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martes, 4 de septiembre de 2018

4 poemas de Salvatore Quasimodo


                                        SALVATORE QUASIMODO




                                                                   Y súbito la noche

Hendido por un rayo de sol
todo hombre está solo
sobre el corazón de la tierra;
de pronto,
      la noche que cierra.

                                                                                    

                                                                                                             Versión de Carlos López Narváez



Ninguno
Tal vez soy un niño:
los muertos le causan pavura.
Sin embargo, a la muerte le clama
soltarlo de toda criatura
-niño, árbol, bestezuela-
de tantas cosas en que pulsan
corazones roídos de tristeza.

Es que no tiene ya qué dar
y las calles oscuras están,
y no encuentra, Señor, ser alguno
que logre, a tu vera,
ponerlo a sollozar.
Versión de Carlos López Narváez

 


 
Refugio

Al borde del tajo
se retuerce un pino
suspenso: curvado
cual una ballesta,
parece escrutar el abismo.

Las aves nocturnas
lo tienen de asilo;
y en horas profundas,
alas que se abaten
conturban el aire dormido.

Corazón en sombra:
suspenso tu nido
de una voz remota,
te pasas lo noche en atisbo.
Versión de Carlos López Narváez



 



Y tu vestidura es blanca

Tienes la cabeza inclinada y me miras,
y tu vestidura es blanca,
y un seno asoma por el encaje
suelto sobre el hombro izquierdo.
Me rebasa la luz; tiembla
y toca tus brazos desnudos.
Vuelvo a verte. Palabras
cerradas y rápidas decías,
que ponían corazón
en el peso de una vida
que sabía de circo.
Profundo el camino
sobre el que descendía el viento
ciertas noches de marzo
y nos despertaba desconocidos
como la primera vez.

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