. Así que del distrito de la victoria me fui a Breña, quería conocer “el callejon 43” dicen que vendían buena comida, lo mejor de la comida peruana.

En ese lugar   conocí al Chino, un sujeto que se me acercó y me reconoció inmediatamente por mi forma de vestir. Él me dijo, ¡oe, mano, todas las mujeres te miran, aquí la haces fácil! Aquí las nenas no están acostumbradas a los blanquitos como tú.

─No me había dado cuenta colega, gracias por el dato.

─¡  Eres chamo! ¡Wena cumpa, cuando has llegado!

Fue en un callejón de Breña donde conocieron a El Chino, un enlace con cabecillas de bandas extorsionadoras.

De esa forma, comenzó la conversación sobre temas superficiales como los conflictos de los peruanos con su clase política y etc.

─Nos reíamos, nos burlábamos. Terminé contándole que estaba tras la búsqueda de algún mejor salario.

Eso dio paso que me cuente  que necesitaban gente para cobrar deudas, para apretar a los que se atrasaban con las cuotas. Al poco rato apareció mi hermana porque habíamos quedado en encontrarnos en ese comedor peruano.

Inmediatamente se la presenté al Chino y no tardó en decirme; colega, ahora que te veo con tu hermana siento que  tienen madera para laborar con mi gente.

El Chino los evaluó de pies a cabeza con esa mirada de quien sabe medir el peligro. Sabía que la belleza de Yamilett era un anzuelo infalible y que la frialdad de Héctor era el complemento perfecto. En este mundo no bastaba solo con la fuerza o la inteligencia; la capacidad de manipular era el verdadero poder.

—Tengo un trabajito. Algo sencillo, para empezar —dijo El Chino, mientras sorbía su caldo de gallina con un gesto despreocupado—. Solo hay que cobrar una deuda. Pero el deudor se hace el gracioso. Necesito que lo asusten.

Héctor asintió, su rostro no mostró ninguna emoción. Pero por dentro, sintió cómo la adrenalina se encendía. Recordó las peleas callejeras en Maracaibo, cómo aprendió a noquear sin sentir remordimiento. Era el candidato perfecto para ese “trabajito”.

—¿Qué dices, chamo? ¿Tú y tu hermana pueden con eso? —insistió El Chino, sus ojos se entrecerraron como un felino acechando.

Yamilett respondió antes que su hermano. Se acomodó el cabello ensortijado y sus labios se curvaron en una sonrisa sexi y  peligrosa a la vez.

—Si el tipo se deja seducir, será más fácil asustarlo. Yo puedo encargarme de eso.

El Chino sonrió, mostrando sus dientes amarillentos por el tabaco. Le gustaba la actitud de la chica. Sabía que con esa mirada penetrante podía doblegar al más bravo.

—Perfecto. Entonces, el fin de semana en Miraflores. Un bar llamado “La Covacha”. Ahí va a estar. Su nombre es Richi. Un empresario creído que se ha pasado de listo. Sedúcelo, distráelo, y cuando menos se lo espere, Héctor lo hará hablar. Pero no quiero que le hagan mucho daño… todavía.

Ambos asintieron. El Chino les dio un adelanto en efectivo y se levantó de la mesa. Antes de irse, los miró con seriedad:

—No me fallen. No quiero arrepentirme de confiar en extranjeros. Si hacen bien este trabajo, habrá más. Y con más, viene el billete. Mucho billete.

Cuando se quedó solo con su hermana, Héctor notó que Yamilett miraba el dinero con una expresión ambigua, una mezcla de avaricia y duda.

—¿Estás segura de esto? —le preguntó.

Ella se encogió de hombros, sus ojos verdes destellaron con una frialdad que Héctor no había visto antes.

—Hace tiempo dejé de confiar en los hombres. Ahora solo los uso. Si hay que asustar a uno para ganar dinero, lo haré. No me importa.

Su respuesta fue tan cortante que Héctor se quedó sin palabras. Pero en el fondo, entendía el origen de su resentimiento. La traición y el abandono habían moldeado a su hermana en una mujer que no le temía a nada, ni siquiera a la muerte.

El fin de semana llegó rápido. Yamilett se arregló con un vestido negro ajustado, sus labios rojos contrastaban con su piel morena. En el bar, fue cuestión de minutos antes de que Richi cayera en su juego. Héctor observó desde la barra, cuidando cada movimiento.

Ella lo llevó a un rincón apartado, riendo coqueta mientras deslizaba sus dedos por el cuello de su presa. Justo cuando Richi intentó besarla, Héctor apareció, su mirada era fría y amenazante.

—Hora de hablar de tus deudas, amigo.

El miedo en los ojos de Richi fue instantáneo. Intentó huir, pero Héctor lo sujetó contra la pared, apretando su cuello lo suficiente para asustarlo, pero sin matarlo. La voz de Héctor fue baja y mortal:

—El Chino quiere su dinero. Y no le gustan los chistosos. —¡Paga o la próxima vez no seremos tan amables!

Cuando lo soltó, Richi estaba pálido y temblando. Balbuceó promesas de pago inmediato, sin atreverse a mirar a Yamilett, quien ahora lo observaba con desdén como si reconociera en él diversas majagranzas.

En el camino de regreso, mientras cruzaban las calles frías de Miraflores, Héctor sintió un vacío. Se suponía que esto era solo por dinero, pero había algo más. Algo oscuro que crecía en él, un placer retorcido al ver el miedo en los ojos de su víctima.

Yamilett caminó en silencio, su rostro no mostraba remordimiento alguno. Cuando llegaron al cuartucho en La Victoria, ella se quitó los tacones y se dejó caer en el colchón viejo.

—Esto es solo el comienzo, Héctor. Lo sé. Siento que estamos destinados a algo más grande. No me importa qué tan oscuro sea el camino.

Héctor se sentó a su lado, su mirada perdida en el techo descascarado. Sabía que ya no había vuelta atrás. Lima los había acogido, pero no como soñaron. La ciudad los estaba moldeando a su imagen: fría, despiadada y hambrienta de poder.

El beso a la venezolana había comenzado. Pero ya no solo era un juego de seducción. Era el inicio de un descenso al infierno. 

Pero en esa  misma noche, mientras contaban los billetes en el estrecho cuarto de La Victoria, Héctor se acercó a la ventana y miró la ciudad iluminada.

—Algún día todo esto será nuestro —dijo con un brillo de ambición en los ojos.

Yamilett sonrió, con la certeza de que, en este nuevo mundo, habían encontrado su lugar.

Yo no conocía la diferencia de una persona ególatra frente a una persona completamente perversa , mala, de mal corazón , yo no veía ese mal corazón , simplemente daba por hecho que era una persona con una inclinación egoica bastante marcada, y quizás una parte mi estaba  reflejado en Héctor

El tiempo pasó y cada uno empezó a asomar su verdadero rostro, uno reveló ser  abiertamente satanista, de chiste en chiste pero “satán por delante”, y su hermana  de ególatra, a una persona completamente perversa , manipuladora y siempre deseando sacar ventaja, sacar provecho de los demás mediante el soborno  (dinero o drogas) o amedrentando…  Así eran esos hermanos…

Héctor no quería quedarse solo, especialmente los fines de semana, pues en las noches los monstruos emergían entre sus pensamientos.  Su hermana estaba de citas con alguno de sus admiradores, de lo que ya sabemos cómo ella se comportaba con ellos.

Pero de  los monstruos a los que me refiero, eran, el monstruo del aburrimiento, el monstruo de la soledad y el monstruo de los apetitos exacerbados en el ámbito  sexual.  Prueba de ello es que había desarrollado una receta y técnica para consentir a las mujeres. Proporcionándoles un placer inimaginable. 

 Mediante masajes que comenzaban desde las plantas de los pies, masajes que hacia con sus manos y luego con su lengua, porque para esos casos él había creado una crema para la piel que podía ser comestible, y ese era el inicio, luego iba subiendo para recorrer todo el cuerpo, especialmente por los genitales era  donde se quedaba mas tiempo para masajear con la lengua.

La crema que usaba para esos casos, solo podré mencionar los ingredientes y no las medidas por un tema de exclusividad.   Aceite de coco, frutas en polvo (como saborizante), Pisco y miel de abejas. Pero primero que todo hacía una prueba de alergia previa a una pequeña área de su cuerpo, si no había efecto alguno entonces procedía en untar todo la crema sobre el cuerpo de la paciente, en donde desde esos instantes los masajes iniciaban.

También recuerdo que los ingredientes eran pasados por agua maría en una cacerola, los revolvía constantemente y luego de 10 minutos más lo dejaba reposar para que tome la temperatura del ambiente.  

Todo comenzaba susurrándole al oído antes del acto, él le susurraba al oído: yo te voy a tratar como ningún hombre te ha tratado en tu vida, te haré sentir que eres una pequeña princesa con un esclavo a tu lado, luego sentirás que eres como una flor que poco a poco se abre, así como  abrirás tus piernas poco a poco para que te toque mejor.

Su voz era suave, seductora y ellas se sonrojaban. Algunas le decían que haga todo lo que tiene planeado, pero deseaban ser amarradas, y otras, eran mujeres que jamás habían tenido un orgasmo con sus parejas. Ellas terminaban prendadas de él. Y él feliz porque luego recibía sumas de dinero nada despreciable.  

Los placeres que las hacia experimentar eran como abismos donde él se hacía ver como una especie de esclavo sexual, donde la pequeña princesa…, al final de la sesión terminaba sintiéndose como reinas del más hondo reino carnal, pero que a la vez, era una prisión como la realidad misma…

Ellas terminaban sintiéndose llenas, realizadas, absolutamente satisfechas, él se sentía solo y vacío. Él no podía justificar toda esa clase de actos por el motivo del dinero, en el fondo él también se sentía más vacío que ellas, a pesar de tales actos de entrega.

Su insatisfacción interna lo enfermaba, a pesar que él disfrutaba de aquellos momentos con esas mujeres, pero todo le era demasiado efímero, duraba segundos esa felicidad, era como una felicidad líquida, como los orgasmos, y nada más, (no había amor).

Tal parece que el más perjudicado en esta escena era él, y eso de alguna forma lo enfermaba, lo anclaba y creaba a su vacío más hondura, en donde todo se resumía a un trabajo más.

Entonces en el medio de esos caminos de vacío donde la hondura se encrudece, genera más caminos. Las rutas por recorrer son interminables. Lima es multicultural, ni el propio clima  es el mismo, de distrito a distrito siempre hay cambios. Mientras que un distrito está lloviendo o tienen el desborde de un río, en otro sitio están practicando pelea callejera, y es precisamente lo que ocurrió un día.

Héctor en uno de sus momentos de tiempo libre tomó un autobús para saber hasta donde llegaba y por la ventana pudo ver un grupo donde la gente arengaba, casi como si fuera un  coliseo de gallos. Resulta que era un grupo de peleadores callejeros. Orejones o con narices chatas que en realidad todos eran,   casi profesionales o profesionales.

Entonces de callejeros no tenían nada. Simplemente era darse el gusto o el desfogue de poner a prueba el  estado físico y las habilidades en el combate cuerpo a cuerpo.

Por su puesto que no dudó en bajarse del autobús para poder ver y acercarse a la gente para saber qué pasaba, y como él tenía grandes habilidades para hablar con gente de la calle. Inmediatamente entabló conversación con un gordo. Eso fue motivo para iniciar amistad, algo de lo que él tenía bastante habilidad.

Desde ahí una rutina más a su vida empezó a tomar papel, porque el boxeo no solo era un recurso de sobrevivencia sino, era el vivo recuerdo que lo unía a su papá. El boxeo no era solo un deporte; era el último hilo que lo conectaba a su padre y a su hermano, quienes se desvanecieron en el tiempo como un mal sueño. Ellos habían fallecido por el gobierno de Nicolás Maduro.

Así fue como volvió al gymca así llamaban al lugar (gimnasio de calle). Por su puesto que él ingresó, al principio, sus golpes eran torpes, llenos de dolor y furia. Pero el eco de los puños contra sus oponentes lo hacía sentir menos solo, como si aún pudiera oír la voz de su padre corrigiendo su postura o la risa de su hermano al verlo fallar un golpe.

En ese espacio vacío, ellos estaban presentes, aunque solo fueran sombras en su mente. También olvidó aquella soledad que le hacían sentir algunas mujeres, en donde él tenía que fingir y solo tenía que complacer. Estar entre el asfalto y el cemento era lo  más honesto para él, y ese grupo humano de peleadores le enseñó a mejorar sus técnicas. Y después de muchos años sintió que podía mejorar.

A partir de ese día, el boxeo se convirtió en su lenguaje de duelo y esperanza. Cada combate era un intento de rescatar las risas perdidas, de revivir las tardes en las que su familia estaba completa. Se entrenó con más disciplina, no solo para ganar peleas, sino para mantener viva esa conexión.

Héctor no peleaba por títulos ni fama. Peleaba para no olvidar. Peleaba para mantener vivos a quienes había perdido, aunque fuera solo en su corazón.