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martes, 7 de agosto de 2018


Por Enrico Diaz Bernuy

El cachorro le dice al lobo:
—Si no tienes decencia; estás perdido—.
Todo lo que escribas con tus uñas serán eructos nomás.
Un sapo escuchó y preguntó: ¡¿cuándo te transformas en algo así, o tomas esa decisión?!

—Cuando decides venderte.

Sí, me refiero a tus valores. Aquellos que pregonan o los que alardean, (algunos). Por su puesto que hasta el momento muchos persisten.   —Pero todos saben quién es quién en estos pantanos—.
Misma realidad que se da en cualquier esfera desde los gobernantes de la montaña o hasta el último de la fila del inhóspito acantilado.


De pronto, la lluvia empieza a dejar sus primeras caricias.

El lobo para la oreja, mira con más atención y escucha lo siguiente.  “Ahora usted me dirá por qué te escandalizas o te causa motivo de comentar” Muy simple, porque yo si me leí o releí algunos libros de ese animal.  Todo apuntaba a que su próxima obra lo ponga entre los más altos nombres de esta vegetación.   Sin embargo, ante esta circunstancia, si hay algo que agradecer al destino; que jamás he conversado frente a frente con él.  Eso si hay que agradecer. Siempre estuve libre de su Tufo.

—El cachorro cuando terminó de decir eso, pasó la saliva con agrado—.

Ya vez, ya sabes qué pasa cuando te vendes, lo pierdes todo. Todo.  Y a veces, te conviertes en algo siniestro. Siendo este el caso, ser siniestro y vacío te torna en una condición ineludible para la esencia de tus obras.  Pero al final todo cae.  Primero se abrazan, se soban, luego caen. Lo repugnante atrae a lo repugnante,  no hay otra realidad.

El sapo miró a todos lados… y como no sabía de quién hablaban huyó con sigilo.

Sin ningún reparo el lobo volcó una sonrisa cruel, y en esas circunstancias usó su repetitivo lenguaje peyorativo que se afana.  Señalaba con notable desprecio el color de la casaca y la etiqueta. Dijo: ADIDAS. Jaaaaaaa, ja. Jaaaaaaa.  

El cachorro le respondió, —¿acaso tú no tienes a nadie en este mundo que pueda hacerte un regalo?  O tampoco conoces el emporio comercial que hay debajo de la montaña, aquel que le llaman Gamarrha.

El cielo estalló en relámpagos y todos decidieron olvidarlo todo. Debían de protegerse de algo más importante.  Al fin y al cabo, algún día se volverán a ver y quizás ya no habrá tanto diálogo o quizás todo será olvidado.


*** fin de la ficción***

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